EL IMPERIO NUEVO: LA DINAST�A XVIII.

 

Por Teresa Bedman

 Conferencia impartida en el Instituto de Estudios Isl�micos.

Madrid, 16 de Marzo de 1995

            Correo: [email protected]

 

Desde la liberaci�n del pa�s por Ahmosis, el imperio de los Thutmosis y Amen-Hotep  logra consolidar un estado que se extiende desde el E�frates hasta Napata. Son, 3.200 Km. de norte a sur. La riqueza acumulada por los tributos hace posible una sociedad rica y pr�spera, que proporciona a la monarqu�a los medios necesarios para construir las ciudades y los templos m�s ricos y colosales de toda la historia de Egipto.  En  ninguna otra �poca se edificaron m�s monumentos, superando incluso la grandiosidad de la IV dinast�a.

            El reinado de Ahmosis fue el comienzo de una fant�stico mundo nuevo. Las invasiones hicsas hab�an destruido para siempre la creencia egipcia de su superioridad. Los contactos, que a partir de este momento se establecen con las culturas de Asia occidental y el mundo egeo, hicieron ver a los egipcios, que sus reyes, que, seg�n la tradici�n eran el horizonte mismo de Re, en la realidad compart�an sus soberan�as con otros monarcas tambi�n engendrados por sus dioses.

            La victoria de Ahmosis en el campo de batalla introdujo el concepto del rey como h�roe nacional. Se convirti� en la personificaci�n misma de Egipto. Jefe de una organizaci�n militar y de un nuevo sistema social. El rey pasa  a ser Seth y Montu, dioses de la guerra, a la cabeza de una nueva casta de jefes militares diestros en este arte y basados en su movilidad.

            El ingrediente asi�tico y nubio en la civilizaci�n del Imperio Nuevo es considerable, llegando incluso a influir en el tipo �tnico de la clase dirigente. El egipcio del Imperio Nuevo pierde la solemnidad de sus antepasados. Los rostros de los hombres ahora son de aspecto m�s suave, con frecuencia sonrientes. Las mujeres m�s peque�as, de rasgos dulces y ojos almendrados. El exotismo penetra de una forma imparable en toda la sociedad de la XVIII dinast�a. El lujo y el esplendor transforma a toda la clase dirigente.

En Egipto siempre hubo una tendencia al colosal�simo y a lo opulento desde el Imperio Antiguo, tenemos los ejemplos de la IV dinast�a en Saqqara y Gizeh , o el complejo funerario de Amenemhat III en Hawara durante la XII dinast�a... Pero en el Imperio Nuevo, la monumentalidad se lleva a las cotas m�s altas. Hay al menos, dos razones que explican este fen�meno:

            1.- Adem�s del aumento de riqueza  como resultado de la gran expansi�n territorial que se produce en este periodo  y el pr�spero comercio con todo el Mediterr�neo, hay que a�adir, la reorganizaci�n del gobierno de Egipto, convertido en una autocracia militar, con un fuerte aparato administrativo reformado para hacer frente a las necesidades log�sticas de un estado militar. Este gran ej�rcito disciplinado, se utiliz� como mano de obra, siempre que sus servicios no fuesen necesarios en alguna campa�a. Adem�s se reforz� con prisioneros. Este contingente explot� las minas de oro halladas en el desierto oriental. La utilizaci�n del ejercito garantizaba la existencia de una provisi�n constante y organizada, tanto de materiales como de mano de obra, sin afectar a la agricultura, verdadero motor, de todo el estado fara�nico.

            2.- El segundo factor, fue la explotaci�n de las canteras de Gebel es-Silsileh. Su proximidad a Tebas, permiti� levantar enormes edificios en relativamente poco tiempo.

            Los edificios de la XVIII dinast�a, que han llegado hasta nosotros, nos indican una fiel vuelta a las tradiciones pasadas. Ejemplo de esta monumentalidad incipiente, es la gran estela que Ahmosis dedica a su madre Teti-Sheri (Museo de El Cairo), que se localiz� en Abydos y que copia sistem�ticamente el estilo y las proporciones de las estelas de Mentuhotep. Otro ejemplo lo encontramos en los bellos relieves de la capilla de Amen-Hotep I en Karnak, que sigue el modelo de la de Sesostris III, donde se comienza a vislumbrar ya, el nuevo estilo que caracterizar� a toda esta dinast�a.

            La agresividad y el aspecto fiero de los relieves del Imperio Medio, se tornar�, al menos durante la primera parte de la dinast�a, por un rostro de facciones suaves, de mejillas carnosas y ment�n redondeado. Las cejas estar�n elegantemente curvadas y todo ello marcado por unos finos labios que esbozan una ligera sonrisa. Los tocados, tanto en el hombre como en la mujer se complican. Para el soberano, comienza a ponerse de moda el casco azul que era en cuero trabajado. Los peinados tambi�n se complican, las pelucas est�n m�s trabajadas, trenzadas  con tocado hat-horico, muy adornados con joyer�a, siendo  peluca corta para �l y larga en el caso de ellas. Otra caracter�stica es, que  en los relieves de las reinas, se vuelve a la postura de las manos planas sobre el muslo, en la otra mano, y esta es la novedad, lleva un cetro terminado en flor de loto, como indic�ndonos la importancia que ciertas esposas reales ejercieron.

            La  llegada de los thutm�sidas  al trono de las dos tierras, marc� el comienzo de Egipto como potencia mundial. Thutmois I, llev� las fronteras del sur hasta la Cuarta Catarata y por el este, lleg� hasta el E�frates.

            La arquitectura de los thutm�sidas, permaneci� delicadamente estructurada y nunca perdi� el contacto con la escala humana. En el gran templo de Am�n en Karnak (realizado en piedra caliza por Sesostris I, fue el punto de partida de la evoluci�n de todos los edificios posteriores), Thutmosis I construy� dos enormes pilonos (el IV y el V), y por  medio de un muro circundante, incorpor� el antiguo templo de Imperio Medio a  su complejo. Entre los dos pilonos exist�a una sala hip�stila con columnas y techo de madera. El pilono exterior, el IV, grande y s�lido, hasta el periodo de Amen-Hotep III, form� la entrada al templo de Karnak. Delante de las dos torres de este pilono Thutmosis levant� dos obeliscos de granito.

            Pero la primera gran construcci�n de la nueva actividad art�stica de Tebas, fue la construcci�n del majestuoso templo funerario de Hatshepsut en Deir-el-Bahari. En la zona se encontraba el templo funerario e Mantuhotep II, el primer rey tebano de Egipto, que supuso, no s�lo un reto, sino una inspiraci�n para Sennemut, el arquitecto de la reina. "Su plano fue el modelo l�gico, y el espacio que hab�a junto a �l, el lugar id�neo. Sus ambiciones, al principio, no llegaban hasta el punto de intentar algo tan grandioso como el templo de Mentuhotep. Pero llegado al fin, Sennemut, hab�a edificado un templo cuya estructura, sin contar con el patio, abarcaba m�s de tres veces el �rea prevista en el plano original y hab�a alterado casi todo el aspecto, excepto el esquema general de las terrazas con p�rticos de columnas  (Winlock 1942,P�g. 135). El antiguo esquema fue conservado: templo del valle, calzada ascendente, templo funerario y santuario, excavado en la misma monta�a. Pero naci� una forma arquitect�nica totalmente diferente. Aqu�  todo resulta m�s libre, m�s delicado, m�s abierto que en cualquier otro conjunto arquitect�nico  egipcio, de antes y de despu�s.

            Aunque exist�an capillas dedicadas a varias deidades, Hatshepsut, dedic� todo el templo a su padre divino Am�n-Re. La calzada del valle conectaba directamente, al  otro lado del r�o, con el templo de Am�n en Karnak. Posiblemente la intenci�n de la reina al dar esta orientaci�n al templo fuese, una vez m�s, legitimar su ascendencia divina. Cuando en la "Bella fiesta del Valle", la estatua de Am�n sal�a de su santuario de Karnak y visitaba el templo de Hatshepsut, se instalaba en su propia capilla situada en la tercera terraza.

            Tres terrazas se extend�an desde el l�mite de la tierra f�rtil hasta la monta�a. Partes de dichas terrazas estaban excavadas en roca. Rampas anchas y suavemente inclinadas  dividen al templo a lo largo de un eje central  de este a oeste y de norte a sur. Pero posiblemente la idea que subyace en todo el conjunto sea su sentido ascendente. La primera terraza estaba amurallada y se penetraba en ella por medio de una puerta. La calzada estaba custodiada por  esfinges de la propia reina, dispuestas en paralelo. De la parte de la izquierda, part�a una rampa que conectaba directamente con la capilla de la diosa Hat-hor, situada en la segunda terraza. Esta diosa ten�a ya un santuario consagrado situado en el extremo norte, cercano al templo de Mentuhotep

            A  la segunda terraza se acced�a por otra rampa custodiada por esfinges del mismo modo que la primera. Hasta esta segunda terraza estaba permitido el acceso al pueblo. A la derecha de esta segunda terraza, en la pared rocosa, fue introducido un elemento formal: un peristilo inacabado de 15 columnas protod�ricas.                       

            Volviendo al eje central, a derecha e izquierda se abre una sala con columnas. La sala de la derecha est� decorada con finos relieves pintados. En esta misma sala, en un intento m�s de posicionar su derecho a llevar la doble corona, inventaron para ella el nacimiento divino, nada menos que la emparentaron con el propio dios Am�n. Y para que todo Egipto no albergara dudas, lo mando grabar Senenmut, precisamente en esta segunda terraza, a la que tenia acceso el pueblo, y a la vista de todos, qued� la concepci�n por la reina Ahmosis, el nacimiento y educaci�n de Hatshepsut. Termina esta terraza, con una capilla dedicada al dios Anubis que consta de una peque�a sala hip�stila y tres peque�as capillas. Cruzando de nuevo la rampa que da acceso a la tercera terraza, se encuentra la otra sala columnada que contiene los mas conocidos relieves pintados de todo el templo: la expedici�n al pa�s de Punt con sus magn�ficos barcos, los curiosos ind�genas que encontraron, la gran variedad de �rboles que trajeron para adornar no s�lo este templo, sino tambi�n el templo de Karnak.

