MIS EXCAVACIONES ARQUEOL�GICAS EN NUBIA (1961-1963) |
Por. Profesor Dr. D. Manuel Pellicer Catal�n. |
Profesor Em�rito de la Universidad de Sevilla.
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ANTECEDENTES
En los a�os sesenta del siglo XX, como consecuencia de la construcci�n de la gigantesca presa de Sadd el Ali en Asu�n (fig1, A), Egipto y Sud�n fueron testigos de una serie de fen�menos de trascendencia tal importancia en el valle del Nilo. (Nota: Las fotos del presente articulo no son de excesiva calidad, pero han sido proporcionadas por el propio Profesor Pellicer y como documento de �poca hemos considerado oportuno incluirlas).
La
presa de Asu�n tendr�a
como efectos positivos proporcionar
20.000.000.000 Kw. de energ�a el�ctrica a las dos naciones;
con una capacidad de agua de 15.000.000 ms. C�bicos, y, por otra
parte, 3.000.000 Has. De regad�o a Egipto. Como efectos negativos o
secundarios estaban previstos la desaparici�n de la Baja Nubia con
sus restos arqueol�gicos y la consiguiente deportaci�n de la poblaci�n
sudanesa hac�a el sur y de la egipcia hacia el norte del Nilo.
La zona inundada por el lago Naser, donde el agua alcanzar�a
la cota 60 sobre el cauce, se extender�a unos 500 Kms., a lo largo
del Nilo, con anchuras m�ximas de 100 Kms. Y medias de 20/10 kms.,
desde Asu�n hasta cerca de 100 Kms. Al sur de la segunda catarata del
r�o, llamada �Batn el Haggar� o vientre de piedra, donde aflora
el granito erosionado por la corriente, formando innumerables islotes. Pero
antes de la inundaci�n prevista para 1966, era necesario rescatar
los inmensos yacimientos con sus materiales y los suntuosos
monumentos, lo que dio lugar a unas investigaciones intensas y sin
precedentes en la historia. La
Nubia se extiende por
el Nilo medio desde la primera catarata de Asu�n hasta la quinta,
dividida en dos regiones, la Baja Nubia o Septentrional, desde Asu�n
a Wadi Halfa en la
segunda catarata hasta la Alta Nubia, meridional o Pa�s de Kush,
desde la segunda catarata hasta M�roe, entre la quinta y la sexta
catarata, formando el r�o una gran
S de casi 1.000 Kms. Las
culturas antiguas de Nubia se vieron profundamente afectadas pro las
influencias septentrionales fara�nica, helen�stica, y
romano-bizantina, por las penetraciones orientales y occidentales de
los pueblos pastores del desierto y por las corrientes meridionales
puramente africanas y eti�picas.
La Nubia se convirti� en un corredor y cruce de culturas entre
el Mediterr�neo y �frica (B.C. Trigger, 1965). Para
paliar los efectos negativos de la destrucci�n de los monumentos y
yacimientos arqueol�gicos de la Baja Nubia egipcia y sudanesa, la
UNESCO en 1959, a
trav�s del Prof. Vittorino Veronese,
lanz� un angustiosos SOS, invitando a todos los organismos arqueol�gicos
competentes del mundo, estados, universidades, institutos, museos, a
participar en el salvamente y rescate de � Los tesoros arqueol�gicos
de Nubia�, ofreciendo atractivas ventajas de donar la mitad de los
materiales arqueol�gicos muebles, e incluso
inmuebles, como templos inundables, a las naciones
participantes (G. Garkill, 1960). Espa�a,
atendiendo a la llamada, respondi� positivamente con la creaci�n, en
1959, del �Comit� Nacional Espa�ol para el Salvamento de los
Tesoros Arqueol�gicos de Nubia�, presidido por el ex ministro de
Asuntos Exteriores D. Alberto Mart�n Artajo, siendo nombrado Director
General de la�Misi�n Arqueol�gica Espa�ola� D. Mart�n
Almagro Basch, catedr�tico de prehistoria de la Universidad
Complutense, quien organiz� y dirigi� la Misi�n durante 7 a�os,
desde 1960 a 1966 (M. Almagro 1962) Estando
las universidades espa�olas tradicionalmente desprovistas de
profesores investigadores
de la arqueolog�a egipcia, el Comit� de literatura del Instituto
Lope de Vega de Madrid y aficionado a la egiptolog�a, por Francisco
Presedo, doctor en historia antigua y secretario de la Comisar�a
General de excavaciones Arqueol�gicas, y por Javier Navascu�s,
arquitecto, quienes formaron el primer equipo, cuya actividad se
desarroll� en Arg�n (Sud�n), donde excavaron 15 tumbas de la necr�polis
6-B-1, de la cultura del grupo X, y en Cheik Daud (Egipto), donde
iniciaron la excavaci�n de la fortaleza cristiana
(M. Almagro, 1962). Esta primera campa�a de 1960-61, result�
poco fruct�fera por su car�cter experimental, de tanteo del terreno
y de preparaci�n para ulteriores campa�as. LAS
CULTURAS NUBIAS
En efecto, en la
campa�a de 1961- 62 (M. Almagro, F. Presedo
y M. Perllicer, 1963), primera en la que yo particip�, el Pro.
