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Swnw (III): La Mujer: Sexualidad, Obstetricia y Tocoginecología en el Antiguo Egipto. |
Por Dr. José Ignacio Velasco Montes. |
LA
SEXUALIDAD Y EL EROTISMO. Cuando Dios creó el mundo, hizo un hombre y de una de sus costillas creó, aún más perfecta, a la mujer y, señalándoles con el dedo, les dijo: “Creced y multiplicaos, henchid la tierra…”.
Él mismo, refiriéndose indica: “Soy Atum cuando me manifiesto solo en el Nun; pero soy Ra en su aparición luminosa, en el momento mismo en que se apresta a gobernar lo que ha creado”[1] Antes de la creación todo estaba sumergido en el océano primordial, el Nun, y esto era antes de que el cielo y la tierra fueran separados. Estas aguas primordiales contenían no sólo a Atum, sino todas las esencias de los demás dioses, de los hombres y de los demás seres vivos que habrían de existir. Atum estaba inerte y no podía ponerse erecto. Y le habló al Nun:
“...me hizo consciente haciendo vivir mi corazón, reuniendo mis miembros hasta entonces inmóviles. Yo flotaba absolutamente inerte. Entonces mi hijo, la vida...”
Y Nun dijo a Atum:
“Respira
a tu hija Maat, elévala hasta tu nariz, a fin de que tu corazón viva.
Que tu hija Maat y tu hijo Shu, cuyo nombre es también vida, que no se
aparten de ti”. El
dios Atum (1 = unidad), masturbándose, ingirió su propio semen,
semilla de vida, y de este modo parió a Shu, el aire, el vacío y a
Tefnut, la humedad. Expulsándoles de su boca en forma de saliva, los
separó pues yacían juntos, interponiéndose entre ellos. Así, del UNO
surgió el TRES. De la unión carnal entre Shu y Tefnut, la primera
pareja del mundo (que eran hermanos y que dio lugar al primer incesto),
nacen los elementos espaciales del universo: Geb principio masculino y
dios de la tierra y Nut principio femenino y fecundo de la tierra pues
de ella partía la luz que era imprescindible para el nacimiento de la
vida y que era la diosa del cielo. Ambos se cruzan y traen al mundo dos
parejas y ambas se aparean. [2] Y
él, hasta ese momento, era una entidad andrógina, con el potencial
indiferenciado de los dos sexos, como corresponde a un creador
indiferenciado. En consecuencia, la creación se inicia con un acto
sexual de autofecundación por el hecho de estar solo y ser
hermafrodita, actuando como una unidad pero, rápidamente, se establece
la dualidad, al aparecer, como consecuencia de su acto de amor, los dos
sexos necesarios para la continuidad. Surge así lo que ha mantenido
viva y en evolución a la humanidad, la paredra o pareja de ambos sexos
con posibilidades de procreación
LA
FISIOLOGÍA FEMENINA. En aquellas fechas, hace ya miles de años, se conocían empíricamente muchas más cosas de las que podemos suponer y muchas de ellas están claramente plasmadas en los “Papiros Médicos” [Figura 12]
Los papiros médicos contienen repeticiones entre unos y otros, copias y mejoras y una clara diferenciación de temas. En los citados se trata el tema de la ginecología, en ocasiones mezclada con la sempiterna magia egipcia, pero son los únicos que tratan enfermedades y remedios para las afecciones femeninas.
LAS
DIFICULTADES EN EL PARTO. En
realidad, mirando de forma objetiva cuál era el problema de los partos
en aquellas, y posteriores épocas, la respuesta es tan fácil como
real. Y no estaba ligado a mala praxis de las comadronas y los Sunu que
atendían a las parturientas. La respuesta se encuentra, de forma
manifiesta, en otras motivaciones. La gran cantidad de muertes, un
porcentaje muy alto que alteraba las estadísticas de muerte con un
adelanto medio de 10 años entre hombres y mujeres [40 años para los
varones y 30 para las hembras] estaba en consonancia con la edad de las
futuras madres. [9] La
edad del matrimonio no estaba restringida, pero se esperaba, salvo
excepciones (*) que la novia, en realidad casi una niña, tuviera la
primera regla [menarquia], cosa que debido a la latitud y el clima ocurría
a edades muy tempranas[10].