            A la izquierda de esta sala se encuentra la capilla dedicada a la diosa Hat-hor, que se encuentra integrada en este conjunto, pero como ya he dicho anteriormente, se ten�a acceso directo desde el valle por una rampa que part�a de la primera terraza. Consta esta capilla de dos salas hip�stilas, de 20 y 12 columnas. La primera contiene dos columnas con capiteles hat-horicos dobles, orientados a oriente y occidente. El resto de la capilla est� decorada con pinturas y relieves de la diosa Hat-hor amamantando a la reina con apariencia masculina, mientras que en otros presenta ofrendas de vino y otros alimentos. La figura de la reina, como ocurre en otras partes del templo, ha sido mutilada. En la parte mas oculta de la capilla se encuentra la  �nica representaci�n que se conserva intacta  de la reina y Thutmosis, arrodillados, haciendo una ofrenda de leche y vino. Dentro de este mismo recinto se abre una c�mara excavada en la roca de donde parten otras m�s peque�as, que terminan en un nicho con b�veda de ca��n

            Una segunda  rampa conduce hasta la tercera y �ltima terraza. Veintis�is estatuas colosales de pie de la reina en forma osiriaca,.esculpidas en hileras junto con las paredes y columnas donde se encontraban adheridas, representa el estilo de escultura m�s antiguo de todo el recinto. Tras estas, se accede a una sala hip�stila y a la parte m�s sagrada del templo. A derecha e izquierda se abren de nuevo capillas. En la derecha, una capilla dedicada a Ra-Hor-ajty. Esta comprend�a un peque�o vest�bulo rodeado por una serie de nichos donde debieron estar depositadas sendas estatuas de la reina. Tambi�n parte de aqu�, una peque�a capilla que la reina dedic� al culto de sus antepasados: Thutmosis I, la reina Senseneb (abuela de Hatshepsut). Volviendo a la capilla principal, en su centro de levanta un altar solar de 5 x 4 x1,60m, de altura.

            Atravesamos de nuevo la sala hip�stila y en el  lado de la  izquierda, se abren de nuevo varias capillas: la de la propia Hatsepsut (izquierda), donde encontramos los m�s finos relieves pintados de todo el templo, con sacrificio de animales, largas procesiones llevando ofrendas, etc...  Tambi�n dedic� la reina dos capillas a sus dos padres: al terrenal Thutmosis I y al divino: al dios Am�n de Tebas

            Pasamos ya al santa-santorum (su fachada fue restaurada posteriormente por lo tolomeos). Este est� compuesto por tres c�maras:       

            Primera: esta era la sala principal, el reposadero de la barca. Contiene cuatro nichos, dos a cada lado. Esta decorada con pinturas donde se ve a la reina, a Thutmosis III y a la princesa Neferura (es en el �nico lugar donde los podemos encontrar juntos), haciendo ofrendas a los reyes divinizados: Thutmosis I, Thutmosis II y la reinas Ahmes. En la otra pared se hacen ofrendas a Am�n-Re. Tambi�n encontramos una personificaci�n de Hatshepsut como rey del Alto y Bajo Egipto.

            Segunda: esta capilla es muy peque�a, la decoraci�n est� muy deterioradas y tan solo le salen dos nichos a cada lado

             Tercera: esta �ltima capilla fue realizada por Tolomeo VIII Evergete II y est� dedicada a  grandes personajes divinizados: Injotep y Amen-Hotep, hijo de Hapu

            Pero  volviendo a Karnak, en la estrecha sala hip�stila construida por su padre, Hatshepsut levant� dos obeliscos en granito rosa de Asu�n, posiblemente para dar realce a la entrada  al nuevo santuario que hab�a levantado detr�s. Este �ltimo se levantaba entre el Pilono V y el antiguo templo de Imperio Medio, y que estaba dedicado a alojar la barca de Am�n. A derecha e izquierda se hallaba flanqueado por dos capillas m�s peque�as decoradas en relieves. De este santuario tan solo han quedado algunos bloques con relieves que fueron descubiertos en los cimientos del pilono de Amenofis III (Pilono III).

            Los dos grandes obeliscos de aproximadamente 30 m., fueron el resultado de unos siete meses de trabajo, y la reina se sent�a particularmente orgullosa de ellos. El piramidion estaba revestido de electr�n ( oro y plata) y fueron hechos "para elevarse hasta el cielo y ser vistos desde lo largo y ancho de ambas orillas del Nilo y para iluminar a Egipto como el sol.

            Con su Pilono VIII, la reina Hatshepsut, inaugur� el eje norte-sur. Como en otros edificios, exteriormente sigui� la tradici�n establecida, pero en su interior se permiti� algunos cambios. La forma del pilono es la tradicional: trapezoidal, de paredes inclinadas m�s estrechas en la zona de arriba, con filetes redondos en sus �ngulos y con cornisa agargantada que se hab�a establecido desde Zoser. La composici�n esc�nica es inusual: Hatshepsut, rinde homenaje a sus antepasados: Thutmosis I, Thutmosis II, Amen-Hotep I y a ella misma. De este modo, en el centro religioso de Egipto, Hatshepsut reiter� a escala monumental, su legitimidad a llevar la doble corona de pa�s. Seis estatuas colosales sedentes de la reina guardaban el recinto (una de estas estatuas fue usurpada posteriormente por Tutmosis III)

            De este pilono part�a un camino sagrado hac�a el templo de la diosa Mut, que aunque el constructor principal del mismo fuera Amenofis III, ya en esta �poca deb�a existir un santuario del Imperio Medio. Todo el camino procesional fue bordeado por esfinges de la reina. Tambi�n mand� construir una capilla-almac�n con un deambulatorio y un peque�o templo dedicado a Amon-Min-Kamutef y de se acced�a a ellos por un corto camino que se bifurcaba, en �ngulo recto, desde la avenida de esfinges delante del templo de Mut. Borchardt, trat� de relacionar este lugar  al jubileo de Hatshepsut.

            Tradicionalmente se ha culpado a Tutmosis III del  damnatio memoriae que se realiz� contra Hatshepsut. Considero que al culpable tendr�amos que buscarle m�s bien en la dinast�a siguiente, m�s concretamente en Rams�s II.

            Entre el reposadero de la barca de Am�n de Hatshepsut y el Pilono V, Tutmosis III edific� su sala de los anales donde relacion� sus grandes campa�as militares. Estaba decorado con bellos pilares her�ldicos en altorrelieve con los s�mbolos del Alto y Bajo Egipto. En el extremo oriental del gran templo, levant� la sala de festivales, es decir  el Aj- Menou (monumento brillante). Su utilizaci�n es de dif�cil interpretaci�n, pues se utiliz� como escenario del festival  Sed, y al mismo tiempo como una especie de "templo a la fama", para glorificar las haza�as como gran conquistador. Pero si pensamos que este lugar no era de acceso libre, este sentido no tiene mucho peso. El Aj- Menou, era al mismo tiempo, la sala donde Tutmosis III agradec�a la los dioses principales sus triunfos. En la "sala de los antepasados" en encontramos a Tutmosis haciendo ofrendas en la llamada Tabla de los Reyes de Karnak (hoy se encuentra en el Museo  del Louvre), a quienes consideraba como antepasados suyos. Una de estas salas hip�stilas est� decorada con el llamado "Jard�n Bot�nico", donde nos introduce en un mundo ex�tico de fauna y flora, tra�dos a Egipto en sus diferentes campa�as, de igual modo que lo hiciera Hatshepsut en su expedici�n al pa�s de Punt. Del Aj- Menou hay constancia de su utilizaci�n hasta en �poca de Alejandro, que restauro algunas de las salas  e incluso sustituy� la imagen de Tutmosis III por la suya propia.

            Dentro del recinto del templo de Karnak, el eje sur fue remarcado por cuatro pilonos (VII-X), a los que Mariette denomin� "eje sur". De alg�n modo nos dan la expresi�n de arcos triunfales. Entre ellos se abren tres patios con peque�as capillas, destinadas a jubileos. El camino procesional conduc�a a trav�s de estos pilonos, atravesaban la avenida de esfinges, hasta llegar al templo de Mut. Dentro del gran patio interior del Pilono VIII (ahora pilono VII), Tutmosis III erigi� uno de sus cuatro obeliscos, que actualmente se encuentra en Roma (en la Pza. de Santa Maria de Letran, fue trasladado por el Emperador Constantino en el siglo  IV,d.C.). La iconograf�a habitual del fara�n golpeando a sus enemigos, se repite de forma monumental en este pilono. Con motivo del trig�simo aniversario de coronaci�n, Tutmosis III, mand� construir en la pared oriental una capilla-almac�n con salida al lago sagrado.

            Tan s�lo mencionar que Tutmosis III, tambi�n construy� su templo funerario en Beir-el-Bahari, entre el de Mentuhotep I y el de Hatshepsut. Era de peque�as dimensiones, posiblemente porque el emplazamiento no daba para m�s. Estaba decorado con hermosos relieves pintados de vivos colores de los que alguno podemos admirar en el Museo de Luxor.

            La escultura de este periodo sigue los modelos del Imperio Medio. Ya que el objetivo final era lograr un efecto monumental, de bloque, debido a que las mismas fueron dise�adas para ser colocadas en los patios de los templos, y expuestas a los rayos del sol. La "estatua cubo", que aparece en este momento,r esulta ser innovadora, pues soluciona el problema de representar juntos a un ni�o y a un adulto, que como en un c�lido abrazo ense�a ,cuida y protege. Senenmut y la princesa Neferura, es el ejemplo mas patente. Han llegado unas veinte estatuas de lo dos. En la estatuaria privada comienza a dejarse  patente la creciente influencia de la religi�n solar. Esta estatuaria de menor tama�o muestra al due�o de la misma arrodillado, levantando las manos para recitar un himno al sol. Este modelo pas� por varias fases hasta llegar a la versi�n final, en la que el due�o mira por encima de una estela, donde est� inscrita una oraci�n y �l se encuentra arrodillado detr�s de la misma. Este tipo de estatuaria se depositaba en las hornacinas del piramidion situado sobre la tumba  o incluso en la propia tumba. Tambi�n encontramos en este momento, estatuas de parejas de esposos sentados, generalmente del mismo tama�o, y entrelazados por la cintura, y se destinaban a los santuarios interiores de sus tumbas. Este tipo de representaciones fueron caracter�sticas del Imperio Antiguo.

            Como un fruto m�s de este periodo de grandes cambios y vuelta a la tradiciones pasadas, tenemos que comenzar deteni�ndonos en las necr�polis del Imperio Nuevo. Del mismo modo que los Antef y los Mentuhotep (de la  XI dinast�a), los reyes y  nobleza de la  XVIII dinast�a escogen Tebas oeste como sede de sus necr�polis. Ahmosis  tuvo su tumba en Tebas, aunque nos es desconocida, pero si conocemos de �l su cenotafio en Abydos, que es un largo subterraneo en forma de "S", con una sala hip�stila en su centro, terminando en una sala inacabada con paredes redondeadas. De sus sucesor Amen-Hotep I, se ha querido localizar su tumba, en un hipogeo en la zona denominada actualmente como Dra'Abu'l Naga, pero hay serias dudas y actualmente se apunta m�s que pueda pertenecer a su madre, la Gran Esposa Real  Ahmosis Nefertari.