Almagro me aleccion� sobre la nomenclatura y contenido de algunas
culturas nubias, cuyos yacimientos �bamos a excavar.
Los grupos A, B .C, y X, con nombres creados pro G. A. Reisner
(1910) en sus excavaciones de principios del siglo XX, responder�an a
culturas nuevas para nosotros, fechadas desde el IV milenio a. C.
Hasta el medievo. Los Grupos A y B eran del neol�tico final, el grupo
C Calcol�tico y el grupo X de catalogaci�n incierta pero posterior
al cambio de era. Tambi�n se insinu� con insistencia el Prof.
Almagro que no nos detuvi�ramos en detalles de las excavaciones por
falta de tiempo y que nos concentr�semos en las necr�polis, siempre
m�s rentables en hallazgos, puesto que se trataba de una operaci�n
de rescate de materiales, cuya mitad vendr�a a Espa�a.
Del rico paleol�tico
y epipaleol�tico del cuaternario de las terrazas del Nilo hab�a
que prescindir, aunque E. Aguirre y J. Altuna practicaron alg�n
ensayo, recogi�ndose materiales
l�ticos en Arg�n.
De la
cultura del grupo A, aunque G.J. Verners (1962), W.Y. Adams
(1963) y H.A. Nordstr�m
(1962) hab�an localizado e incluso excavado alg�n enterramiento de
Arg�n, nosotros no excavamos ninguno por estar totalmente destruidos.
El grupo A, considerado del neol�tico final y fechado en el V-IV
milenio a. C., corresponde a un pueblo de pastores n�madas de b�vidos
y ovic�pridos y de
cazadores de gacelas, relacionado
con las poblaciones del desierto occidental del Nilo, asentado
espor�dica y temporalmente en peque�os poblados de caba�as
perecederas y con necr�polis tumulares.
Este pueblo de pastores parece influenciado por el neol�tico
final de Khartum y por el
septentrional calcol�tico de
Nagada y Badar� (T. S�ve-S�derberg, 1963,1964; F.H.
Hintze,
1967; H.A. Nordstr�m, 1966,1972; F. Wendorf, 1968).
El grupo B, fue descartado como cultura, por ser una simple evoluci�n del grupo A (H. Smith, 1966).En el III milenio y en los tres primeros cuartos del II milenio a. C., la cultura t�pica nubia corresponde al llamado grupo C (L. P. Kirwan, 1939; F. Hintze 1964; P. Huart, 1967-68; M. Bietak, 1968; B. Gratien, 1973,1974), calcol�tico y evoluci�n del grupo A, �ntimamente relacionado con los pueblos pastores de los desiertos occidentales del Tibesti (Chad) y Ahaggar (Argelia), sedentarizados en las m�rgenes del Nilo y fuertemente influenciados por las dinast�as fara�nicas de los imperios antiguo, medio e inicios del nuevo. Sus poblados constan de peque�as caba�as de z�calos de piedra y planta circular, y sus necr�polis, muy abundantes, de tumbas de fosa o pozo (fig. 3, A y B), cubiertas port�mulos circulares, compuestos por un anillo de piedras y arena, con cabezas de gacela en su periferia en su fase antigua y por una superestructura turriforme de piedra, rodeada de cabezas de b�vido en su fase avanzada. En el fondo de los pozos se halla el cad�ver flexionado, acompa�ado de variado ajuar funerario de elegantes cer�micas a mano de superficie roja brillante o de Kerma ( fig. 3, C) o con profusas decoraciones
Nuestra Misi�n excav� dos necr�polis del grupo C en Argin, del periodo medio /cl�sico (SAC), excavada por m�, y del periodo cl�sico/reciente (ANX), excavada pro R. Blanco, ambas in�ditas.
La
cultura mero�tica se implanta en la
Baja Nubia tard�amente y,
aunque de origen meridional, se muestra fuertemente influenciada por
corrientes septentrionales ptolem�icas y helen�stico-romanas. En
general el mero�tico se divide tradicionalmente en tres fases: la
antigua, que s�lo afecta a la Alta nubia (700-300 a. C.), la fase media
(300-0) de influencia helen�stica-ptolem�ica, y la reciente
(0-350 p.C.) de influencia romano-bizantina (P.L. Shinnie,1955; F. Hitze,1959;
L. P. Kiwan , 1960; D. Downham,1963; F. Gadallah; W. Y Adams, 1964, A y
B).