La menstruación se consideraba que era el momento en el que la mujer se
purificaba, pues hasta ese momento se la consideraba sucia e impura.
Tras tener la regla e ir a la tienda de pureza durante 10 a 12 días,
había alcanzado el estatus de mujer, había dejado de ser niña y por
tanto era susceptible de ser casada. Realmente
casaban a una niña con algún familiar para mantener el patrimonio sin
dispersión, tíos viudos con sobrinas, entre primos, o con viudos de
familias amigas. El resultado era predecible en muchos casos. Una niña
sin desarrollar, con una pelvis estrecha y un feto excesivamente grande
para ella, causaba una distocia desde el primer momento y, como no se
conocía la cesárea, madre e hijo morían en el parto. Tras
el noviazgo, una etapa de mutuo conocimiento, generalmente breve o
inexistente, se iniciaban los preparativos de la unión entre los únicos
que intervenían: las respectivas familias.[11]
En
Kemit, salvo en casos excepcionales, como la familia real, la población
era esencialmente monógama. Lo que sí era frecuente era que un hombre
llegara a tener varias esposas a lo largo de la vida por fallecimiento,
generalmente en el parto, de sus mujeres. Un nombre de buena talla y
fuerte, unido a una niña, da lugar en unos pocos meses de embarazo a un
feto de un tamaño desproporcionado a las posibilidades de espacio en el
interior de una mujer sin desarrollar. Eso llevaba a que, en el momento
del parto éste fuera obligatoriamente distócico por lo que se llama
“desproporción cérvico-cefálica”[12],
es decir, el tamaño de la cabeza es manifiestamente superior al del
canal del parto, sobre todo con respecto a la parte ósea, la pelvis,
que apenas es posible pueda relajarse en una amplia proporción, cosa
que sí ocurre con el Útero, el Cuello de éste, la Vagina y la Vulva.
La existencia de una mesa de exploración para ginecología, muy similar
a las actuales, ya existía en la Dinastía VI. [13]
LOS
PROBLEMAS DE LA MUJER. En
la vida de la mujer había cuatro aspectos que le preocupaban y que
marcaban su vida: la menstruación, el embarazo y el parto. Y
de forma menos importante, el sexo del feto. Sobre
el tema de la menstruación apenas si se encuentran datos en los
escritos de los Papiros Médicos. Existían las llamadas “Tiras para
el trasero”, que se supone hacen referencia a un equivalente a los
antiguos paños higiénicos, actualmente en desuso al ser sustituidos
por tampones y otros sistemas mucho más cómodos e higiénicos al ser
desechables. Normalmente, para los que tenían un mínimo de poder
adquisitivo, se enviaban las “tiras” a lavar a las lavanderías pues
había personas a las que no les importaba trabajar en “cosas
impuras” para poder comer. Las tiras iban marcadas con el signo de su
propietaria, bien dibujado sobre la tela o por la colocación de un
marbete similar en cierto modo a los que se ponían en las botellas y
jarras de vino o cerveza. Todo lo que se enviaba a las lavanderías,
incluida la ropa, iba marcado por la propietaria. Muchas mujeres, aunque
no sabían escribir, sí tenían un dibujo especial que era su marca y
lo ponían en las propiedades que debían moverse por alguna razón,
ropa, alimentos, etcétera. El lavado público de estas tiras permitía
aprovecharlas pues estaban hechas de varias vueltas de lino bueno y
suave. Se
consideraba como “sucio o impuro” todo lo referente al periodo
femenino. La realidad es que no se entendía el fenómeno y se le tenía
como amedrentador y peligroso, por lo que la mujer era apartada por unos
días empleándose los términos de “purificación y limpieza” como
necesarios. La mujer se
refugiaba en un sitio especial, una pequeña habitación retirada de la
