LA RECONQUISTA NACIONAL: la gloriosa dinastía XVIII, sus orígenes

 

Por Francisco Martín Valentín.

Director del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto.

 

EL SEGUNDO PERIODO INTERMEDIO. (1797-1543 a. de C.)

Extinguida la dinastía XII, se reprodujo el fenómeno socio-político que había tenido lugar unos cuatrocientos años antes cuando cayó el Imperio Antiguo. La dinastía XIII fue fundada por el rey Ju-Tauy-Ra Uga-ef. El lento e incesante goteo de los invasores asiáticos llegó a su mayor nivel bajo el rey Ja-Nefer-Ra Sobek-Hotep IV. A partir de este momento un nuevo periodo de oscuridad se cernió sobre la historia de Egipto. En el Bajo Egipto reinó una oscura dinastía, la XIV mientras que los herederos de Sobek-Hotep IV fueron arrinconados en el sur del país por las gentes asiáticas invasoras que penetraban desde el norte.

Hacia el segundo milenio antes de Cristo, se produjeron en el medio oriente una serie de oleadas migratorias, procedentes del Asia continental. Los semitas que, a su vez, habían sido rechazados se establecieron en Canaán, yendo a parar a Egipto los últimos coletazos de este proceso migratorio. Esta podría ser la sumaria explicación de la acontecido cuando masas de invasores asiáticos penetraron en Egipto por el Delta oriental. Aproximadamente cuarenta años después de la toma de Avaris por los asiáticos, se debió producir la caída de Menfis y la conquista de los nomos orientales del Delta. En tal momento, los hicsos se erigieron dueños de todo Egipto fundando la dinastía XV.

Este estado de cosas duraría hasta el reinado de Apofis I, quien delegó parte de su soberanía en algunos príncipes a los que se ha llamado los pequeños hicsos, y que, en realidad, eran una especie de gobernadores, más que reyes independientes. Estos gobernadores fueron clasificados por Manetón como integrantes de la dinastía XVI, que en realidad no fué tal.

En principio, las relaciones de A-User-Ra Apofis I, con Tebas debieron ser pacíficas. Sólo al final de su reinado surgieron conflictos con el príncipe tebano Seken-en-Ra Tao que provocaron se pusiera en marcha el proceso liberador de Egipto para expulsar a los invasores extranjeros.

Los príncipes tebanos descendientes de la dinastía XIII habían constituido hacia el año 1650 a. de C. una nueva familia dinástica que, según Eusebio el Africano, daría lugar a la dinastía XVII.

Estos príncipes, reyes según su propia actitud lo demuestra, se esforzaron por conservar la cultura y los secretos de la gran tradición egipcia, convirtiendo a Tebas de este modo en un orgulloso e irreductible centro del nacionalismo egipcio. Tan sólo tenemos seguridad para restablecer con certeza el orden del reinado de los cuatro últimos reyes de la dinastía: Neb-Jeper-Ra Antef VII; Se-Najt-en-Ra; Seken-en-Ra Tao, llamado "el Bravo" y, finalmente, Uadye-Jeper-Ra Kamose. Conforme sabemos por los textos, Kamose reunió a sus cortesanos lamentándose ante ellos de tener que compartir el poder con un negro, que dominaba en Nubia, y con un asiático, que reinaba en Avaris, y que tenía en su poder la antigua ciudad de Menfis y la sagrada Hermópolis. Así pues, el rey comunicó a los nobles su decisión de atacar a los hicsos y liberar a Egipto. Los cortesanos se mostraron reticentes a emprender una guerra de inciertos resultados aduciendo que, desde Elefantina a Cusae el Egipto dominado por Tebas era próspero, a lo que el soberano contestó insistiendo en que no compartiría su poder con los extranjeros. Kamose reunió a su ejército y avanzó hasta Neferusi, ciudad situada algo al norte de Hermópolis dónde se produjo una gran batalla en la que se derrotó a los extranjeros. De este modo se produjo la primera gran victoria contra los hicsos, lo que supondría el principio del fin de la dominación extranjera en Egipto.

Después de estos acontecimientos, el rey Apofis decidió pedir ayuda a su aliado, el rey negro de Kush, en el sur. La idea era coger en una especie de tenaza, entre ambos, al rey tebano. Para ello, el asiático envió por las rutas de los oasis a un mensajero portador de una carta que, a pesar de todas sus precauciones, cayó cautivo de las tropas tebanas. A la muerte de Kamose, su hermano Ahmosis continuó la guerra contra los hicsos hasta concluir su expulsión de Egipto con la conquista de la ciudad de Avaris.

Tomada Avaris, los hicsos se refugiaron en la Palestina meridional, lugar hasta donde fue a perseguirlos el faraón, derrotándolos definitivamente tras la toma de Sharuhen después de tres años de largo asedio.

 

EL IMPERIO NUEVO: La dinastía XVIII hasta el reinado de Hatshepsut (1543 -1479 a. de C.)