Frecuentemente la tumba est� cubierta por una mastaba rectangular de adobes, presidida pro una estela antropomorfa, representativa del �Ba� o esp�ritu del difunto, y por una tabla de ofrendas. Los abundantes y variados ajuares funerarios se componen de vasos a torno clil�ndricos (fig. 7: A, B, E, F)y globulares con gollete (fig. 6:A-D; fig.7:D), decorados con motivos ricamente policromados egiptizantes (fig. 6:B,C,D; fig. 7) y helen�sticos (fig. 6:A), �nforas helen�sticas (fig. 7:C), lucernas (fig. 8:A, 1 y 2 ), vasos met�licos (fig. 8: A, 5-7) vasos de vidrio (fig. 8: A, 3) y de pasta v�trea (fig. 8:A,4), adornos personales (fig. 8:C), cuentas de pasta v�trea y de piedras semipreciosas, y tobilleras de hierro grabadas. (fig. 8:B).
Ayudado
por A. Simonet, excav� en Argin 220 tumbas de la necr�polis mero�tica
MAN (fig. 5: A, B) (M. Pellicer, 1963) y 95 tumbas mero�ticas
de la necr�polis NAX (M. Pellicer y N. Llongueras , 1965).
La necr�polis mero�tica de
Nlluah, localizada por nosotros en Argin, fue excavada en la
campa�a 1963-64 por M.A. Garc�a Guinea y J. Teixidor (1965).
La
llamada por G.A. Reisner cultura del grupo X ( 1910) y por W.B.
Emery cultura de Ballana (W.E.. Emery, 1938; L. P. Kirwan ,1953)
, es t�picamente nubia, arcaizante , enraizada en la anterior mero�tica
e influenciada por la corriente romano-bizantina tard�a, cuya cronolog�a
se extiende desde mediados del
siglo IV al siglo VI d.C.
Esta
peculiar cultura nubia parece formada, seg�n las fuentes cl�sicas, por
tres etnias o pueblos: los blemiso, oriundos del desierto oriental del
Nilo y asentados en Talmis (Kababsha) distribuidos por Diocleciano a
finales del S. IV al sur de Asu�n, como protecci�n contra los blemiso,
m�s belicosos ; y los noba negros y rojos, oriundos del sur del Kordof�n
.
Estos
pueblos, en parte negroides, de econom�a
agropecuaria y de fuerte esp�ritu guerrero, tuvieron su capital en
Ballana-Qustul, situada en la actual frontera egipcio-sudanesa, a unos
25 Kms. al norte de Argin , donde W.B. Emery excav� las tumbas reales
(1938).
Los poblados de las gentes del grupo X han sido muy poco estudiados en comparaci�n con sus abundantes y ricas necr�polis, que constan de grandes t�mulos de planta circular de piedras y tierra, como superestruturas de pozos o fosas con nichos laterales (fig.9), donde se inhuman, individualmente o por parejas, los cad�veres, en � dec�bito supino�, envueltos en sudarios de lana o lino, orientados hacia el sur y acompa�ados de ajuares degenerados de tradici�n mero�tica (fig. 10 y 11).
En
Argin excavamos 77 tumbas de la necr�polis SAX (F. Presedo, R. Blanco y
M. Pellicer, 1970) y 325
tumbas de la necr�polis NAX ( M. Pellicer y M. Llongueras, 1975).
La
Nubia se cristianiza con Justiniano a mediados del siglo VI,
emergiendo tres reinos, que perduraron hasta la islamizaci�n del
territorio en los siglos XIII-XIV, el de Nobatia, cuya sede epicopal se
sit�a en Faras, el de Macuria con capital
en D�ngola, entre la 2� y 3�
catarata, y el de Aloa, en Saba, el m�s meridonal ( V. Monneret
de Villard, 1941).
En
toda la Nubia bordeando el Nilo surgen poblados estrat�gicos,
amurallados, con casas de
adobes, api�adas, disponiendo de peque�as iglesias bizantinas (fig.
13: A), construidas
con adobes, dotadas de b�vedas y c�pulas
y ornadas con frescos pol�cromos, representando escenas del
Antiguo y Nuevo Testamento y del santoral bizantino.
Las grandes necr�polis cristianas, extendidas junto a los poblados, constan de tumbas de fosa y de c�mara, con nichos laterales y superestructuras de plataformas rectangulares o cruciformes, revocadas de cal, con hornacinas en la parte frontal, donde se depositan lucernas o pebeteros ( fig. 13: B, C, E; fig. 14). Los cad�veres, ataviados, en ocasiones, con ricas vestiduras, yacen en �dec�bito supino�.
La cronolog�a de la �poca cristiana se ha determinado a trav�s de los textos y de la cer�mica, que sigue la tradici�n mero�tica y del grupo X, pero de mejor calidad, tanto en la pasta como en los barnices, donde aparecen s�mbolos cristianos (V. Monneret de Villard, 1941; W. Y. Adams, 1962En
Argin excavamos 30 tumbas cristianas de la necr�polis NAX
(M. Pellicer y M. Llongueras,1965) y, en la segunda catarata, los
poblados e iglesias de las
islas de Kasrico (fig. 13:A) (F. Presedo , 1963) y de Abkanarti (Fig.