zona principal de la casa, en el terrado o en el patio, lugar al que se
le llamaba: “tienda de purificación” Lo mismo ocurría con los
loquios, las secreciones del postparto. Es más, había tal grado de
reprobación al tema, que se consideraba “indeseable” al hombre cuya
mujer estaba menstruando o se encontraba purificando en un momento
determinado. Sin
embargo, la falta del periodo en una mujer en época fértil y que hacía
vida marital, se sabía desde tiempos remotos que significaba, “casi
siempre”, la presencia de un embarazo. Las amenorreas de otro tipo,
llamadas amenorreas primarias, de orígenes muy diversos, desde
hormonales a histéricas, no sabemos la forma en la que eran
interpretadas y, sin duda, conducirían en numerosas ocasiones a claros
errores de falsos embarazos sin que aparecieran avances en la evolución
de la gestación. Toda
una serie de detalles sobre el embarazo eran muy bien conocidos y muchas
mujeres, sobre todo las que ya habían tenido al menos un hijo, eran
capaces de diagnosticar sin problemas los embarazos y, además, predecir
con mínimo error la fecha del parto. Lo que indica que no sólo sabían
contar nueve meses lunares, sino que asociaban y conocían perfectamente
el tiempo de gestación. Se podía consultar al médico (suponemos que
pagando en especie, el sistema del trueque como fue casi la mayoría del
tiempo, no sólo en los períodos más antiguos, antes que existiera el
dinero, sino incluso existiendo éste por razones prácticas en las
zonas rurales[14]
) que observaba el color de la piel, el aspecto de los pechos y las
sensaciones percibidas en ellos por la mujer y hacía una clara lectura
del aspecto de los ojos. Una prueba típica de comprobación de embarazo
era la de añadir orina de posible embarazada a unos cereales o
vegetales y si estos crecían con fuerza era un resultado positivo y,
obviamente lo contrario, aunque dicha prueba no sea de gran exactitud
como se ha demostrado. El
pronóstico del sexo del nonato, tema de interés pues no era igual
tener un hijo que una hija –preferían el varón-- se realizaba después
mediante dos pruebas: a.-
Orina + cebada à
si crecía fuerte era un varón. b.-
Orina + trigo à si
crecía fuerte era una hembra. La
lechuga egipcia, que era alta y muy enhiesta y al cortarla y presionarla
soltaba un líquido lechoso, denso y de color blanquecino-amarillento
cuyo aspecto recordaba al esperma masculino, se creía que era muy útil
para la fertilidad. Se debía además a que se le consideraba asociado
al dios itifálico de la vegetación y la procreación que era el dios
Min, el dios del pene erecto. La lechuga se recomendaba en los Papiros Médicos
como remedio de la impotencia masculina. Más adelante en el tiempo, se
negaron estas propiedades de la lechuga y se recomendaba con el mismo
fin al puerro, considerándose en esta época tardía que la lechuga era
un antiafrodísiaco.
LAS
COMADRONAS. El
parto era cosa de mujeres, se resolvía entre ellas y raramente intervenían
los médicos. Existen pocas referencias al parto en los papiros médicos
y otros escritos. Sólo el papiro Westcar[17]
ofrece algo de información sobre este extremo en el nacimiento
milagroso de los trillizos Redjedet. En este caso se usó un taburete
especial transportable (del que hablaremos) y le asistieron cuatro
diosas disfrazadas de comadronas. Una de las diosas empleó un método,
no explicado, para acelerar el parto. El
parto lo resolvían las comadronas, ya que se consideraba a éste como
un acto normal, fuera de los límites de la ciencia médica, salvo
cuando aparecían complicaciones. Caso de aparecer, tampoco solían
poder hacer gran cosas por lo que ya hemos dicho en cuanto a las causas
de las dificultades.
EL
PARTO Y SUS DICULTADES.
