LOS TEMPLOS DE KARNAK (I): 

El gran Templo de Am�n.

 

Por Francisco Mart�n Valent�n.

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El  lugar donde se encuentran los Templos que constituyen, sin discusi�n, el conjunto m�s impresionante y grandioso del pasado fara�nico, lleva hoy el nombre de la aldea �rabe que ocupa su lugar: KARNAK. Su antigua denominaci�n era �El lugar m�s perfecto�, o en otros casos � El trono del doble pa�s�.  

Recorrer los d�dalos de esta ciudad santa, contemplar sus bosques de columnas, sus patios, sus estancias, sus obeliscos, sus pilonos, sus deambulatorios y sus corredores, equivale a entrar en contacto con un c�mulo de acontecimientos hist�ricos que golpean nuestra imaginaci�n y nos dejan perplejos. Pero con ser importante esta sensaci�n, no es nada en comparaci�n con la comprensi�n de lo que, sin duda, flota en el ambiente y pertenece m�s al mundo de las intuiciones que al de las propias realidades f�sicas: �All� se encuentra la gran maquinaria creada por la antigua sabidur�a, para hacer marchar el devenir c�smico del mundo.�  

El gran Templo de Karnak. � IEAE

En palabras de Ch. Desroches Noblecourt: �� este mundo de santuarios abandonados recorridos por todas partes (siguiendo la f�rmula de los antiguos egipcios. Para hacer referencia a sus lugares santos profanos durante las �pocas de desorden y turbulencia), este imperio sagrado donde los m�s famosos maestros del Mediterr�neo Oriental y mir�adas de sacerdotes trabajaron  y rezaron; este recinto, que tantas veces recibi� el trabajo de los egipcios encargados de edificar, desmontar y renovar las fundaciones anteriores, este vasto lugar santo, donde luchas din�sticas, conflictos sacerdotales, dominaciones, depredaciones y temblores de tierra, precedieron y provocaron su invasi�n por los escombros y la maleza; estas ruinas grandiosas en parte devastadas, pero no privadas de su alma� constituyen un mundo donde el menos preparado para recibir el mensaje de los templos abandonados desde hace tantos siglos, recibe la descarga de un testimonio imperecedero y percibe confusamente una presencia metaf�sica ante las siluetas divinas y reales, que parecen surgir de las paredes esculpidas, o delante de los colosos y las estatuas milenarias��.

Champolion, por su parte, en la s�ptima de sus �Lettres  d�Egypte  et de Nubie�  ( de 24 de Noviembre de 1828), formul� la impresi�n que produce dicho conjunto, y que ha quedado como cl�sica por insuperable: �� all� se me apareci� toda la magnificencia fara�nica, todo lo que los hombres han concebido como lo m�s grandioso�.; todo aquello que hab�a admirado con entusiasmo sobre la orilla izquierda ( del r�o), me pareci� miserable en comparaci�n con las concepciones gigantescas de las que estaba rodeado�;ning�n pueblo antiguo, ni moderno, ha concebido el arte de la arquitectura, a una escala tan grandiosa como lo hicieron los antiguos egipcios. Ellos pensaban como si fuesen hombres de cien pies de alto, y la imaginaci�n que, en Europa se maravilla a la vista de la altura de nuestros p�rticos, se detiene  y cae impotente al pie de las ciento cuarenta columnas de la Sala hip�stila de Karnak��

El conjunto de los templos  de Karnak, est� compuesto por tres grupos de edificios separados entre s� por recintos de ladrillo crudo. Contemplados en direcci�n Norte-Sur son el recinto de Mont� denominado igualmente  Karnak-Norte, el del gran templo de Am�n, y por �ltimo el recinto de Mut. Ambos complejos est�n estrechamente relacionados entre s�, de modo que el recinto de Am�n se comunica con el de Mut por medio de una avenida de esfinges, y el de Mont� por medio de su inmediatez f�sica, pues su recinto pr�cticamente llega a tocar el del templo de Am�n.

Es intenci�n del autor de este art�culo, examinar y describir todo el conjunto de los templos de Karnak, si bien, dada la enorme complejidad del mismo, en esta ocasi�n se tratar� del Gran Templo de Am�n, y los existentes en los recintos de Mut y de Mont�.

 

EL GRAN TEMPLO DE AMON

Su recinto forma un inmenso cuadril�tero con un per�metro de 2.397 metros. Sus esquinas se encuentran aproximadamente orientadas hacia los cuatro puntos cardinales. Del total de su superficie el templo propiamente dicho ocupa solamente una doceava parte de la misma. Dicho recinto se comunicaba al exterior por medio de puertas monumentales de piedra intercaladas en la prolongaci�n de los dos ejes, del templo: al Oeste y al Sur, dichas puertas eran pilonos (del I al X), en tanto que al Norte y al Oeste, eran portales de gres de tipo com�n.

A las cuatro entradas rese�adas, habr�a que a�adir la del templo de Jonsu y la del templo de Opet, una al Sureste, que comunicaba, sin duda, con las construcciones existentes detr�s del Lago Sagrado (almacenes de ofrendas, etc.) y la otra al Noroeste.