12:B) ( F. Presedo, 1965).
LAS
CAMPA�AS DE 1961 A 1963 R. Blanco hab�a contratado en el Cairo un int�rprete, copto, de �rabe, ingl�s y franc�s, para que en Sud�n nos facilitase las gestiones con la burocracia y con los obreros, pero, cuando en enero de 1962 dividimos los equipos, F. Presedo y yo prescindimos del int�rprete por innecesario y por el presupuesto gravoso que supon�a para la Misi�n. Los Kufis o capataces egipcios contratados, provenientes la mayor�a del pueblo kuf, saqueadores de tumbas, fueron Barak Umbarak como reis, hombre de unos 50 a�os, inteligente, correcto y de gran experiencia en arqueolog�a de campo, Ahmed Abubakr, de unos sesenta a�osa, abnegado y fiel, que, unos treinta a�os antes, hab�a participado en las excavaciones dirigidas por W.M. Flinders Petrie, Director de la Egypt Exploration Fund. , y Barberi, joven de unos 25 a�os, jovial y altamente eficaz. (fig. 2:B y C).
La primera concesi�n, la necr�polis de Mirmad en Argin, de 1960 se ampli� a todo el t�rmino del pueblo, extendido por la orilla occidental del Nilo a lo largo de 8 Kms. norte-sur, por 500 ms. De ancho en sentido este-oeste, desde un frondoso palmeral hasta el desierto. Las
casas , de planta
cuadrada o rectangular, con paredes de tapial, techos de troncos y ramas
de palmera y pavimento de arena , ten�an una superficie entre 200 y 400
ms. Cuadrados, divididas en dos sectores. El principal o anterior
consist�a en un gran patio descubierto, rodeado de habitaciones, y el
sector posterior se compon�a de otro patio, tambi�n rodeado de
estancias adaptadas para los servicios. Dada
la longitud de Arg�n de casi iun Jms., no svimos obligados a alquilar
viviendas pr�ximas a los yacimientos a excavar. Cuando
iniciamos las excavaciones de Arg�n, W.
y Adams, arque�logo
de la Universidad de Arizona y Director del � Bureau� de Documentaci�n
de la UNESCO en Sud�n, con la colaboraci�n del sueco H.A. Norstr�m y
del americano G. J. Verwers, hab�an realizado tres campa�as de
prospecciones en toda la ribera oeste del Nilo, desde la frontera
egipcia hasta el sur de Argin y la Gozira Dabarosa , habiendo obtenido
una interesante documentaci�n sobre la situaci�n, escala y cultura de
numerosos yacimientos, junto con fotos a�reas a escala 1/3.000, que nos
sirvieron de gran utilidad (G.J.
verwers, 1962; H. A. Nordstr�m, 1962; W.Y. Adams y H.A. Nordstr�m,
1963). Por otra parte, fueron estos prospectores, profundamente
experimentados en la arqueolog�a nubia, los primeros maestros que nos
instruyeron oportunamente en diferenciar las culturas de nuestros
yacimientos. En
la campa�a de 1961-62,instalados
en una casas de argin, alquilada con un criado negro, Darhar, esclavo
del arrendador, dirigimos nuestro primer trabajo a la necr�polis
6-B-1, que denominamos (SAX (Sur Argin Grupo X), donde
excavamos durante mes y medio, 80 enterramientos tumulares del grupo X ,
saqueados gran parte de ellos ( F. Presedo, B. Blanco y M.
Pellicer,1970). Terminada
la excavaci�n de la necr�polis SAX y ante la cantidad y variedad
cultural de los yacimientos de muestras concesiones en Sud�n (Agr�n,
Kasricoy abkanarti) y Egipto (Cheik
Daud), optamos por dividirnos, formando tres equipos, dirigidos, uno por
R. Blanco en la necr�polis ANX, otro por mi en Kasrico, y otro por F.
Presedo en Cheik Daud, a donde parti� acompa�ado de R. Lucas y V. Vi�asen
febrero de 1962. R.
Blanco inici� sus trabajos en el sur de Arg�n, en una necr�polis
tumular que denomin� ANX, por creerla del grupo X, continuaci�n
de SAX, pero result� ser del grupo C cl�sico / tard�o (M. Almagro y
otros 1964). Habiendo sido nombrado F. Preedo director del yacimiento cristiano de la isla de Kasrico, en la 2� catarata del Nilo, a unos kms. Al sur de Arg�n, y debiendo partir a la concesi�n de Cheik Daud en Egipto, se me encarg� iniciar la excavaci�n de aquel yacimiento, consistente en un peque�o poblado cristiano de media docena de casas y dos iglesias coptas M.
Almagro, en febrero de 1962, despu�s de acaloradas discusiones con T.
