LOS TEMPLOS DE KARNAK (I): El gran Templo de Amón. |
Por Francisco Martín Valentín. |
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El
lugar donde se encuentran los Templos que constituyen, sin discusión,
el conjunto más impresionante y grandioso del pasado faraónico, lleva
hoy el nombre de la aldea árabe que ocupa su lugar: KARNAK. Su antigua
denominación era “El lugar más perfecto”, o en otros casos “ El
trono del doble país”. Recorrer
los dédalos de esta ciudad santa, contemplar sus bosques de columnas, sus
patios, sus estancias, sus obeliscos, sus pilonos, sus deambulatorios y
sus corredores, equivale a entrar en contacto con un cúmulo de
acontecimientos históricos que golpean nuestra imaginación y nos dejan
perplejos. Pero con ser importante esta sensación, no es nada en
comparación con la comprensión de lo que, sin duda, flota en el ambiente
y pertenece más al mundo de las intuiciones que al de las propias
realidades físicas: “Allí se encuentra la gran maquinaria creada por
la antigua sabiduría, para hacer marchar el devenir cósmico del
mundo.”
En
palabras de Ch. Desroches Noblecourt: “… este mundo de santuarios
abandonados recorridos por todas partes (siguiendo la fórmula de los
antiguos egipcios. Para hacer referencia a sus lugares santos profanos
durante las épocas de desorden y turbulencia), este imperio sagrado donde
los más famosos maestros del Mediterráneo Oriental y miríadas de
sacerdotes trabajaron y
rezaron; este recinto, que tantas veces recibió el trabajo de los
egipcios encargados de edificar, desmontar y renovar las fundaciones
anteriores, este vasto lugar santo, donde luchas dinásticas, conflictos
sacerdotales, dominaciones, depredaciones y temblores de tierra,
precedieron y provocaron su invasión por los escombros y la maleza; estas
ruinas grandiosas en parte devastadas, pero no privadas de su alma…
constituyen un mundo donde el menos preparado para recibir el mensaje de
los templos abandonados desde hace tantos siglos, recibe la descarga de un
testimonio imperecedero y percibe confusamente una presencia metafísica
ante las siluetas divinas y reales, que parecen surgir de las paredes
esculpidas, o delante de los colosos y las estatuas milenarias…”. Champolion,
por su parte, en la séptima de sus “Lettres d´Egypte et de
Nubie” ( de 24 de Noviembre
de 1828), formuló la impresión que produce dicho conjunto, y que ha
quedado como clásica por insuperable: “… allí se me apareció toda
la magnificencia faraónica, todo lo que los hombres han concebido como lo
más grandioso….; todo aquello que había admirado con entusiasmo sobre
la orilla izquierda ( del río), me pareció miserable en comparación con
las concepciones gigantescas de las que estaba rodeado…;ningún pueblo
antiguo, ni moderno, ha concebido el arte de la arquitectura, a una escala
tan grandiosa como lo hicieron los antiguos egipcios. Ellos pensaban como
si fuesen hombres de cien pies de alto, y la imaginación que, en Europa
se maravilla a la vista de la altura de nuestros pórticos, se detiene
y cae impotente al pie de las ciento cuarenta columnas de la Sala
hipóstila de Karnak…” El conjunto de los templos de Karnak, está compuesto por tres grupos de edificios separados entre sí por recintos de ladrillo crudo. Contemplados en dirección Norte-Sur son el recinto de Montú denominado igualmente Karnak-Norte, el del gran templo de Amón, y por último el recinto de Mut. Ambos complejos están estrechamente relacionados entre sí, de modo que el recinto de Amón se comunica con el de Mut por medio de una avenida de esfinges, y el de Montú por medio de su inmediatez física, pues su recinto prácticamente llega a tocar el del templo de Amón. Es
intención del autor de este artículo, examinar y describir todo el
conjunto de los templos de Karnak, si bien, dada la enorme complejidad del
mismo, en esta ocasión se tratará del Gran Templo de Amón, y los
existentes en los recintos de Mut y de Montú. EL
GRAN TEMPLO DE AMON A las cuatro entradas reseñadas, habría que añadir la del templo de Jonsu y la del templo de Opet, una al Sureste, que comunicaba, sin duda, con las construcciones existentes detrás del Lago Sagrado (almacenes de ofrendas, etc.) y la otra al Noroeste. En
las zonas Norte y Este del recinto, hay algunos edificios de poca
