Swnw (IV)

Los ni�os y sus afecciones en el  Antiguo Egipto.

 

Por Dr. Jos� Ignacio Velasco Montes.

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EL MUNDO DE LOS NI�OS.

Es curioso contrastar que al buscar bibliograf�a sobre el tema de los ni�os y la medicina �sta es exigua y lo mismo ocurre con la iconograf�a. Y es lógico, pues uno de los problemas que existen es la dificultad para que se conserve y pueda estudiarse  el débil cuerpo de un bebé o un infante en su caso. Es por esta falta en los cementerios de momias de ni�os o de restos de �stos exista un m�nimo de informaci�n. Es m�s, hay constancia que los que viv�an escaso tiempo muchas veces no eran ni enterrados y se dejaban a merced de las alima�as del desierto o serv�an de alimento a los cocodrilos.

Her�doto de Halicarnaso (484-425 a. C.) , est� relativamente claro que no conoc�a demasiado bien Kemit y en gran parte escribi� por relatos escuchados, pues es sabido que apenas si lleg� a visitar una m�nima parte de la zona del delta seg�n unos y estuvo cuatro meses llegando hasta Syene, en la opini�n de otras fuentes, dijo que Egipto era �Un Don del Nilo�. Pero esta opini�n la escrib�a en t�rminos muy amplios, fij�ndose m�s en la geograf�a, que en las dificultades que dicho entorno implicaba para la vida de sus habitantes. Y es evidente que nunca pens� en un ser tan indefenso como los ni�os. Ya la temperatura de Egipto es un handicap para los ni�os. Entre las patolog�as, se supone pues no ha quedado constancia de ello, se encuentra la deshidrataci�n por el calor. Todos los que hemos estado en Kemit, sabemos lo que es la sed y la necesidad, al menos por el d�a, de beber con frecuencia. Un ni�o, con unas defensas bajas, en esa temperatura, es evidente que su equilibrio hidro-salino deber�a estar con frecuencia alterado ya que las p�rdidas de sales y agua por sudoraci�n no se ver�an f�cilmente compensadas con la ingesta de agua.

Figura 1.- Her�doto de Halicarnaso.  

Ni el agua, nada purificada, le resolver�a muchos problemas que posiblemente le complicar�a con infecciones intestinales.

Una vez expuesto este pre�mbulo a modo de justificaci�n podemos a�adir que: ser ni�o --o llegar a serlo para una mayor especificaci�n--, en el Antiguo Egipto, no era nada f�cil por varias razones de peso.

S�lo una proporci�n, relativamente baja, sobreviv�a al parto. Los que sobrepasaban este cruel primer filtro, entraban en un �t�nel del tiempo� del que s�lo otra peque�a proporci�n sol�an salir.

Sin embargo, por la estatuaria, las familias, al menos algunas, a pesar de las aparentes dificultades que en teor�a hubieran podido tener, fueron ricos en agraciados hijos, siendo el n�mero final de muchas familias el de tener un m�nimo de al menos cinco hijos.

Hay casos, como el enano Seneb, mayordomo del rey Keops, de la Dinast�a IV que muestra con satisfacci�n a una mujer de tama�o normal y a dos hijos perfectamente sanos. Un caso similar es el de la familia Jaemhset, de la Dinast�a V, que muestra igualmente a su v�stago con satisfacci�n en esa especie de fotograf�a familiar congelada en el tiempo y en la piedra.

En ambos casos se aprecia que los ni�os tienen los dedos en la boca. Por la postura y el aspecto, queda claro que no se debe a la salida de los dientes de leche, una situaci�n que, aunque normal, no dejar�a de ser una de las primeras manifestaciones de los ni�os en los primeros meses de vida. Esta forma de representar a los ni�os, queda claramente explicada si estudiamos los jerogl�ficos que indican ni�o y joven.

Horus ni�o era un remedio al que se sol�a acudir, en esa segunda parte que acompa�aba en la mentalidad egipcia ante toda situaci�n. Y una vez m�s aparece el concepto de dualidad inherente a esta civilizaci�n.

En Egipto todo era doble y hasta la vida, la protecci�n ante la naturaleza, cualquier remedio que se deseara, ten�a dos aspectos separados pero unidos a la vez: la realidad f�sica y la magia.Horus ni�o no s�lo era tambi�n ni�o, sino que estaba dotado de potentes poderes  para resolver cualquiera de las situaciones dif�ciles que se le pudieran presentar a un infante a lo largo de los dif�ciles a�os de la ni�ez.

Figura 2.- La familia del 

enano Seneb.

Figura 3.- La familia

Kaemhset.  

Figura 4.- Horus ni�o 

y su poder.

 

LOS JEROGL�FICOS.

