LOS TEMPLOS DE KARNAK (I): El gran Templo de Am�n. |
Por Francisco Mart�n Valent�n. |
correo: [email protected] |
El
lugar donde se encuentran los Templos que constituyen, sin discusi�n,
el conjunto m�s impresionante y grandioso del pasado fara�nico, lleva
hoy el nombre de la aldea �rabe que ocupa su lugar: KARNAK. Su antigua
denominaci�n era �El lugar m�s perfecto�, o en otros casos � El
trono del doble pa�s�. Recorrer
los d�dalos de esta ciudad santa, contemplar sus bosques de columnas, sus
patios, sus estancias, sus obeliscos, sus pilonos, sus deambulatorios y
sus corredores, equivale a entrar en contacto con un c�mulo de
acontecimientos hist�ricos que golpean nuestra imaginaci�n y nos dejan
perplejos. Pero con ser importante esta sensaci�n, no es nada en
comparaci�n con la comprensi�n de lo que, sin duda, flota en el ambiente
y pertenece m�s al mundo de las intuiciones que al de las propias
realidades f�sicas: �All� se encuentra la gran maquinaria creada por
la antigua sabidur�a, para hacer marchar el devenir c�smico del
mundo.�
En
palabras de Ch. Desroches Noblecourt: �� este mundo de santuarios
abandonados recorridos por todas partes (siguiendo la f�rmula de los
antiguos egipcios. Para hacer referencia a sus lugares santos profanos
durante las �pocas de desorden y turbulencia), este imperio sagrado donde
los m�s famosos maestros del Mediterr�neo Oriental y mir�adas de
sacerdotes trabajaron y
rezaron; este recinto, que tantas veces recibi� el trabajo de los
egipcios encargados de edificar, desmontar y renovar las fundaciones
anteriores, este vasto lugar santo, donde luchas din�sticas, conflictos
sacerdotales, dominaciones, depredaciones y temblores de tierra,
precedieron y provocaron su invasi�n por los escombros y la maleza; estas
ruinas grandiosas en parte devastadas, pero no privadas de su alma�
constituyen un mundo donde el menos preparado para recibir el mensaje de
los templos abandonados desde hace tantos siglos, recibe la descarga de un
testimonio imperecedero y percibe confusamente una presencia metaf�sica
ante las siluetas divinas y reales, que parecen surgir de las paredes
esculpidas, o delante de los colosos y las estatuas milenarias��. Champolion,
por su parte, en la s�ptima de sus �Lettres d�Egypte et de
Nubie� ( de 24 de Noviembre
de 1828), formul� la impresi�n que produce dicho conjunto, y que ha
quedado como cl�sica por insuperable: �� all� se me apareci� toda
la magnificencia fara�nica, todo lo que los hombres han concebido como lo
m�s grandioso�.; todo aquello que hab�a admirado con entusiasmo sobre
la orilla izquierda ( del r�o), me pareci� miserable en comparaci�n con
las concepciones gigantescas de las que estaba rodeado�;ning�n pueblo
antiguo, ni moderno, ha concebido el arte de la arquitectura, a una escala
tan grandiosa como lo hicieron los antiguos egipcios. Ellos pensaban como
si fuesen hombres de cien pies de alto, y la imaginaci�n que, en Europa
se maravilla a la vista de la altura de nuestros p�rticos, se detiene
y cae impotente al pie de las ciento cuarenta columnas de la Sala
hip�stila de Karnak�� El conjunto de los templos de Karnak, est� compuesto por tres grupos de edificios separados entre s� por recintos de ladrillo crudo. Contemplados en direcci�n Norte-Sur son el recinto de Mont� denominado igualmente Karnak-Norte, el del gran templo de Am�n, y por �ltimo el recinto de Mut. Ambos complejos est�n estrechamente relacionados entre s�, de modo que el recinto de Am�n se comunica con el de Mut por medio de una avenida de esfinges, y el de Mont� por medio de su inmediatez f�sica, pues su recinto pr�cticamente llega a tocar el del templo de Am�n. Es
intenci�n del autor de este art�culo, examinar y describir todo el
conjunto de los templos de Karnak, si bien, dada la enorme complejidad del
mismo, en esta ocasi�n se tratar� del Gran Templo de Am�n, y los
existentes en los recintos de Mut y de Mont�. EL
GRAN TEMPLO DE AMON A las cuatro entradas rese�adas, habr�a que a�adir la del templo de Jonsu y la del templo de Opet, una al Sureste, que comunicaba, sin duda, con las construcciones existentes detr�s del Lago Sagrado (almacenes de ofrendas, etc.) y la otra al Noroeste. En
las zonas Norte y Este del recinto, hay algunos edificios de poca