Según
los papiros médicos, el cordón no se cortaba hasta que el niño no había
sido bañado y se había expulsado la placenta, que se representa por
las letras jeroglíficas “Kh”. No
se habla nunca de vendar el ombligo. El corte del cordón se realizaba
cuando desaparecía la circulación en los vasos umbilicales, aspecto
que se aprecia por las pulsaciones cardiacas del neonato, momento en el
que se ataban ambos extremos con un bramante. Cordón
y placenta tenían asociaciones mágicas, y se creía que estaban
investidas de un “otro yo”, el doble o hermano muerto del recién
nacido, su gemelo. No era extraño conservar placenta y cordón
momificados y llevarlos a la tumba como parte del ajuar funerario. En
algunas épocas la placenta se enterraba a la puerta de la casa. Para
los dolores del parto se solían usar bebidas embriagantes, como la
cerveza cuando las dificultades eran serias y dolorosas. Los
tipos de partos. Según
se desprende de la literatura de la época, se distinguían tres tipos
de partos: 1.-
Normal o satisfactorio: Al que llamaban Hotep. 2.-
Complicados o difíciles: Llamado Bened. 3.-
Prolongados: Denominado Wedef. Para
acelerar el parto se usaban humos de terebinto, o cremas en base a polvo
de azafrán disuelto en cerveza o pulverizados de mármol disuelto en
vinagre, con todo lo cual se esperaba aliviar el dolor y acelerar el
parto. Los humos se usaban como sahumerios en el área genital, mientras
que los otros productos se aplicaban en forma de masajes en el vientre
de la parturienta, lo que en realidad era una ayuda por presión al
empuje del motor del parto. En
los casos de vagina y o útero caído, los prolapsos vaginal y uterino,
de los que se habla extensamente en los papiros médicos, se empleaban
aceites (Baq) e incluso ya eran ya conocidos los “pesarios” en base
a piezas metálicas, que trataban de llevar la matriz a su sitio llevándolos
al fondo de la vagina y alrededor del cuello uterino. [19]
El
pago a la comadrona se realizaba con trigo y tras el parto la madre
empezaba una purificación que duraba 14 a 15 días. Esta purificación
no se diferenciaba bien, o no se han expuesto las diferencias, de la que
se hacía tras la menstruación. En todo caso la madre quedaba protegida
y exenta de trabajo {si la situación económica de la familia lo permitía}
por ese tiempo según unas fuentes, o volvía al trabajo sin ninguna
consideración según otras. Durante unos días, en los mejores casos,
sus labores la realizaban los familiares o las vecinas. LA
MECÁNICA DEL PARTO. El
parto en sí mismo se desarrollaba de la siguiente manera. La madre se
desnudaba y era ayudada a colocarse sobre dos filas de ladrillos para
estar elevada del suelo o bien, en otras técnicas, se la sentaba sobre
un taburete especial para el parto. Éste disponía de un agujero
central suficientemente amplio para que pasara el niño al nacer. De
este modo se usaba la gravedad (peso del niño) y la ayuda de la
comadrona para ayudar a la expulsión (¿presión sobre el vientre?) La
comadrona actuaba agachada para facilitar la ayuda. Se usaban vendajes
abdominales para aumentar la presión y también los supositorios
vaginales de aceites y grasas facilitando, a modo de lubricante, la
expulsión[20]. El
cordón se cortaba con un cuchillo de obsidiana por motivos rituales que
indicaban –tradicionalmente-- que no debía usarse un cuchillo metálico.