 

El ni�o es representado en jerogl�ficos en una posici�n como si estuviera sentado, pero sin silla. En estas im�genes hay variaciones en lo que est� realizando con las manos. Al ni�o se le nombra de diversas maneras [1] [2]: Hen, Jered, Jeb, e Id. La acepci�n Jered o Khered, realmente debe traducirse por joven, m�s que por ni�o. Y la palabra Id tiene una doble acepci�n y significa no s�lo ni�o, sino tambi�n: �el sordo�, lo que hace evidente su posible doble sentido: es un ni�o que no sabe y hay que ense�arlo pues es sordo a las palabras de la sabidur�a. En los jerogl�ficos que podemos ver en la , podemos apreciar que se le representa tambi�n con una mano en la boca, en un gesto de chuparse un dedo o tap�rsela. En cualquiera de las dos posibilidades nos indica que est� [�O que debe estar?] callado.

 

Figura 5.- Jerogl�ficos 

del ni�o. 

 

Figura 6.- Otros jerogl�ficos del ni�o. 

�C�MO ERA LA VIDA DE UN NI�O?

La vida era cruel, muy cruel, en el entorno de vida de los egipcios de aquellas lejanas �pocas. La sociedad egipcia deb�a seguir luchando contra el caos que significaba vivir en un medio ambiente hostil, que lentamente van consiguiendo superar conforme se extinguen especies de animales peligrosos, se va controlando el agua del Nilo en sus crecidas, se ha dominado el calendario y se sabe con cierta certidumbre cuando empezar� la inundaci�n y, con la experiencia de anteriores periodos fastos y nefastos, se crean dep�sitos estatales para sobrevivir a hambrunas causadas por exceso o defecto en la cantidad de agua que baja desde el Alto Egipto hasta el Bajo Egipto.

 

En la (Figura 7) podemos ver la imagen de un hombre emaciado, con las costillas marcadas y aspecto depauperado. Si un adulto pod�a llegar a este estado, que podr�amos pensar de los ni�os. Es f�cil, que en esas situaciones muy pocos llegaban a poder quedar consumidos como el representado en la citada figura. La vida era muy dura desde los albores de la civilizaci�n. Por un d�a que sopla el Jawa, el viento fresco del desierto, quince d�as soplaba el Jamsim, el viento abrasador que arrastraba miles de millones de part�culas de arena.

Figura 7.- Imagen de un hombre depauperado.  

 

S�lo los dioses, y el rey que era �casi� uno de ellos, pod�an vencer y aplacar ese estado de cosas que hac�an la vida en Kemit extraordinariamente dificultosa. Seg�n el sincretismo sacerdotal, Kemit, el �Pa�s de las Dos Orillas�, en sus inicios y con �l todo el mundo, surge del Nun, del Isfet, del caos. Cuando el mundo se establece, la lucha va a continuar por los tiempos de los tiempos. Va a ser la serpiente Apopis, la serpiente de Seth, la que luche en cada momento contra la Maat, que es el equilibrio contrapuesto. En su concepci�n, los habitantes de Kemit consideran que dentro el Universo no hay sino una peque�a bolsa, apenas una burbuja de Maat, rodeada de un infinito caos que trata de hacerla desaparecer para que se reestablezca el desorden.

Es una lucha permanente de las fuerzas inorg�nicas del Isfet que trata de prevalecer sobre el orden c�smico: la Maat. Es por ello que el rey, cada d�a, debe realizar una serie de funciones m�gicas y rituales --para eso es el rey y es divino--, y conseguir que la Maat sea m�s fuerte y mantenga controlado al caos.

Si esta magia ritual diaria no se mantuviese en el tiempo, el caos[3]se apoderar�a del pa�s y del Universo, y las desgracias se suceder�an a lo largo y a lo ancho del pa�s tal como se indica en determinadas inscripciones:

 

�Si todas la previsiones fallaran y la Maat fuera vencida��

�No ser�a Kemit un pa�s lleno de templos, sino de tumbas y cad�veres...

�El Hapi Nilo seria vencido, y el r�o se llenar�a de sangre...�

 

Y los egipcios, ante el caos que puede asaltarles, y al que temen sobremanera, iniciar�an un asustado llorar, gemir, lamentarse y gritar en el que s�lo se escuchar�an deseos de desaparecer ante el p�nico que les sobreviene:

��Ojal� estuviera muerto!�

Solamente, cuando la civilizaci�n est� m�s avanzada y nos encontramos bien metidos en periodos como el Reino Nuevo, van a mejorar estas condiciones de vida de los egipcios, pero no demasiado. Las dificultades de la vida, y sobre todo las que afectan a los ni�os van a poder ir mejorando, como ocurre con la imagen de un Tut-Anj-Am�n ni�o, que tiene un buen aspecto.

Los conocimientos van a mejorar y empieza a haber m�s experiencia en el nacimiento, en el inicial periodo de lactancia, mejores medidas en el cuidado de los ni�os, en su alimentaci�n y, todo ello, va a mejorar de forma lentamente paulatina, el incremento de una demograf�a que lleva siglos casi estancada.

Figura 8.- Tut-Anj-Am�n ni�o.