En las zonas Norte y Este del recinto, hay algunos edificios de poca importancia como algunas capillas de culto a Osiris, el peque�o templo de Ptah, el lugar donde fue encontrado el peque�o tesoro del fara�n et�ope Chabaka y alguna otra capilla osiriana junto con los templos de Ramses II, el denominado contratemplo de Thutmosis III, y la columnata del Este. La parte Sur, alberga diversos templos, almacenes al borde del Lago Sagrado , y cuatro de los pilonos por los que se sale a la v�a procesional que conduce al templo de Mut desde el lago y a trav�s de la avenida de las esfinges. Por fin, en el rinc�n Noroeste del recinto est�n los templos del dios Jonsu que comunica con el de la dios Opet.

Es com�nmente sabido que los templos egipcios se constru�an desde el �santo de los santos� alrededor o hacia delante, de modo que al cabo de los siglos y de ejecutar y construir, lo que realmente se hac�a, era a�adir y ampliar la entrada o acceso hasta dicho lugar santo. Por ello, aunque el visitante actual contempla en primer lugar los restos m�s pr�ximos a nosotros en el tiempo, se ha considerado m�s adecuado proceder al examen del sitio desde su epicentro, desde sus or�genes hist�ricos, como si nos situ�semos en el coraz�n del capullo del gran loto para asistir a su eclosi�n y apertura final.

 

EL LUGAR EN EL IMPERIO ANTIGUO

Hay motivos para pensar que Karnak exist�a ya en la III Dinast�a. Probablemente se alz� alguna peque�a construcci�n en las inmediaciones del Lago Sagrado, G.Legrain identific� algunos vestigios de esta �poca a principios de este siglo. Por otra parte, entre los reyes citados en la pared de la Sala de los Ancestros, proveniente del Aj-Menu de Thutmosis III, est�n los nombres de los cuatros primeros faraones de la IV dinast�a. Dicho monumento confirmar�a la existencia de construcciones en dicho lugar, toda vez que la inclusi�n de nombres de reyes en dicha lista estaba reservada solamente  para aquellos que realizaron obras en el lugar en honor al culto del dios Am�n.

 

El IMPERIO MEDIO

De cualquier modo, el nombre de Am�n, que por otra parte es citado como un dios secundario en la pir�mide de Unas (Textos de las Pir�mides), no aparece en escena en Tebas hasta el a�o 2180 a. de C.  aproximadamente, durante el primer periodo intermedio.

En esta �poca se produjeron las primeras identificaciones con el dios Min. Una vez confundido el culto de ambos dioses, surge el principio del poderosos dios Am�n, apoyado en su momento por los faraones del Imperio Medio que, de origen tebano, tendr�n a su cargo la restauraci�n del poder y la monarqu�a fara�nicos del Antiguo Imperio. Durante esta �poca, el culto amoniano coincide en poder e importancia con el de Mont�, si bien Am�n sobrepasar� a este �ltimo; basta observar c�mo evolucionan los patron�micos de los faraones (de Mentuhotep a Amenemhat).

En el curso del Imperio Medio, se puede concluir que el culto de Am�n est� firmemente establecido. El villorrio que era Tebas se ha convertido ya en �la Ciudad�  ( Nywt, en antiguo egipcio). Amen-em-Hat I (XII dinast�a) instala la capital del imperio en Tebas y Am�n, convertido en un dios din�stico, se beneficia indudablemente de esta situaci�n; en este momento, seg�n todos los autores, se produce el segundo  gran paso en la evoluci�n de su naturaleza divina al ser asimilada al dios solar Re, y adquiriendo de este modo la potencia divina primordial. El templo que ten�a dedicado en Karnak el dios, es embellecido de modo incesante por los Amen-em-Hat y los Sesostris.  Buena prueba de ello es la capilla reposadero de fina calc�rea blanca, cuya decoraci�n y relieves constituyen una exquisita demostraci�n de refinamiento  del arte del Imperio Medio.

Dicha capilla fue demolida en tiempos de Amen-Hotep III (destruida en t�rminos que hoy no podr�amos comprender, pero que, indudablemente, constitu�a parte de los ritos de revitalizaci�n que proporcionaban vida contin�a al recinto sagrado del templo, en tanto que esquema c�smico del universo. Dichos restos troceados formaban parte de las fundaciones del III pilono). Pillet  y Chevrier reconstruyeron dicho edificio, recuperando la totalidad de los bloques de calc�rea que lo compon�an.  Se eleva sobre una alta plataforma a la que se sube por dos escaleras que, con ocho escalones cada una, est�n separadas en su mitad por un plano inclinado y limitadas por los lados con un peque�o muro de cima redondeada. Las fachadas est�n constituidas por dos pilares en �ngulo y otros dos que constituyen el montante de la puerta. Tres arquitrabes juntos, rodeados por un bocel horizontal, descansan sobre estos pilares, que separan tres aberturas  (en el centro de la puerta y a cada uno de sus lados hay una especie de ventana limitada por un parapeto).  Un disco alado decora el perfil de la gola del edificio, y en el interior un pedestal de alabastro, cuyo destino deb�a ser el de reposadero de la barca de Am�n durante las procesiones rituales. Naturalmente, profusos relieves representando al rey en diversos momentos referidos a la celebraci�n de una de sus fiestas Heb-Sed, cubren los pilares y superficies del edificio. El cambio de uso de quiosco permiti�, sin duda, su conservaci�n hasta finales de la XVIII dinast�a. Desde el punto de vista historiogr�fico, este monumento es sumamente interesante dado que contiene en sus muros una lista geogr�fica de los nomos del alto Egipto, que resulta ser la m�s antigua hallada hasta el momento en Egipto

Por  lo que respecta al templo de Am�n, propiamente dicho, han quedado pocos restos pertenecientes a este periodo. La XI dinast�a est� muy mal representada (apenas alg�n resto que otro, y un fragmento de inscripci�n). En cuanto a la dinast�a XII, se ha descubierto la existencia de tres umbrales del suelo de granito que constitu�an el recinto en el cual se encontraba, sin duda, el �Santo de los Santos�. En la �ltima de las estancias estar�a la naos colocada sobre una base de alabastro, adem�s de otros restos de elementos arquitect�nicos con los cartuchos de Sesostris III (ala Norte  del IV pilono).