importancia como algunas capillas de culto a Osiris, el peque�o templo de
Ptah, el lugar donde fue encontrado el peque�o tesoro del fara�n et�ope
Chabaka y alguna otra capilla osiriana junto con los templos de Ramses II,
el denominado contratemplo de Thutmosis III, y la columnata del Este. La
parte Sur, alberga diversos templos, almacenes al borde del Lago Sagrado ,
y cuatro de los pilonos por los que se sale a la v�a procesional que
conduce al templo de Mut desde el lago y a trav�s de la avenida de las
esfinges. Por fin, en el rinc�n Noroeste del recinto est�n los templos
del dios Jonsu que comunica con el de la dios Opet. Es
com�nmente sabido que los templos egipcios se constru�an desde el
�santo de los santos� alrededor o hacia delante, de modo que al cabo
de los siglos y de ejecutar y construir, lo que realmente se hac�a, era a�adir
y ampliar la entrada o acceso hasta dicho lugar santo. Por ello, aunque el
visitante actual contempla en primer lugar los restos m�s pr�ximos a
nosotros en el tiempo, se ha considerado m�s adecuado proceder al examen
del sitio desde su epicentro, desde sus or�genes hist�ricos, como si nos
situ�semos en el coraz�n del capullo del gran loto para asistir a su
eclosi�n y apertura final. EL
LUGAR EN EL IMPERIO ANTIGUO Hay
motivos para pensar que Karnak exist�a ya en la III Dinast�a.
Probablemente se alz� alguna peque�a construcci�n en las inmediaciones
del Lago Sagrado, G.Legrain
identific� algunos vestigios de esta �poca a principios de este siglo.
Por otra parte, entre los reyes citados en la pared de la Sala de los
Ancestros, proveniente del Aj-Menu de Thutmosis III, est�n los nombres de
los cuatros primeros faraones de la IV dinast�a. Dicho monumento
confirmar�a la existencia de construcciones en dicho lugar, toda vez que
la inclusi�n de nombres de reyes en dicha lista estaba reservada
solamente para aquellos que
realizaron obras en el lugar en honor al culto del dios Am�n. El
IMPERIO MEDIO En
esta �poca se produjeron las primeras identificaciones con el dios Min.
Una vez confundido el culto de ambos dioses, surge el principio del
poderosos dios Am�n, apoyado en su momento por los faraones del Imperio
Medio que, de origen tebano, tendr�n a su cargo la restauraci�n del
poder y la monarqu�a fara�nicos del Antiguo Imperio. Durante esta �poca,
el culto amoniano coincide en poder e importancia con el de Mont�, si
bien Am�n sobrepasar� a este �ltimo; basta observar c�mo evolucionan
los patron�micos de los faraones (de Mentuhotep a Amenemhat). En
el curso del Imperio Medio, se puede concluir que el culto de Am�n est�
firmemente establecido. El villorrio que era Tebas se ha convertido ya en
�la Ciudad� ( Nywt, en
antiguo egipcio). Amen-em-Hat I (XII dinast�a) instala la capital del
imperio en Tebas y Am�n, convertido en un dios din�stico, se beneficia
indudablemente de esta situaci�n; en este momento, seg�n todos los
autores, se produce el segundo gran
paso en la evoluci�n de su naturaleza divina al ser asimilada al dios
solar Re, y adquiriendo de este modo la potencia divina primordial. El
templo que ten�a dedicado en Karnak el dios, es embellecido de modo
incesante por los Amen-em-Hat y los
Sesostris. Buena prueba
de ello es la capilla reposadero de fina calc�rea blanca, cuya decoraci�n
y relieves constituyen una exquisita demostraci�n de refinamiento
del arte del Imperio Medio. Dicha capilla fue demolida en tiempos de Amen-Hotep III (destruida en t�rminos que hoy no podr�amos comprender, pero que, indudablemente, constitu�a parte de los ritos de revitalizaci�n que proporcionaban vida contin�a al recinto sagrado del templo, en tanto que esquema c�smico del universo. Dichos restos troceados formaban parte de las fundaciones del III pilono). Pillet y Chevrier reconstruyeron dicho edificio, recuperando la totalidad de los bloques de calc�rea que lo compon�an. Se eleva sobre una alta plataforma a la que se sube por dos escaleras que, con ocho escalones cada una, est�n separadas en su mitad por un plano inclinado y limitadas por los lados con un peque�o muro de cima redondeada. Las fachadas est�n constituidas por dos pilares en �ngulo y otros dos que constituyen el montante de la puerta. Tres arquitrabes juntos, rodeados por un bocel horizontal, descansan