importancia como algunas capillas de culto a Osiris, el pequeño templo de
Ptah, el lugar donde fue encontrado el pequeño tesoro del faraón etíope
Chabaka y alguna otra capilla osiriana junto con los templos de Ramses II,
el denominado contratemplo de Thutmosis III, y la columnata del Este. La
parte Sur, alberga diversos templos, almacenes al borde del Lago Sagrado ,
y cuatro de los pilonos por los que se sale a la vía procesional que
conduce al templo de Mut desde el lago y a través de la avenida de las
esfinges. Por fin, en el rincón Noroeste del recinto están los templos
del dios Jonsu que comunica con el de la dios Opet. Es
comúnmente sabido que los templos egipcios se construían desde el
“santo de los santos” alrededor o hacia delante, de modo que al cabo
de los siglos y de ejecutar y construir, lo que realmente se hacía, era añadir
y ampliar la entrada o acceso hasta dicho lugar santo. Por ello, aunque el
visitante actual contempla en primer lugar los restos más próximos a
nosotros en el tiempo, se ha considerado más adecuado proceder al examen
del sitio desde su epicentro, desde sus orígenes históricos, como si nos
situásemos en el corazón del capullo del gran loto para asistir a su
eclosión y apertura final. EL
LUGAR EN EL IMPERIO ANTIGUO Hay
motivos para pensar que Karnak existía ya en la III Dinastía.
Probablemente se alzó alguna pequeña construcción en las inmediaciones
del Lago Sagrado, G.Legrain
identificó algunos vestigios de esta época a principios de este siglo.
Por otra parte, entre los reyes citados en la pared de la Sala de los
Ancestros, proveniente del Aj-Menu de Thutmosis III, están los nombres de
los cuatros primeros faraones de la IV dinastía. Dicho monumento
confirmaría la existencia de construcciones en dicho lugar, toda vez que
la inclusión de nombres de reyes en dicha lista estaba reservada
solamente para aquellos que
realizaron obras en el lugar en honor al culto del dios Amón. El
IMPERIO MEDIO En
esta época se produjeron las primeras identificaciones con el dios Min.
Una vez confundido el culto de ambos dioses, surge el principio del
poderosos dios Amón, apoyado en su momento por los faraones del Imperio
Medio que, de origen tebano, tendrán a su cargo la restauración del
poder y la monarquía faraónicos del Antiguo Imperio. Durante esta época,
el culto amoniano coincide en poder e importancia con el de Montú, si
bien Amón sobrepasará a este último; basta observar cómo evolucionan
los patronímicos de los faraones (de Mentuhotep a Amenemhat). En
el curso del Imperio Medio, se puede concluir que el culto de Amón está
firmemente establecido. El villorrio que era Tebas se ha convertido ya en
“la Ciudad” ( Nywt, en
antiguo egipcio). Amen-em-Hat I (XII dinastía) instala la capital del
imperio en Tebas y Amón, convertido en un dios dinástico, se beneficia
indudablemente de esta situación; en este momento, según todos los
autores, se produce el segundo gran
paso en la evolución de su naturaleza divina al ser asimilada al dios
solar Re, y adquiriendo de este modo la potencia divina primordial. El
templo que tenía dedicado en Karnak el dios, es embellecido de modo
incesante por los Amen-em-Hat y los
Sesostris. Buena prueba
de ello es la capilla reposadero de fina calcárea blanca, cuya decoración
y relieves constituyen una exquisita demostración de refinamiento
del arte del Imperio Medio. Dicha capilla fue demolida en tiempos de Amen-Hotep III (destruida en términos que hoy no podríamos comprender, pero que, indudablemente, constituía parte de los ritos de revitalización que proporcionaban vida continúa al recinto sagrado del templo, en tanto que esquema cósmico del universo. Dichos restos troceados formaban parte de las fundaciones del III pilono). Pillet y Chevrier reconstruyeron dicho edificio, recuperando la totalidad de los bloques de calcárea que lo componían. Se eleva sobre una alta plataforma a la que se sube por dos escaleras que, con ocho escalones cada una, están separadas en su mitad por un plano inclinado y limitadas por los lados con un pequeño muro de cima redondeada. Las fachadas están constituidas por dos pilares en ángulo y otros dos que constituyen el montante de la puerta. Tres arquitrabes juntos, rodeados por un bocel horizontal, descansan