 

El TEMPLO EN EL IMPERIO NUEVO

Con el establecimiento de la XVIII dinast�a y la creaci�n del Imperio nuevo, sobreviene el gran esplendor del conjunto de Karnak Ahmosis ha dejado pocos restos de sus construcciones (sin duda sus numerosas guerras le impidieron dedicarse a una mayor actividad arquitect�nica religiosa). Se ha encontrado, no obstante una estela que bajo el n�mero  34.001 forma parte de los fondos del Museo del Cairo, junto con alg�n fragmento de monumentos de id�ntica naturaleza.  

Estela de Kamose. Museo de Luxor. � IEAE

Con Amen-Hotep I se producen e inician los trabajos m�s importantes realizados hasta ese momento es de esta �poca el quiosco de la fiesta Sed de dicho fara�n. En los siguientes 400 a�os, desde Ahmosis hasta el comienzo de la XX dinast�a con Ramses III, el templo de Am�n no har� m�s que crecer para tomar el aspecto casi definitivo que hoy nos muestra. Los faraones posteriores, as� como los reyes-sacerdotes y sus sucesores se limitar�n a ejecutar variaciones, embellecimientos parciales y a�adidos de piezas accesorias a la edificaci�n ya conseguida realizando, igualmente, continuas restauraciones de lo hecho anteriormente.

Como se dec�a m�s arriba, es Amen-Hotep I el primer gran constructor de Karnak. Su nombre se ha encontrado en grandes bloques que formaron parte de un grandioso monumento, compuesto de diversas capillas. Dichos bloques fueron reutilizados por Thutmosis III en el Norte y en el Sur de los pasillos que rodean la Sala de los Anales. Thutmosis I realiza una considerable obra arquitect�nica al proseguir y ampliar los trabajos de reconstrucci�n del templo. Al final de su reinado, rodeaban la c�mara del Imperio Medio dos muros rectangulares, separados entre s� por un corredor deambulatorio (de este modo aislaba el recinto sagrado de toda profanaci�n). De estos corredores no queda actualmente m�s que alg�n importante vestigio muy mezclado con reconstrucciones posteriores. Uno de los recintos alcanzaba hasta el Oeste del V  pilono en tanto que el segundo terminaba en el IV pilono, estaban adornados con pilares a los que adosaban estatuas colosales del fara�n en forma de Osiris. De otra parte, se erigieron columnas de diecis�is caras delante del muro para sujetar una techumbre que reposaba �In antis�  sobre la cima de dicho muro. El rey erigi� dos obeliscos de granito (cuyos piramidones estaban guarnecidos de oro), en el atrio del templo y delante de su pilono. De ellos, s�lo uno se encuentra en su obelisco inclinado, cuya estabilidad preocupa seriamente a los t�cnicos del Instituto Franco-Egipcio de Karnak). El patio que separaba los dos nuevos pilonos fue transformado en una sala cubierta que los textos del templo llaman �Uadjit�. Dicha sala, cuyos fines no han podido ser totalmente desentra�ados, ten�a que ver con toda seguridad con los ritos precisos y necesarios para conseguir la salud y plenitud del fara�n, en �ntima vinculaci�n con la celebraci�n de las fiestas de jubileo.

Thutmosis II, hijo ileg�timo del anterior, dej� pocas huellas en el lugar. Una simple puerta monumental y el techo de una capilla de alabastro (cuyos restos se han sacado de los dep�sitos de fundaci�n del III pilono); el fragmento de un obelisco y una estatua de dicho fara�n formaban parte de los hallazgos del patio de la cachette.  

Sube despu�s al trono del doble pa�s Hatshepsut apoyada en la regencia del joven Thutmosis III. Algunos textos permiten suponer que el palacio de la reina estaba construido al Norte de una explanada que preced�a la entrada del IV pilono. La avenida de las Procesiones fue embellecida con diversas obras de la soberana. Construy� el pilono conocido con el n�mero VII (para reemplazar una puerta hecha de ladrillos crudos de tiempos de Amen-Hotep I). 

 

Reina Hatshepsut. Templo de Karnak� IEAE

Cuando la reina encarga a Sen-en-Mut, su arquitecto, erigir entre los pilonos IV y V ( de Thutmosis I) dos obeliscos en duro granito de Asu�n, tales obras �grandiosas por cierto- no son sino una p�lida sombra de la idea original de aqu�lla. La intenci�n primera fue construir dichos obeliscos en electrum (as� lo confiesa la inscripci�n del obelisco), pero tal empresa se mostr� irrealizable. As� pues, hubo de conformarse con ordenar la extracci�n, traslado y erecci�n de ambos monumentos desde las canteras de Asu�n. Dichos monolitos se recubrieron con planchas de oro, conforme se puede deducir por las muescas de anclaje de las aristas del que queda en pie. Los trabajos duraron siete meses, tiempo r�cord  para tal obra. Se conserva de pie el obelisco de  la parte norte, en tanto que de su gemelo tan s�lo queda el fragmento superior que se exhibe cerca del �ngulo Noroeste del lago Sagrado.