 

Sin embargo, ciertas normas de vida y costumbres ancestrales en la forma de vivir y depender del Estado, como las corveas, se han conservado hasta muy recientemente, hasta 1.889. Otras, como la recogida de excrementos para combustible, el acarreo del agua, o el vincular la soluci�n de los problemas, como la salud, a la Heka, la magia, se han mantenido y en gran parte se conservan en nuestros tiempos[4].

En un mundo como el descrito, las indefensas criaturas que son los ni�os, s�lo pueden llegar a adultos en base a una serie de condicionantes en los que una buena madre y la aleatoria suerte, juegan papeles casi id�nticos.

En la (Figura 9) podemos apreciar el aspecto saludable de dos de las hijas de Aj-en-At�n a pesar de las deformidades de sus cr�neos, sean estas por �extra�a� enfermedad o m�s probablemente por una deformidad de estilo en el dibujo o una intrusi�n con tablas y vendajes en el normal crecimiento de los cr�neos poco despu�s de nacer.

 

Figura 9.- Dos hijas de Aj-en-At�n.  

 

Es evidente que una cierta proporci�n de ni�os sobreviv�an, se hac�an adultos e hicieron unas obras que tienen perplejos a muchos millones de personas. Quiz�, visto desde una �ptica deformada por la medicina, esa supervivencia dio lugar a una gran cantidad de personas �superdotadas� puesto que, evidentemente, los m�s d�biles sucumb�an. Sin embargo, ten�an muy claro que, sin ceremonias m�gicas adem�s del uso de los tratamientos de la �poca, no podr�an sobrevivir y lo com�n era aceptar que se consegu�a todo gracias a los dos caminos empleados: medicina m�s magia o viceversa[5].

Sin embargo, visto con nuestra idiosincrasia actual y la visi�n fr�a del paso del tiempo, nos debe quedar claro que si un ni�o llegada a adulto era debido en una proporci�n muy grande a los cuidados de su madre, que no se separaba de �l y el resto, en peque�a proporci�n, de debe al azar, la suerte o los dioses, seg�n quiera aceptar la mentalidad del lector

Figura 10.- Madre cuidando a su hijo. 

LOS PAPIROS M�DICOS CON REFERENCIA INFANTIL.

Las referencias a los ni�os y su problem�tica son muy escasas. Apenas unos pocos datos para juzgar sus dificultades para salir adelante en un medio muy hostil. Es por ello que incluso en los papiros m�dicos casi no se encuentra nada que haga referencia a los m�s peque�os.

El Papiro Ramesseum, uno de los m�s antiguos, pues data del Imperio Medio, entre 1.900 - 1.700 a. C., Dinast�as XI � XIV, conservado en la Universidad de Oxford, hace claras referencias a los cuidados del reci�n nacido[6].

Un �nico papiro trata de forma clara las enfermedades infantiles, junto con las ginecol�gicas: es el Papiro de Erman, Dinast�a XVIII, fechado entre 1.450 a 1.350 a. C. [7]

Sin embargo en el Papiro de Kahum, Dinast�as XI - XIV, en el Imperio Medio, en torno a los a�os 1.900 a 1.700 a. C., se trata el tema del sexo del que va a nacer mediante la interpretaci�n de las caracter�sticas de las facies de la madre[8], aspecto que incluso en la actualidad algunas mujeres dicen reconocer, y no s�lo por el rostro, sino tambi�n por la forma del vientre de la embarazada, con aciertos que sobrepasan la media aleatoria de aciertos a pesar ya que las posibilidades de acertar por casualidad, al ser dos sexos, est�n siempre dentro de un 50%.

Otro papiro en el que se escribe algo sobre los ni�os y su problem�tica es el Papiro de Carlsberg, fechado entre 1.330 a 1.070 a. C., en el Imperio Nuevo entre las dinast�as XVIII � XX.

LAS ENFERMEDADES DE LOS NI�OS.

La realidad es que las fuentes de informaci�n sobre la pediatr�a en los lejanos tiempos es muy parca en hablar de las enfermedades infantiles. La patolog�a infantil, no ha sido nunca tratada de una manera espec�fica, como puedan serlo las afecciones de los adultos, de las que se conocen muchos detalles y que podemos encontrar en Swnw (I, II y III) en la biblioteca Virtual Howard Carter del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto[9], entre otras publicaciones que se citar�n a lo largo de este trabajo.

Una vez que el neonato ha superado las dificultades inherentes al parto, va a comenzar una lucha por parte de la madre, o la nodriza en su caso, para lograr sobrevivir a esos primeros a�os de vida en los que la mortalidad tiene unas cotas muy altas.

El primer problema es la lactancia.

No existe una uniformidad de criterio sobre este extremo. Hay autores, como mi colega de la medicina y la egiptolog�a, Dr. Manuel Juaneda Magdalena[10], que insiste en la importancia de una lactancia materna, en la que coincido, mientras otros autores hablan que era la lactancia artificial, sobre todo con leche de cabra, o de vaca, el sistema m�s usado. Hay im�genes que nos indican que los ni�os mamaban directamente de la ubre del animal como en la (Figura 11). Naturalmente no todo era lactancia artificial o ni tampoco crianza maternal, que son los dos extremos de la realidad y en medio encontraremos toda la gama intermedia de posibilidades.