sobre estos pilares, que separan tres aberturas (en el centro de la puerta y a cada uno de sus lados hay una especie de ventana limitada por un parapeto). Un disco alado decora el perfil de la gola del edificio, y en el interior un pedestal de alabastro, cuyo destino debía ser el de reposadero de la barca de Amón durante las procesiones rituales. Naturalmente, profusos relieves representando al rey en diversos momentos referidos a la celebración de una de sus fiestas Heb-Sed, cubren los pilares y superficies del edificio. El cambio de uso de quiosco permitió, sin duda, su conservación hasta finales de la XVIII dinastía. Desde el punto de vista historiográfico, este monumento es sumamente interesante dado que contiene en sus muros una lista geográfica de los nomos del alto Egipto, que resulta ser la más antigua hallada hasta el momento en Egipto Por
lo que respecta al templo de Amón, propiamente dicho, han quedado
pocos restos pertenecientes a este periodo. La XI dinastía está muy mal
representada (apenas algún resto que otro, y un fragmento de inscripción).
En cuanto a la dinastía XII, se ha descubierto la existencia de tres
umbrales del suelo de granito que constituían el recinto en el cual se
encontraba, sin duda, el “Santo de los Santos”. En la última de las
estancias estaría la naos colocada sobre una base de alabastro, además
de otros restos de elementos arquitectónicos con los cartuchos de Sesostris III (ala Norte del
IV pilono). El
TEMPLO EN EL IMPERIO NUEVO
Con
Amen-Hotep I se producen e
inician los trabajos más importantes realizados hasta ese momento es de
esta época el quiosco de la fiesta Sed de dicho faraón. En los
siguientes 400 años, desde Ahmosis hasta el comienzo de la XX dinastía
con Ramses III, el templo de Amón no hará más que crecer para tomar el
aspecto casi definitivo que hoy nos muestra. Los faraones posteriores, así
como los reyes-sacerdotes y sus sucesores se limitarán a ejecutar
variaciones, embellecimientos parciales y añadidos de piezas accesorias a
la edificación ya conseguida realizando, igualmente, continuas
restauraciones de lo hecho anteriormente. Como
se decía más arriba, es Amen-Hotep I el primer gran constructor de
Karnak. Su nombre se ha encontrado en grandes bloques que formaron parte
de un grandioso monumento, compuesto de diversas capillas. Dichos bloques
fueron reutilizados por Thutmosis III en el Norte y en el Sur de los
pasillos que rodean la Sala de los Anales. Thutmosis I realiza una
considerable obra arquitectónica al proseguir y ampliar los trabajos de
reconstrucción del templo. Al final de su reinado, rodeaban la cámara
del Imperio Medio dos muros rectangulares, separados entre sí por un
corredor deambulatorio (de este modo aislaba el recinto sagrado de toda
profanación). De estos corredores no queda actualmente más que algún
importante vestigio muy mezclado con reconstrucciones posteriores. Uno de
los recintos alcanzaba hasta el Oeste del V
pilono en tanto que el segundo terminaba en el IV pilono, estaban
adornados con pilares a los que adosaban estatuas colosales del faraón en
forma de Osiris. De otra parte, se erigieron columnas de dieciséis caras
delante del muro para sujetar una techumbre que reposaba “In antis”
sobre la cima de dicho muro. El rey erigió dos obeliscos de
granito (cuyos piramidones estaban guarnecidos de oro), en el atrio del
templo y delante de su pilono. De ellos, sólo uno se encuentra en su
obelisco inclinado, cuya estabilidad preocupa seriamente a los técnicos
del Instituto Franco-Egipcio de Karnak). El patio que separaba los dos
nuevos pilonos fue transformado en una sala cubierta que los textos del
templo llaman “Uadjit”. Dicha sala, cuyos fines no han podido
ser totalmente desentrañados, tenía que ver con toda seguridad con los
ritos precisos y necesarios para conseguir la salud y plenitud del faraón,
en íntima vinculación con la celebración de las fiestas de jubileo. Thutmosis
II, hijo ilegítimo del anterior, dejó pocas huellas en el lugar. Una
simple puerta monumental y el techo de una capilla de alabastro (cuyos
restos se han sacado de los depósitos de fundación del III pilono); el
fragmento de un obelisco y una estatua de dicho faraón formaban parte de
los hallazgos del patio de la cachette.