Delante del V pilono hab�a salas de ofrendas de �poca anterior a la de la reina; ella las reconstruy� aument�ndolas un piso; orden� igualmente, la construcci�n de una capilla-reposadero para la barca sagrada. Era de cuarcita roja sobre una base de granito negro con cornisa del mismo material (es la c�lebre  �capilla roja�). A la muerte de Hatshepsut, Thutmosis III toma las riendas del poder. Su reinado es uno de los m�s prestigiosos del antiguo Egipto, de modo que parece natural se produzcan durante tal �poca las m�s importantes obras de Karnak, que permanecer� para siempre marcado por las suntuosas construcciones y transformaciones  que all� ejecut�. Una caracter�stica esencial de las nuevas construcciones es la de estar determinadas por ciertas modificaciones de importancia en el ritual del divino Am�n. Para empezar, todas ellas tuvieron el com�n denominador de eliminar o, en todo caso, usurpar las construcciones anteriores pertenecientes a la reina Hatshepsut.  

Capilla Roja de Hatshepsut. Templo de Karnak� IEAE

A la entrada del templo, el rey erigi� otros dos obeliscos, cubri� la sal hip�stila (Uadjit) de Thutmosis I, y cubri� pr�cticamente los obeliscos de la reina con una techumbre de planchas de piedra, dejando tan s�lo la parte superior de los mismos a la vista.

Capilla solar de Thutmosis III. � IEAE

En la parte Este del II pilono, la distribuci�n fue remodelada y construy� el VI pilono, que contiene la c�lebre lista de las naciones dominadas por Egipto (en su cara Oeste; en la parte Norte figuran las ciudades de Asia y en la parte Sur las de �frica). Se crearon nuevas antec�maras, prolongando los muros de uni�n entre el V y VI pilonos.  En estas c�maras, totalmente oscuras, se retiraba el dios Am�n por la noche (imagen del mundo subterr�neo). Sus muros laterales estaban perforados por puertas que comunicaban con los antiguos patios. 

La segunda de estas antec�maras en la que se conoce por � Sala de los Anales�, en raz�n de los textos hist�ricos grabados sobre sus muros; en ellos se relatan las expediciones guerreras de Thutmosis III.  

El techo estaba sujeto por admirables pilares her�ldicos que, en alto relieve, exhib�an las flores emblem�ticas del Bajo y alto Egipto (el papiro y el loto). El techo sostenido por estos pilares cubr�a una capilla de granito rosa para la barca sagrada. Esta edificaci�n ocup� el lugar que anteriormente hab�a utilizado la capilla roja de Hatshepsut. En esta misma sala es donde el rey erigi� los dos c�lebres obeliscos construidos en electrum macizo, que ten�an siete metros de altura y un peso de treinta y siete toneladas cada uno de ellos (ese bot�n fue arrancado del lugar cuando los asirios saquearon el templo en el a�o 665 a. de C.)  

Este suntuoso conjunto comunica al Norte y al Sur con dos patios porticados, cuyas elegantes columnas fasciculadas estaban guarnecidas de planchas de oro. Podemos imaginar la impresi�n que producir�a la contemplaci�n de un marco tan grandioso revestido de metales preciosos y decorado con numerosas estatuas (hoy s�lo quedan las de Am�n y Amonet, erigidas por Tut-anj-Amon)

Indudablemente, Thutmosis III debi� realizar importantes obras de embellecimiento en el recinto del Santo de los Santos, pero no han sobrevivido a nosotros. Una de las obras m�s destacables de dicho rey fue la construcci�n de un nuevo Aj-Menu (llamada impropiamente sala de las fiestas), con motivo de uno de sus jubileos.

El Aj-menu de Thutmosis III. Templo de Karnak� IEAE

Aj-Menu de Thutmosis III. � IEAE

El conjunto de las estancias que componen el Aj-Menu representa una edificaci�n que, en su momento, fue confundida con un palacio real por G.Legrain. Su decoraci�n est� compuesta a base de exquisitos relieves que representan al rey en presencia de los dioses. 

Dichas estancias, aparte de cumplir sus fines propios en la celebraci�n de los jubileos reales, estaban destinadas a recibir y almacenar los tesoros del templo, muy numerosos y ricos en esta �poca, gracias a las campa�as guerreras del fara�n.  

Al Sur de esta sala una puerta, hoy totalmente destruida, permit�a la entrada en una gran galer�a hip�sitila de cuarenta y cuatro metros de ancho por diecisiete de largo.  

Su techo estaba sujeto por dos hileras de diez columnas en forma de postes de tienda de campa�a, y otra m�s formando peristilo con treinta y dos pilares rectangulares de menor altura que las columnas

 

Al Sureste se encuentran las salas del disco Sokar (varias capillas a la derecha y tres salas al fondo; sus techos estaban sujetos por cuatro columnas de diecis�is caras cada una). Contiguas a las anteriores est�n las salas solares entre las que se encuentra la denominada de � El Jard�n Bot�nico�. Dicho nombre se debe a la decoraci�n empleada en las hileras de piedra de las bases de las paredes; en ella se encuentran representadas plantas ex�ticas mezcladas con animales (todo ello fue tra�do de Siria por el rey con motivo de su expedici�n militar del a�o XXV). En el �ngulo Noroeste de la sala de las fiestas hay una especie de podium, dedicado al culto del sol naciente. A continuaci�n hay un conjunto de salas, decoradas con representaciones rituales, no perfectamente comprendidas a�n.