La placenta recibía cuidados especiales pues se consideraba que estaba
ligado a la vida del niño, por lo que se enterraba en la puerta, en el
umbral de la casa del recién nacido, o se arrojaba al Nilo para
asegurar la vida de éste. En ciertos documentos se indican que la
placenta, al menos la del rey, era considerada como su hermano gemelo no
nato. Parte de la placenta se le podía dar a comer a la madre e
incluso, se daba un poco al niño. Si éste lo rechazaba o emitía un
ruido parecido a la palabra NO, se consideraba un mal presagio
que indicaba que el infante moriría pronto. También el cordón
umbilical recibía trato especial, generalmente se le momificaba y
guardaba para que le acompañara a la tumba. Terminada
la purificación de la madre (14 o 15 días), ésta salía del lugar
para ocuparse de su hijo. Llevaba el niño sujeto al cuerpo con unas
vueltas de tela y las dos manos libres para volver al trabajo. Fiebres
puerperales, infecciones intestinales y otros muchos problemas esperaban
a la made y al recién nacido. Sólo un porcentaje muy bajo de neonatos
conseguía sobrevivir[21]. CONDUCTA
CON EL RECIÉN NACIDO. Los
gemelos no eran bien recibidos y parece ser que, en épocas tempranas,
uno de ellos era sacrificado. Las pelvis estrechas, o anómalas, suponían
un gran problema que llevaba a la muerte de ambos, como se constata en
momias de mujeres con grandes desgarros de la vejiga y la vagina. Al
recién nacido se le ponía nombre de inmediato, tras consultarlo y
acordarlo con el padre. El nombre era de gran importancia para el
egipcio, ya que le confería poder y vida futura. Que se recordara el
nombre de alguien era como volverlo a la vida. Es por ello que los ricos
se hacían monumentos con su nombre para así ser recordados. Sufrir una
2ª muerte por ser olvidado el nombre en la vida terrenal, era
considerado como algo horrible. Por ello, todos los egipcios querían
tener hijos que se ocuparan del entierro y recordaran su nombre. El
dicho egipcio,”El hijo que entierra a su padre, lo hereda” era lago
más que una frase. Cuando
el niño empezaba a andar, sobre el año, más o menos, el niño dejaba
de ser una carga para su madre. Que comieran y vestirlos no era muy
problemático y se podían ocupar de ellos las hermanas mayores. Con el
clima egipcio iban desnudos durante años. Las niñas ya mayores, en época
tardía, se empiezan a poner la túnica de mujer. CONCLUSIONES. El
parto era, para la mayoría de las mujeres, sobre todo las primerizas,
el momento más arriesgado de su vida. Y de hecho los decesos a
consecuencia del parto eran una casuística de muy alto valor y el
motivo más frecuente de la muerte en la mujer. La motivación es
sencilla: madres excesivamente jóvenes sin haber terminado el
desarrollo y haber alcanzado un grado de madurez física suficiente. La
ausencia de mecanismos de ayuda al parto: cesárea, uso de fórceps ,
maniobras manuales de extracción como la de introducir la mano y el
brazo y dar la vuelta al feto e incluso la vulgar episiotomía cortando
para ampliar la vulva y, la ausencia de una clara idea de los mecanismos
de expulsión, grupo de conocimientos que hoy se engloban bajo el
concepto de Tocurgia, dejaba indefensa a la mujer y, por supuesto a la
comadrona o al médico en su caso que, sin armas con las que actuar,
contemplaban como todo acababa en la muerte de la madre y del hijo.
Aspecto por demás que estaba muy aceptado por la sociedad por una razón
lógica: era lo habitual y lo que mandaban los dioses.
Un aspecto del que no hay datos, pero que por la estatuaria parece deducirse positivamente es: ¿se llevaban bien las parejas egipcias? [Figura 24]
LA FAMILIA. En la familia la mujer es la “señora de la casa”[23]. En los hogares solía haber un ara u hornacina en la que se colocaban las deidades domésticas: Tueris, Bes, Hathor, etcétera, que servían para protegerse de los genios malignos y de los muertos enemigos.
