|
|
Los niños y sus afecciones en el Antiguo Egipto. |
Por Dr. José Ignacio Velasco Montes. EL MUNDO DE LOS NIÑOS. Es curioso contrastar que al buscar
bibliografía sobre el tema de los niños y la medicina ésta es exigua y lo
mismo ocurre con la iconografía.
Y es lógico, pues uno de los problemas que existen es la dificultad para que se conserve y pueda estudiarse el débil cuerpo de un bebé o un infante en su caso. Es por esta falta en los cementerios de momias de niños o de restos
de éstos exista un mínimo de información. Es más, hay constancia que los que
vivían escaso tiempo muchas veces no eran ni enterrados y se dejaban a merced
de las alimañas del desierto o servían de alimento a los cocodrilos.
Ni el agua, nada purificada, le resolvería muchos problemas que posiblemente le complicaría con infecciones intestinales.
¿CÓMO ERA LA VIDA DE UN NIÑO? La vida era cruel, muy cruel, en el entorno de vida de los egipcios de aquellas lejanas épocas. La sociedad egipcia debía seguir luchando contra el caos que significaba vivir en un medio ambiente hostil, que lentamente van consiguiendo superar conforme se extinguen especies de animales peligrosos, se va controlando el agua del Nilo en sus crecidas, se ha dominado el calendario y se sabe con cierta certidumbre cuando empezará la inundación y, con la experiencia de anteriores periodos fastos y nefastos, se crean depósitos estatales para sobrevivir a hambrunas causadas por exceso o defecto en la cantidad de agua que baja desde el Alto Egipto hasta el Bajo Egipto.
Sólo los dioses, y el rey que era “casi” uno
de ellos, podían vencer y aplacar ese estado de cosas que hacían la vida en Kemit
extraordinariamente dificultosa. Según el sincretismo sacerdotal, Kemit,
el “País de las Dos Orillas”, en sus inicios y con él todo el mundo, surge
del Nun, del Isfet, del caos. Cuando el mundo se establece, la
lucha va a continuar por los tiempos de los tiempos. Va a ser la serpiente
Apopis, la serpiente de Seth, la que luche en cada momento contra la Maat,
que es el equilibrio contrapuesto. En su concepción, los habitantes de Kemit
consideran que dentro el Universo no hay sino una pequeña bolsa, apenas una
burbuja de Maat, rodeada de un infinito caos que trata de hacerla desaparecer
para que se reestablezca el desorden. Es una lucha permanente de las fuerzas
inorgánicas del Isfet que trata de prevalecer sobre el orden cósmico:
la Maat. Es por ello que el rey, cada día, debe realizar una serie de
funciones mágicas y rituales --para eso es el rey y es divino--, y conseguir
que la Maat sea más fuerte y mantenga controlado al caos. Si esta magia ritual diaria no se mantuviese en el tiempo, el
caos[3]se apoderaría del país y del Universo, y las
desgracias se sucederían a lo largo y a lo ancho del país tal como se indica
en determinadas inscripciones: “No sería Kemit un
país lleno de templos, sino de tumbas y cadáveres... “El Hapi Nilo seria
vencido, y el río se llenaría de sangre...” Y los egipcios, ante el caos que puede asaltarles, y al que temen
sobremanera, iniciarían un asustado llorar, gemir, lamentarse y gritar en el
que sólo se escucharían deseos de desaparecer ante el pánico que les
sobreviene: “¡Ojalá estuviera
muerto!”
Sin embargo, ciertas normas de vida y
costumbres ancestrales en la forma de vivir y depender del Estado, como las
corveas, se han conservado hasta muy recientemente, hasta 1.889. Otras, como
la recogida de excrementos para combustible, el acarreo del agua, o el
vincular la solución de los problemas, como la salud, a la Heka, la
magia, se han mantenido y en gran parte se conservan en nuestros tiempos[4]. En un mundo como el descrito, las indefensas criaturas que son los niños, sólo pueden llegar a adultos en base a una serie de condicionantes en los que una buena madre y la aleatoria suerte, juegan papeles casi idénticos.
Es evidente que una cierta proporción de niños sobrevivían, se hacían adultos e hicieron unas obras que tienen perplejos a muchos millones de personas. Quizá, visto desde una óptica deformada por la medicina, esa supervivencia dio lugar a una gran cantidad de personas “superdotadas” puesto que, evidentemente, los más débiles sucumbían. Sin embargo, tenían muy claro que, sin ceremonias mágicas además del uso de los tratamientos de la época, no podrían sobrevivir y lo común era aceptar que se conseguía todo gracias a los dos caminos empleados: medicina más magia o viceversa[5].