Save-S�derberg, director de la Misi�n Escandinava, cuya concesi�n se
extend�a por toda la ribera este de la 2� catarata del Nilo, donde se
situaban las islas de Kasrico y Abkanarti, hab�a conseguido que la misi�n
Espa�ola excavase los dos yacimientos. En
kasrico excav� las dos iglesias, utilizadas en los siglos XI-XIII,
trazando la planimetr�a del conjunto con la br�jula y la cinta m�trica.
En la excavaci�n de Kasrico me sucedi� F. Presedo y, a fines de
marzo de 1962, regres� de nuevo a la isla, acompa�ado del dibujante V.
Vi�as, para calcar y fotografiar las pinturas murales de la iglesia
noreste (F. Presedo, 1963). En
el mes de marzo en 1962,
ayudando por Alicia, excav� 220 tumbas de la necr�polis mero�tica
de Nag Shayeg, que denomin� MAN (mero�tica de Arg�n Norte ) (
Fig. 5:A y B), obteniendo abundantes materiales fechados en le mero�tico
reciente (0-350) ( M. Pellicer 1963) (figs. 6-8). No
recuerdo bien si fue a fines de febrero o principios de abril de 1962,
cuando todav�a tuve tiempo de excavar una peque�a necr�polis con 22
tumbas tumulares del grupo C medio o cl�sico, cultura sobre la que yo
ten�a especial inter�s. Esta
necr�polis, descubierta por W. Y Adams, estaba situada en el l�mite
del desierto, al sureste de Arg�n, en Nag Saku (6-B-4), d�ndole la
signatura SAC ( M. Almagro,
F. Presedo y M. Pellicer, 1963). La excavaci�n, que result� altamente
positiva, entreg� abundante
y variado material, cuya memoria permanece, por haber perdido
F. Presedo (�) toda
la documentaci�n que le prest�. Acosados
por las latas temperaturas del mes de abril y por el agotamiento del
presupuesto, determinamos cerrar la campa�a y regresar a Espa�a.
Como fruto de esta campa�a 1961-1962, enviamos al Museo Arqueol�gico
Nacional de Madrid en un petrolero procedente del Golfo P�rsico, con
escala en Port Tewfik en el
Canal de Suez y que se dirig�a a Cartagena, 15 o 20 grandes cajones con
los materiales de las necr�polis SAX,
MAN, ANX, y SAC, y los de la isla de Kasrico En
la campa�a 1962-63,
dada la experiencia adquirida en las anteriores y contando con un equipo
m�s amplio y mejor organizado, alquilamos una vivienda m�s espaciosa
en el sector norte de Arg�n, con el fin de estar m�s pr�ximos a las
excavaciones de los yacimientos proyectadas. El nuevo equipo se
compon�a de F. Presedo y yo como directores, L. Monreal, M. Llongueras
y J. Zozaya, estudiantes, como arque�logos ayudantes, y E. de la Vega
como fot�grafo. Contratamos a los mismo Kuftis egipcios de la campa�a
anterior y a unos veinte obreros sudaneses y egipcios.
Un mes despu�s de iniciadas las excavaciones, el d�a
8 de diciembre de 1962 se incorpor� el chileno I. V�zquez de
Acu�a, doctor en historia, y el d�a 5 de enero
de 1963 llegaron los antrop�logos
E. Aguirre y J. Altuna. F.
Presedo con su equipo
compuesto por L. Monreal y E. de la Vega, m�s los kuftis
Berberi y Musa, se dirigi� al poblado cristiano de la isla de
Abkanarti a proseguir la excavaci�n que yo hab�a iniciado en la
anterior campa�a ( fig. 12:B).
Yo permanec� en Arg�n con un equipo compuesto por M. Llongueras y J. Zozaya, el �reis� Barak Umbarak y el Kufti
Ahme Abubakr, m�s una quincena de obreros nubios para excavar la
gran necr�polis de Nag
el Arab, cuya signatura era NAX ( Grupo X del Norte de Argin) y, seg�n
la documentaci�n de la UNESCO, 24 �V-1 y 24 �V-5. Cuadriculamos
el yacimiento observando cierta variedad en la tipolog�a de las tumbas,
a pesar de estar catalogada como del grupo X. Limpiamos toda la
superficie, transportando la arena que cubr�a las tumbas en un n�mero
total de 1.150, de las cuales, terminada la excavaci�n, definimos como
mero�ticas 335, de las que excavamos 95, como del grupo X 495, de las
que excavamos 325 ( fig. 9), y como cristianas 330, de las que excavamos
30 ( fig. 14). Culturalmente la necr�polis NAX se inici� en el siglo I
p.C. como mero�tica, perdurando como del grupo X y cristiana. La excavaci�n de la necr�polis dur� tres meses desde noviembre de 1962 hasta enero de 1963, habiendo entregado cuantiosos materiales (fig. 10,11, y 15) ( M. Pellicer y M. Llongueras, 1965).