Figura 11.- Mamando directamente de la vaca.

 

Lo que daba problemas en la alimentaci�n no natural, era el hecho de un aporte cal�rico inferior y, sobre todo, la existencia de carencias de cierto principios vitam�nicos, sales y oligoelementos que llevaban a ciertas avitaminosis, d�ficit en �cido F�lico y otras substancias necesarias para un buen desarrollo del ni�o, todo ello de gran importancia en los reci�n nacidos. Estas ausencias en los primeros meses de vida, van a dejar una clara huella deficitaria en el desarrollo posterior, que va a hacer que tengan escasas defensas y no lleguen, en muchos casos, a la edad adulta.

Figura 12.- Madre dando el pecho a su v�stago.

 

Es evidente que ambos extremos no est�n encontrados y las madres egipcias, que como todas las madres, sacrificaban todo por sus hijos. As�, la iconograf�a y la estatuaria hablan claramente del amor y las magn�ficas relaciones madre-hijo, o padre-hija en aquellas lejanas �pocas, como es el caso de la (Figura 12) en la que se aprecia, en una peque�a estatua sedente de cobre, del Imperio Medio, Dinast�a XII, a una madre amamantando a su hijo.

Si es cierto que muchas madres, sobre todo de nivel social elevado, no quisieran dar el pecho a sus hijos por razones personales de est�tica y obligaciones por su trabajo o situaci�n social, pero conscientes de las necesidades de su v�stago, confiaban esta misi�n a nodrizas profesionales, m�s preparadas y mejor dotadas de leche, lo que redundar�a a favor del ni�o.

Tambi�n es evidente que en otras clases sociales, menos pudientes, ser�a la madre la que se ocupar�a de ello. Si leemos las M�ximas de Anii o la Sabidur�a de Anii[11], es f�cil comprobar este punto del agradecimiento que todo hijo debe demostrar a su madre por el sacrificio que, para �sta, ha significado lactar a su hijo por un largo periodo de su vida inicial y ocuparse durante a�os de �l, llev�ndolo a horcajadas, como en las dos perspectivas que se pueden ver en las (Figuras 13 y 14). Y es por ello que la madre instruye a su hijo.

Veamos un fragmento de esta sabidur�a:

Figura 13.- Una vista 

de un ni�o a horcajadas.

 

Figura 14.- Otra vista del ni�o a horcajadas de su madre. 

�No comas pan habiendo otro necesitado y tus manos se extiendan a �l. Deja que se explique el que te acusa falsamente. Duplica el pan que das a tu madre. Ll�vala como ella te ha llevado. Mucha carga ha tenido en ti. Su seno ha estado en tu boca durante tres a�os. Aunque sintiera aversi�n por tus excrecencias, nunca te ha rechazado. Y no te ha dejado en el suelo, luego que te dio a luz tras tus nueve meses. Ha ofrecido su pecho a tu boca durante tres a�os, con paciencia. Te ha llevado a la escuela, y mientras te ense�aban a escribir, ella se sosten�a durante tu ausencia, cada d�a, con el pan y la cerveza de su casa. Ahora que est�s en la flor de la edad, que has tomado mujer y que est�s bien establecido en tu casa, dirige los ojos c�mo se te dio a luz, c�mo fuiste amamantado, como todo fue obra de tu madre. Qu� no tenga ella que vituperarte, y levantar las manos a Dios, porque �l escuchar�a su clamor��

 

EL NOMBRE Y LA INFANCIA FELIZ.

En las paredes de las casa, buscando una protecci�n complementaria a otros sistemas de magia, encantamientos, f�rmulas y talismanes, se sol�a pintar a la madre y el hijo reci�n nacido, lo que quer�a implicar que ambos pudieran seguir juntos muchos a�os. Los padres buscaban todos los caminos posibles para lograr tener una prole que les atendiera en la vejez y se ocuparan de su entierro y repetir cada d�a su nombre para tener la vida del �m�s all� asegurada en alguna forma.

Esta claro que las madres cuidaban de sus hijos con amor y sacrificio y, tras el nacimiento, se ocupaban, de inmediato de algo tan importante como su salud: ponerle un nombre. El nombre, el Ren, era de suma importancia para el reci�n nacido y tambi�n para los adultos. Se supon�a que el nombre oral o escrito hac�a revivir al nombrado. El nombre es uno de los nueve elementos esenciales del ser, la f�rmula secreta de su esencia y estructura. El nombre era de una gran importancia para sobrevivir. Si desaparece el nombre, no importa si hay momia, cabezas de reposici�n o estatuas en buen estado no hay otra vida para el representado. Si las estatuas o la momia no tienen escrito el nombre, es como si no hubiera nada, era como no haber nacido. Es por ello que los egipcios deseaban tener hijos, pues �stos recordar�an su nombre, echar�an agua sobre sus tumbas y eso les dar�a vida. Pero al mismo tiempo los padres se ocupaban que, nada m�s nacer, los hijos tuvieran un nombre. Para acceder a la vida, despu�s de la muerte, el Ka necesitaba del cuerpo material y para ello deb�a mantenerse incorrupto, ten�an que embalsamarlo y que as� consiguiera superar el paso del tiempo. Pero adem�s deb�a estar presente, inscrito el nombre del personaje, sin el cual todo lo dem�s no servir�a para nada.