La expulsión de los extranjeros que habían dominado a Egipto por espacio de más de doscientos años y la reunión de las Dos Tierras bajo la autoridad de un sólo rey, que dominó también a los señores feudales que habían ayudado a los asiáticos, fueron acontecimientos que iniciaron la más esplendente época de toda la historia del país del Nilo. A partir de este momento, Egipto iba a sufrir una serie de profundas transformaciones en su estructura, en sus relaciones con los pueblos que lo rodeaban, en su arte, e incluso en su propia mentalidad interna. Todos estos cambios conducirían, de una parte, a alcanzar las más altas cotas de civilización y, de otra, a entrar sin solución en el proceso de inicio de la decadencia que se produciría al término de la dinastía XVIII.

Ahmosis el rey fundador de la dinastía, completó la expulsión de los hicsos y su posterior confinamiento en las lejanas regiones a dónde aquéllos fueron a albergarse. Una vez reducidos y aniquilados los asiáticos y aseguradas las fronteras de Egipto por el norte, Ahmosis con sus ejércitos se volvió hacia el sur, a Nubia, ahora independiente de Egipto al amparo de la época de crisis que éste

Pero sería su hijo, el rey Amen-Hotep I, habido de su unión con la reina Ahmés-Nefertary, quien instauraría definitivamente la dinastía en un nuevo periodo de paz que siguió a las guerras de liberación. El nuevo soberano, subido al trono a la corta edad de diez años, no era el heredero previsto para suceder a su padre. Su hermano Ahmosis era el elegido, pero no sobrevivió a su progenitor. Durante veinte benéficos años, el nuevo rey dispensó a la tierra negra (Egipto) un sabio gobierno interior en paz, solamente interrumpido por la campaña del año 8 en Nubia. Con ella afianzó las conquistas de su padre y extendió la zona de influencia egipcia hasta más allá de la segunda catarata. Bajo su reinado se reiniciaron las expediciones mineras al Sinaí a los yacimientos de turquesa de Serabit el Jadim. La memoria del faraón y de su madre, la reina Ahmés-Nefertary, fue acogida por el pueblo con fervor religioso, siendo objeto de culto divino en la ciudad obrera de Deir el Medina, en la ribera occidental de Tebas, durante todo el Imperio Nuevo. Amen-Hotep I murió el día 21 del tercer mes de la estación de Peret del año 21 de su reinado Para sucederle subió al trono de las dos Tierras como nuevo rey, Thutmosis I de quien no se sabe con certeza que fuera hijo del anterior, constando tan sólo que su madre era una concubina del difunto rey llamada Sen(i)Seneb. El nuevo soberano se aseguró la legitimidad para poder reinar casándose con la reina Ahmés, su medio hermana, descendiente directa de la reina Ahmés-Nefertary. Thutmosis I y su hijo y sucesor, Thutmosis II, se dedicaron a afirmar y ampliar las bases del Imperio egipcio en Asia y en Nubia. Los dos monarcas dirigieron personalmente diversas campañas para frenar las tentativas de rebelión que amenazaban con estallar constantemente en ambas zonas.

En este momento de la dinastía XVIII surgió por vez primera un gran problema político originado por una querella interna que, al producir debilidad en la familia real, comprometió gravemente su papel en la buena marcha de Egipto y de sus posesiones en Asia. El principio de legitimidad perfecta para ascender al trono de Horus de los Vivientes exigía que el faraón reinante fuera de sangre real tanto por parte de padre como de madre. Como vimos más arriba, Amen-Hotep I no tuvo más que hijas; Thutmosis I, debió casarse con una de ellas, la princesa Ahmés, pues al ser el rey hijo de una concubina no podía acceder directamente al trono sin ocasionar graves oposiciones desde las diversas esferas de la sociedad faraónica. Con el rey Thutmosis II sucedió algo análogo pues era hijo de una esposa secundaria llamada Mut-Nefert, y debió casarse con la princesa Hatshepsut, hija la reina Ahmés y del rey Thutmosis I, para poder gobernar. De nuevo se reprodujo el problema por tercera vez, pues de este matrimonio nacieron solamente dos hijas. Así pues, a la muerte de Thutmosis II, el único varón que podía acceder al trono era su hijo, el príncipe Thutmosis, el futuro Thutmosis III, habido de una mujer que ni siquiera fue la esposa de Thutmosis II, llamada Isis. El príncipe subió al trono de forma puramente nominal, cuando aún solo era un niño, debiendo compartir el reinado con su tía, la reina Hatshepsut.

 

BIBLIOGRAFIA.

BEDMAN, T.: Reinas de Egipto, el secreto del poder. Madrid, 2003.

GRIMAL, N.: Historia del Antiguo Egipto. Madrid, 1999.

LARA PEINADO, F.: El Egipto Faraónico. Madrid, 1991.