Ante
tanto material acumulado, dedicamos el mes de febrero a terminar la
planimetr�a y el dibujo del medio millar de tumbas excavadas, a limpiar
y signar todos los ajuares funerarios y a estudiar la necr�polis con la
bibliograf�a, prestada por la selecta biblioteca del �Antiquity Service� de Wadi Halfa, inexistente en Madrid.
En
todo el l�mite del desierto del Oeste de Arg�n las prospecciones de
W.Y. Adams y H. A. Nordstr�m
hab�an localizado medio centenar de t�mulos dispersos, catalogados
como fara�nicos, fechados, seg�n sus materiales de superficie, entre
fines del II milenio hasta mediados de los cuales excavamos media docena
( M. Almagro, F. Presedo y M. Pellicer, 1963; M. Almagro y otros, 1964),
resultando ser de tradici�n del grupo C tard�o con fuerte influencia
fara�nica ( fig. 4:A). En
una reuni�n del comit� Nacional Espa�ol celebrada en Madrid en
octubre en 1962, yo propuse que, en lugar de traer a Espa�a los restos
antropol�gicos, muy abundantes y de costoso, transporte, incompatible
con nuestro escaso presupuesto, era preferible que se integrase en
nuestra Misi�n un antrop�logo que
estudiase someramente los restos �in
situ�. El comit� accedi� a mi demanda y en enero de 1963 se
incorporaron en nuestro equipo de Arg�n E. Aguirre
y J. Altuna, quienes
analizaron una parte m�nima de la antropolog�a de las cerca de medio
millar de las tumbas excavadas, alternando sus estudios antropol�gicos
con los prehist�ricos de
la industria l�tica de la
terraza media y baja a del Nilo en Arg�n.
Lamentablemente los restos antropol�gicos de la necr�polis de
Nag el Arab y la industria prehist�rica de las terrazas
de Arg�n quedaron in�ditos. LA
VIDA EN LA MISI�N La
vida en Nubia nos result� sumamente interesante por la novedad arqueol�gica
y placentera por su exotismo, aunque siempre salpicada de peque�os
y continuos problemas, prontamente solucionados por nuestro arraigado
sentido de la improvisaci�n. M�s
penoso era el �hamsin� viento constante, a veces huracanado,
que soplaba en febrero y marzo, cubri�ndolo todo de polvo y arena del
desierto. Terminada la excavaci�n de una tumba, preced�amos
inmediatamente a fotografiarla y dibujarla, porque en minutos era
invadida por la arena. El polvo y la arena eran el gran enemigo de los
aparatos fotogr�ficos y
del taqu�metro, frecuentemente averiados, siendo diestramente reparados
por nuestro dibujante V. Vi�as. En
la casa la lluvia continua de arena, filtrada por la techumbre de ramas
y hojas de palmera, nos �sirocaba� y nos volv�a hist�ricos. Por la noche nos cubr�amos con
las mosquiteras contra estos insectos, produci�ndonos, por otra
parte, un calor insufrible. Otro
inconveniente era la fauna. En Madrid nos hab�an aleccionado
sobre este problema, refiri�ndose a la fauna mayor, de serpientes y
cocodrilos, olvidando la fauna menor, de escorpiones, moscas y
mosquitos. La fauna mayor
no era precisamente problem�tica, porque los obreros eran ciertamente
diestros en reducir una serpiente cuando era localizada en una tumba y,
en cuanto a los cocodrilos del Nilo, apenas los vimos, aunque por
respeto, omitimos el ba�o fluvial. Nuestra
mayor pesadilla eran los mosquitos nocturnos y las moscas diurnas,
especialmente a la hora de la comida, acudiendo enjambres que cubr�an
los platos y los vasos, al principio, convenientemente protegidos hasta
que nos acostumbramos. En
Madrid nos entregaron un botiqu�n completo y perfectamente organizado,
con multitud de ant�dotos espec�ficos contra la variedad de serpientes
venenosas, jam�s utilizado. Sin embargo, la aspirina, el remedio m�s
eficaz con analg�sico, pronto desapareci� del botiqu�n ante la
constante e inoportuna demanda de �aspro� por parte de los obreros y
vecinos nubios, que diariamente acud�an a nuestra casa a curiosear,
fingiendo las m�s extra�as dolencias. Nuestra
casa carec�a del m�s elemental
confort, obligados a permanecer hacinados en la habitaci�n principal,
convertida en �living�, dormitorio, comedor y laboratorio. Cuando se
incorpor� el elemento femenino, Alicia Simoneti y el matrimonio Vi�as-Lucas,
nos vimos en la necesidad de renovar y adaptar para dormitorio el almac�n,
repleto de antropolog�a y de ajuares funerarios. La
alimentaci�n era realmente mediocre,
aunque nunca afect� gravemente a nuestra salud, ni hizo disminuir
nuestro insaciable apetito. La dieta era mon�tona a base de arroz,
legumbres, pasta, conservas de carne de vacuno, d�tiles secos y �tameias�,
y una especie de bu�uelos de harina de habas con especias y arena.