Entre estas �ltimas est� la llamada �Sala de los Ancestros�, cuyos relieves originales fueron llevados a Par�s por Prisse d�Avennes ( hoy se exponen en el museo de Louvre); en su lugar un molde de yeso ocupa las paredes de dicha Sala en el templo de Am�n. Thtumosis III presenta en estos relieves ofrendas delante de cincuenta y siete reyes, elegidos entre sus antecesores, que como se dijo anteriormente, hab�an confirmado u otorgado beneficios al templo.

En cuanto a la finalidad concreta de Aj-Menu significa �permanecer glorioso  o Luminoso�: seg�n P. Barguet este templo tendr�a como finalidad la regeneraci�n del rey y evocar�a el �ciclo eterno de renovaci�n�. El rey recuperar�a una nueva juventud por la celebraci�n de los ritos (igual que Amon renace cada ma�ana resplandeciente y lo har� durante millones de a�os). El car�cter solar de la parte norte de la edificaci�n est� subrayado por la presencia de una sala alta donde existen restos de un altar heliopolitano. Una rampa majestuosa permit�a acceder a las terrazas del edificio: por ella todos los d�as los sacerdotes sub�an la estatua sagrada hasta el techo del templo para exponer la imagen del dios a los rayos del sol naciente. Se sabe, igualmente que celebraban ceremonias con la barca procesional del dios, que se tra�a en hombros al interior de esta sala, siendo colocada a los pies de la rampa referida.

Para unos autores, �ste era el lugar donde la estatua de Am�n se recargaba de potencia c�smica por medio de los ritos de la  �Uni�n al Disco Solar�; para otros era el rey, nuevo Horus, el que renac�a a una nueva vida al unirse a su padre Re, por el rito de  �Tocar el Sol� (como Sokar, representaci�n del sol muerto, se convierte en Am�n-Re al salir del mundo subterr�neo). La erecci�n de una capilla abierta hacia el sol naciente, de la que se conserva la naos y un grupo esculpido que representa al fara�n sentado al lado de Am�n y la reconstrucci�n del Templo de Ptah, junto con la construcci�n de dos obeliscos, constituyeron la totalidad de sus modificaciones en el recinto de Am�n. Aparte de dichas obras, embelleci� sensiblemente por medio de grandes excavaciones y ampliaciones el Lago Sagrado.

Dichas ampliaciones lo dejaron en las dimensiones que hoy tiene, es decir ciento veinte metros de largo por otros setenta y siete de ancho. La importancia de dichas obras, incluida la construcci�n de desembarcaderos, denota el relevante papel ritual de dicho lugar. El lago est� alimentado por las aguas subterr�neas que surgen de las profundidades de la tierra. Vestigio retocado de lo que debi� ser un antiguo pantano, era algo m�s que una pura evocaci�n simb�lica. Estaba considerado como el continente de las aut�nticas aguas primordiales, de las que emergi� la primera tierra (el pet-Sut del templo). Dichas aguas eran un reducto de rejuvenecimiento, un elixir de resurrecci�n al igual que las primeras aguas de la inundaci�n cada a�o. En ellas se ejecutaban las abluciones y ba�os rituales de los sacerdotes en estado de purificaci�n. Las ocas sagradas de Am�n nadaban en su recinto, e igualmente se anclaban all� las barcas utilizadas en las fiestas de navegaciones rituales.

Al final del reinado de Thutmosis III, se produce la corregencia de su hijo Amen-Hotep II, quien se dedic� a concluir y rematar las obras comenzadas por su padre. Edific� un quiosco totalmente destruido despu�s por Aj-en-Aton, reconstruido m�s tarde por Seti I. Situado al Este del patio que une los pilonos IX y X, dicho edificio ten�a su acceso a partir del patio por medio de una rampa que desembocaba en un ancho p�rtico con catorce pilares en fachada que sujetaban el techo. El templo, en s� mismo, comprende una sala hip�stila, cuyo techo estaba sujeto por veinte pilares. Igualmente posee seis salas (dos al Norte y cuatro al Sur). Estaba dedicado, como es l�gico, al dios Am�n (as� lo demuestra una estela de falsa puerta dedicada al dios), pero igualmente se ha demostrado que el edificio era un quiosco de fiesta real, conforme se desprende de la decoraci�n de sus pilares.

Entre los �ltimos hallazgos atribuibles a Amen-Hotep II, se cuenta un destacable bajorrelieve de granito que, descubierto en el III pilono, representa al rey tirando con el arco (se puede contemplar expuesto en los jardines del Museo Egipcio de Luxor).

Thutmosis IV, hijo del anterior, continu�, en cierto modo, la obra de su padre y de todos sus antepasados; m�s concretamente, construy� frente a la naos en calc�rea de la capilla oriental el espl�ndido obelisco �nico de  treinta y tres metros de altura (proyecto iniciado por Thutmosis III, fue terminado por su nieto). Hoy podemos verlo en la plaza de San Juan de Letr�n en Roma, donde fue erigido en el a�o 1587, aunque fue llevado a la capital imperial en tiempos de Constantino II.  