            La primera tumba real identificada con seguridad, es la de Tutmosis I. Parece que inaugur� una zona totalmente aislada, al noroeste de Dra'Abu'l Naga y detr�s de Deir-el-Bahari. Esta zona ser� durante casi cinco siglos la sede de la necr�polis real. Se trataba de un ancho valle, dividido en dos partes (este y oeste), dominado por una monta�a en forma piramidal que los egipcios denominaron                                    y que identificaron con la diosa Meret-Segert, la que ama el silencio. Aqu� fueron enterrados todos los soberanos de la XVIII, XIX y XX dinast�a, a excepci�n de Ajenaton que mand�  construir su tumba en Tell-el-Amarna. Tambi�n fueron enterrados en esta zona la gran nobleza o personajes emparentados con los reyes como fue el caso de Tuya y Yuya, padres de la Gran Esposa real Tiyi. Las esposas reales e hijos comenzaron a sen enterrados en otro valle cercano a este, el que hoy denominamos Valle de la Reinas, a partir de la XIX dinast�a

            La gran innovaci�n de las tumbas de este periodo, naci� principalmente de la necesidad de proteger las momias y los grandes ajuares funerarios. Para ello, se separ� el lugar de culto del lugar de enterramiento. El primero se coloc� en el valle, en un lugar perfectamente accesible para el culto, mientras que la sepultura se escondi� en el interior de la monta�a. Aunque puede que existiesen otras series de connotaciones m�gicas para ello.

            Las tumbas estaban compuestas por una puerta de entrada, una escalera, un pasillo descendente, una antec�mara y  la c�mara del sarc�fago, que pod�a estar suejta por  cuatro pilares y era el lugar donde se depositaba el sarc�fago de piedra. Existieron variaciones en el plano, relacionados m�s con las exigencias de culto que con la duraci�n del reinado de cada soberano, como tambi�n se ha apuntado. Las tumbas del principio de la XVIII dinast�a, presentan un cambio de direcci�n del pasillo, en �ngulo recto (en algunos casos estos cambios de direcci�n son incluso dos como ocurre en el caso de Tutmosis IV y Amenofis II). Ajenaton, en su tumba de Tell-el-Amarna, quiso que el pasillo fuese perfectamente recto (del que se bifurcaba un pasillo lateral que conduc�a  a una tumba secundaria), en el que algunos han querido ver un artificio para permitir la llegada de los rayos del sol a la c�mara del sarc�fago (aunque no est� claro como se pod�a hacer tal cosa, si la tumba se cerraba y sellaba).

            La decoraci�n de las tumbas reales, de este primer periodo de la dinast�a, son algo r�gidas y tenuemente arcaicas. La tem�tica tiene un car�cter exclusivamente religioso. Por el contrario, la tumba privada, contrasta vivamente, pues reproducen escenas de la vida cotidiana: la pesca, la caza  en los pantanos... La falsa puerta es a�n centro de composici�n, pero adopta detalles nuevos. La comida funeraria, se vuelve cada vez m�s complicada, y el tema de los parientes y amigos que se lamentan a la puerta de la tumba, adquiere importancia. Otra innovaci�n en las tumbas privadas, es la representaci�n de dioses, sobre todo de Osiris, a los que el difunto y su esposa hacen ofrendas.

            Pero un estilo ya maduro de estas composiciones, comenzamos a encontrarlo en la pintura de los cortesano de Tutmosis III. En Rejmir� (visir de Tutmosis III), se intenta hacer una cr�nica general de la �poca, con el difunto como protagonista: la recepci�n de las embajadas extrajeras, funcionamiento de los tribunales, el cobro de impuestos, los trabajos realizados para el templo de Am�n en Tebas. Las escenas est�n dibujadas y posteriormente coloreadas. Otras tumbas de este periodo dignas de menci�n son las de Ineni ( n�81), Menkheperresoub (n�86), con pago de tributos extranjeros al fara�n

            A Tutmosis III le sucede Amen-Hotep II Su reinado sigue siendo expansionista, la actividad creadora en Karnak se cifra en dos obeliscos y en una sala de festivales. A la muerte de rey, Egipto ha llegado a la cima de su expansi�n, cuyos frutos ser�n recogidos por sus sucesores inmediatos Tutmosis IV y Amenofis III. En este  periodo de aproximadamente cincuenta a�os se producir�n una serie de acontecimientos, que culminar�n en el periodo amarniense, cuyo desarrollo produce la sensaci�n de que es en este momento, cuando la historia de Egipto hace una inflexi�n que marca el indicio de la decadencia de su civilizaci�n.                                                        

            A la muerte de Amen-Hotep II, le sucede su hijo Tutmosis IV, pero existen indicios que parecen apuntar hacia la posibilidad de que existiese otro pr�ncipe heredero. Selim Hassan, excav� en diversas campa�as durante los a�os cuarenta, en las inmediaciones de Gize. All� encontr� una serie de estelas que denomin� A,B y C, pertenecientes a tres pr�ncipes o quiz�s a uno solo, que en cualquier caso eran hijos de Amenofis II. Estos personajes se nos muestran haciendo ofrendas a la Esfinge o al propio Rey, su padre, divinizado. Pero sus nombres han sido destruidos, salvo en una de ellas en la que se puede leer el nombre de un pr�ncipe llamado Amenemipet, donde se le denomina "hijo real de su propia carne" (del rey), y figura con las titulaturas que podr�an avalarle como futuro heredero del trono.

            No existiendo otro personaje principesco conocido con los mismo t�tulos, se piensa que Amenemipet falleci� antes que pudiera ocupar el trono, lo que benefici� a su hermanastro Tutmosis. Los da�os producidos en las inscripciones citadas, hacen pensar en una "persecuci�n de memoria",llevada a cabo contra Amenemipet, que s�lo podr�a verse justificada por la autor�a de Tutmosis IV, en tanto pudiera no haber sido el leg�timo heredero al trono. Pero �l, Tutmosis IV, atribuy� su buena fortuna a la protecci�n del dios del Bajo Egipto Ra-Hor-ajty, que en un sue�o le prometi� la corona si �l era capaza de limpiar las arenas que ocultaban su imagen en forma de esfinge en Gizeh. Esta leyenda se recoge en la llamada Estela del Sue�o ,grabado entre las patas de la Esfinge de Gizeh, por cuya interpretaci�n se puede llegar a la conclusi�n de la falta de legitimidad inmediata para ocupar el trono de Egipto.

El texto dice lo siguiente:

 

                        "M�rame, cont�mplame, oh, mi hijo, Tutmosis, yo soy tu padre Ho-Ajty,Jepri,Ra,Atum, yo te dar� la realeza sobre la tierra de la cabeza de los vivientes, t� llevar�s la Corona blanca y la Corona roja sobre el trono de Geb, pr�ncipe (de los dioses)....

                        He aqu�, que ahora, la arena del desierto me atormenta, la arena por encima de la cual yo estaba en otro tiempo. Oc�pate de m� a fin de que puedas cumplir todo lo que yo deseo. Yo s� que t� eres mi hijo y mi protector. Aprox�mate a m� �mira! yo estoy contigo y ser� tu gu�a..

 

            Tutmosis IV, a partir de este texto, parece confirmar la tesis de su acercamiento a las tradiciones solares de Heli�polis, buscando el apoyo de este centro religiosos como contrapeso al cada vez m�s poderoso clero  de Am�n en Tebas. El texto  tambi�n nos indica , que el el dios Jepri-Re-Atum, el que le otorga el derecho a ocupar el trono de  Egipto, es decir la divinidad solar en sus tres manifestaciones: nacimiento, cenit y ocaso. Tambi�n no podemos olvidar el peso que debi� ejercer su madre, la reina Tia. Sus momumentos en la zona tebana son escasos aunque erigi� el gran obelisco, que actualmente se encuentra en San Juan de Letr�n en Roma, que fue planeado por Tutmosis III y abandonado en Karnak. Pero el obelisco, era  un s�mbolo que honraba al dios sol de Heli�polis m�s que a Am�n de Tebas. Otra indicaci�n m�s de la creciente influencia del culto solar, se puede ver en la emisi�n de un gran escarabeo durante su reinado en el que se habla de At�n como un dios de las batallas que hace el fara�n poderoso en sus dominios y protege a todos sus s�bditos bajo el imperio del disco solar. Esta es la primera menci�n de un aspecto nuevo y universal del sol que acabara de asumir Ajenaton.

            La actividad constructora del rey en su corto reinado, pues no se da para �l m�s de 8 � 10  a�os, tenemos que concentrarla en Karnak, aunque debemos mencionar los templos solares que construy� al rededor de la Esfinge. En el templo de Karnak, como dec�a, construye delante del IV Pilono un peque�o quiosco con patio peristilo columnado. Su tumba es la KV 43 del Valle de los Reyes. La decoraci�n de la misma, sigue el estilo de la de su padre. Se observa una ruptura m�s acusada del eje en la sala superior y en la c�mara del sarc�fago. 

            Hay que  hacer una menci�n especial a la pintura privada que comienza a vivir su primer momento evolutivo perdiendo la relamida seriedad que ha caracterizado el periodo  de  los tutmosis. Ejemplo de esto son las tumbas de Nebam�n (n�90), Najt (n�52) o Menna (n�69).

            El momento expansionista que viv�a Egipto y los contactos comerciales con los mundos egeo y asi�tico, fueron la causa de una utilizaci�n m�s opulenta de materiales como el cristal y el bronce negro con engastes de plata y oro. Hab�a llegado la hora del lujo. La pintura sufre una nueva evoluci�n, tiende a ser m�s naturalista. En los pocos restos que nos han llegado de los palacios se puede observar la influencia minoica. En cuanto a la pintura sepulcral, sigue perdiendo serenidad apareciendo una l�nea m�s fluida, audaz, y una utilizaci�n m�s suntuosa del color. Un elemento er�tico entra en la vida de la sofisticada clases dirigente. Este periodo de riqueza y ostentaci�n son visibles en la moda que observamos tanto en las pinturas como en los relieves. El vestido femenino se vuelve m�s amplio, plisado y transparente dejando vislumbrar el contorno de la silueta. Se pone tambi�n de moda las pelucas trenzadas. Los hombres llevan camisolas. El faldell�n es m�s largo y para las grandes ocasiones se utiliza una t�nica blanca que cubre sus hombros y que se ci�e a la cintura por medio de una ancha banda. El peinado tiende a ser largo cayendo sobre los hombros en ondas. Cobra tambi�n mucha importancia, tanto para el hombre como para la mujer, la utilizaci�n de joyer�a: brazaletes, pectorales, collarines, que en muchos casos son obsequios de los reyes a quienes sirven.