sobre estos pilares, que separan tres aberturas (en el centro de la puerta y a cada uno de sus lados hay una especie de ventana limitada por un parapeto). Un disco alado decora el perfil de la gola del edificio, y en el interior un pedestal de alabastro, cuyo destino deb�a ser el de reposadero de la barca de Am�n durante las procesiones rituales. Naturalmente, profusos relieves representando al rey en diversos momentos referidos a la celebraci�n de una de sus fiestas Heb-Sed, cubren los pilares y superficies del edificio. El cambio de uso de quiosco permiti�, sin duda, su conservaci�n hasta finales de la XVIII dinast�a. Desde el punto de vista historiogr�fico, este monumento es sumamente interesante dado que contiene en sus muros una lista geogr�fica de los nomos del alto Egipto, que resulta ser la m�s antigua hallada hasta el momento en Egipto Por
lo que respecta al templo de Am�n, propiamente dicho, han quedado
pocos restos pertenecientes a este periodo. La XI dinast�a est� muy mal
representada (apenas alg�n resto que otro, y un fragmento de inscripci�n).
En cuanto a la dinast�a XII, se ha descubierto la existencia de tres
umbrales del suelo de granito que constitu�an el recinto en el cual se
encontraba, sin duda, el �Santo de los Santos�. En la �ltima de las
estancias estar�a la naos colocada sobre una base de alabastro, adem�s
de otros restos de elementos arquitect�nicos con los cartuchos de Sesostris III (ala Norte del
IV pilono). El
TEMPLO EN EL IMPERIO NUEVO
Con
Amen-Hotep I se producen e
inician los trabajos m�s importantes realizados hasta ese momento es de
esta �poca el quiosco de la fiesta Sed de dicho fara�n. En los
siguientes 400 a�os, desde Ahmosis hasta el comienzo de la XX dinast�a
con Ramses III, el templo de Am�n no har� m�s que crecer para tomar el
aspecto casi definitivo que hoy nos muestra. Los faraones posteriores, as�
como los reyes-sacerdotes y sus sucesores se limitar�n a ejecutar
variaciones, embellecimientos parciales y a�adidos de piezas accesorias a
la edificaci�n ya conseguida realizando, igualmente, continuas
restauraciones de lo hecho anteriormente. Como
se dec�a m�s arriba, es Amen-Hotep I el primer gran constructor de
Karnak. Su nombre se ha encontrado en grandes bloques que formaron parte
de un grandioso monumento, compuesto de diversas capillas. Dichos bloques
fueron reutilizados por Thutmosis III en el Norte y en el Sur de los
pasillos que rodean la Sala de los Anales. Thutmosis I realiza una
considerable obra arquitect�nica al proseguir y ampliar los trabajos de
reconstrucci�n del templo. Al final de su reinado, rodeaban la c�mara
del Imperio Medio dos muros rectangulares, separados entre s� por un
corredor deambulatorio (de este modo aislaba el recinto sagrado de toda
profanaci�n). De estos corredores no queda actualmente m�s que alg�n
importante vestigio muy mezclado con reconstrucciones posteriores. Uno de
los recintos alcanzaba hasta el Oeste del V
pilono en tanto que el segundo terminaba en el IV pilono, estaban
adornados con pilares a los que adosaban estatuas colosales del fara�n en
forma de Osiris. De otra parte, se erigieron columnas de diecis�is caras
delante del muro para sujetar una techumbre que reposaba �In antis�
sobre la cima de dicho muro. El rey erigi� dos obeliscos de
granito (cuyos piramidones estaban guarnecidos de oro), en el atrio del
templo y delante de su pilono. De ellos, s�lo uno se encuentra en su
obelisco inclinado, cuya estabilidad preocupa seriamente a los t�cnicos
del Instituto Franco-Egipcio de Karnak). El patio que separaba los dos
nuevos pilonos fue transformado en una sala cubierta que los textos del
templo llaman �Uadjit�. Dicha sala, cuyos fines no han podido
ser totalmente desentra�ados, ten�a que ver con toda seguridad con los
ritos precisos y necesarios para conseguir la salud y plenitud del fara�n,
en �ntima vinculaci�n con la celebraci�n de las fiestas de jubileo. Thutmosis
II, hijo ileg�timo del anterior, dej� pocas huellas en el lugar. Una
simple puerta monumental y el techo de una capilla de alabastro (cuyos
restos se han sacado de los dep�sitos de fundaci�n del III pilono); el
fragmento de un obelisco y una estatua de dicho fara�n formaban parte de
los hallazgos del patio de la cachette.