De otra parte, transform� la entrada del templo a�adiendo a la puerta del IV pilono seis obeliscos y un porche dorado sujeto por columnas papiriformes. Rode� este porche, los obeliscos y los p�rticos con un amplio patio de la misma anchura que el pilono  (hoy se est� tratando de reconstruir dicho edificio para ser expuesto en el Museo  �al aire libre�, creado en el recinto de Karnak-Norte). Este bello edificio fue destruido por Amen-Hotep III para construir en su emplazamiento el III pilono.  

 Thutmosis IV. � IEAE

Con el reinado de Amen-Hotep III se inicia una etapa de construcci�n dentro del templo que, si bien fue importante, no se puede considerar a la altura del gran constructor que fue. Como se ha dicho, erigi� el II pilono del templo, m�s alto y ancho que los construidos hasta ese momento.

Amen-Hotep III. � IEAE

Sus magn�ficos relieves deb�an quedar empeque�ecidos entre los seis m�stiles de cedro de L�bano chapados de electrum, y la puerta de entrada revestida con planchas de oro (en su centro se pod�a contemplar la imagen de Am�n, con cabeza de carnero ejecutada a base de lapisl�zuli y piedras preciosas). El suelo estaba recubierto de planchas de plata, que con la oxidaci�n imitaba la tierra negra, esencia de la fecundidad de Egipto y de la renovaci�n del universo. Delante del X pilono se pueden admirar dos inmensos colosos de cuarcita rosa, de los que solamente quedan las bases y los pies, lo que nos basta para hacernos idea de lo exquisito y delicado de la calidad de dichas esculturas.  

En verdad, resta poco de lo edificado por Amen-Hotep III en el templo de Am�n, pero es de todos conocidos el colosal escarabajo que en un solo bloque de granito rosa hizo esculpir el rey. Situado en las inmediaciones del Lago Sagrado, su finalidad cultual permanece oscura, pero hoy es objeto de superstici�n entre la poblaci�n ind�gena que cree posee facultades para curar la esterilidad femenina si se dan siete vueltas a su alrededor y se realizan abluciones con las aguas del lago.  

Amen-Hotep IV (Aj-en-Aton) ejecut� diversos trabajos en el lugar, perfectamente definidos en los diversos acontecimientos de su reinado. Concluy� la decoraci�n de la pared Norte del vest�bulo del III pilono con una escena de masacre ritual de los enemigos tradicionales de Egipto.

Al estallar la revoluci�n atoniana, procede a la construcci�n del santuario de At�n. De este templo conocemos su emplazamiento, algo al Este del propio recinto de Am�n, y sabemos que estaba precedido de un enorme patio, cuyas paredes interiores estaban bordeadas por una hilera de colosales estatuas del rey, adosadas a pilares formando una especie de peristilo. Son las famosas �im�genes realistas�del rey, que tanto debieron escandalizar a la ortodoxia de Am�n. Destruido hasta sus cimientos al fin del cisma amarniense, sus elementos fueron reutilizados en los dep�sitos de fundaci�n del IX pilono (los restos encontrados son los c�lebres �talalat�, cuyo n�mero se calcula en unos 2.600 depositados en capas sucesivas).  

 Emplazamiento del Gemet pa-Item de Aj-en-Aton. � IEAE

La importancia de este hallazgo ha sido relevante. Se trata de relieves inusuales en un templo, muchos de ellos francamente bien conservados. En un estilo diferente, fresco y realista, describen diversas funciones cotidianas de obreros y empleados del templo, as� como las cl�sicas escenas del rey con su familia, adorando y recibiendo vida de At�n. (Es digna de menci�n la reconstrucci�n de la pared del Teny-Menu de dicho templo, que se exhibe en el museo de Luxor).  

Durante el reinado de Tut-anj-Amon se construyeron pocos edificios y se ejecutaron escasas obras, dado lo turbulento y corto del mismo. Lo poco ejecutado fue o destruido o usurpado por Horemheb, quien cambi� sus t�tulos por los del joven rey (se puede comprobar en los pedestales de las esfinges de la avenida procesional, entre el templo de Am�n y el de Mut). Lo que s� abunda en el templo son estatuas y estelas dedicadas por Tut-anj-Amon y  Ay a la tr�ada tebana (sin duda erigidas con el deseo de hacerse perdonar sus desviaciones de la ortodoxia).

Hor-em-Heb, frente al dios Atum.� IEAE

Horemheb tiene atribuidos tres de los pilonos existentes en el recinto, el segundo noveno y d�cimo. Cuando �ste falleci�, su sucesor, Ramses I, utiliz� parte de los muros que rodeaban el patio al que daba entrada este �ltimo pilono, y se atribuy� la construcci�n de ambos. La superficie disponible en los muros de dicho patio fue utilizada y decorada por Seti I.  

El espacio existente entre el II y III pilonos ser�a destinado posteriormente a la construcci�n de la Gran Sala Hip�stila.  En tal lugar debi� existir una hilera de catorce columnas construida por Amen-Hotep III, que estaban bordeadas por dos muros. Dicha construcci�n qued� absorbida por la posterior edificaci�n de la referida sala hip�stila. De cualquier modo, el dise�o d este patio fue totalmente transitorio. Al iniciarse la XIX dinast�a, Seti I y Rams�s el Grande ejecutar�n una de las m�s grandiosas concepciones arquitect�nicas del mundo. Esta magn�fica Sala de ciento dos metros de ancho por cincuenta y tres de largo, en la que se erigen ciento treinta y cuatro columnas colosales, estaba dedicada a ser reposadero de la barca sagrada de Am�n, la cual se deten�a en dicho lugar durante las fiestas solemnes cuando abandonaba el recinto del templo.