Intentamos alguna variaci�n del men� con carne de cabra, oveja y
gallina, pero el resultado fue nefasto. La cabra era extremadamente
dura, la oveja desped�a un olor nauseabundo de sebo y, por otra parte,
como hab�a que comprar los animales vivos, era necesario sacrificarlos
y consumirlos r�pidamente. La gallina correosa y con poca carne, por
consejo de V�zquez de Acu�a, hab�a que enterrarla en la arena durante
dos d�as para que se ablandase. El
agua del Nilo, por consejo de Madrid era necesario hervirla para evitar
infecciones, pero esa operaci�n pronto dejamos de practicarla por inc�moda,
limit�ndonos a filtrarla en unas tinajas de tipolog�a
fara�nica, de las que
estaban provistas todas las casas de Arg�n. La
bebida nacional era el t�, de calidad excelente, consumido en
abundancia. Probamos un peculiar � Sherry� sudan�s, fabricado con d�tiles
y de sabor dulz�n de medicina, adquirido en el �Drug Store� de Wadi
Halfa, sin que tuviera demasiado �xito. La cerveza sudanesa era
mediocre y cara., de Espa�a trajimos varias botellas de Whisky, dif�ciles
de pasar por las rigurosas aduanas de Egipto y Sud�n, donde estaba
prohibido el alcohol. En la
frontera del Cairo F. Presedo tuvo graves problemas por dos botellas de
Whisky no
declaradas, permaneciendo unas horas retenido hasta ser rescatado pro el
Sr. Fronista, canciller de
la Embajada Espa�ola. No obstante, conseguimos traernos a Arg�n un par
de botellas, que fueron ef�meras cuando, en los primeros d�as de
nuestra estancia, recibimos la visita de nuestros vecinos de la misi�n
Americana. Sorprendentemente
descubrimos la �maritza�, una bebida de alta graduaci�n alcoh�lica
de d�tiles destilados, enteramente prohibida en Sud�n, que, a pesar
del islam, era notoriamente consumida por algunos vecinos de Argin. De
ella nos abastec�a Darhar, nuestro criado y cocinero negro (fig. 2:B),
de quien jam�s averiguamos d�nde la adquir�a en Wadi Halfa, cuando
nos tra�a provisiones. Esta
p�cima, combinada con agua, sol�a servirnos
de agradable aperitivo, cuando extenuados y sudorosos, regres�bamos
de la excavaci�n, e, incluso, en alguna ocasi�n supli� al petr�leo
del Petromax para la iluminaci�n nocturna. Nuestra pobre infraestructura, comprada con la suntuosa de las misiones vecinas, era ciertamente deficiente. Nos deslumbr� la perfecta y completa dotaci�n de la misi�n de la UNESCO, dirigida por nuestro amigo W. Y Adams, de la Universidad de Arizona, en un lujoso yate, que se desplazaba constantemente por el Nilo desde su base en Wadi Halfa. Los de la Misi�n Espa�ola parec�amos mendigos, careciendo de lo m�s elemental de su laboratorio, de grupo electr�geno para iluminaci�n y para frigor�fico, pero sobre todo no dispon�amos de un coche todo-terreno para desplazarnos por el desierto a nuestra excavaci�n, a las misiones vecinas o al ferry de Wadi-Halfa. Estos desplazamientos de varios kil�metros los realiz�bamos a pie fatigosamente y, cuando coincid�amos, en la �Arabia� ( fig. 2:A), una especie de cami�n, enrejado como una jaula y barrocamente policromado, con unos cuernos de gacela del radiador, repleto de nubios, acompa�ados de cabras, ovejas y gallinas. CONTACTOS
CON ARQUE�LOGOS Los
contactos con los colegas de las misiones vecinas nos resultaron
altamente provechosos, con quienes aprendimos esa arqueolog�a tan
peculiar de Nubia, al principio pr�cticamente desconocida para
nosotros; pero tambi�n nuestros colegas aprendieron de nosotros, porque
muchos se encontraban en las mismas circunstancias. Visitamos
a la Misi�n Polaca, dirigida por el eminente K. Michalowski en Fares,
catedral copta de Pachoras, a unos 25 Kms. Al norte de Arg�n; a la Misi�n
Franco-Argentina, dirigida por A. Rosenwasser en Akasha, a unos 20 Kms.
de Arg�n, en cuyo equipo trabajaba el franc�s
A. Vila, gran prospector y estudioso de culturas nubias; a la
Misi�n de la Universidad de Gahna, dirigida por el ingles P.L. Shinnie
en Debeira, a unos 10 Kms. de Arg�n, donde excavaba necr�polis del
grupo X y cristianas; a la
Misi�n Americana donde se reun�an miembros de las universidades de
Colorado, Nuevo M�xico y Arizona, y donde localiz�bamos a W.Y Adams,
que excavaban a varios kil�metros al sur de Argin; y a la Misi�n
inglesa de la �Egypt Exploratio Society�, dirigida por el famoso W.