Cuando la reina encarga a
Sen-en-Mut, su arquitecto, erigir entre los pilonos IV y V ( de Thutmosis
I) dos obeliscos en duro granito de Asu�n, tales obras �grandiosas por
cierto- no son sino una p�lida sombra de la idea original de aqu�lla. La
intenci�n primera fue construir dichos obeliscos en electrum (as� lo
confiesa la inscripci�n del obelisco), pero tal empresa se mostr�
irrealizable. As� pues, hubo de conformarse con ordenar la extracci�n,
traslado y erecci�n de ambos monumentos desde las canteras de Asu�n.
Dichos monolitos se recubrieron con planchas de oro, conforme se puede
deducir por las muescas de anclaje de las aristas del que queda en pie.
Los trabajos duraron siete meses, tiempo r�cord
para tal obra. Se conserva de pie el obelisco de
la parte norte, en tanto que de su gemelo tan s�lo queda el
fragmento superior que se exhibe cerca del �ngulo Noroeste del lago
Sagrado.
A
la entrada del templo, el rey erigi� otros dos obeliscos, cubri� la sal
hip�stila (Uadjit) de Thutmosis I, y cubri� pr�cticamente los obeliscos
de la reina con una techumbre de planchas de piedra, dejando tan s�lo la
parte superior de los mismos a la vista.
La segunda
de estas antec�maras en la que se conoce por � Sala de los Anales�,
en raz�n de los textos hist�ricos grabados sobre sus muros; en ellos se
relatan las expediciones guerreras de Thutmosis III. El
techo estaba sujeto por admirables pilares her�ldicos que, en alto
relieve, exhib�an las flores emblem�ticas del Bajo y alto Egipto (el
papiro y el loto). El techo sostenido por estos pilares cubr�a una
capilla de granito rosa para la barca sagrada. Esta edificaci�n ocup� el
lugar que anteriormente hab�a utilizado la capilla roja de Hatshepsut. En
esta misma sala es donde el rey erigi� los dos c�lebres obeliscos
construidos en electrum macizo, que ten�an siete metros de altura y un
peso de treinta y siete toneladas cada uno de ellos (ese bot�n fue
arrancado del lugar cuando los asirios saquearon el templo en el a�o 665
a. de C.)
Indudablemente,
Thutmosis III debi� realizar importantes obras de embellecimiento en el
recinto del Santo de los Santos, pero no han sobrevivido a nosotros. Una
de las obras m�s destacables de dicho rey fue la construcci�n de un
nuevo Aj-Menu (llamada impropiamente sala de las fiestas), con motivo de
uno de sus jubileos.
Al
Sureste se encuentran las salas del disco Sokar (varias capillas a la
derecha y tres salas al fondo; sus techos estaban sujetos por cuatro
columnas de diecis�is caras cada una). Contiguas a las anteriores est�n
las salas solares entre las que se encuentra la denominada de � El Jard�n
Bot�nico�. Dicho nombre se debe a la decoraci�n empleada en las
hileras de piedra de las bases de las paredes; en ella se encuentran
representadas plantas ex�ticas mezcladas con animales (todo ello fue tra�do
de Siria por el rey con motivo de su expedici�n militar del a�o XXV). En
el �ngulo Noroeste de la sala de las fiestas hay una especie de podium,
dedicado al culto del sol naciente. A continuaci�n hay un conjunto de
salas, decoradas con representaciones rituales, no perfectamente
comprendidas a�n. Entre
estas �ltimas est� la llamada �Sala de los Ancestros�, cuyos
relieves originales fueron llevados a Par�s por Prisse
d�Avennes ( hoy se exponen en el museo de Louvre); en su lugar un
molde de yeso ocupa las paredes de dicha Sala en el templo de Am�n.