LOS PAPIROS MÉDICOS CON REFERENCIA INFANTIL. Las referencias a los niños y su problemática
son muy escasas. Apenas unos pocos datos para juzgar sus dificultades para
salir adelante en un medio muy hostil. Es por ello que incluso en los papiros
médicos casi no se encuentra nada que haga referencia a los más pequeños. El Papiro Ramesseum, uno de los más antiguos,
pues data del Imperio Medio, entre 1.900 - 1.700 a. C., Dinastías XI – XIV,
conservado en la Universidad de Oxford, hace claras referencias a los
cuidados del recién nacido[6]. Un único papiro trata de forma clara las enfermedades infantiles, junto con las ginecológicas: es el Papiro de Erman, Dinastía XVIII, fechado entre 1.450 a 1.350 a. C. [7] Sin embargo en el Papiro de Kahum, Dinastías
XI - XIV, en el Imperio Medio, en torno a los años 1.900 a 1.700 a. C., se
trata el tema del sexo del que va a nacer mediante la interpretación de las
características de las facies de la madre[8], aspecto que incluso en la actualidad algunas
mujeres dicen reconocer, y no sólo por el rostro, sino también por la forma
del vientre de la embarazada, con aciertos que sobrepasan la media aleatoria
de aciertos a pesar ya que las posibilidades de acertar por casualidad, al
ser dos sexos, están siempre dentro de un 50%. Otro papiro en el que se escribe algo sobre
los niños y su problemática es el Papiro de Carlsberg, fechado entre 1.330 a
1.070 a. C., en el Imperio Nuevo entre las dinastías XVIII – XX. La realidad es que las fuentes de información
sobre la pediatría en los lejanos tiempos es muy parca en hablar de las
enfermedades infantiles. La patología infantil, no ha sido nunca tratada de
una manera específica, como puedan serlo las afecciones de los adultos, de
las que se conocen muchos detalles y que podemos encontrar en Swnw (I, II
y III) en la biblioteca Virtual Howard
Carter del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto[9], entre otras publicaciones que se citarán a lo
largo de este trabajo. Una vez que el neonato ha superado las
dificultades inherentes al parto, va a comenzar una lucha por parte de la
madre, o la nodriza en su caso, para lograr sobrevivir a esos primeros años
de vida en los que la mortalidad tiene unas cotas muy altas. El primer problema es la lactancia.
“No comas pan
habiendo otro necesitado y tus manos se extiendan a él. Deja que se explique
el que te acusa falsamente. Duplica el pan que das a tu madre. Llévala como
ella te ha llevado. Mucha carga ha tenido en ti. Su seno ha estado en tu boca
durante tres años. Aunque sintiera aversión por tus excrecencias, nunca te ha
rechazado. Y no te ha dejado en el suelo, luego que te dio a luz tras tus
nueve meses. Ha ofrecido su pecho a tu boca durante tres años, con paciencia.
Te ha llevado a la escuela, y mientras te enseñaban a escribir, ella se
sostenía durante tu ausencia, cada día, con el pan y la cerveza de su casa.
Ahora que estás en la flor de la edad, que has tomado mujer y que estás bien
establecido en tu casa, dirige los ojos cómo se te dio a luz, cómo fuiste
amamantado, como todo fue obra de tu madre. Qué no tenga ella que
vituperarte, y levantar las manos a Dios, porque él escucharía su clamor…” EL NOMBRE Y LA INFANCIA FELIZ. En las paredes de las casa, buscando una protección
complementaria a otros sistemas de magia, encantamientos, fórmulas y
talismanes, se solía pintar a la madre y el hijo recién nacido, lo que quería
implicar que ambos pudieran seguir juntos muchos años. Los padres buscaban
todos los caminos posibles para lograr tener una prole que les atendiera en
la vejez y se ocuparan de su entierro y repetir cada día su nombre para tener
la vida del “más allá” asegurada en alguna forma. Esta claro que las madres cuidaban de sus hijos con amor y
sacrificio y, tras el nacimiento, se ocupaban, de inmediato de algo tan
importante como su salud: ponerle un nombre. El nombre, el Ren, era de suma
importancia para el recién nacido y también para los adultos. Se suponía que
el nombre oral o escrito hacía revivir al nombrado. El nombre es uno de los nueve
elementos esenciales del ser, la fórmula secreta de su esencia y estructura.