B. Emery, en la fortaleza del imperio medio egipcio de Buhen, a unos 12
Kms. al sur de Arg�n. Nuestra Misi�n, en cambio, tambi�n recib�a
visitas de todos estos colegas, con los que he continuado conservando
estrecha amistad. Las cenas en el Nile Hotel, vestidos los comensales correctamente, eran, no s�lo divertidas, sino que se conviv�a y se tramaba amistad con los grandes maestros de la egiptolog�a y de la arqueolog�a en general. All� conocimos a la Princesa Margarita de Dinamarca, la actual Reina, integrada en la Misi�n Escandinava, dirigida por el prestigioso T. S�ve-S�derberg. La sobremesa frecuentemente se convert�a en un improvisado congreso de arqueolog�a nubia, en el que los eximios maestros discut�an acaloradamente temas de gran inter�s para nosotros. En
febrero de 1962 hubo una reuni�n de las misiones en el Nile Hotel,
donde el prof. M. Almagro, participante, peror� acaloradamente,
mezclando frases y palabras en alem�n, espa�ol y franc�s, y exigiendo
para la Misi�n Espa�ola las islas de Kasrico y Abkanarti, en cuyo
entorno ten�an concesiones las misiones de Escandinavia y de Alemania
Oriental. El discurso de Prof. Almagro no lo entendi� nadie, pero le
concedieron las dos islas.
RESULTADOS
DE LA MISI�N ESPA�OLA EN NUBIA La
actividad desarrollada por la Misi�n Arqueol�gica Espa�ola en Nubia
desde 1960 a 1966 fue la gesta cient�ficamente m�s rentable asumida
por la arqueolog�a espa�ola. Los arque�logos de las primeras campa�as
se enfrentaron con una arqueolog�a nueva, que, al finalizar la tercera
campa�a en 1963, hab�a sido perfectamente asimilada. La
Misi�n y los equipos espa�oles tuvimos la feliz oportunidad de
contactar, trabajar, dialogar e investigar con los grandes maestros de
la arqueolog�a egipcia y nubia, de los que mucho aprendimos. En
las seis campa�as nosotros inauguramos las investigaciones de la
arqueolog�a espa�ola en el Nilo. La selecci�n de los miembros de los
equipos por el prof. Almagro, presionado, quiz�s, por motivos pol�ticos
o diplom�ticos, no fue, en ocasiones, la m�s adecuada. La
diligencia y el rigor cient�fico de
los primeros informes de nuestras excavaciones (M. Almagro y otros,
1962.1963, y 1964) y de las once memorias correspondientes, dignamente
publicadas en los a�os 1963-1970, han colocado a la arqueolog�a espa�ola
del Nilo en una posici�n de sumo prestigio. Lamentablemente, por el
fallecimiento de algunos miembros, como M. Almagro, R. Blanco y F.
Presedo, o por razones incomprensibles, permanecen todav�a in�ditas
las memorias de las
excavaciones de Arg�n SAC del grupo C medio/cl�sico ( M.
Pellicer,1962), ANX, del grupo cl�sico/tard�o (R. Blanco,1962), ED,
fara�nica (R. Blanco, M. Pellicer,1962), y los poblados cristianos de
Ad Donga (Argin) (M.A. Garc�a Guinea,1964) y de Nag Gamus (Masm�s,
Egipto) (E. Ballesteros, 1963). El
contrato, convenido con las autoridades de los Servicios de Antig�edades
de Egipto y Sud�n, otorgaba a Espa�a la mitad de los hallazgos,
pero, ante el excesivo c�mulo de materiales rescatados, se admiti�,
por mutuo acuerdo, la propiedad espa�ola de todas las piezas, excepto
una peque�a selecci�n de ejemplares muy peculiares, depositada
en los museos nacionales
de El Cairo y Jartum. El museo Arqueol�gico Nacional de Madrid recibi� una riqueza excepcional de fondos por su cantidad, calidad y variedad, form�ndose unas colecciones de millares de piezas de notable valor cient�fico y art�stico, capaces de presentar una secuencia cultural de Nubia desde el grupo C, del II milenio a. C., hasta el cristianismo copto, del S. XII/ XIII Se salvaron de la inundaci�n dieciocho templos egipcios y, gracias al prestigio adquirido y a las estrechas relaciones pol�ticas, Egipto don� a Espa�a el templo de Debod, el mejor conservado de los cuatro cedidos a naciones participantes en el programa de salvamento Este templo egipcio de �poca ptolem�ica (S. IV-I a. C.) fue dignamente instalado en Madrid No
cabe duda de que la labor desplegada durante siete a�os por las treinta
misiones arqueol�gicas internacionales participantes en el salvamento
de Nubia, compuestas por arque�logos conocedores de la esencia de la
arqueolog�a y de las �ltimas t�cnicas cient�ficas de investigaci�n,
contribuyeron poderosamente
a renovar el narcisismo de la arqueolog�a egipcia, estancada y
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