Thtumosis III presenta en estos relieves ofrendas delante de cincuenta y
siete reyes, elegidos entre sus antecesores, que como se dijo
anteriormente, hab�an confirmado u otorgado beneficios al templo. En
cuanto a la finalidad concreta de Aj-Menu significa �permanecer glorioso
o Luminoso�: seg�n P. Barguet este templo tendr�a como finalidad la regeneraci�n del
rey y evocar�a el �ciclo eterno de renovaci�n�. El rey recuperar�a
una nueva juventud por la celebraci�n de los ritos (igual que Amon renace
cada ma�ana resplandeciente y lo har� durante millones de a�os). El car�cter
solar de la parte norte de la edificaci�n est� subrayado por la
presencia de una sala alta donde existen restos de un altar heliopolitano.
Una rampa majestuosa permit�a acceder a las terrazas del edificio: por
ella todos los d�as los sacerdotes sub�an la estatua sagrada hasta el
techo del templo para exponer la imagen del dios a los rayos del sol
naciente. Se sabe, igualmente que celebraban ceremonias con la barca
procesional del dios, que se tra�a en hombros al interior de esta sala,
siendo colocada a los pies de la rampa referida. Para
unos autores, �ste era el lugar donde la estatua de Am�n se recargaba de
potencia c�smica por medio de los ritos de la
�Uni�n al Disco Solar�; para otros era el rey, nuevo Horus, el
que renac�a a una nueva vida al unirse a su padre Re, por el rito de
�Tocar el Sol� (como Sokar, representaci�n del sol muerto, se
convierte en Am�n-Re al salir del mundo subterr�neo). La erecci�n de
una capilla abierta hacia el sol naciente, de la que se conserva la naos y
un grupo esculpido que representa al fara�n sentado al lado de Am�n y la
reconstrucci�n del Templo de Ptah, junto con la construcci�n de dos
obeliscos, constituyeron la totalidad de sus modificaciones en el recinto
de Am�n. Aparte de dichas obras, embelleci� sensiblemente por medio de
grandes excavaciones y ampliaciones el Lago Sagrado. Dichas
ampliaciones lo dejaron en las dimensiones que hoy tiene, es decir ciento
veinte metros de largo por otros setenta y siete de ancho. La importancia
de dichas obras, incluida la construcci�n de desembarcaderos, denota el
relevante papel ritual de dicho lugar. El lago est� alimentado por las
aguas subterr�neas que surgen de las profundidades de la tierra. Vestigio
retocado de lo que debi� ser un antiguo pantano, era algo m�s que una
pura evocaci�n simb�lica. Estaba considerado como el continente de las
aut�nticas aguas primordiales, de las que emergi� la primera tierra (el
pet-Sut del templo). Dichas aguas eran un reducto de rejuvenecimiento, un
elixir de resurrecci�n al igual que las primeras aguas de la inundaci�n
cada a�o. En ellas se ejecutaban las abluciones y ba�os rituales de los
sacerdotes en estado de purificaci�n. Las ocas sagradas de Am�n nadaban
en su recinto, e igualmente se anclaban all� las barcas utilizadas en las
fiestas de navegaciones rituales. Al
final del reinado de Thutmosis III, se produce la corregencia de su hijo Amen-Hotep
II, quien se dedic� a concluir y rematar las obras comenzadas por su
padre. Edific� un quiosco totalmente destruido despu�s por Aj-en-Aton,
reconstruido m�s tarde por Seti I. Situado al Este del patio que une los
pilonos IX y X, dicho edificio ten�a su acceso a partir del patio por
medio de una rampa que desembocaba en un ancho p�rtico con catorce
pilares en fachada que sujetaban el techo. El templo, en s� mismo,
comprende una sala hip�stila, cuyo techo estaba sujeto por veinte
pilares. Igualmente posee seis salas (dos al Norte y cuatro al Sur).
Estaba dedicado, como es l�gico, al dios Am�n (as� lo demuestra una
estela de falsa puerta dedicada al dios), pero igualmente se ha demostrado
que el edificio era un quiosco de fiesta real, conforme se desprende de la
decoraci�n de sus pilares. Entre
los �ltimos hallazgos atribuibles a Amen-Hotep II, se cuenta un
destacable bajorrelieve de granito que, descubierto en el III pilono,
representa al rey tirando con el arco (se puede contemplar expuesto en los
jardines del Museo Egipcio de Luxor).