            A Tutmosis IV le sucede su hijo Amen-Hotep III. No entraremos aqu� si hubo o no corregencia entre ambos. Pero por el aspecto infantil, de Amen-Hotep, en sus primeras representaciones, debemos  suponer que era un ni�o, de 8 � 10 a�os, cuando accede al trono de Egipto. Pero la gran actividad constructora de Amenofis comenzar� a partir de a�o 8 de su reinado.

            La importancia de un hombre viene medida por la calidad de sus amigos o en la intensidad de sus enemigos. Bien Amenofis III, supo rodearse no solo de buenos consejeros, que le demostraron su fidelidad sino tambi�n, y lo m�s importante, su amistad. Pero de entre todos uno, que destac� no solo por capacidad constructiva sino tambi�n porque bajo su mano, pero con toda lealtad hacia su se�or, mand�, dirigi� y gobern�, el pa�s de las Dos Tierras. Estamos hablando de Amenofis, hijo de Hapu.

            Seg�n se describe en la estela que Amen-Hotep III, mand� levantar en su Templo del Valle, el pilono que construy� en el Templo de Am�n en Karnak, era el m�s hermoso de los hasta entonces construidos. Estaba chapado en electr�n y piedras semipreciosas, las puertas eran de madera del L�bano  cubiertas tambi�n de oro sobresaliendo la imagen del Dios Am�n en lapizl�zuli. Un aut�ntico derroche de lujo y esplendor. Amenofis llam� a este III Pilono "Am�n ha recibido su barca", porque con motivo del levantamiento de este pilono, Amenofis tambi�n manda construir una nueva barca  "Userhat" procesional para Am�n. Esta barca est� descrita y reflejada con todo lujo de detalles es la misma estela que hac�a referencia anteriormente. Nos cuenta la cantidad de oro que llevaba el casco en la proa, en la popa, de como los dioses de las tinieblas desparecian al ver la barca "Userhat". En este III Pilono se encuentra el relieve donde se representa a Am�n cuadrifonte, mirando al norte-sur-este y oeste, protegiendo a todo Egipto.

            Tambi�n  manda construir un pasillo techado procesional ,con columnas de 37 m., de altura, terminando en capiteles papiriformes abiertos. Esta v�a procesional estaba precedida por una avenida de esfinges que conduc�an al embarcadero. Pero quiz�s lo m�s audaz que se permiti� Amenofis III, fue colocar en el propio coraz�n del templo de Am�n, un s�mbolo de culto solar: una columna que en altorrelieve ten�a al dios Jepri, en la parte de arriba y el fuste, en relieve, una representaci�n del dios Atum sentado frente Amenofis III. La lectura del conjunto, son dos manifestaciones solares, del principio y final del ciclo solar, con la ausencia total de Am�n.  Seg�n las �ltimas investigaciones dicen que este s�mbolo se encontraba en el templo funerario de Amenofis y que fue emplazado en este lugar en tiempos de Rams�s III. Esto solamente es una hip�tesis, porque no hay documento que as� lo atestig�e. Yo personalmente me quedo con que esta representaci�n fue colocada in situ por Amenofis, pues hay que pensar tambi�n en el pulso de fuerza que ya comenzaba a darse entre el poder pol�tico y el poder religioso, y que estaba dividiendo, no solo  a la casa real, sino a todo Egipto.

            Adosadas ala parte exterior del X Pilono, fueron colocadas dos enormes estatuas de cuarcita roja de Amen-Hotep III. El pilono actual es de Horemheb, pero bien pudiera ser que ya hubiera uno anterior, en adobe, estucado y pintado.

            Una avenida de esfinges crioc�falas, de unos 300 m., un�a el Templo de Karnak, con el Templo de la diosa Mut, esposa de Am�n. Esta diosa ten�a un doble aspecto: como diosa de la guerra, y tambi�n diosa de la paz y de la alegr�a, con  ciertas vinculaciones a la diosa Hat-hor.

            El recinto estuvo custodiado por 730 estatuas de la diosa, 365 para el d�a y otras tantas para la noche, que proteg�an los acontecimientos del a�o. El recinto contaba con un lago sagrado en forma de creciente lunar, que nos indica tambi�n la vinculaci�n del culto lunar de esta diosa.

            De Amen-Hotep III es tambi�n el Templo a Mont�. Este dios estaba vinculado al dios Am�n, pero no lleg� a sincretizarse con �l. Es un dios b�sicamente de la guerra. El Instituto franc�s de Arqueolog�a Oriental, ha sido quien ha excavado en este recinto, que al igual que el de Mut, se encuentra muy deteriorado. B�sicamente se compone de:

            - Templo central, que el actual es de �poca tolema�ca.

            - Mammisi, dedicado a Hat-Re (una forma de dios Horus).

            - Un peque�o templete dedicado a la diosa Maat. Este templete es interesante,    porque en �l ubican ciertos autores, las fases instructoras de los procesos por              los saqueos de tumbas que se produjeron durante la XX Dinast�a, y que son         relatados en el Papiro Abbott.

            El templo constaba tambi�n, de una serie de almacenes y lago sagrado.

            El conocido hoy como Templo de Luxor, recibi� el nombre de Ipet-Resit (el har�n meridional) y era el recinto donde el dios Am�n celebraba la llegada de la crecida anual, que regeneraba el ciclo de vida. La construcci�n de este magn�fico conjunto se debe principalmente de Amenofis III y a Rams�s II.

            Como en el caso anterior, este templo, y todas las magn�ficas construcciones de este rey, se deben al arquitecto Amen-Hotep, hijo de Hapu. Pero tambi�n sabemos los nombres de los dos maestros de obras gracias a una estela que se encontr� en el propio templo y eran, Suti y Hor.

            Puede que la ejecuci�n de este templo dedicado al dios Am�n se deba a los consejos y al buen criterio de su arquitecto, ya que la teolog�a solar iba minando cada vez m�s el reinado de Amen-Hotep. La consagraci�n de este templo al dios Am�n, seria en consecuencia un intento de apaciguar al poderoso clero amoniano, pues no hay constancia de su construcci�n antes del a�o 30 de su reinado.

            En este templo se sigui� la planta tradicional del Imperio Antiguo, y estaba unido al de Karnak por un largo dromo bordeado de esfinges del  fara�n de m�s de 2 Km.(las actuales son de Nectanebo), y que llegaban hasta un gran port�n de madera, pues en este periodo el recinto se cerraba. Tras franquear la puerta, nos encontramos con la v�a procesional, 14 columnas, de fuste liso y terminadas en capiteles lotiformes abiertos. Aunque en su parte superior se encuentran los cartuchos de Amenofis III, esta columnata fue decorada posteriormente por Tut-anj-Am�n, usurpados algunos por Horemheb y terminados por Sethy I y Rams�s II.

            Pero la importancia de esta v�a, viene dada porque en sus laterales, se recoge en detalle el desarrollo de las procesiones con motivo del Festival Opet. Estas paredes fueron decoradas en altorrelieve por Tut-anj-Am�n y Horemheb. El muro de la derecha recoge la salida desde el santuario del dios en Karnak, hacia su recinto en el Templo  de Luxor, mientras que en el de la izquierda, tenemos el regreso hacia Karnak.

            En cuanto a la duraci�n de este festival, los autores no se ponen de acuerdo. Hay quien afirma que en �poca de Amenofis III, eran once los d�as de duraci�n de la fiesta, otros que eran catorce, siguiendo paso  a paso, por cada columna, otros, sin embargo afirman que era un ciclo lunar, es decir, veintiocho d�as, ya que si este templo era para la regeneraci�n del rey, de la propia vida y  fuerza del valle del Nilo y dado que en su interior se representaba un drama con el rey en el papel de dios Am�n  y la esposa divina ,llegando a la uni�n carnal, con finalidad m�gica, e invocaciones para que la sangre fuese poderosa y para que la tierra fuese f�rtil.

            Pero volviendo a los relieves de la derecha de esta sala, nos cuentan al detalle como era esta procesi�n de Opet. Desde el III Pilono del Templo de Karnak, sal�an las barcas de Am�n, Mut y Jonsu (en �poca de Amen-Hotep III). Estas barcas eran de una belleza espl�ndida y transportaban encima de ellas las barcas rituales de los tres dioses anteriormente citados. Al paso de la comitiva sal�a todo el pueblo, pues era la �nica oportunidad que ten�an de ver, relativamente de cerca, a sus dioses. Esta procesi�n, iba acompa�ada de c�nticos, de danzas y de rezos, entonados por los sacerdotes, con letras muy antiguas, posiblemente del Imperio Antiguo, en las que se alababan la uni�n del dios con la esposa divina, como ya he comentado anteriormente. En la pared de la izquierda, nos relata el regreso de la procesi�n hacia Karnak. Estos relieves, que se encuentran muy deteriorados, est�n siendo objeto de restauraci�n por la Casa Oriental de Chicago. El estilo fresco y libre de estas representaciones ser�a el poso que hab�a dejado el llamado estilo amarniense (recuerden que estos relieves fueron realizados en �poca de Tut-anj-Am�n.). Todo el conjunto del relieve da la sensaci�n de movimiento. Si nos fijamos bien en las representaciones podemos incluso captar el lento descenso por el r�o de las barcas, ayudadas por los remeros y por la siga desde tierra. Podemos recrearnos en las alegres piruetas de las danzarinas, etc...

            La v�a procesional nos conduce al patio solar con peristilo, que forma un bosque de columnas fasciculadas con capiteles lotiformes cerrados. En este gran patio, se realizaba un deambulatorio con las barcas, que se depositaban en puntos muy concretos, pues los restos del relieve que quedan en la parte inferior del muro, se refieren a actos de adoraci�n del rey a los dioses Am�n-Re, Mut y Jonsu (en la parte donde aparece el nombre de Am�n, fue da�ado en �poca de Ajenaton. Hay una teor�a que dice que fue el propio Amenofis III quien da�a su nombre de Am�n). En esta misma zona es, donde en Febrero de 1.990, se encontraron una serie de estatuas en perfecto estado de diferentes periodos que hoy se encuentran expuestas en la nueva sala del Museo de Luxor.

            El patio solar, da paso a una sala hip�stila con 32 columnas fasciculadas lotiformes cerradas. Esta sala fue reutilizada posteriormente, como todo el templo, y aqu� podemos tambi�n encontrar los cartuchos de Rams�s IV que posteriormente fueron usurpados por Rams�s VI. A derecha e izquierda de la sala hip�stila se abren los reposaderos de la barcas de Jonsu (sala III) y Mut (sala II), junto a la capilla de Jonsu, se encuentra otra peque�a capilla dedicada a Am�n-Min (sala IV). Esta, constaba de una escalera que conduc�a a la terraza del templo(1).