Cuando la reina encarga a
Sen-en-Mut, su arquitecto, erigir entre los pilonos IV y V ( de Thutmosis
I) dos obeliscos en duro granito de Asuán, tales obras –grandiosas por
cierto- no son sino una pálida sombra de la idea original de aquélla. La
intención primera fue construir dichos obeliscos en electrum (así lo
confiesa la inscripción del obelisco), pero tal empresa se mostró
irrealizable. Así pues, hubo de conformarse con ordenar la extracción,
traslado y erección de ambos monumentos desde las canteras de Asuán.
Dichos monolitos se recubrieron con planchas de oro, conforme se puede
deducir por las muescas de anclaje de las aristas del que queda en pie.
Los trabajos duraron siete meses, tiempo récord
para tal obra. Se conserva de pie el obelisco de
la parte norte, en tanto que de su gemelo tan sólo queda el
fragmento superior que se exhibe cerca del ángulo Noroeste del lago
Sagrado.
A
la entrada del templo, el rey erigió otros dos obeliscos, cubrió la sal
hipóstila (Uadjit) de Thutmosis I, y cubrió prácticamente los obeliscos
de la reina con una techumbre de planchas de piedra, dejando tan sólo la
parte superior de los mismos a la vista.
La segunda
de estas antecámaras en la que se conoce por “ Sala de los Anales”,
en razón de los textos históricos grabados sobre sus muros; en ellos se
relatan las expediciones guerreras de Thutmosis III. El
techo estaba sujeto por admirables pilares heráldicos que, en alto
relieve, exhibían las flores emblemáticas del Bajo y alto Egipto (el
papiro y el loto). El techo sostenido por estos pilares cubría una
capilla de granito rosa para la barca sagrada. Esta edificación ocupó el
lugar que anteriormente había utilizado la capilla roja de Hatshepsut. En
esta misma sala es donde el rey erigió los dos célebres obeliscos
construidos en electrum macizo, que tenían siete metros de altura y un
peso de treinta y siete toneladas cada uno de ellos (ese botín fue
arrancado del lugar cuando los asirios saquearon el templo en el año 665
a. de C.)
Indudablemente,
Thutmosis III debió realizar importantes obras de embellecimiento en el
recinto del Santo de los Santos, pero no han sobrevivido a nosotros. Una
de las obras más destacables de dicho rey fue la construcción de un
nuevo Aj-Menu (llamada impropiamente sala de las fiestas), con motivo de
uno de sus jubileos.
Al
Sureste se encuentran las salas del disco Sokar (varias capillas a la
derecha y tres salas al fondo; sus techos estaban sujetos por cuatro
columnas de dieciséis caras cada una). Contiguas a las anteriores están
las salas solares entre las que se encuentra la denominada de “ El Jardín
Botánico”. Dicho nombre se debe a la decoración empleada en las
hileras de piedra de las bases de las paredes; en ella se encuentran
representadas plantas exóticas mezcladas con animales (todo ello fue traído
de Siria por el rey con motivo de su expedición militar del año XXV). En
el ángulo Noroeste de la sala de las fiestas hay una especie de podium,
dedicado al culto del sol naciente. A continuación hay un conjunto de
salas, decoradas con representaciones rituales, no perfectamente
comprendidas aún. Entre
estas últimas está la llamada “Sala de los Ancestros”, cuyos
relieves originales fueron llevados a París por Prisse
d´Avennes ( hoy se exponen en el museo de Louvre); en su lugar un
molde de yeso ocupa las paredes de dicha Sala en el templo de Amón.