Se
creía que los muertos tenían una gran influencia sobre los vivos por
lo que se les llevaba figuras a las tumbas, se comía en ellas y se les
solicitaban cosas, como tener muchos hijos y buenos partos. Estas
figuritas femeninas en las tumbas fueron consideradas durante un tiempo
como “concubinas de los muertos”, pues iban desnudas y apenas si tenían
un ceñidor de cadera a cadera y se les marcaba con color (¿azul?) o
tatuajes formando el triángulo del sexo. Pero dado que se las encuentra
en tumbas de niños y niñas se ha aceptado que son figuras de
fertilidad que solicitan suerte e incluso que ayudarían al muerto a
renacer en el otro mundo. LOS
TATUAJES Y SU SIGNIFICADO. El
tatuaje era de origen nubio y se realizaba con hollín y aceite,
mientras otros autores insisten que se usaba el negro de humo (hollín)
más agua. A los tatuajes siempre se les incluye entre el grupo de los
cosméticos. La técnica del tatuaje es sencilla y consiste en colocar
diminutas partículas de la substancia colorante de forma subcutánea,
lo que se hacía, según la época, al principio mediante espinas
vegetales o de pescado y más adelante por medio de finas puntas de
cobre o bronce. El instrumento podía ser una sola punta o de varias que
iban colocadas sobre un mango de madera y sujetas con yeso o con algún
tipo de resina. Para el tatuaje se han encontrado y se empleaba también
una varilla que tenía 7 agujas, muy finas, fijas con yeso o resina. Se
usaba para realzar la belleza, sobre todo en las mujeres. Inicialmente
consistían en puntos que formaban dibujos muy simples, como triángulos
(Tananjaros) y paralelogramos. Otros tatuajes más complicados, ya en época
mas avanzadas, representaban a dioses y diosas, siendo el más típico
el del enano Bes, que significaba obtener el máximo placer sexual y
poder hacer el amor con frecuencia, al tiempo que se solicitaba
tener muchos hijos y buenos partos. En
ciertas profesiones, como las prostitutas, las bailarinas y las acróbatas,
obligadas a realzar sus cuerpos, se tatuaban de forma acusada, tanto por
el torso, como los brazos y las piernas. Hacia el Imperio Nuevo la
costumbre desaparece bastante. Algunas
mujeres, incluso de clases más que acomodadas, se hacían un tatuaje
con el dios enano Bes en la parte alta del muslo, aunque no se sabe con
certeza la razón de ello. También se han encontrado otras diosas, como
Tueris y demás entes protectores o en relación con el sexo. Hay
autores que opinan que era para realzar la belleza, otros que era un
aviso de ser prostituta, pero parece ser más lógico que fuera una
petición de protección para el parto, al que tanto temían las mujeres
dada su alta mortalidad. Otros opinan que era una solicitud de protección
ante las enfermedades venéreas, de las que por cierto no se habla nunca
en los papiros médicos, como si no hubieran existido.
MEDIDAS
ANTICONCEPTIVAS. El
temor al parto, las necesidades sociales, el hecho, sobre todo en la
alta sociedad de no desear más hijos o simplemente las relaciones fuera
de un estatus socialmente bien aceptado, eran causas suficientes para
tomar medidas de defensa ante el embarazo. Los
métodos anticonceptivos[25]
eran conocidos desde tiempos muy antiguos y se les llamaba “desviación
de la preñez”. Los había para uso de ambos sexos: A.-
Para la mujer. 1.-Usaban
sistemas absurdos de quemar diversos materiales (sahumerios) y que el
humo diera en los genitales y de esa manera no quedar encinta. Se
quemaban toda clase de cosas, entre ellas excrementos de animales y
substancias con mal olor, con el fin de alejar a los espíritus
proclives al embarazo. 2.-
Introducción de bolas de lino u otros materiales en la vagina,
impregnados de diversas sustancias, como miel, extractos de acacia, dátiles
y similares. Se conoce la fórmula siguiente: Tampón vaginal impregnado
de: a.- Vainas de acacia. b.- Coloquíntidas [es una cucurbitácea del tipo de la calabaza, el pepinillo, el melón o el calabacín] c.-
Dátiles
machacados. Este conjunto se maceraba en ½ litro de miel y tras unos días
se empapaba el tampón y se empezaba a usar. 3.-
Duchas vaginales diversas, sobre todo usando aceites templados, y