El nombre era de una gran importancia para sobrevivir. Si desaparece el
nombre, no importa si hay momia, cabezas de reposición o estatuas en buen
estado no hay otra vida para el representado. Si las estatuas o la momia no
tienen escrito el nombre, es como si no hubiera nada, era como no haber
nacido. Es por ello que los egipcios deseaban tener hijos, pues éstos
recordarían su nombre, echarían agua sobre sus tumbas y eso les daría vida.
Pero al mismo tiempo los padres se ocupaban que, nada más nacer, los hijos
tuvieran un nombre. Para acceder a la vida, después de la muerte, el Ka
necesitaba del cuerpo material y para ello debía mantenerse incorrupto,
tenían que embalsamarlo y que así consiguiera superar el paso del tiempo.
Pero además debía estar presente, inscrito el nombre del personaje, sin el
cual todo lo demás no serviría para nada. La mortalidad infantil era muy elevada. Detrás de cada nacimiento aparecían una serie de etapas de enfermedades y afecciones congénitas que iban a hacer muy difícil la supervivencia.
Para el neonato, cada día que pasaba era un gran paso hacia la
supervivencia. Los primeros días tenían una tasa muy alta de muertes. No era
hasta transcurrido el primer mes que la posibilidad de sobrevivir empezaba a
mejorar. La causa de esta morbilidad se encontraba en las enfermedades
infecciosas por razones de la escasa higiene. Hacia el año, la curva de
mortalidad era ya de nivel mucho más normal. Estaba claro que existía una
manifiesta selección natural y los que morían en los primeros tiempos eran
los más débiles, los enfermos o con defectos congénitos o aquellos que tenían
claras deformidades físicas de algún tipo. Influía también el nivel económico y social del entorno familiar. Los cementerios de niños han ofrecido pocos datos pues los entierros de los niños muy pequeños eran poco ortodoxos, dependiendo del tiempo de supervivencia, si la madre sobrevivió o no al parto, etcétera. Como ya hemos dicho, los nacidos muertos o que lo hacían casi de inmediato, eran abandonados sin enterrar pues, ni siquiera tenían nombre. Si sobrevivían por un tiempo, de forma que habían existido unas relaciones familiares suficientes para cogerles cariño, los niños a ser enterrados iban preparados como los adultos, cuidadosamente momificados si eran pudientes o envueltos en lienzos o esterillas de hoja de palma en los menos acomodados.
FAMILIAS NUMEROSAS. A pesar de la gran mortalidad, las familias egipcias eran muy
numerosas. La media de niños era de 8 niños paridos, de los que podían morir
1 a 3 a lo largo del 1º año y la pubertad. Esto dejaba una prole final por
familia de entre 4 y 6 críos. Era precisamente esa alta mortalidad lo que
hacía que las mujeres estuvieran pariendo continuamente a lo largo de su vida
fértil. El nombre del niño lo elegía preferiblemente la madre y mucho menos
intervenía el padre. Lo más habitual era el elegirlos, acordándolo entre
ambos[13]. Una tendencia en el nombre era usarlo muy
corto, como Ti, Abi, Tui, etcétera. En otras ocasiones era una frase
completa, como: Dyed-Ptah-iuf-Anj, cuya traducción sería: “Ptah dice que
vivirá”, lo que indica el miedo que los padres tenían a las muy fáciles
muertes de sus hijos. La gran tendencia era poner a sus hijos bajo la
advocación de un dios: como Hori, que era algo como “ahijado del dios Hor”.[14] Los nombres usados eran muy líricos, fruto del momento y la moda.
Era muy frecuente poner el nombre de dioses o del rey, o bien de reyes
pasados e incluso de los presentes. Así se conocen nombres como: “Bienvenido seas” “Es lo que yo quería” “La niña bonita está con nosotros” “Thot es poderoso” “Ra es amoroso” “Snefru es bueno” “Larga vida a Kefrén”. “Que Amón te proteja”
Al nombre puesto por la madre, se le solía añadir un diminutivo de
más uso cuando se llegaba a ser de más edad. El nombre de las personas es un
componente importante del Ka de ese individuo. Al igual que pensar en una
persona desaparecida es, en cierto modo, una manera de hacerla revivir, al
menos durante ese espacio de tiempo que dura el pensamiento, el nombre del
individuo tiene una importante función de lograr un retorno a la vida. El
nombre existe pues como una segunda creación del individuo: nombrar a una
persona es hacer que exista después de la desaparición física de su cuerpo;
aquí podemos encontrar la razón de las numerosas escrituras del nombre del
difunto tanto en su tumba, en las estelas y en su templo funerario. En Egipto existían dos nombres: a.- Pequeño nombre: era
el de uso común y, por tanto, conocido. b.- Gran nombre: era
reservado y oculto. Los nombres egipcios eran significativos y se podían usar tanto
para hombres como para mujeres. En ellos encontramos que la terminación va a
indicar el sexo del portador en muchas ocasiones. Así: b.- Femeninos à Terminan en T. à Sat-Amón à Hija de Amón.