La mortalidad infantil era muy elevada. Detr�s de cada nacimiento aparec�an una serie de etapas de enfermedades y afecciones cong�nitas que iban a hacer muy dif�cil la supervivencia.

Entre las afecciones cong�nitas cabe destacar la existencia de hidrocefalias, anencefalias, osteog�nesis imperfectas como podemos ver en la radiograf�a de la (Figura 15), o el enanismo acondropl�sico, labios leporinos, paladares ojivales [con la consiguiente dificultad para mamar], pies equinovaros y equinovalgos, luxaci�n cong�nita de cadera, tendencias a los genu varo y valgo y toda una patolog�a que no hace al caso pero de la que se han encontrado muestras en los estudios de momias y en restos de huesos encontrados en diversos yacimientos[12].

La lista de posibles enfermedades ser�a interminable y explicar cada una de ellas se sale del contesto de un trabajo de este tipo, por lo que nos limitaremos a una somera exposici�n de posibilidades.

 

Figura 15.- Radiograf�a de un ni�o con Osteog�nesis Imperfecta. 

Para el neonato, cada d�a que pasaba era un gran paso hacia la supervivencia. Los primeros d�as ten�an una tasa muy alta de muertes. No era hasta transcurrido el primer mes que la posibilidad de sobrevivir empezaba a mejorar. La causa de esta morbilidad se encontraba en las enfermedades infecciosas por razones de la escasa higiene. Hacia el a�o, la curva de mortalidad era ya de nivel mucho m�s normal. Estaba claro que exist�a una manifiesta selecci�n natural y los que mor�an en los primeros tiempos eran los m�s d�biles, los enfermos o con defectos cong�nitos o aquellos que ten�an claras deformidades f�sicas de alg�n tipo.

Influ�a tambi�n el nivel econ�mico y social del entorno familiar. Los cementerios de ni�os han ofrecido pocos datos pues los entierros de los ni�os muy peque�os eran poco ortodoxos, dependiendo del tiempo de supervivencia, si la madre sobrevivi� o no al parto, etc�tera. Como ya hemos dicho, los nacidos muertos o que lo hac�an casi de inmediato, eran abandonados sin enterrar pues, ni siquiera ten�an nombre. Si sobreviv�an por un tiempo, de forma que hab�an existido unas relaciones familiares suficientes para cogerles cari�o, los ni�os a ser enterrados iban preparados como los adultos, cuidadosamente momificados si eran pudientes o envueltos en lienzos o esterillas de hoja de palma en los menos acomodados.

En muchos ni�os enterradazos se han encontrado que llevaban amuletos de buena suerte o adornos personales sobre los cuerpos: collares de perlas, corales o conchas, pero sobre todo se encuentran con ellos juguetes. Estos los hacia el padre o, en su defecto, se adquir�an por canje. Se han encontrado toda clase de juguetes, desde muy sencillos, apenas unos trapos haciendo una pelota, o juguetes muy sofisticados como los articulados que realizaban movimientos usando una cuerda que, por ejemplo, les hac�a abrir y cerrar la boca. Se han encontrado tambi�n mu�ecas, que se pens� ten�an un sentido er�tico, pero precisamente el hecho de encontrarlas en tumbas de ni�os ha hecho desistir a muchos autores del significado en que fueros clasificadas inicialmente. Estas figuritas femeninas en las tumbas fueron consideradas durante un tiempo como �concubinas de los muertos�, pues iban desnudas y apenas si ten�an un ce�idor de cadera a cadera y se les marcaba con color (�azul?) o tatuajes el tri�ngulo del sexo  Pero dado que se las encuentra en tumbas de ni�os y ni�as se ha aceptado que son figuras de fertilidad que solicitan suerte e incluso que ayudar�an al muerto a renacer en el otro mundo.

Figura 16.- Mu�eca.

Figura 17.- Otro tipo de mu�eca. 

FAMILIAS NUMEROSAS.

A pesar de la gran mortalidad, las familias egipcias eran muy numerosas. La media de ni�os era de 8 ni�os paridos, de los que pod�an morir 1 a 3 a lo largo del 1� a�o y la pubertad. Esto dejaba una prole final por familia de entre 4 y 6 cr�os. Era precisamente esa alta mortalidad lo que hac�a que las mujeres estuvieran pariendo continuamente a lo largo de su vida f�rtil.