Con el reinado de Amen-Hotep III se inicia una etapa de construcci�n dentro del templo que, si bien fue importante, no se puede considerar a la altura del gran constructor que fue. Como se ha dicho, erigi� el II pilono del templo, m�s alto y ancho que los construidos hasta ese momento.
En
verdad, resta poco de lo edificado por Amen-Hotep III en el templo de Am�n,
pero es de todos conocidos el colosal escarabajo que en un solo bloque de
granito rosa hizo esculpir el rey. Situado en las inmediaciones del Lago
Sagrado, su finalidad cultual permanece oscura, pero hoy es objeto de
superstici�n entre la poblaci�n ind�gena que cree posee facultades para
curar la esterilidad femenina si se dan siete vueltas a su alrededor y se
realizan abluciones con las aguas del lago. Amen-Hotep
IV (Aj-en-Aton)
ejecut� diversos trabajos en el lugar, perfectamente definidos en los
diversos acontecimientos de su reinado. Concluy� la decoraci�n de la
pared Norte del vest�bulo del III pilono con una escena de masacre ritual
de los enemigos tradicionales de Egipto.
La
importancia de este hallazgo ha sido relevante. Se trata de relieves
inusuales en un templo, muchos de ellos francamente bien conservados. En
un estilo diferente, fresco y realista, describen diversas funciones
cotidianas de obreros y empleados del templo, as� como las cl�sicas
escenas del rey con su familia, adorando y recibiendo vida de At�n. (Es
digna de menci�n la reconstrucci�n de la pared del Teny-Menu de dicho
templo, que se exhibe en el museo de Luxor). Durante
el reinado de Tut-anj-Amon se
construyeron pocos edificios y se ejecutaron escasas obras, dado lo
turbulento y corto del mismo. Lo poco ejecutado fue o destruido o usurpado
por Horemheb, quien cambi� sus t�tulos por los del joven rey (se puede
comprobar en los pedestales de las esfinges de la avenida procesional,
entre el templo de Am�n y el de Mut). Lo que s� abunda en el templo son
estatuas y estelas dedicadas por Tut-anj-Amon y
Ay a la tr�ada tebana (sin duda erigidas con el deseo de hacerse
perdonar sus desviaciones de la ortodoxia).
El
espacio existente entre el II y III pilonos ser�a destinado
posteriormente a la construcci�n de la Gran Sala Hip�stila.
En tal lugar debi� existir una hilera de catorce columnas
construida por Amen-Hotep III, que estaban bordeadas por dos muros. Dicha
construcci�n qued� absorbida por la posterior edificaci�n de la
referida sala hip�stila. De cualquier modo, el dise�o d este patio fue
totalmente transitorio. Al iniciarse la XIX dinast�a, Seti
I y Rams�s el Grande ejecutar�n una de las m�s grandiosas
concepciones arquitect�nicas del mundo. Esta magn�fica Sala de ciento
dos metros de ancho por cincuenta y tres de largo, en la que se erigen
ciento treinta y cuatro columnas colosales, estaba dedicada a ser
reposadero de la barca sagrada de Am�n, la cual se deten�a en dicho
lugar durante las fiestas solemnes cuando abandonaba el recinto del
templo. Esto
suced�a fundamentalmente en dos ocasiones. Una, durante la celebraci�n
de la denominada �Bella Fiesta del valle�, en la que el dios
abandonaba su residencia con gran boato para visitar la ribera occidental
con objeto de bendecir a los difuntos y dioses de la necr�polis tebana.
La segunda, era con motivo de la llamada �fiesta de Opet�, cuando se
dirig�a al templo de Opet del Sur (Luxor). Dicha
fiesta celebrada durante los meses de la inundaci�n, cuando mayor altura
ten�an las aguas del Nilo, era personalmente dirigida y oficiada por el
fara�n auxiliado por el clero. La barca de Am�n sal�a, como se ha
dicho, del templo de Karnak y remontaba las aguas del r�o hasta el de
Luxor. La procesi�n part�a del templo de Opet en el recinto de Am�n, en
medio del regocijo del pueblo sumado en masa a la misma. La celebraci�n
se iniciaba con las ofendas del fara�n ante las barcas de Am�n, Mut y Jons�.