LA ALIMENTACIÓN DEL NIÑO. Este aspecto era fundamental para su supervivencia. Podía ser una
lactancia materna o la del ama de leche {nodrizas de pago} en el caso de
muerte de la madre o que esta fuera de la alta sociedad o, sencillamente, que
no tuviera leche. La preocupación fundamental de la madre, la Nebet Per, el ama
de la casa, era tener una leche buena y abundante. Los médicos “opinaban”
sobre la leche oliéndola. Si no era buena se recurría a la magia, a
determinados cambios en la alimentación de la madre y otros extremos no
siempre excesivamente lógicos en la actualidad aunque, evidentemente, sí lo
eran en aquellos momentos. A los niños se les amamantaba durante 3 años por varias razones:
§
Era buena Si olía a maná[15] seco (buen olor) §
Era mala Si olía a pescado malo (hedor)
1.- Alimentar al niño. 2.- Aumentar la
fertilidad de otras posibles madres. 3.- Curar las quemaduras. 4.- El tratamiento de
enfermedades de los ojos. 5.- Tratar de cortar las
diarreas infantiles. 6.- Curar los
resfriados, neumonías, bronquitis, tos, etcétera, del neonato.
Esta leche era guardada con fines farmacológicos y se la empleaba
como potente medicamento. Pero su uso siempre iba acompañado de ensalmos, talismanes
y magia para reforzar ese poder intrínseco del producto lácteo. Había una
serie de ideas, de usos común pero popular, en las que la frontera entre la
magia y la farmacología estaban claramente diferenciadas. Es el caso
siguiente: si una madre con un hijo enfermo, se comía una rata y pelaba bien
los huesos y éstos se guardaban en una bolsa que se colgaba del cuello del
niño, el lactante se suponía que mejoraría mucho de las posibles afecciones
que sufriera. LA IMPORTANCIA DE LAS NODRIZAS. Para las familias de alta cuna y los adinerados, se empleaban
nodrizas que habían tenido un hijo varón que, para que la madre verdadera no
diera el pecho, se ocupaban de alimentar al niño. Como existía una alta tasa
de mortalidad femenina en el parto (madres muy jóvenes y otras dificultades
médicas y físicas de las mujeres) el puesto de nodriza (sobre todo en
familias de muy alto nivel) estaba muy bien pagado y solicitado. Dicho puesto
lo ocupaban mujeres de todas clases sociales que, en ocasiones tenían varios
niños, los “hermanos de leche” que con el tiempo llegarían a una intensa
amistad. Las nodrizas reales eran muy apreciadas y en una gran cantidad de
ocasiones acababan casándose con personajes importantes de la corte. Hay un
caso excepcional en la historia, el que un rey que eligió a la hija de su
criada y nodriza como primera esposa, como es el caso del rey Tutmosis III[17]. A las nodrizas reales, las que habían
amamantado al rey de niño, se les rendían honores casi divinos cuando morían. La nodriza firmaba un contrato legal en el que quedaban
especificadas una serie de condicionamientos de gran importancia: 1.- Fijación del
estipendio. 2.- Establecimiento de la
duración del trabajo. 3.- La nodriza no podía,
durante la lactancia, tener contactos sexuales para evitar
embarazos y que así se acabara la lactancia antes de tiempo.