El nombre del ni�o lo eleg�a preferiblemente la madre y mucho menos interven�a el padre. Lo m�s habitual era el elegirlos, acord�ndolo entre ambos[13]. Una tendencia en el nombre era usarlo muy corto, como Ti, Abi, Tui, etc�tera. En otras ocasiones era una frase completa, como: Dyed-Ptah-iuf-Anj, cuya traducci�n ser�a: �Ptah dice que vivir�, lo que indica el miedo que los padres ten�an a las muy f�ciles muertes de sus hijos. La gran tendencia era poner a sus hijos bajo la advocaci�n de un dios: como Hori, que era algo como �ahijado del dios Hor�.[14]

Los nombres usados eran muy l�ricos, fruto del momento y la moda. Era muy frecuente poner el nombre de dioses o del rey, o bien de reyes pasados e incluso de los presentes. As� se conocen nombres como:

�Bienvenido seas�

�Es lo que yo quer�a�

�La ni�a bonita est� con nosotros�

�Thot es poderoso�

�Ra es amoroso�

�Snefru es bueno�

�Larga vida a Kefr�n�.

�Que Am�n te proteja�  

 

 

Al nombre puesto por la madre, se le sol�a a�adir un diminutivo de m�s uso cuando se llegaba a ser de m�s edad. El nombre de las personas es un componente importante del Ka de ese individuo. Al igual que pensar en una persona desaparecida es, en cierto modo, una manera de hacerla revivir, al menos durante ese espacio de tiempo que dura el pensamiento, el nombre del individuo tiene una importante funci�n de lograr un retorno a la vida. El nombre existe pues como una segunda creaci�n del individuo: nombrar a una persona es hacer que exista despu�s de la desaparici�n f�sica de su cuerpo; aqu� podemos encontrar la raz�n de las numerosas escrituras del nombre del difunto tanto en su tumba, en las estelas y en su templo funerario.

En Egipto exist�an dos nombres:�����������������������������������������������������������������������������������

a.- Peque�o nombre: era el de uso com�n y, por tanto, conocido.

b.- Gran nombre: era reservado y oculto.

Los nombres egipcios eran significativos y se pod�an usar tanto para hombres como para mujeres. En ellos encontramos que la terminaci�n va a indicar el sexo del portador en muchas ocasiones. As�:

 

a.- Masculinos No terminan en T Sa-Am�n Hijo de Am�n.

b.- Femeninos Terminan en T. Sat-Am�n Hija de Am�n.

 

LA ALIMENTACI�N DEL NI�O.

Este aspecto era fundamental para su supervivencia. Pod�a ser una lactancia materna o la del ama de leche {nodrizas de pago} en el caso de muerte de la madre o que esta fuera de la alta sociedad o, sencillamente, que no tuviera leche.

La preocupaci�n fundamental de la madre, la Nebet Per, el ama de la casa, era tener una leche buena y abundante. Los m�dicos �opinaban� sobre la leche oli�ndola. Si no era buena se recurr�a a la magia, a determinados cambios en la alimentaci�n de la madre y otros extremos no siempre excesivamente l�gicos en la actualidad aunque, evidentemente, s� lo eran en aquellos momentos.

A los ni�os se les amamantaba durante 3 a�os por varias razones:

  • La leche era un buen alimento, muy completo.  
  • Amamantar retrasaba un posible embarazo, cosa que a veces se deseaba, sobre todo en familias de alto nivel.  
  • No exist�an remilgos en dar el pecho y se hac�a p�blicamente e incluso se representaba como s�mbolo de fertilidad: dibujos, estatuas y relieves. Se representaba invariablemente con el ni�o mamando del pecho izquierdo.  
  • La calidad de la leche se comprobaba seg�n unos patrones:

                    Era buena Si ol�a a man�[15] seco (buen olor)

                    Era malaSi ol�a a pescado malo (hedor)

  • Se recomendaba frotar la espalda de la madre y alimentarla con pan de cebada �cida para mejorar su leche.
  • La leche de madre con hijo var�n, estaba considerada como un remedio m�dico y se empleaba para:

1.- Alimentar al ni�o.

2.- Aumentar la fertilidad de otras posibles madres.

3.- Curar las quemaduras.

4.- El tratamiento de enfermedades de los ojos.

����������� 5.- Tratar de cortar las diarreas infantiles.

����������� 6.- Curar los resfriados, neumon�as, bronquitis, tos, etc�tera, del neonato.  

 

 

Con esta intenci�n, esa leche de buena calidad, se guardaba en frascos antropom�rficos con forma de madre con un ni�o en brazos dando el pecho izquierdo, los llamados �Vaso de nodriza�[16], generalmente con la diosa Isis amamantando a un Horus enfermo, como se pueden ver en la (Figura 18).

 De m�s belleza y otra est�tica, incluyendo una peque�a asa, es el frasco para leche que se muestra en la (Figura 19). En esos vasos, que realmente son frascos de cer�mica o cristal, la leche sal�a por un pez�n de la diosa.  

Si a esta leche que se guardaba en los citados frascos, se le a�ad�an semillas machacadas de bele�o, adormidera, etc�tera, el ni�o pod�a dormir durante horas cuando estaba enfermo o interesara que durmiera.  