            Pasamos ahora a la sala de las procesiones de los nomos de Amen-Hotep III (sala V), Esta formada por ocho columnas, iguales que las anteriores y que fueron gravemente da�adas por Ajenaton. De esta sala salen a su vez dos peque�as salas laterales que fueron utilizadas como sacrist�a

            La siguiente sala, es la sala de las ofrendas (sala VII), con cuatro columnas. Esta decorada con escenas lit�rgicas variadas: Amen-Hotep III haciendo un ritual en honor de los dioses Am�n y Min.

            La sala del reposadero de la barca de Am�n (sala XII),se construy� en �poca de Amenofis III, y posteriormente fue reconstruido por Alejandro. Todos los relieves son de este �ltimo periodo.

            El deambulatorio (sala XVII),  con seis columnas, era donde se deb�an celebrar una serie de rituales ante el Sancta Santorum (sala XIX). Las paredes de este santuario est�n decoradas con diversos relieves donde se ven a los dioses Horus y Atum que introducen al rey en la sala y posteriormente al rey, en presencia de Am�n.

            Las habitaciones laterales (salas XVIII y XX), columnadas estaban destinada para depositar las ofrendas.

            Las salas XIII y XIV, en el lateral, son las piezas m�s interesantes del todo el conjunto. Son las c�maras de la teogamia (concepci�n divina) y nacimiento de Amenofis III. En este momento, el rey, por razones que no es el momento exponer, tiene la necesidad de reivindicar su naturaleza divina como hijo del dios Am�n a modo o paralelo de lo que hace la reina Hatshepsut en Deir el Bahari. Estos relieves est�n en muy al estado de conservaci�n, pero b�sicamente nos cuenta como el propio dios Am�n engendra en su madre Mutemuia un hijo que ser� el futuro Amen-Hotep III.

            Cruzando el r�o, en la orilla oeste, construy� Amenofis hijo de Hapu, para su se�or Amenofis III, su templo de "Millones de A�os". Dos colosos sedentes de 21m., tallados en cuarcita de las canteras de Gebel el Ahmar, cerca de Heli�polis, custodiaban la entrada al primer pilono del templo. La descripci�n de lo maravilloso que era este templo esta descrito en una estela de m�s de tres metros que Petrie localiz� en el templo funerario de Merenptha en su campa�a de 1.896. La estela nos dice que todo el templo estaba construido en arenisca blanca, y embellecido con placas de oro. El segundo pilono tambi�n ten�a sendas estatuas del rey realizadas en cuarcita y las del tercero eran en alabastro. El camino entre el segundo y el tercer pilono estaba custodiado por una iconograf�a totalmente solar: una esfinge-cocodrilo y otra esfinge. El tercer pilono daba paso a un amplio corredor que terminaba en un patio solar columnado. Todo el suelo del santuario era de plata, as� como sus puertas. El emplazamiento del templo se encontraba dentro de zona de crecida del r�o y  se inundaba. Esto fue un error de calculo del propio Amenofis, hijo de Hapu: el templo deb�a se inundado. Su suelo de plata, al retirarse las aguas se oxidaba y le daba una coloraci�n negra simulando el limo, que regeneraba la tierra de Egipto, de este mismo modo se regeneraba el templo.

            Por la cantidad de pies y restos de estatuas del rey, parece ser que todo el patio solar, en su exterior, estuvo custodiado por im�genes de Amenofis III, esculpidas en granito rosa de Asu�n. Dentro del recinto, tambi�n se encontraba un peque�o santuario dedicado a Ptah-Sokar-Osiris, donde tambi�n se encontraba un busto de Amen-Hotep III.

            De este periodo, tenemos dos magn�ficos ejemplos de arquitectura civil. El primero es el palacio que Amenofis III manda construir en Malkata y el segundo es Tell el Amarna, la nueva capital que manda fundar su hijo Ajenaton. No vamos a entrar en los motivos por los que Amenofis III decidi� trasladarse a la orilla oeste y construir su magn�fico palacio.

            En el camino hacia la actual Medinet Habu, se encuentra unos imprecisos contornos que en otro tiempo fueron palacios, templos y casas. Afortunadamente, los planos documentos, dibujos, as� como los distintos elementos de decoraci�n y los objetos recuperados en las excavaciones, que les voy a mostrar, intentar� acercarles a lo que debi� ser este magn�fico conjunto de edificios.

            El asentamiento se llama Malkata, y resulta dif�cil buscar un plano organizado en todo esta conjunto tan vasto e irregular. La construcci�n de todas las estructuras, fueron en adobe estucado y pintado, sostenidas con un derroche de columnas y vigas de madera, as� mismo pintadas, con basamento de piedra. Al utilizar as� la madera y el adobe, Amenofis III, estaba siguiendo una tradici�n ya establecida en la arquitectura nacional. En estos palacios se repiten algunas caracter�sticas b�sicas, pero no se desarroll� en todo el conjunto, ning�n esquema fijo. La ciudad y los palacios fueron creciendo de una forma desordenada

            Malkata, se encuentra aproximadamente a una milla al suroeste de su templo funerario, y debi� estar comunicado con �ste mediante una calzada y probablemente con otras estructuras. Todo lo que queda ahora es una carretera, pero anteriormente, hubo una entrada desde esta carretera a trav�s de la puerta occidental al gran patio, que un�a las dependencias principales del palacio, as� como las diversas edificaciones administrativas. La parte oriental de este recinto, entre el Palacio del Rey, que formaba la estructura principal en el centro del lado sur, se ha conservado en muy mal estado y ahora se encuentra dentro de la zona de cultivo.

            Por diversas vasijas fechadas parece que el Palacio real, debi� comenzarse a construir hac�a el a�o 8 del reinado de Amen-Hotep III. En el extremo norte de este asentamiento se encuentra una capilla dedicada al dios Am�n, as� como las �ltimas edificaciones que se realizaron en esta zona. En el centro de este asentamiento se encontraba una  enorme sala de audiencias. Al sur, en una zona al rededor del gran patio, se encuentran los bloques de las edificaciones que forraban cuatro palacios independientes pero comunicados entre s�: Palacio del Norte, Palacio del Sur, Palacio del Rey y el Palacio Medio. En la esquina suroccidental del recinto, se agrupaban una serie de casas, al rededor de una gran dependencia. Al parecer en estas casas se alojaban ,en ocasiones, los altos dignatarios del rey: Amen-Hotep, hijo de Hapu, Jeruef Ramose, Jaemjat... Tambi�n en esta misma zona se encuentra un �rea de viviendas de los servidores de palacio. Ya fuera de lo que fue el recinto del palacio, tanto hac�a el sur como al oeste se encuentra una zona m�s amplia de viviendas, sobre todo las de la zona oeste, por su magnitud debieron pertenecer a grandes se�ores. Es posible que en esta zona se encontrara las residencias permanentes de Ramose, Amenemhat Surero, Jaemjat, Jeruef o del propio Amen-Hotep, hijo de Hapu.

PALACIO DEL NORTE

            En este palacio se repite, en menor escala, la sala columnada, el estrado del trono y las dependencias adyacentes que despu�s veremos con m�s detalle en el Palacio del Rey. La zona sur de esta edificaci�n consiste en una larga serie de dependencias para sirvientes. Tenemos que suponer que estuvo conectada con el Palacio del Rey.  De esta zona no se conserva nada y en lugar de una entrada monumental a la sala de audiencias, al acceso principal se encuentra junto a un amplio corredor que conduce a la parte oriental del Palacio Medio

PALACIO DEL REY

            Este palacio estaba compuesto por tres salas de audiencias, dos grandes (1,2) y otra m�s peque�a (3), en el extremo norte del palacio. Cada una de ellas ten�a un estrado para el trono. A la sala mayor, de estas tres (1), se entraba por un amplio corredor que ven�a desde la parte occidental y constitu�a la entrada principal al palacio. Otro corredor va hacia el sur, pasando la segunda sala de audiencias(2), hasta la antec�mara columnada de la gran sala del har�n(4). Por un pasaje lateral, con un tramo de escalera se descend�a hasta un corredor m�s bajo y que daba acceso a las cocinas(9) y tambi�n al Palacio del Sur(10). Al este de la segunda sala de audiencias, entrando a trav�s de una gran habitaci�n y una antec�mara, hab�a otra peque�a sala de audiencias(3), con cuatro columnas y una base para el trono. Esta sala debi� ser utilizada para recepciones privadas. Esta habitaci�n, al igual que la segunda sala de audiencias(2) y las residencias del har�n, conserv� gran parte de su rica decoraci�n. Tanto las paredes como el suelo estaban alegremente decorados. El trono estaba cubierto con un dosel de madera y el efecto deb�a ser espl�ndido. En su parte inferior estaban los tradicionales prisioneros de Egipto capturados por el rey. El suelo representaba un estanque, con plantas acu�ticas de donde sal�an colando aves. Unos motivos similares, con plantas, animales e insectos se emplearon a menor escala en los preciosos azulejos (m�s tarde veremos alguno), utilizados en la decoraci�n de las paredes de Amarna.

            Las pinturas que encontramos en Malkata, y que en consecuencia encontraremos posteriormente en la ciudad de Ajenat�n, es naturalista y decorativa, que parece haberse creado para los suelos y que posteriormente pas� a los espacios menores de las paredes. La ausencia de figura humana ayuda a explicar una obra  maestra aislada. Otros elementos decorativos, como son los rodapi�s, jambas de las puertas y los arietes florales en la parte superior de las paredes, son m�s tradicionales como tambi�n lo son, las elaboradas combinaciones de plantas geom�tricas y p�jaros en los techos. En estos, predomina la l�nea curva en espirales entrelazadas, con toros, introduciendo el elemento naturalista para proporcionarnos uno de los m�s ambiciosos intentos de los pintores egipcios para lograr un efecto ilusionista en lo cuerpos de las palomas volando en el techo de una de las habitaciones del har�n.

            Quedan muy pocos restos de las escenas de las paredes, pero en la pared occidental de la segunda sala de audiencias(2), se pude ver una figura de una se�ora de la corte, con un elaborado tocado de flores sobre artesonado rojo, azul y blanco. S�lo se conserva una parte de la cabeza y la rodilla, y parte del friso floral que se extend�a en la parte superior de la pared. En esta misma sala, en la pared que hay detr�s del trono, hab�a una pintura de animales salvajes, que Daressy nos describe como un toro blanco y negro corriendo a trav�s de las monta�as, marcadas con franjas ondulantes de color azul, amarillo y rojo, salpicado de florones rojos sobre el suelo azul y florones azules sobre el rojo. El techo estaba decorado con la diosa Nejbet volando.