Aún así, existía una alta mortalidad infantil y las terapéuticas
eran escasas o ineficaces. El uso de amuletos protectores para el niño era lo
habitual, así como la magia y otros recursos exotéricos que según el
resultado final eran o no eficaces. Un caso especial de cuidados muy especiales, no de
nodriza, es el de la princesa Neferu Ra, hija de la reina Hatshepsut, por
parte de su preceptor y posible padre, Sen-en-Mut.[18][19] Los niños eran amamantados sin recato por parte de la
madre y se daba el pecho en cualquier lugar y momento si el niño lo
solicitaba., La lactancia era larga, más que en otros países de la época, al
menos se daba el pecho durante 3 años. Al terminar la lactancia había un
nuevo pico de mortalidad durante 1 año [entre los 3 y los 4] hasta que el
niño se adaptaba a los alimentos sólidos, problema que generalmente se debía
a infecciones intestinales. Cuando el niño empezaba a andar, sobre el año más o
menos, dejaba de ser una carga para su madre. Que comieran y vestirlos no era
muy problemático y se podían ocupar de ellos las hermanas mayores. Con el
clima egipcio iban desnudos durante años. Las niñas ya mayores, en época
tardía, se empiezan a poner la túnica de mujer. OTROS ASPECTOS. Los egipcios amaban a los niños. En un relato de un naufragio le indica una buena serpiente a un náufrago “Tú llegarás a tu país y llenarás tu regazo de niños y gozarás de una vida mejor en el seno de tu familia”[20], Los niños eran en su infancia, muy económicos para sus padres.
El trabajo es habitual en los niños al llegar a cierta edad. Las niñas se ocupan de sus hermanos más pequeños y otras labores de la casa en una preparación para el matrimonio que les va a llegar en poco tiempo.
BIBLIOGRAFÍA
Bauman, Hans.- El mundo de los faraones.- Editorial Juventud.
Barcelona, 1.972. Bedman, Teresa.- Reinas de Egipto. El
secreto del poder. Editorial Oberon. Madrid. 2.003. Cantú, Juan.- La civilización de
los faraones.- Editorial De Vecchi, S. A.- Barcelona. 1.974. Casal Aretxabaleta,
Mª B. del.- La droga en el Antiguo Egipto.- EE. 2.- Madrid.
1.995. Casal Aretxabaleta,
Mª B. del.- La calystenia sepium. RESME.- Tomo II,
vol. I. México. 1.997. Castel Ronda, Elisa.- Gran Diccionario de
Mitología Egipcia.-. Editorial Aldebarán. Madrid. 2.001. Casson, Lionel.- L`égypte ancienne.- Time Life Books. Paris/Madrid.- 1.966. Champollion, Jacques.- Il mondo degli egiziani.- Fratelli Melita Editori. La Spezia 1989. Cuenca-Estrella, Dr. Manuel y Dra. Raquel
Barba La
medicina en el Antiguo Egipto. Editorial Aldebarán.- Madrid. 2.004. Daumas, François.- La civilización del
Egipto faraónico.- Editorial Juventud, 1.972. (Páginas: 254 y 619.) Drioton, Etienne y Vandier, Jacques.- Historia de Egipto.-
Editorial Universitaria de Buenos Aires. 1.977. Eggebrecht, Arne.- El Antiguo Egipto.- Editorial Plaza
& Janés. Barcelona. 1.984. Egiptomanía: el fascinante mundo del Antiguo
Egipto.- Fascículos. Editorial Planeta DeAgostini. Barcelona
1.999. Enguix. Rosa.- El Antiguo Egipto.- Biblioteca básica
de Historia. Grupo Anaya. Madrid 1.991. Guirand, Félix.- Mitología General.- Editorial Labor,
S. A. Barcelona. 1.971. Hagen, Rose-Marie y Rainer.- Egipto: hombres, dioses, faraones.- Editorial Taschen.
Barcelona 1.999. Heródoto de Halicarnaso.- Historia. Libro II. (IV).-.-
Editorial Credos. Madrid. 1.977. Jacq, Christian.- Las egipcias. Editorial Planeta.
Barcelona. 2.000. Jacq, Christian. El enigma de la
piedra. Ediciones B. S. A. Plural.
Barcelona, 2.000. James, T. G. H. - El pueblo egipcio. La
vida cotidiana en el Imperio de los faraones.- Editorial Crítica.
Barcelona 2.003. Lange, Kurt.- Pirámides, esfinges,
faraones.- Ediciones Destino.
Barcelona. 5ª Edición. 1.975. Lefebvre, Gustave.- Mitos y cuentos
egipcios de la época faraónica.
Editorial Akal. Madrid, 2.003. Manley, Bill. Los setenta grandes misterios del Antiguo
Egipto. Editorial Blume. Barcelona, 2.004. Pérez Largacha, A.- El Antiguo Egipto.-. Editorial Acento
Historia. Madrid. 2.003. Pérez Largacha, A.- Atlas histórico
del Antiguo Egipto.-. Editorial Acento
Historia. Madrid. 2.003. Pinero, Enrique. J. Literatura y oficio
literario en el Antiguo Egipto. Editorial Kier, S. A. Buenos
Aires.-1.973. Pirenne, Jacques.- Historia de la
civilización del Antiguo Egipto.- Volumen I (III). Ediciones Éxito. 4ª Edición.- Barcelona.