Thtumosis III presenta en estos relieves ofrendas delante de cincuenta y
siete reyes, elegidos entre sus antecesores, que como se dijo
anteriormente, habían confirmado u otorgado beneficios al templo. En
cuanto a la finalidad concreta de Aj-Menu significa “permanecer glorioso
o Luminoso”: según P. Barguet este templo tendría como finalidad la regeneración del
rey y evocaría el “ciclo eterno de renovación”. El rey recuperaría
una nueva juventud por la celebración de los ritos (igual que Amon renace
cada mañana resplandeciente y lo hará durante millones de años). El carácter
solar de la parte norte de la edificación está subrayado por la
presencia de una sala alta donde existen restos de un altar heliopolitano.
Una rampa majestuosa permitía acceder a las terrazas del edificio: por
ella todos los días los sacerdotes subían la estatua sagrada hasta el
techo del templo para exponer la imagen del dios a los rayos del sol
naciente. Se sabe, igualmente que celebraban ceremonias con la barca
procesional del dios, que se traía en hombros al interior de esta sala,
siendo colocada a los pies de la rampa referida. Para
unos autores, éste era el lugar donde la estatua de Amón se recargaba de
potencia cósmica por medio de los ritos de la
“Unión al Disco Solar”; para otros era el rey, nuevo Horus, el
que renacía a una nueva vida al unirse a su padre Re, por el rito de
“Tocar el Sol” (como Sokar, representación del sol muerto, se
convierte en Amón-Re al salir del mundo subterráneo). La erección de
una capilla abierta hacia el sol naciente, de la que se conserva la naos y
un grupo esculpido que representa al faraón sentado al lado de Amón y la
reconstrucción del Templo de Ptah, junto con la construcción de dos
obeliscos, constituyeron la totalidad de sus modificaciones en el recinto
de Amón. Aparte de dichas obras, embelleció sensiblemente por medio de
grandes excavaciones y ampliaciones el Lago Sagrado. Dichas
ampliaciones lo dejaron en las dimensiones que hoy tiene, es decir ciento
veinte metros de largo por otros setenta y siete de ancho. La importancia
de dichas obras, incluida la construcción de desembarcaderos, denota el
relevante papel ritual de dicho lugar. El lago está alimentado por las
aguas subterráneas que surgen de las profundidades de la tierra. Vestigio
retocado de lo que debió ser un antiguo pantano, era algo más que una
pura evocación simbólica. Estaba considerado como el continente de las
auténticas aguas primordiales, de las que emergió la primera tierra (el
pet-Sut del templo). Dichas aguas eran un reducto de rejuvenecimiento, un
elixir de resurrección al igual que las primeras aguas de la inundación
cada año. En ellas se ejecutaban las abluciones y baños rituales de los
sacerdotes en estado de purificación. Las ocas sagradas de Amón nadaban
en su recinto, e igualmente se anclaban allí las barcas utilizadas en las
fiestas de navegaciones rituales. Al
final del reinado de Thutmosis III, se produce la corregencia de su hijo Amen-Hotep
II, quien se dedicó a concluir y rematar las obras comenzadas por su
padre. Edificó un quiosco totalmente destruido después por Aj-en-Aton,
reconstruido más tarde por Seti I. Situado al Este del patio que une los
pilonos IX y X, dicho edificio tenía su acceso a partir del patio por
medio de una rampa que desembocaba en un ancho pórtico con catorce
pilares en fachada que sujetaban el techo. El templo, en sí mismo,
comprende una sala hipóstila, cuyo techo estaba sujeto por veinte
pilares. Igualmente posee seis salas (dos al Norte y cuatro al Sur).
Estaba dedicado, como es lógico, al dios Amón (así lo demuestra una
estela de falsa puerta dedicada al dios), pero igualmente se ha demostrado
que el edificio era un quiosco de fiesta real, conforme se desprende de la
decoración de sus pilares. Entre
los últimos hallazgos atribuibles a Amen-Hotep II, se cuenta un
destacable bajorrelieve de granito que, descubierto en el III pilono,
representa al rey tirando con el arco (se puede contemplar expuesto en los
jardines del Museo Egipcio de Luxor).