             Las dependencias privadas del rey, consist�an en una larga sala de columnas(4),con una sala para el trono(5) detr�s de la cual se hallaba un ba�o(6),unas antec�mara(7) y el dormitorio del rey(8). En cada lado de la sala hab�a cuatro habitaciones grandes (suites) para las mujeres principales del har�n. Las pinturas de este suelo de la sala representaban un estanque en los pantanos. El techo, tambi�n estaba decorado con representaciones de la diosa Nejbet. Titus, cuando los excav� en 1.903 encontr� unos capiteles de madera en forma de flor de loto. Tambi�n describe una pintura del rey sentado en su trono, que se localiz� en una de las paredes laterales de la zona sur de esta sala, que daba un tono m�s privado a la sala del trono, pero que al mismo tiempo permit�a a las personas reunidas en la sala que vieran al rey a trav�s de la amplia puerta central. En las pinturas y relieves localizadas en las tumbas privadas de sus nobles, el rey aparece representado de esta forma

            Al sur de la sala de la coronaci�n hay tres largas c�maras que forman la residencia privada del rey. La mayor de ellas(6), era un ba�o con una losa de piedra en la esquina. La habitaci�n de la derecha, ricamente decorada, era el dormitorio real(8)Petrie, localiz� la presencia de una plataforma alzada, en esta habitaci�n, que indicaba que hab�a habido un dormitorio. Paralelos semejantes se hab�an encontrado en las grandes casas de Kahum, en la XII dinast�a y aparecen tambi�n en la mayor parte de las casas de Amarna. Quiz�s se construy� una especie de conducto para el aire con una abertura en el tejado de la alcoba y as� aprovechar la brisa en las �pocas de calor. La cama, colocada sobre la plataforma debi� ser de madera con patas talladas, semejantes a las encontradas en la tumba de los padres de la reina Tiyi o Tut-anj-Am�n. Al lado de esta habitaci�n se encontraba un vestidor con pinturas igualmente hermosas Su techo estaba decorado con cabezas de toros entre dibujos con espirales entrelazadas que nos recuerdan a las pinturas mino�cas del Palacio de Knossos en Creta. Y es que, esta corriente naturalista est� muy estrechamente ligada a las influencias egeas. La pintura egipcia, ya en este periodo ha perdido toda la carga y hermetismo, que ten�a en la primera mitad de la  dinast�a.

El techo de la c�mara que no incluye la  alcoba, ten�a 25 pies de largo y 15 de ancho y estaba cubierto por pinturas de la diosa Nejbet, con ribetes de florones y franjas de cuadros. Esta diosa, como ya sabr�n, estaba asociada a la realeza del Alto Egipto en la zona de el Kab, y all� dedic� Amenofis III un santuario a esta diosa, y que por otro lado ya hab�a sido comenzado por su padre, que a�n guarda una rica decoraci�n.  

            Contempor�neos a los dibujos realizados en el Palacio de Amen-Hotep III, se encuentra un dise�o en el que los escarabeos han ocupado el lugar de las cabezas de toro, como intentando dar un tono m�s egipcio al conjunto.

            Volviendo al Palacio del Rey, se dispusieron cuatro habitaciones grandes (suites) a cada lado de la sala columnada(4) y el trono(5),para el har�n, formando un plano sim�trico y compacto. Una delicada hilera de columnas de madera sujetaba el tejado  en las habitaciones grandes, mientras que en las peque�as el vestidor era m�s reducido y no  se encontraron columnas. La sala de estar principal  de estas habitaciones, ten�a un estrado de adobe para colocar una silla junto a la pared. A estas dependencias se entraba desde la sala columnada, a trav�s de una habitaci�n que ten�a una plataforma alzada en piedra con un peque�o canal de desag�e para que el agua cayera en un recept�culo de piedra colocado en el suelo. Posiblemente este era el lugar donde se almacenaban jarras para el agua. Detr�s de esta sala de estar, hab�a otras dos habitaciones: la m�s peque�a serv�a de dormitorio y la otra era el vestidor. Esta zona comunicaba con un largo corredor que daba a otra habitaci�n donde se guardaba vestidos y ropa de casa. Las dos dependencias del norte, serv�an de antec�mara de otro dormitorio. En el vestidor de la zona oeste se hallaron pinturas en el techo. Las m�s interesantes son unas palomas volando. Llama la atenci�n esta pintura por la redondez que han dado a los cuerpos de las aves, punteando incluso las partes superiores. Los techos de los otros vestidores se realizaron de una forma m�s cuidadosa. Estuvieron tambi�n decorados con patos volando, palomas y el que estaba m�s al sur, simulaba una parra con uvas.

PALACIO DEL SUR.

            El Palacio de Sur(10), pudo haber pertenecido a la Gran Esposa Real Tiyi. De este palacio se ha conservado muy poco, ya que parte de �l, se encuentra dentro de la zona de cultivo, pero se sabe que ten�a su techo decorado con espirales entrelazadas, y tr�boles combinando con rosetones

            Todo el conjunto de Malkata, fue excavado por Tytus en 1.903  posteriormente por Petrie, que despu�s de hacer los planos y tomar las fotograf�as (en blanco y negro), volvieron a cubrir sus cimientos con la misma arena que los hab�a preservado. Parece mentira que, bajo este actual desorden de mont�culos, una vez, se encerrara tanta belleza.

            Entre Malakata  y el templo de Millones de A�os de Amenofis III, se construy� Amen-Hotep, hijo de Hapu el suyo propio, que debi� ser de una belleza inusual, a juzgar por la reconstrucci�n que conocemos del mismo. Actualmente se encuentra totalmente destruido, como si alguien hubiera empleado con sa�a para da�ar su memoria.

            En cuanto al bulto redondo , se denota tambi�n la sensualidad que rige todo el periodo, del mismo modo que ya hemos ido viendo en la pintura, donde se aprecia una suavidad de las formas subyacentes y en una tendencia a la calidad t�ctil del tratamiento de las superficies. La m�s notable de estas piezas es la cabeza de una gran estatua de Amenofis III, que se conserva en el Museo de Brooklyn, que forma parte de un grupo de cabezas semejantes, en las que las rollizas facciones del joven fara�n, se estilizan hasta formar un patr�n. Los ojos almendrados, cejas en arco, nariz bien definida y labios gruesos, persisten en toda la estatuaria de casi todo su reinado. S�lo encontraremos, que al final de su reinado, la nariz se redondea. De esta misma manera, el tratamiento del cuerpo, muestra igual tendencia a la abstracci�n, al juntarse los m�sculos pectorales en un s�lo pliegue que nos recuerda a los ejemplos ya vistos durante la XII y XIII dinast�a.

            La estatuaria particular, tiene una tendencia, como siempre, ha seguir el patr�n de moda que impone la casa real. En contraste con la monumentalidad de las piezas reales, la estatuaria privada es de menor  tama�o y son m�s naturalistas. Hay que destacar las numerosas estatuillas, que aparecen a lo largo de toda la XVIII dinast�a, de damas de la corte, talladas en madera, posiblemente madera de boj, importada de oriente, y que son de color pardo.

            Pero hab�a sin embargo, nuevas fuerzas acechando bajo la superficie del arte egipcio, que surgen hacia la �ltima d�cada del reinado de Amenofis III, coincidiendo con su primer jubileo. En el arte de este periodo comienza a denotarse cierto realismo. Las estatuas del rey revelan el paso de los a�os. La cabeza de madera de la reina Tiyi, que fue localizada en Kom Medinet Ghurab y que actualmente se encuentra en el Museo de Berlin, nos muestra unas facciones ya arrugadas y aunque su expresi�n es enfurru�ada, se percibe una interpretaci�n realista de la imperiosa dignidad real. Tambi�n podemos apreciar en esta cabeza, el modelado pl�stico de los ojos dentro de sus cuencas, una boca seria, pero con labios cuidadosamente modelados, que dan al rostro una expresi�n sombr�a. Este cambio en el tratamiento del bulto redondo coincide, como he dicho anteriormente, con el primer jubileo de Amen-Hotep III. Aceptando la teor�a de la corregencia entre Amen-Hotep III y Amen-Hotep IV, es posible que se produjera un intercambio de ideas entre los artistas de ambas cortes, ya que Men y Bak, los respectivos jefes de escultores de estos dos reyes, eran tambi�n, respectivamente, padre e hijo. Pero este tema lo veremos mejor reflejado en el relieve. Sea cual fuese el motivo, lo cierto es que la tendencia del momento se encamina hac�a una mayor libertad de expresi�n.

            La estatuaria privada de este momento, expresa con frecuencia una piedad muy acrecentada, ante la aparente  presencia invisible de su dios. Son caracter�sticas, las representaciones en forma de escriba, con su rollo de papiro sobre el regazo y la cabeza inclinada, como escribiendo o leyendo  bajo la inspiraci�n del dios. Este tipo de estatuaria, est� inspirada en modelos del Imperio Antiguo y comienza aparecer durante el reinado de Amenofis II. Las de Amenofis, hijo de Hapu, es el m�s claro ejemplo de esto. De facciones idealizadas, serenas de esp�ritu y al mismo tiempo, devoto tanto de su se�or, Amenofis III, como de su dios Am�n. Pero tambi�n tenemos otras estatuas de �l, donde ya se le representa como un hombre mayor, de ochenta a�os seg�n la inscripci�n, donde tanto el peso de los a�os como de los acontecimientos que le toc� vivir muy de cerca, est�n patentes en las marcadas arrugas de su rostro. Tanto la postura del cuerpo, el retrato de su rostro, como sus ropajes, copia a los ejemplos que vimos durante la XIII dinast�a. Con un mirada al frente, de hombre erudito, iniciado - sin duda -, en todos los ritos del pasado, y que con toda seguridad, se ocupar�a  de reproducir fielmente, el ritual con motivo del primer jubileo de Amenofis III, a la antigua usanza y como los dioses hab�an establecido en la noche de los tiempos.

            Pero el manier�smo del arte de este per�odo, tenemos que buscarlo irremediablemente en el relieve. Los bajorrelieves delicadamente tallados en arenisca blanda, de las tumbas de Ramose, Jeruef,Jaemjat, resumen por s� mismas la suntuosidad y delicadeza de unas figuras elegantemente proporcionadas, dibujadas con una sutil precisi�n cl�sica y talladas con un sensual deleite en sus formas. Escenas como esta, de las princesas extranjeras haciendo libaciones en el tercer  jubileo del  fara�n que se encuentran en la tumba de Jeruef, Chambel�n de la reina Tiyi, o estas otras del Visir Ramose.