La leche de mujer con varios hijos varones se consideraba un poderoso medicamento y se guardaba cuidadosamente en otro tipo de frascos, tambi�n con la forma de una mujer que se oprime un pecho.

 

Figura 18y 19.- Frascos para leche. �Vaso de Nodriza�.

Esta leche era guardada con fines farmacol�gicos y se la empleaba como potente medicamento. Pero su uso siempre iba acompa�ado de ensalmos, talismanes y magia para reforzar ese poder intr�nseco del producto l�cteo. Hab�a una serie de ideas, de usos com�n pero popular, en las que la frontera entre la magia y la farmacolog�a estaban claramente diferenciadas. Es el caso siguiente: si una madre con un hijo enfermo, se com�a una rata y pelaba bien los huesos y �stos se guardaban en una bolsa que se colgaba del cuello del ni�o, el lactante se supon�a que mejorar�a mucho de las posibles afecciones que sufriera.

 

LA IMPORTANCIA DE LAS NODRIZAS.

Para las familias de alta cuna y los adinerados, se empleaban nodrizas que hab�an tenido un hijo var�n que, para que la madre verdadera no diera el pecho, se ocupaban de alimentar al ni�o. Como exist�a una alta tasa de mortalidad femenina en el parto (madres muy j�venes y otras dificultades m�dicas y f�sicas de las mujeres) el puesto de nodriza (sobre todo en familias de muy alto nivel) estaba muy bien pagado y solicitado. Dicho puesto lo ocupaban mujeres de todas clases sociales que, en ocasiones ten�an varios ni�os, los �hermanos de leche� que con el tiempo llegar�an a una intensa amistad. Las nodrizas reales eran muy apreciadas y en una gran cantidad de ocasiones acababan cas�ndose con personajes importantes de la corte. Hay un caso excepcional en la historia, el que un rey que eligi� a la hija de su criada y nodriza como primera esposa, como es el caso del rey Tutmosis III[17]. A las nodrizas reales, las que hab�an amamantado al rey de ni�o, se les rend�an honores casi divinos cuando mor�an.

La nodriza firmaba un contrato legal en el que quedaban especificadas una serie de condicionamientos de gran importancia:  

 

1.- Fijaci�n del estipendio.

2.- Establecimiento de la duraci�n del trabajo.

3.- La nodriza no pod�a, durante la lactancia, tener contactos sexuales para    evitar embarazos y que as� se acabara la lactancia antes de tiempo.

A�n as�, exist�a una alta mortalidad infantil y las terap�uticas eran escasas o ineficaces. El uso de amuletos protectores para el ni�o era lo habitual, as� como la magia y otros recursos exot�ricos que seg�n el resultado final eran o no eficaces.  

Un caso especial de cuidados muy especiales, no de nodriza, es el de la princesa Neferu Ra, hija de la reina Hatshepsut, por parte de su preceptor y posible padre, Sen-en-Mut.[18][19]  

Los ni�os eran amamantados sin recato por parte de la madre y se daba el pecho en cualquier lugar y momento si el ni�o lo solicitaba., La lactancia era larga, m�s que en otros pa�ses de la �poca, al menos se daba el pecho durante 3 a�os. Al terminar la lactancia hab�a un nuevo pico de mortalidad durante 1 a�o [entre los 3 y los 4] hasta que el ni�o se adaptaba a los alimentos s�lidos, problema que generalmente se deb�a a infecciones intestinales.  

Cuando el ni�o empezaba a andar, sobre el a�o m�s o menos, dejaba de ser una carga para su madre. Que comieran y vestirlos no era muy problem�tico y se pod�an ocupar de ellos las hermanas mayores. Con el clima egipcio iban desnudos durante a�os. Las ni�as ya mayores, en �poca tard�a, se empiezan a poner la t�nica de mujer.

 

OTROS ASPECTOS.

Los egipcios amaban a los ni�os. En un relato de un naufragio le indica una buena serpiente a un n�ufrago �T� llegar�s a tu pa�s y llenar�s tu regazo de ni�os y gozar�s de una vida mejor en el seno de tu familia[20], Los ni�os eran en su infancia, muy econ�micos para sus padres. 

As�, Diodoro de Sicilia indica sobre su forma de vestir, vivir y comer: �Durante su primera infancia van descalzos y desnudos: los ni�os con un collar en el cuello por todo adorno, las ni�as con una peineta y un cintur�n. Su alimentaci�n consiste de ordinario en tallos tiernos de papiros y ra�ces crudas o hervidas�.[21] En el cuello, ni�os y ni�as llevan un colgante que, en la mayor�a de los casos, es una pieza con forma de perla en azul turquesa, colgada de un hilo de lino. Es un amuleto destinado a alejar el mal de ojo u otras posibles asechanzas.[22]  

 