Con el reinado de Amen-Hotep III se inicia una etapa de construcción dentro del templo que, si bien fue importante, no se puede considerar a la altura del gran constructor que fue. Como se ha dicho, erigió el II pilono del templo, más alto y ancho que los construidos hasta ese momento.
En
verdad, resta poco de lo edificado por Amen-Hotep III en el templo de Amón,
pero es de todos conocidos el colosal escarabajo que en un solo bloque de
granito rosa hizo esculpir el rey. Situado en las inmediaciones del Lago
Sagrado, su finalidad cultual permanece oscura, pero hoy es objeto de
superstición entre la población indígena que cree posee facultades para
curar la esterilidad femenina si se dan siete vueltas a su alrededor y se
realizan abluciones con las aguas del lago. Amen-Hotep
IV (Aj-en-Aton)
ejecutó diversos trabajos en el lugar, perfectamente definidos en los
diversos acontecimientos de su reinado. Concluyó la decoración de la
pared Norte del vestíbulo del III pilono con una escena de masacre ritual
de los enemigos tradicionales de Egipto.
La
importancia de este hallazgo ha sido relevante. Se trata de relieves
inusuales en un templo, muchos de ellos francamente bien conservados. En
un estilo diferente, fresco y realista, describen diversas funciones
cotidianas de obreros y empleados del templo, así como las clásicas
escenas del rey con su familia, adorando y recibiendo vida de Atón. (Es
digna de mención la reconstrucción de la pared del Teny-Menu de dicho
templo, que se exhibe en el museo de Luxor). Durante
el reinado de Tut-anj-Amon se
construyeron pocos edificios y se ejecutaron escasas obras, dado lo
turbulento y corto del mismo. Lo poco ejecutado fue o destruido o usurpado
por Horemheb, quien cambió sus títulos por los del joven rey (se puede
comprobar en los pedestales de las esfinges de la avenida procesional,
entre el templo de Amón y el de Mut). Lo que sí abunda en el templo son
estatuas y estelas dedicadas por Tut-anj-Amon y
Ay a la tríada tebana (sin duda erigidas con el deseo de hacerse
perdonar sus desviaciones de la ortodoxia).
El
espacio existente entre el II y III pilonos sería destinado
posteriormente a la construcción de la Gran Sala Hipóstila.
En tal lugar debió existir una hilera de catorce columnas
construida por Amen-Hotep III, que estaban bordeadas por dos muros. Dicha
construcción quedó absorbida por la posterior edificación de la
referida sala hipóstila. De cualquier modo, el diseño d este patio fue
totalmente transitorio. Al iniciarse la XIX dinastía, Seti
I y Ramsés el Grande ejecutarán una de las más grandiosas
concepciones arquitectónicas del mundo. Esta magnífica Sala de ciento
dos metros de ancho por cincuenta y tres de largo, en la que se erigen
ciento treinta y cuatro columnas colosales, estaba dedicada a ser
reposadero de la barca sagrada de Amón, la cual se detenía en dicho
lugar durante las fiestas solemnes cuando abandonaba el recinto del
templo. Esto
sucedía fundamentalmente en dos ocasiones. Una, durante la celebración
de la denominada “Bella Fiesta del valle”, en la que el dios
abandonaba su residencia con gran boato para visitar la ribera occidental
con objeto de bendecir a los difuntos y dioses de la necrópolis tebana.
La segunda, era con motivo de la llamada “fiesta de Opet”, cuando se
dirigía al templo de Opet del Sur (Luxor). Dicha
fiesta celebrada durante los meses de la inundación, cuando mayor altura
tenían las aguas del Nilo, era personalmente dirigida y oficiada por el
faraón auxiliado por el clero. La barca de Amón salía, como se ha
dicho, del templo de Karnak y remontaba las aguas del río hasta el de
Luxor. La procesión partía del templo de Opet en el recinto de Amón, en
medio del regocijo del pueblo sumado en masa a la misma. La celebración
se iniciaba con las ofendas del faraón ante las barcas de Amón, Mut y Jonsú.