substancias vegetales diversas presuntamente destructoras del contenido
del esperma. Los egipcios sabían bien que el esperma masculino era el
portador de la futura vida que había de nacer. Curiosamente, en los
casos de esterilidad, se pensaba que el canal o metu normal para el
embarazo, vulva y vagina, estaba obstruido, y se llegó a utilizar el
coito oral para buscar el ansiado y deseado embarazo que, naturalmente
no se producía utilizando una vía contra-natura. B.-
El varón. Por
parte de los hombres había también métodos anticonceptivos, y se
practicaban al menos dos sistemas[26]: 1.-
El Coito interruptus, sacar el pene y verter el semen fuera de la
vagina. 2.-
El Coito obtructus: consistente en la desviación del esperma a
la vejiga de la orina, mediante el uso de presión en la base de la
uretra, lo que hacia retroceder el esperma. Hay
datos que nos hablan de la existencia, aunque sólo por imágenes, del
posible uso de algo parecido al preservativo, pero su uso era más de
protección ante la esquistosomiasis, que se pensaba era de transmisión
sexual. Del mismo modo se conoce la existencia, por los papiros médicos,
del uso de substancias espermicidas, óvulos vaginales y diversos tipos
de taponamientos blandos, e incluso, se ha hablado del posible uso, en
épocas muy tardías, de tapones sólidos de materias porosas, colocados
en el fondo de la vagina obturando el Hocico de Tenca, todo lo cual sería
un antecedente del moderno diafragma[27]. LA
FELICIDAD CONYUGAL. El
matrimonio significaba para la mujer en cierto modo una liberación o al
menos un claro cambio de situación que la hacia más libre y le dotaba
de mayor poder: a.-
Paso de hija a esposa. b.-
Paso de niña a mujer. c.-
Pérdida de la soltería. La soltería era considerada como un fallo del
papel principal que tiene la mujer en la vida, que era unirse a un
hombre y tener hijos. d.-
Respetabilidad por parte de la sociedad por el hecho de pasar de ser
soltera a estar casada. En
el Antiguo Egipto se aplicaba todo esto pues se consideraba el
matrimonio como una protección frente a las intemperancias del mundo
exterior. Además, el egipcio de aquella época se complacía (era una
raza muy dada al amor) en lo que de romántico tiene el matrimonio. Por
ello la mujer, desde niña: 1.-
Era educada por su madre para el matrimonio y le enseñaba las tareas
domésticas. 2.-
La adolescente llegaba a una edad en la que quedaba en espera de ser
casada. 3.-
La elección del marido estaba sujeta a las siguientes pautas: A.-
Pactos dentro de la familia: primos, tíos. B.-
No les preocupaba en absoluto la endogamia (pues no conocían el
concepto), aunque si tenían problemas con ella, ya que se han
encontrado con defectos achacables a esta circunstancia. C.-
Se trataba de evitar que la chica se casara con chicos de otros pueblos,
para evitar así que éste se la llevara lejos de la familia. D.-
Pero, sobre todo, se trataba de evitar la dispersión del patrimonio de
la familia. E.-
El estado no ponía objeciones a los matrimonios con extranjeros en
ninguna de las dos posibilidades. Ello se debía a que no les preocupaba
la pureza de la raza. Esta libertad se extendía a matrimonios de libres
con esclavos e incluso entre esclavos. Esta situación se altera en la
época grecorromana, con la que llega una idea xenófoba e imperativa: era
obligatorio casarse dentro de la misma casta. LA
ESTERILIDAD. Era
muy importante para la mujer ya que la que era fértil, era atractiva
sexualmente y la envidia de otras no tan afortunadas. Una mujer con
varios hijos era aprobada por la sociedad y también por su marido y
familia. Una madre con hijos recibía un trato especial y ocupaba un
lugar de honor en la tumba de su marido e hijos. Los
hombres tenían que demostrar también su potencia y virilidad
engendrando el mayor número posible de hijos y, para ello, precisaban
de una mujer fecunda. Los
prefijos de maternidad y paternidad eran en el Antiguo Egipto: Abu..........à
Padre de... Om
.......... à Madre
de... Om
el-ghayib à Madre
del ausente = Madre sin hijos = estéril.
Marbella, 2005.
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