Ofrec�a, purificados con
agua e incienso, ramos de flores, frutos, carnes, aves de corral, vino
leche y perfumes. Concluido
el rito de las ofrendas, los sacerdotes cog�an en andas sobre sus hombros
las barcas divinas, saliendo en procesi�n hasta el embarcadero (las aguas
del r�o llegan en este momento hasta la entrada del templo). All� las
barcas sagradas eran depositadas en grandes barcazas de un lujo y riqueza
insultados (s�lo para la construcci�n de la de Am�n P.
Montet ha calculado que se utilizaron cuatro toneladas y media de
oro). Remolcadas a la sirga r�o arriba llegaban a Opet del Sur, y all�
resid�a la divina familia durante un per�odo de diez d�as, durante los
que la alegr�a y la fiesta imperaba por doquier. El contenido de las
ceremonias que se practicaban en el Santo de los Santos del templo de
Luxor nos es desconocido. La fiesta conclu�a con el regreso de la Tr�ada
al recinto de Karnak con el mismo ceremonial y esplendor de d�as atr�s.
EL
TEMPLO A PARTIR DE LA XX DINAST�A Los
faraones siguientes s�lo realizaban en Karnak trabajos de �ndole menor
(excepci�n hecha de Taharqa rey et�ope de la dinast�a XXV, que elev�
delante de las cuatro puertas del conjunto de Karnak monumentales columnas
de propileo de las que constituye una muestra la columna que se alza en el
gran patio del templo de Am�n). Rams�s
III construy�
en Karnak un peque�o santuario (cerca del �ngulo Noroeste del III pilono
y dos templos m�s, uno en el recinto de Mut y otro delante del II pilono
(al Sur del gran patio). Este templo, bastante bien conservado, se
encuentra situado parte en el interior y parte en el exterior del gran
patio de Karnak. Los arquitectos de los reyes bub�stidas interrumpieron
el muro en este lugar cuando construyeron el muro Sur del gran patio. En
dicho templo, diecis�is estatuas situadas en el patio representan al rey
con vestiduras propias del ritual de la fiesta Sed, mientras que otras
cuatro estatuas an�logas preceden el vest�bulo-p�rtico. El p�rtico Sur
da acceso a una estancia divida en dos naves por una hilera de cuatro
columnas papiriformes con capiteles cerrados. Por dicho lugar se accede a
una sala hip�stila cuyo techo est� soportado por otras ocho columnas.
Por fin el santuario (que propiamente estaba destinado a recibir la barca
de Am�n), tiene a derechas e izquierda dos salas para las barcas de Mut y
Khonsu. Saliendo del templo y en el �ngulo Noroeste del gran patio ( casi
pegado a la mitad Norte del I
Pilono), se encuentra el templo de Seti
II, compuesto de tres capillas, cuyas puertas est�n encuadradas en
cuarcita rosa; este templo ten�a tambi�n como finalidad ser el
reposadero de las barcas de la tr�ada tebana. Las
obras de los �ltimos ram�sidas son poco dignas de menci�n por su
importancia e inter�s; peque�as restauraciones, modificaciones
secundarias y, lo que constituye la prueba de su decadencia., la ejecuci�n
de textos y representaciones dedicadas a la gloria del sumo sacerdote Amen-Hotep
del final de la XIX dinast�a, lo que prueba la decadencia de los reyes
que a la muerte de Ramses XI traer�a la subida al trono en Tebas del Gran
Sacerdote Heri-Hor. Como
se dec�a m�s arriba, el gran patio que recoge los �ltimos templos
descritos alberga, entre otros restos, los de un quiosco gigantesco
formado en otro tiempo por dos hileras de cinco columnas con capiteles
papiriformes abiertos a una altura de veinti�n metros, debiendo sostener
un techo de madera o, seg�n otras versiones, un gran velo. Construido por
Traga; tiene tambi�n los cartuchos de Ps�metico II y de Ptolomeo Filop�tor. Las
estatuas de carneros alineadas contra
la fachada Sur del gran patio muestran los restos de las reformas llevadas
a cabo por los reyes bub�stidas, quienes las retiraron de su primitivo
asentamiento a la entrada del II pilono, donde exist�a una avenida de
esfinges. Un
rey desconocido construy� el I pilono, que hoy resulta ser la fachada