Ofrecía, purificados con
agua e incienso, ramos de flores, frutos, carnes, aves de corral, vino
leche y perfumes. Concluido
el rito de las ofrendas, los sacerdotes cogían en andas sobre sus hombros
las barcas divinas, saliendo en procesión hasta el embarcadero (las aguas
del río llegan en este momento hasta la entrada del templo). Allí las
barcas sagradas eran depositadas en grandes barcazas de un lujo y riqueza
insultados (sólo para la construcción de la de Amón P.
Montet ha calculado que se utilizaron cuatro toneladas y media de
oro). Remolcadas a la sirga río arriba llegaban a Opet del Sur, y allí
residía la divina familia durante un período de diez días, durante los
que la alegría y la fiesta imperaba por doquier. El contenido de las
ceremonias que se practicaban en el Santo de los Santos del templo de
Luxor nos es desconocido. La fiesta concluía con el regreso de la Tríada
al recinto de Karnak con el mismo ceremonial y esplendor de días atrás.
EL
TEMPLO A PARTIR DE LA XX DINASTÍA Los
faraones siguientes sólo realizaban en Karnak trabajos de índole menor
(excepción hecha de Taharqa rey etíope de la dinastía XXV, que elevó
delante de las cuatro puertas del conjunto de Karnak monumentales columnas
de propileo de las que constituye una muestra la columna que se alza en el
gran patio del templo de Amón). Ramsés
III construyó
en Karnak un pequeño santuario (cerca del ángulo Noroeste del III pilono
y dos templos más, uno en el recinto de Mut y otro delante del II pilono
(al Sur del gran patio). Este templo, bastante bien conservado, se
encuentra situado parte en el interior y parte en el exterior del gran
patio de Karnak. Los arquitectos de los reyes bubástidas interrumpieron
el muro en este lugar cuando construyeron el muro Sur del gran patio. En
dicho templo, dieciséis estatuas situadas en el patio representan al rey
con vestiduras propias del ritual de la fiesta Sed, mientras que otras
cuatro estatuas análogas preceden el vestíbulo-pórtico. El pórtico Sur
da acceso a una estancia divida en dos naves por una hilera de cuatro
columnas papiriformes con capiteles cerrados. Por dicho lugar se accede a
una sala hipóstila cuyo techo está soportado por otras ocho columnas.
Por fin el santuario (que propiamente estaba destinado a recibir la barca
de Amón), tiene a derechas e izquierda dos salas para las barcas de Mut y
Khonsu. Saliendo del templo y en el ángulo Noroeste del gran patio ( casi
pegado a la mitad Norte del I
Pilono), se encuentra el templo de Seti
II, compuesto de tres capillas, cuyas puertas están encuadradas en
cuarcita rosa; este templo tenía también como finalidad ser el
reposadero de las barcas de la tríada tebana. Las
obras de los últimos ramésidas son poco dignas de mención por su
importancia e interés; pequeñas restauraciones, modificaciones
secundarias y, lo que constituye la prueba de su decadencia., la ejecución
de textos y representaciones dedicadas a la gloria del sumo sacerdote Amen-Hotep
del final de la XIX dinastía, lo que prueba la decadencia de los reyes
que a la muerte de Ramses XI traería la subida al trono en Tebas del Gran
Sacerdote Heri-Hor. Como
se decía más arriba, el gran patio que recoge los últimos templos
descritos alberga, entre otros restos, los de un quiosco gigantesco
formado en otro tiempo por dos hileras de cinco columnas con capiteles
papiriformes abiertos a una altura de veintiún metros, debiendo sostener
un techo de madera o, según otras versiones, un gran velo. Construido por
Traga; tiene también los cartuchos de Psámetico II y de Ptolomeo Filopátor. Las
estatuas de carneros alineadas contra
la fachada Sur del gran patio muestran los restos de las reformas llevadas
a cabo por los reyes bubástidas, quienes las retiraron de su primitivo
asentamiento a la entrada del II pilono, donde existía una avenida de
esfinges. Un
rey desconocido construyó el I pilono, que hoy resulta ser la fachada