1.977. Quirke, Stephen,- Ra, el dios del Sol.-
Editorial Oberon. Madrid. 2.001. Quirke, Stephen y Spenzer, Jeffrey. El Antiguo Egipto en el Museo Británico. Alianza Editorial.
Madrid, 2.004. Reeves, Nicholas.- El Antiguo Egipto.
Los grandes descubrimientos.- Editorial Crítica. Barcelona. 2.002. Rice, Michael.- Quién es quién en el
Antiguo Egipto. Acento Editorial. Madrid. 2.002. Scott Littleton, C.- Mitología. Antología ilustrada
de mitos y leyendas del mundo.- Editorial Blume. Barcelona. 2.004. Shaw, Ian y Paul Nicholson.- Diccionario Akal del
Antiguo Egipto. Ediciones Akal S. A.
Madrid. 2004. Silverman, David P.- El Antiguo Egipto. Editorial Blume.
Barcelona. 2.004. Strouhal, Eugen.- La vida en el Antiguo
Egipto.- l. Ediciones Folia, S. A. Barcelona. 1.994. Velasco Montes, Dr. José Ignacio.- Glosaegipto: Base de
datos personal del autor. Datos fichados entre 1960 y 2.005. (en
prensa). Velasco Montes, Dr. José Ignacio.- Los Swnw (I, II y
III). Biblioteca Virtual Howard Carter.
Instituto
de Estudios del Antiguo Egipto. Marbella, 2.005. Walker, Martín.- Historia del Antiguo Egipto.- Edimat Libros.-
Madrid 1.999. Wallis Budge, E. A.- Jeroglíficos egipcios.- Editorial
Humánitas.- Barcelona. 1.988. Wallis Budge, E. A.- Religión egipcia.- Editorial
Humánitas.- Barcelona. 1.988. Wallis Budge, E. A.- Magia egipcia.- Editorial
Humánitas.- Barcelona. 1.988. Wolf, Prof. Dr. W.- El Mundo de los
egipcios.- Ediciones Castilla.-Madrid 1.966. |
[6]Cuenca-Estrella, M. y Barba, R. La medicina en el Antiguo Egipto. Editorial Aldebarán. Madrid, 2.000. Pág. 36 a 39.
[7]Ibídem. Pág. 39.40 y 169
[8]Ibídem, Pág.38.
[9]Velasco Montes, Dr. José Ignacio. Los Swnw (I, II y III). Marbella. 2.005.
[10Juaneda Magdalena, Manuel.- La lactancia. Necesidad humana y divina.- Amigos de la Egiptología. Sección de Medicina.
[11]Piñero, E. J. Literatura y oficio literario em el Antiguo Egipto. Editorial Kier, S. A. Buenos Aires. 1.973. Pág. 100 a 102.
[12]Cuenca-Estrella, M. y Barba, R. Op. cit., 2.000. Pág. 146.
[13]Strouhal, Eugen. La vida en el Antiguo Egipto. Ediciones Folio. Barcelona, 1.994. Pág. 21 a 30.
[15]Moliner, María. Diccionario de uso del español. Tomo II.- 2ª Edición. Madrid. 2.002. Pág. 252.
[16]Strouhal, Eugen Op. cit. 1.994. Pág. 24.
[17]Strouhal, Eugen Op. cit. 1.994. Pág. 23.
[18]Bedman, Teresa. Reinas de Egipto. El secreto del poder. Editorial Oberon. Madrid, 2.003. Pág: 102.
[19]Bedman, Teresa y Martín Valentín, F. Sen-en-Mut. El hombre que pudo ser rey de Egipto. Editorial Oberon. Madrid, 2.004. Pág: 190.
[20]Montet, Pierre. Op. cit. 1959. Pág.66.
[21]Montet, Pierre. Op. cit. 1959. Pág. 67.
[22]Jacq, Christian. Las egipcias. Editorial Planeta.- Barcelona, 2.000. Pág: 233.
[23]Reeves, Nicholas. El antiguo Egipto. Los grandes descubrimientos. Editorial Crítica. Barcelona 2.002. Pág. 19.
[25]Silverman, David P.- El Antiguo Egipto. Editorial Blume. Barcelona. 2.004. Pág: 91.