principal del templo de Am�n en su parte Oeste. En 1978 nada pod�a
permitir imaginar que debajo de los escombros existentes contra la fachada
exterior de este pilono, habr�a una serie de restos de sumo inter�s,
entre los que pueden contarse una d�rsena rodeada de muelles, donde ven�an
a desembarcar las naves divinas, as� como una tribuna c�bica por encima
del nivel de las aguas, adem�s de la avenida de esfinges que encuadraba
el pavimento enlosado de una v�a procesional. Despu�s
de tantos siglos de esplendor, el saqueo de Tebas por Asarhad�n en el a�o
672 a.de C., seguido del de Asurbanipal en el 665 a. de C., arruinaron el
dominio de Am�n. Esta labor vand�lica se vio completada por el
desgraciado terremoto del a�o 27 antes de nuestra era, que complet� la
triste labor destructiva del hombre con el hundimiento de techos y ca�da
de columnas. Los emperadores romanos pusieron en marcha restauraciones
incompletas y de cualquier manera torpes. En realidad se remitieron m�s a
considerar a Karnak como un almac�n donde surtirse de objetos de arte y
obeliscos, que fueron trasladados a Roma y Bizancio que a cuidar de
reponer y mantener vivo el templo. El
a�o 383 marca de modo definitivo la aceleraci�n de las destrucciones
iniciadas mil a�os antes al ser suprimidos los cultos paganos por el
emperador Teodosio, declarando
�nica religi�n oficial al cristianismo. Las consecuencias posteriores
fueron las naturales de la �poca turbulenta que vivi� Egipto. Los
templos desacralizados, sin significado religioso ya, brindaban a los
pobladores de la zona, tras sus s�lidas edificaciones de piedra, la
seguridad que no pod�an obtener en sus poblados al aire libre; por ello,
se establecen dentro de los templos y convierten las salas de aqu�llos en
iglesias y sacrist�as. Se muestran visibles los frutos de la sa�a
iconoclasta de los cristianos de la �poca, quienes martillearon
concienzudamente cuantos relieves estaban a su alcance, pensando que las
im�genes de los dioses serv�an de habit�culo a los demonios. El
tiempo, los vientos y las tempestades de arena fueron m�s caritativos con
el dominio de Am�n que los propios hombres. Borraron del recuerdo el
nombre mismo de Am�n y el emplazamiento de su morada, las arenas
cubrieron con su manto protector las ruinas, facilitando de este modo el
sue�o y la protecci�n de sus restos como guardianes intemporales. Hoy, ciento cincuenta a�os arduos de trabajo, pr�cticamente ininterrumpidos, apenas han conseguido borrar del recinto sagrado su aspecto decadente y ruinoso. Pero �se puede esperar otra cosa cuando se pretende restaurar la obra ejecutada por verdaderos ej�rcitos humanos durante cerca de 2.700 a�os. En
1967 se cre� el Centro Franco Egipcio de estudio de los templos de
Karnak, junto con una Misi�n permanente en dicho lugar, encargada de
trabajar a perpetuidad en este inmenso yacimiento. Su labor es
indudablemente excepcional, tanto por su calidad, cuanto por su
envergadura, pero �por qu� no hacer a Karnak objeto de la misma
colaboraci�n que se produjo para el salvamento de los templos de Nubia?
Se echa en falta la participaci�n internacional, porque hoy ya no son
admisibles las parcelas privadas en el patrimonio cultural de la
humanidad. Y en tal supuesto �por qu� Espa�a no habr�a de estar
representada en tal obra? T�cnicos y estudiosos no nos faltan y ya es
hora que nos alejemos de los tiempos de nuestro ostracismo en el mundo de
la egiptolog�a que necesita de todos. BIBLIOGRAFIA: LEGRAIN,
G.: � La Temple et les Chapelles d�Osiris a Karnak", Recueil
des Travaux. El Cairo 1901 BARGUET,
P. : "Le Temple d�Amon-Re � Karnak. Essai d�ex�gese.
I.F.A.O. El Cairo 1962 VANDIER,
J. :
" Manuel d�Archeologie Egyptienne "
Tomo II. Par�s 1955 MONTET,
P. : "La vie Quotidiense en Egypte. (XIII-XII
Siecles a.J.C.)".
Paris 1974 LAUFRAY,
J.: � Karnak d�Egypte. Domaine
du divin�. Ed.
C.N:R.S. Paris 1979 |
|||||||||||||||||||||||||||
|