principal del templo de Amón en su parte Oeste. En 1978 nada podía
permitir imaginar que debajo de los escombros existentes contra la fachada
exterior de este pilono, habría una serie de restos de sumo interés,
entre los que pueden contarse una dársena rodeada de muelles, donde venían
a desembarcar las naves divinas, así como una tribuna cúbica por encima
del nivel de las aguas, además de la avenida de esfinges que encuadraba
el pavimento enlosado de una vía procesional. Después
de tantos siglos de esplendor, el saqueo de Tebas por Asarhadón en el año
672 a.de C., seguido del de Asurbanipal en el 665 a. de C., arruinaron el
dominio de Amón. Esta labor vandálica se vio completada por el
desgraciado terremoto del año 27 antes de nuestra era, que completó la
triste labor destructiva del hombre con el hundimiento de techos y caída
de columnas. Los emperadores romanos pusieron en marcha restauraciones
incompletas y de cualquier manera torpes. En realidad se remitieron más a
considerar a Karnak como un almacén donde surtirse de objetos de arte y
obeliscos, que fueron trasladados a Roma y Bizancio que a cuidar de
reponer y mantener vivo el templo. El
año 383 marca de modo definitivo la aceleración de las destrucciones
iniciadas mil años antes al ser suprimidos los cultos paganos por el
emperador Teodosio, declarando
única religión oficial al cristianismo. Las consecuencias posteriores
fueron las naturales de la época turbulenta que vivió Egipto. Los
templos desacralizados, sin significado religioso ya, brindaban a los
pobladores de la zona, tras sus sólidas edificaciones de piedra, la
seguridad que no podían obtener en sus poblados al aire libre; por ello,
se establecen dentro de los templos y convierten las salas de aquéllos en
iglesias y sacristías. Se muestran visibles los frutos de la saña
iconoclasta de los cristianos de la época, quienes martillearon
concienzudamente cuantos relieves estaban a su alcance, pensando que las
imágenes de los dioses servían de habitáculo a los demonios. El
tiempo, los vientos y las tempestades de arena fueron más caritativos con
el dominio de Amón que los propios hombres. Borraron del recuerdo el
nombre mismo de Amón y el emplazamiento de su morada, las arenas
cubrieron con su manto protector las ruinas, facilitando de este modo el
sueño y la protección de sus restos como guardianes intemporales. Hoy, ciento cincuenta años arduos de trabajo, prácticamente ininterrumpidos, apenas han conseguido borrar del recinto sagrado su aspecto decadente y ruinoso. Pero ¿se puede esperar otra cosa cuando se pretende restaurar la obra ejecutada por verdaderos ejércitos humanos durante cerca de 2.700 años. En
1967 se creó el Centro Franco Egipcio de estudio de los templos de
Karnak, junto con una Misión permanente en dicho lugar, encargada de
trabajar a perpetuidad en este inmenso yacimiento. Su labor es
indudablemente excepcional, tanto por su calidad, cuanto por su
envergadura, pero ¿por qué no hacer a Karnak objeto de la misma
colaboración que se produjo para el salvamento de los templos de Nubia?
Se echa en falta la participación internacional, porque hoy ya no son
admisibles las parcelas privadas en el patrimonio cultural de la
humanidad. Y en tal supuesto ¿por qué España no habría de estar
representada en tal obra? Técnicos y estudiosos no nos faltan y ya es
hora que nos alejemos de los tiempos de nuestro ostracismo en el mundo de
la egiptología que necesita de todos. BIBLIOGRAFIA: LEGRAIN,
G.: “ La Temple et les Chapelles d´Osiris a Karnak", Recueil
des Travaux. El Cairo 1901 BARGUET,
P. : "Le Temple d´Amon-Re à Karnak. Essai d´exègese.
I.F.A.O. El Cairo 1962 VANDIER,
J. :
" Manuel d´Archeologie Egyptienne "
Tomo II. París 1955 MONTET,
P. : "La vie Quotidiense en Egypte. (XIII-XII
Siecles a.J.C.)".
Paris 1974 LAUFRAY,
J.: “ Karnak d´Egypte. Domaine
du divin”. Ed.
C.N:R.S. Paris 1979 |
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