            Por la similitud en el estilo del relieve de todas las tumbas de altos dignatarios de este periodo, podr�a admitirse que el maestro de obras fue el mismo en todas ellas: Sa-Mut, Cuarto Profeta de Am�n.

            Pero tambi�n debemos saber ver el elemento desestabilizador que  subyac�a en la corte y que no fue otro que la yuxtaposici�n de dos poderes religiosos enfrentados o el de un hijo con su padre. En todos los relieves de las tumbas concedidas por Amenofis III a sus m�s fieles colaboradores, en el a�o 28 de su reinado con motivo de la subida al trono de su hijo corregente Amenofis IV, se pone de manifiesto una decoraci�n de tipo ortodoxa que cambia bruscamente y evoluciona hac�a un nuevo estilo heterodoxo. No podemos precisar el momento de este cambio o s� por el contrario, como afirman algunos autores(3), se puede admitir que trabajaron dos equipos de talleres en estas tumbas.

            Con Amen-Hotep IV se produce una tendencia realista en el arte, ya que el joven rey a�na en s� mismo, todas las corrientes solares que se hab�an venido produciendo a lo largo de toda la dinast�a. La teolog�a heliopolitana, por fin, se encuentra amparada por la casa real, que revindica la soberan�a de Ra-Hor-ajty encarnando, en un s�lo dios, a todas las dem�s divinidades. Este concepto abstracto de divinidad fue elevado por Amenofis IV-Ajenaten (cambia su nombre en el a�o cinco de su reinado), bajo un aspecto nuevo, el aspecto de rey y padre celestial, cuyo poder se manifestaba en la luz que irradiaba el disco solar, es decir, el Aten

            Al expresar este nuevo concepto de ideas, Ajenaten propici� la creaci�n de un nuevo estilo de arte. Todo pasa a ser nuevo. La corte abandona Waset (Tebas),contaminada por siglos de teolog�a anterior y se crea en el Egipto Medio una nueva capital Ajet-Aten, la actual Tell-el Amarna, que dar� nombre a todo este periodo de caos, y que durar� 19 a�os. A pesar que Ajenaten, no propici� cambio alguno en la iconograf�a tradicional, si se introdujeron deformaciones idiosincr�ticas, sin duda inspiradas en el propio Ajenaten, en los retratos de �l mismo, as� como de toda su familia.

            La nueva capital de Ajenaten, se construy� como he dicho anteriormente, a unos 500 kil�metros al norte de Tebas, sobre una estrecha franja de tierra cultivable y rodeada por monta�as. La ciudad era larga (9 kil�metros), y estrecha, llegando a la orilla del r�o en los extremos norte y sur. Tras la apresurada visita de la expedici�n prusiana en 1.845, Francia envi� su expedici�n arqueol�gica en 1.883 Pero este yacimiento, salt� por primera vez, a un primer plano en 1.887, cuando una campesina, casualmente encontr� algunas tabillas de arcilla cocida, inscritas en escritura cuneiforme, que eran parte de la correspondencia diplom�tica  egipcia y que actualmente se conocen por el nombre de "Cartas de Amarna". Pretie, excav� este yacimiento en los a�os 1.891-92, comenzando por los edificios oficiales. La misi�n alemana continu� con esta labor, que fue interrumpida  por la I Guerra Mundial. En 1.921, se hace cargo del yacimiento la Egypt Exploration Society. La ciudad no ha sido todav�a excavada por completo.  Esta estaba formada por  un n�cleo central, que conten�a palacios, templos, centros administrativos, almacenes, la ciudad sur o zona residencial, el barrio norte y varios palacios en la afueras. Tambi�n se ha localizado una necr�polis en la monta�osa. Dado que este emplazamiento estuvo ocupado durante poco tiempo, el emplazamiento es �nico, en el sentido que los excavadores s�lo tienen que hacer frente a un nivel de ocupaci�n, y adem�s, el plano original de la ciudad jam�s se vio alterado.

 

EL GRAN TEMPLO DE ATEN.

 

            Dado que Ajenaten hab�a instituido el culto solar, los templos encontrados en Amarna, difieren notablemente de los tradicionales. No hab�a en ellos, ning�n santuario cerrado donde se albergara la estatua de culto al dios, ni tampoco las capillas donde los sacerdotes hac�an los rituales diarios de lavar, ungir, vestir y alimentar al dios. En lugar de esto, los templos am�rnicos estaban abiertos al sol, al dios Aten, cuyos rayos ben�ficos aparecen tan a menudo en el arte de este periodo.

            El Gran Templo de Aten, en su conjunto, comprend�a un amplio recito, con un santuario en un extremo. Una calzada de acceso ascend�a progresivamente desde la entrada, a trav�s de una serie de patios, hasta el altar mayor de santuario. Mesas de ofrendas, en piedra, flanqueaban la calzada de acceso, en su mayor parte destinadas al uso ceremonial. Otras mesas de ofrendas se colocaban en los patios y en el propio santuario, que ten�a varias estatuas colosales de Ajenaten. Los patios de entrada denominados "Per-Hai" ("Casa del jubileo") y "Gem-Aten" ("Encuentro de Aten"). El "Per-Hai", estaba precedido por un pilono que comunicaba con un gran patio bordeado por dos columnatas laterales que se dirigian hacia un gran altar El "Gem-Atem", estaba formado por una serie de pilonos que comunicaban sucesivos patios, con columnas y altares en una de las caras. Al fondo se encontraba el altar principal y al que s�lo tenian acceso Ajenaten y Nefertiti, como los �nicos intermediarios ante la divinidad. En todo el recinto se encontraron dos series de mesas de ofrendas (unas en piedra y las otras en adobe), cada una de ellas con 365. Los investigadores creen que responder�an al culto diario, aunque no se explica muy bien el hecho de que aparezcan las dos series. Badawy, piensa, que serian 365 para el culto diurno y 365 para el nocturno, es decir una por cada d�a y noche del a�o, auque existen discusiones al respecto.

EL GRAN PALACIO.

            Situado en en centro de la ciudad, con sus salas de ceremonias, era sin duda el de mayor importancia. La planta muestra el edificio principal, con una amplia sala a la izquierda. A la derecha aparec�a una gran sala de coronaci�n con columnas, y al otro lado el her�n y las habitaciones para la servidumbre. El palacio estaba ubicado sobre una colina, con tres jardines en terrazas que descend�an hacia  el desembarcadero del Nilo, y unido al palacio y a los jardines por medio de un puente abovedado que cruzaba la calzada real.

 

EL BARRIO SUR.

 

            Fue la zona residencial del amarna. Esta residencias estaban compuestas por un vest�bulo de entrada (plano) y galer�a abiertas, cada una con dos columnas, una sala central desde donde sal�a una escalera que conduc�a a la planta superior. En esta planta  se encontraba los dormitorios, vestidores, etc... Toda esta construcci�n estaba realizada en adobe estucado y pintado, piedra y madera tanto para las columnas como para el tejado de la misma forma que ya hemos visto en Malkata.

 

NECR�POLIS

            Las tumbas reales y de los nobles, se excavaron en los acantilados rocosos que rodeaban la ciudad. Debido al corto periodo de existencia de esta ciudad, ninguna de ellas fue terminada, aunque es posible que las de Huya (n�1) "Chanbelan de la reina Tiyi",y Any (n�23) "Secretario de la reina", podr�an haber sido utilizadas.  Ya que estas tumbas eran la recompensa del rey a sus s�bditos leales, no ahorraron medios para su estructura y decoraci�n. La piedra de la zona donde se encuentra la necr�polis, es de caliza de baja calidad. EL sistema constructivo, fue el mismo que el de las tumbas tebanas de la XVIII dinast�a: se cortaba la ladera para dejar una fachada vertical y despu�s se excavaba en el interior del pasillo horizontal que terminaba en la c�mara que conten�a una estatua del difunto. Si bien, este era el esquema general de todas ellas, no se puede decir que  haya dos tumbas iguales. En algunas ocasiones encontramos que este pasillo se introduc�a en la propia monta�a y se cortaba con otro perpendicular, de modo que se obten�a una planta cruciforme o a veces se transformaba en una sala hip�stila como es en el caso de las tumbas de  Panehesy (n�6) y Meryre (n�4).

            La decoraci�n de estas tumbas se realiz� con bajorrelieves o con un taraceado modelado con esp�tula mientras el yeso a�n est� h�medo, una t�cnica de gran tradici�n en el Egipto Medio, que proporcionaba unos resultados mas vistosos. En cuanto a la tem�tica, a excepci�n de las de Any y Huya en las que se sigue el ritual ortodoxo completo, es decir: ofrendas, pla�ideras, sacedote Sem, en el resto, no hay representaciones funerarias de ning�n tipo y es sustituido, en exclusividad, por las actividades rutinarias de la familia real y a las que el propietario de la tumba puede asistir como un simple servidor o espectador y en el mejor de los casos, como un participante cuando es honrado por el rey.

            La tumba del rey se descubri� en 1.892 , en una zona que actualmente se conoce con el nombre �rabe de Darb el Melek. Este es un lugar, hendido en un alta y �rida meseta, de una belleza impresionante al amanecer y al anochecer.

            La entrada a la tumba real est� a nivel del suelo en la cara este del valle, la regi�n por donde Aten sal�a todos los d�as. La planta de la tumba, es un largo y vac�o corredor que desciende por medio de dos escaleras separadas por un largo e inclinado pasaje, de 28 metros, hacia el interior de la monta�a. La antesala est� al pie de una segunda escalera y conduce a trav�s de una puerta a un "pozo de protecci�n" de 3,5 metros.(4). Estos muros, de la c�mara del pozo, fueron enyesados, decorados en relieve con  composiciones florales y adornados con inscripciones. En otra escena de esta misma sala, encontramos figuras de rey, la reina e hija, haciendo ofrendas a Aten. La salida de esta habitaci�n conduc�a directamente a la puerta de la c�mara funeraria. Esta sala, es una c�mara impresionante de 10 metros cuadrados y tres y medio de altura, con una plataforma a la izquierda de 33 cm. que descansa sobre dos pilares cuadrados de piedra. Los relieves e inscripciones de estos muros, fueron destruidos no mucho despu�s de la muerte del rey. En ella, estaban representados el rey y la reina haciendo ofrendas al disco solar.

            Adem�s de las c�mara principales de la tumba, se construyeron dos conjuntos separados de c�maras, uno se abre a mitad del muro derecho del corredor descendente y el otro a sus pies, en el lugar en que el corredor se abre a la antec�mara. El conjunto m�s interesante es el que forman estas tres c�maras, donde se nos muestra unas escena del rey y la reina haciendo duelo por su hija muerta Meketaten (segunda hija). Al no aparecer  el nombre de la princesa ya que la inscripci�n ha sido muy da�ada, existe la hip�tesis de que no fuera una hija, sino el entierro de una reina secundaria de Ajenaten.