Esto suced�a fundamentalmente en dos ocasiones. Una, durante la celebraci�n de la denominada �Bella Fiesta del valle�, en la que el dios abandonaba su residencia con gran boato para visitar la ribera occidental con objeto de bendecir a los difuntos y dioses de la necr�polis tebana. La segunda, era con motivo de la llamada �fiesta de Opet�, cuando se dirig�a al templo de Opet del Sur (Luxor).

Dicha fiesta celebrada durante los meses de la inundaci�n, cuando mayor altura ten�an las aguas del Nilo, era personalmente dirigida y oficiada por el fara�n auxiliado por el clero. La barca de Am�n sal�a, como se ha dicho, del templo de Karnak y remontaba las aguas del r�o hasta el de Luxor. La procesi�n part�a del templo de Opet en el recinto de Am�n, en medio del regocijo del pueblo sumado en masa a la misma. La celebraci�n se iniciaba con las ofendas del fara�n ante las barcas de Am�n, Mut y Jons�. Ofrec�a, purificados  con agua e incienso, ramos de flores, frutos, carnes, aves de corral, vino leche y perfumes.  Concluido el rito de las ofrendas, los sacerdotes cog�an en andas sobre sus hombros las barcas divinas, saliendo en procesi�n hasta el embarcadero (las aguas del r�o llegan en este momento hasta la entrada del templo). All� las barcas sagradas eran depositadas en grandes barcazas de un lujo y riqueza insultados (s�lo para la construcci�n de la de Am�n P. Montet ha calculado que se utilizaron cuatro toneladas y media de oro). Remolcadas a la sirga r�o arriba llegaban a Opet del Sur, y all� resid�a la divina familia durante un per�odo de diez d�as, durante los que la alegr�a y la fiesta imperaba por doquier. El contenido de las ceremonias que se practicaban en el Santo de los Santos del templo de Luxor nos es desconocido. La fiesta conclu�a con el regreso de la Tr�ada al recinto de Karnak con el mismo ceremonial y esplendor de d�as atr�s.

De todo el conjunto de la Sala Hip�stila, las doce columnas del corredor central son las m�s grandiosas y dignas de admiraci�n. Sus capiteles papiriformes de estilo abierto soportan enormes arquitrabes que elevan el techo en esta parte central a veintitr�s metros de altura. A�adamos que el per�metro de cada columna en su parte superior es de quince metros. El resto de las ciento veintid�s columnas papiriformes de capitel cerrado, situadas por mitades a ambos lados del corredor principal, soportan techos un tercio m�s bajos que el del central; entre ambos techos exist�a ( y a�n quedan restos) una especie de ventanales de piedra calada que permit�an la entrada de los rayos solares de un lado a otro del recinto.  

Sus muros y los fustes de las columnas, constituyen las p�ginas eternas del libro de piedra en cuyos registros se recogen las campa�as guerreras de Seti I, de Ramses II, las ceremonias religiosas de culto a diversas divinidades por dichos faraones y, en fin, la mayor�a de los nombres de los ram�sidas.  

Podemos contemplar la procesi�n de las barcas, la purificaci�n del rey, la entrega de los cetros por Am�n, etc.  En la cara Norte del muro Norte las campa�as  victoriosas de Seti I, figurando las de Ramses II en la parte Sur de su muro Sur. Este conjunto debe ser imaginado, para hacerse una aproximada idea de su magnificencia, revestido de su rica policrom�a que a�n se conserva en ciertos lugares de la Sala, sobre todo en los capiteles  y en algunos arquitrabes.  

 

EL TEMPLO A PARTIR DE LA XX DINAST�A

Los faraones siguientes s�lo realizaban en Karnak trabajos de �ndole menor (excepci�n hecha de Taharqa rey et�ope de la dinast�a XXV, que elev� delante de las cuatro puertas del conjunto de Karnak monumentales columnas de propileo de las que constituye una muestra la columna que se alza en el gran patio del templo de Am�n).

Rams�s III construy� en Karnak un peque�o santuario (cerca del �ngulo Noroeste del III pilono y dos templos m�s, uno en el recinto de Mut y otro delante del II pilono (al Sur del gran patio). Este templo, bastante bien conservado, se encuentra situado parte en el interior y parte en el exterior del gran patio de Karnak. Los arquitectos de los reyes bub�stidas interrumpieron el muro en este lugar cuando construyeron el muro Sur del gran patio. En dicho templo, diecis�is estatuas situadas en el patio representan al rey con vestiduras propias del ritual de la fiesta Sed, mientras que otras cuatro estatuas an�logas preceden el vest�bulo-p�rtico. El p�rtico Sur da acceso a una estancia divida en dos naves por una hilera de cuatro columnas papiriformes con capiteles cerrados. Por dicho lugar se accede a una sala hip�stila cuyo techo est� soportado por otras ocho columnas. Por fin el santuario (que propiamente estaba destinado a recibir la barca de Am�n), tiene a derechas e izquierda dos salas para las barcas de Mut y Khonsu. Saliendo del templo y en el �ngulo Noroeste del gran patio ( casi pegado  a la mitad Norte del I Pilono), se encuentra el templo de Seti II, compuesto de tres capillas, cuyas puertas est�n encuadradas en cuarcita rosa; este templo ten�a tambi�n como finalidad ser el reposadero de las barcas de la tr�ada tebana.