Los chicos j�venes utilizaban una trenza lateral larga, generalmente en el lado derecho, cayendo sobre la oreja, de la que colgaban amuletos y que recib�a el nombre de �El tirabuz�n de los j�venes�, mientras que el resto del cabello era muy corto. Con esta imagen tenemos a la llamada �Ni�a de Durham�[23], que muestra claramente toda una serie de datos sobre la ni�ez: trabajo, vestido, pelo y aspecto general. (Figura 20)Esta trenza, tirabuz�n o mo�o largo en ocasiones, se llevaba hasta los 10 a�os o incluso m�s. Se utilizaba ya en el Imperio Antiguo. A partir del Imperio Nuevo era una se�al o marca de pr�ncipe o sacerdote SEM {ten�a que ser un hijo de rey y era el que representa al heredero en las ceremonias Heb-Sed, apertura de boca y las ceremonias f�nebres) Un mo�o en forma de �S� representaba tambi�n al ni�o o joven, como se puede ver en la (Figura 21). Hay aspectos, como los juegos que se salen del contenido de este trabajo. Por las im�genes que se conservan de ello, no eran juegos muy tranquilos, por lo que es de suponer que los juegos dar�an lugar a un cierto porcentaje de accidentes, pero al mismo tiempo ese tipo de juegos f�sicos preparaban a ni�os y ni�as para el futuro.  

Aunque ya hemos hablado de ello, conviene no olvidar que, al menos una parte de los chicos j�venes por diferentes razones deb�an someterse al Sebi o circuncisi�n, de la que ya hemos hablado en anteriores trabajos (Figura 21) con lo que dejaban de ser ni�os y entraban en lo categor�a de hombres adultos y podr�an hacer el amor, tomar pareja, empezar a trabajar y ser llamados al ejercito si era necesario.  

Figura 20.- Un precioso ejemplar de ni�a: �La ni�a de Durham�.  

Figura 21.- Peinado con cola en �S�.  

Figura 22.- El Sebi o circuncisi�n del joven.  

 

El trabajo es habitual en los ni�os al llegar a cierta edad. Las ni�as se ocupan de sus hermanos m�s peque�os y otras labores de la casa en una preparaci�n para el matrimonio que les va a llegar en poco tiempo.

 

 Hay im�genes en las que se puede ver, como es el caso del mural �Las pla�ideras de Ramos�, pintado sobre roca y estuco a principios del reinado de Amen-Hotep  IV, el la que se ve a una ni�a, desnuda (Figura 23), acompa�ando a su madre y aprendiendo el oficio de pla�idera.[24]  

Los varones hacen labores m�s pesadas de la casa, como la fabricaci�n de tortas de excrementos para ser usadas en los hornos en los que se hace pan o se realizan los asados de peces, carne (cuando la hay) o se hierven verduras.  

La ense�anza de los ni�os, cuando por nivel social se les permite, era dura y la mentalidad era clara y ya se pensaba algo parecido al �La letra con sangre entra�, con la diferencia que su pensamiento era: �La oreja del muchacho est� en su espalda, oye a trav�s de los golpes�.[25]

 

 

Figura 23.- La pla�ideras de Ramos�.  

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[7]Ibídem. Pág. 39.40 y 169

[8]Ibídem, Pág.38.

[9]Velasco Montes, Dr. José Ignacio. Los Swnw (I, II y III). Marbella. 2.005.

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[11]Piñero, E. J. Literatura y oficio literario em el Antiguo Egipto. Editorial Kier, S. A. Buenos Aires. 1.973. Pág. 100 a 102.

 

[12]Cuenca-Estrella, M. y Barba, R. Op. cit., 2.000. Pág. 146.

 

[13]Strouhal, Eugen. La vida en el Antiguo Egipto. Ediciones Folio. Barcelona, 1.994. Pág. 21 a 30.

 

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[15]Moliner, María. Diccionario de uso del español. Tomo II.- 2ª Edición. Madrid. 2.002. Pág. 252.  

 

[16]Strouhal, Eugen Op. cit. 1.994. Pág. 24.

 

[17]Strouhal, Eugen Op. cit. 1.994. Pág. 23.

 

[18]Bedman, Teresa. Reinas de Egipto. El secreto del poder. Editorial Oberon. Madrid, 2.003. Pág: 102.

 

[19]Bedman, Teresa y Martín Valentín, F. Sen-en-Mut. El hombre que pudo ser rey de Egipto. Editorial Oberon. Madrid, 2.004. Pág: 190.

 

[20]Montet, Pierre. Op. cit. 1959. Pág.66.

 

[21]Montet, Pierre. Op. cit. 1959. Pág. 67.

 

[22]Jacq, Christian. Las egipcias. Editorial Planeta.- Barcelona, 2.000. Pág: 233.

 

 

[23]Reeves, Nicholas. El antiguo Egipto. Los grandes descubrimientos. Editorial Crítica. Barcelona 2.002. Pág. 19.

24]Daumas, François.- La civilización del Egipto faraónico.- Editorial Juventud, 1.972. 

[25]Silverman, David P.- El Antiguo Egipto. Editorial Blume. Barcelona. 2.004. Pág: 91.