            En los relieves que hemos ido viendo, se nos puede pasar perfectamente por alto, una de las caracter�sticas esenciales de este periodo cuyas implicaciones son, si cabe, m�s revolucionarias que las religiosas propiamente dichas. Se trata de un nuevo intento de representar el espacio en dos dimensiones. En los relieves que hasta ahora hemos visto siempre se nos muestra al hombre idealizado, con ambos pies vistos su lado interior, y cada par de manos convertido en copias exactas de una misma mano. Pero en el periodo amarniense, sin embargo, se percibe con frecuencia el esfuerzo por considerar las manos desde un punto de vista nuevo y representarlas debidamente en un contexto espacial. Quiz�s el m�s impresionante de todos, es el que se conserva en la Schimmel Collection de Nueva York, donde se nos muestra una mano, posiblemente de Ajenaten, levantando hacia los rayos acariciadores de Aten, una rama de olivo que se curva bajo el peso de los frutos. Esta maravillosa escena, �nica, es el mejor ejemplo de la realidad espacial de la nueva visi�n art�stica.  Este intento de dar una ilusi�n de profundidad se aprecia de nuevo en la forma de representar el trigo, como un conjunto desordenado de espigas, que se mece bajo una suave brisa

            Pero esta forma de representar el espacio, tuvo poco efecto en la estatuaria de este reinado, que estaba sometido a consideraciones de tipo t�cnico y arquitect�nico. Los  cambios m�s dram�ticos los encontramos en las innovaciones de los colosos erigidos en Karnak, que desconcert�, sin duda, a sus propios contempor�neos  por su violenta ruptura con los ideales por los que se reg�an las representaciones reales. En ellas las peculiaridades f�sicas de Ajenaten se alargan y distorsionan en busca de un nuevo s�mbolo de la divinidad. Bak, el principal escultor y sin duda, el dise�ador de estas estatuas, afirma, en una estela como si quisiera disculparse ante la posteridad, que �l no fue m�s que un mero disc�pulo al que el propio rey ense�aba. Estas estatuas est�n entre las obras de arte m�s inquietantes que ha producido el mundo antiguo, y son una expresi�n externa y visible de una fuerza interior y espiritual que tiene un destello de fanatismo.

            En Karnak, en el a�o 2 � 3 de su reinado, cuando a�n se llamaba Amenofis IV, construye el III Pilono que se limita a decorar con escenas rituales de masacre de enemigos, totalmente simb�licas, porque no representan ning�n tipo de campa�a y escenas de culto al dios sola Ra-Hor-ajty Edifica tambi�n en este periodo, en el exterior del recinto de Am�n, en la parte este, su gran templo solar al dios Aten, donde debemos suponer que celebra unas fiestas jubilares especiales para el dios y �l mismo. Las caracter�sticas arquitect�nicas son muy similares a las ya expuesta en los templos de Amarna, con altares abiertos a pleno sol. Estaba decorado con "talatat", denominados as� por sus dimensiones 30 x 3 cm (talatat en �rabe significa tres),en caliza enlucida y con decoraciones en hueco relieve que daba una sensaci�n muy vistosa. Este templo fue desmontado y  colocado como relleno del II y IX Pilono. Hasta  ahora se han localizado unos 62.000 de estos "Talatat

            Si en el periodo anterior dec�amos que es cuando el relieve alcanz� , a mi juicio, sus m�s alta cotas, ser� en este periodo cuando la estatuaria de bulto redondo alcance su m�s alto grado de perfecci�n. Las exageraciones del f�sico del rey contrastan con las sensuales representaciones de la reina Nefertiti, que nos muestran  a una mujer de una gran atractivo f�sico, de cintura fina, cuyo cuerpo de deja adivinar bajo los ropajes de su vestido plisado. Pero el extremado estilo de esta primera fase se vi� modificado en la segunda d�cada del reinado de Ajetaten, posiblemente como consecuencia del nombramiento de un nuevo jefe de escultores o de una suavizaci�n del fervor religioso del rey. La mayor parte de la escultura que se encontr� entre las ruinas del estudio principal del escultor Tutmose, en Amarna, est� libre de las deformaciones a las que antes hac�amos alusi�n. El estudio de Tutmose, nos ha dejado toda una serie de objetos que revelan la amplia gama de recursos con que contaban los escultores ,como cabezas, brazos, manos y pies esculpidos en cuarcita para encajarlos en estatuas del rey, la reina o las princesas. Entre todos estos restos hay como media docena de soberbias obras maestras del arte egipcio, pero de entre  todas, una se eleva por encima de ellas,  la de la reina Nefertiti

            Ajenaten parece que hizo corregencia con Se-menej-ka-Ra, pero la muerte prematura de este rey, hizo que la corona del doble pa�s pasara a una ni�o de 9 a�os: Tut-anj-aten. 

            Como dijera Howard Carter "El misterio de su vida sigue escabull�ndosenos; las sombras se mueven, pero la oscuridad nunca se dispersa". Probablemente naci� en Ajet-aten, durante la segunda mitad del reinado de Ajenaten. Aunque su linaje real ha sido discutido en alguna ocasi�n, una inscripci�n aparecida en  el-Ashmunein, al otro lado del r�o en Amarna, confirma que Tut-anj-aten, era hijo real. No existen pruebas fehacientes que permitan con certeza la identidad de su madre. No parece que Nefertiti, diera un hijo var�n a Ajenaten, aunque entre las esposas secundarias y las concubinas reales, destac� una en particular: Kiya, identificada por algunos como la princesa mittania Taduhkepa,hija de Tushratta, enviada a Egipto a comienzo del reinado. Kiya est� muy presente en el-Amarna, su especial posici�n en el favor real se refleja en su �nico t�tulo: Esposa Grandemente Amada. En cierto n�mero de relieves encontrados en el-Amarna, Kiya se muestra en compa��a de una hija, la cuesti�n es si pudo haber dado tambi�n un hijo al rey.

            Se sabe tambi�n que Kiya, era favorita entre los a�os 9 � 10 del reinado de Ajenaten, pero despu�s del a�o 11,hacia la �poca del nacimiento de Tut-anj-aten desaparece de los monumentos y en su lugar aparece la princesa Meritaten, hija de Nerfertiti. Seg�n una teor�a , Kiya moriria al dar a luz, y es el duelo que se refleja en la tumba de Ajenaten. Pero sea cual fuese su origen, Tut-anj-aten, el caso es que el destino le otorg� el gobierno del doble pa�s.

            Bajo su reinado, Amarna se abandona, trasladando la capital administrativa a Menfis y Tebas qued� restablecida como centro religioso del pa�s. Se casa con Ankhesenpaten, hija de Nefertiti. En el a�o 2 de su reinado, promulgado por decreto en Menfis y registrado en la "Estela de la Restauraci�n", se restablece el culto formal a Am�n y a todos los dioses tradicionales. El propio rey y su esposa cambian en este momento su nombre por el de Tut-.anj-Am�n y Ankhesenpamon. Su corto reinado, no le permiti� levantar grandes monumentos. En el Templo de Am�n en Karnak, al III Pilono se le a�ade una estatua del rey.  Puede que durante su reinado comenzaran la desmantelaci�n de templo que Ajenaten. Tambi�n se le atribuye la avenida de esfinges con cabeza de carnero entre el X  Pilono y el recinto de la diosa Mut. Esta bella estatua de caliza, del rey con el dios Am�n que actualmente se encuentra en el Museo de Tur�n, tambi�n se encontraba en Karnak. En Luxor, ya hemos visto la columnata de Amenofis III que es decorada tanto por Tut-anj-Am�n como por

Horemheb, del mismo modo que los relieves de las escenas del Festival de Opet.

            A lo largo de todo este periodo hemos venido hablando de grandes construcciones, de magn�ficos templos, de delicada estatuaria, pero no nos hemos parado, en las artes menores. De la mano de Tut-anj-Am�n y de su magnifico ajuar funerario vamos a introducirnos en ellas.

             Como ya es sabido, en noviembre de 1.922, Howard Carter, descubri� para el mundo la tumba inviolada de este rey. Su precipitada muerte, el rey deb�a contar entre 17 � 19 a�os, sorprendi� a todos. Montones de objetos, sin ning�n orden yac�an por toda la tumba. Camas, muebles, cajas, carros, ropa, utensilios que hab�a utilizado el joven rey durante su vida, as� como aquellos que necesitar�a en el m�s all�. Pero sin duda, la delicadeza de la joyer�a encontrada, es lo que nos llama m�s la atenci�n. Sirva para ello, esta muestra.

            Tras la muerte inesperada o esperada del rey Ay, no se sabe muy bien en virtud de que v�nculo real, sube al trono de Egipto. Tambi�n tuvo un reinado muy breve y fue enterrado en el Valle de los Monos (WV 23).

            Ante este vaci� de descendencia real Horemheb, entre cuyos t�tulos estaba el de comandante en jefe del ejercito y delegado del rey, asume la corona del doble pa�s. Antes de tomar el trono de Egipto, Horemheb, hab�a comenzado a construirse en la zona de Saqqara, una magn�fica tumba, con unos notables relieves esculpidos en piedra caliza. En ella persistir�n algunos detalles amarnienses como  son el uso indistinto del bajorrelieve y el hueco relieve en la misma escena, al objeto de conseguir una mayor profundidad.

            En Karnak, edific� el II Pilono y se dedica hacer una serie de restauraciones. En el tempo de Luxor, decora parte de la v�a procesional de Amen-Hotep III.

            En el Valle de los Reyes mand� construir su tumba KV 57. Consta de dos ejes bien diferenciados. El primero de estos, consta de tres corredores, un profundo pozo y una sala superior con pilares. De esta c�mara parte el segundo eje de la tumba, con tres corredores inclinados que terminan en la antec�mara y sala del sarc�fago. Los m�s interesante de esta tumba son las magn�ficas pinturas que a�n hoy guardan la frescura del legado art�stico, que sin duda dej� Amarna.

 

NOTAS

 

1.- Se ha utilizado la numeraci�n existente en los planos del P. and Mosse.

2.-Se ha utilizado la numeraci�n del plano de Smit.

3.- Ver  conferencia de F. Mart�n Valent�n.

4.- Los pozo de protecci�n eran una caracter�stica de la mayor parte de las tumbas         los reyes del Imperio Nuevo y se supone que no eran excavados hasta que el        difunto era depositado con todo su ajuar funerario en el interior de la c�mara.

 

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