Las obras de los �ltimos ram�sidas son poco dignas de menci�n por su importancia e inter�s; peque�as restauraciones, modificaciones secundarias y, lo que constituye la prueba de su decadencia., la ejecuci�n de textos y representaciones dedicadas a la gloria del sumo sacerdote Amen-Hotep del final de la XIX dinast�a, lo que prueba la decadencia de los reyes que a la muerte de Ramses XI traer�a la subida al trono en Tebas del Gran Sacerdote Heri-Hor.

Como se dec�a m�s arriba, el gran patio que recoge los �ltimos templos descritos alberga, entre otros restos, los de un quiosco gigantesco formado en otro tiempo por dos hileras de cinco columnas con capiteles papiriformes abiertos a una altura de veinti�n metros, debiendo sostener un techo de madera o, seg�n otras versiones, un gran velo. Construido por Traga; tiene tambi�n los cartuchos de Ps�metico II y de Ptolomeo Filop�tor.

Las estatuas de carneros alineadas  contra la fachada Sur del gran patio muestran los restos de las reformas llevadas a cabo por los reyes bub�stidas, quienes las retiraron de su primitivo asentamiento a la entrada del II pilono, donde exist�a una avenida de esfinges.

Un rey desconocido construy� el I pilono, que hoy resulta ser la fachada principal del templo de Am�n en su parte Oeste. En 1978 nada pod�a permitir imaginar que debajo de los escombros existentes contra la fachada exterior de este pilono, habr�a una serie de restos de sumo inter�s, entre los que pueden contarse una d�rsena rodeada de muelles, donde ven�an a desembarcar las naves divinas, as� como una tribuna c�bica por encima del nivel de las aguas, adem�s de la avenida de esfinges que encuadraba el pavimento enlosado de una v�a procesional.

Despu�s de tantos siglos de esplendor, el saqueo de Tebas por Asarhad�n en el a�o 672 a.de C., seguido del de Asurbanipal en el 665 a. de C., arruinaron el dominio de Am�n. Esta labor vand�lica se vio completada por el desgraciado terremoto del a�o 27 antes de nuestra era, que complet� la triste labor destructiva del hombre con el hundimiento de techos y ca�da de columnas. Los emperadores romanos pusieron en marcha restauraciones incompletas y de cualquier manera torpes. En realidad se remitieron m�s a considerar a Karnak como un almac�n donde surtirse de objetos de arte y obeliscos, que fueron trasladados a Roma y Bizancio que a cuidar de reponer y mantener vivo el templo.

El a�o 383 marca de modo definitivo la aceleraci�n de las destrucciones iniciadas mil a�os antes al ser suprimidos los cultos paganos por el emperador Teodosio, declarando �nica religi�n oficial al cristianismo. Las consecuencias posteriores fueron las naturales de la �poca turbulenta que vivi� Egipto. Los templos desacralizados, sin significado religioso ya, brindaban a los pobladores de la zona, tras sus s�lidas edificaciones de piedra, la seguridad que no pod�an obtener en sus poblados al aire libre; por ello, se establecen dentro de los templos y convierten las salas de aqu�llos en iglesias y sacrist�as. Se muestran visibles los frutos de la sa�a iconoclasta de los cristianos de la �poca, quienes martillearon concienzudamente cuantos relieves estaban a su alcance, pensando que las im�genes de los dioses serv�an de habit�culo a los demonios.

El tiempo, los vientos y las tempestades de arena fueron m�s caritativos con el dominio de Am�n que los propios hombres. Borraron del recuerdo el nombre mismo de Am�n y el emplazamiento de su morada, las arenas cubrieron con su manto protector las ruinas, facilitando de este modo el sue�o y la protecci�n de sus restos como guardianes intemporales.

Hoy, ciento cincuenta a�os arduos de trabajo, pr�cticamente ininterrumpidos, apenas han conseguido borrar del recinto sagrado su aspecto decadente y ruinoso. Pero �se puede esperar otra cosa cuando se pretende restaurar la obra ejecutada por verdaderos ej�rcitos humanos durante cerca de 2.700 a�os.

En 1967 se cre� el Centro Franco Egipcio de estudio de los templos de Karnak, junto con una Misi�n permanente en dicho lugar, encargada de trabajar a perpetuidad en este inmenso yacimiento. Su labor es indudablemente excepcional, tanto por su calidad, cuanto por su envergadura, pero �por qu� no hacer a Karnak objeto de la misma colaboraci�n que se produjo para el salvamento de los templos de Nubia? Se echa en falta la participaci�n internacional, porque hoy ya no son admisibles las parcelas privadas en el patrimonio cultural de la humanidad. Y en tal supuesto �por qu� Espa�a no habr�a de estar representada en tal obra? T�cnicos y estudiosos no nos faltan y ya es hora que nos alejemos de los tiempos de nuestro ostracismo en el mundo de la egiptolog�a que necesita de todos.

 

 

BIBLIOGRAFIA:

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VANDIER, J. : " Manuel d�Archeologie Egyptienne " Tomo II. Par�s 1955

MONTET, P. : "La vie Quotidiense en Egypte. (XIII-XII Siecles a.J.C.)". Paris 1974

LAUFRAY, J.: � Karnak d�Egypte. Domaine du divin�.  Ed. C.N:R.S. Paris 1979