RECREACIÓN DEL TEMPLO DE DEBOD EN SU ÉPOCA DE APOGEO
Por Begoña del Casal y Saúl Pérez-Juana, Instituto de Estudios del Antiguo Egipto.
Cuando las venerables ruinas del Templo de Debod se reconstruyeron en Madrid, en una capital sin demasiada tradición egiptológica, la urbe se enriqueció con una increíble joya arquitectónica: la construcción faraónica más importante que, fuera del territorio egipcio, pueda encontrarse en el Mundo. Veinticinco años después de que el universalmente codiciado Templo coronara la Montaña del Príncipe Pío, para deleite de la ciudadanía culta, los pioneros de la naciente egiptología española centraron en él su atención. De aquel desvelo por conservar, promocionar y enriquecer tan peculiar legado, nacieron varias propuestas. Una de ellas, la que nos concierne, consistía en la realización de una maqueta a escala de dicho Templo.
Como resultado de las reuniones consultivas mantenidas con la dirección del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto y los altos funcionarios responsables de la conservación del Templo de Debod, se decidió que la maqueta debía recrear el aspecto que en el momento de esplendor tuvo todo el conjunto sacro. Y, para conseguir que el visitante pudiera percibir la magnitud de un templo egipcio vivo, había que reproducir los elementos arquitectónicos existentes en la actualidad, es decir, el templo y las dos puertas monumentales que perduran, además de incorporar los ya inexistentes: los bajorrelieves de las zonas externas del edificio principal, una tercera puerta, los pilonos y patios internos, el paseo procesional y el témenos, desaparecidos todos ellos con el paso de los siglos. La tarea no era fácil, porque la documentación era escasa y dispersa. Aún así, y resaltando con gratitud la colaboración inestimable del conservador del Templo de Debod, conseguimos los datos fidedignos y necesarios para llevar a cabo el trabajo. Los materiales empleados fueron tres: madera, mortero pétreo y pintura al agua. La madera se usó en las cantidades imprescindibles y exclusivamente como soporte del mortero que reviste todo el conjunto. La elección del tipo de material cobertor se sometió a varias exigencias, algunas de ellas muy importantes. Por ejemplo, la plasticidad del producto y la posibilidad de ser esculpido con facilidad y que, a su vez, llegara a endurecer totalmente. También valoramos que tuviera un fino acabado y la semejanza con el aspecto del modelo a reproducir.
Y que, además de todas las prestaciones indicadas, era de una extraordinaria ligereza que posibilitaba la idea inicial de anclar al techo la vitrina expositiva destinada a contener la obra, amén de ofrecer una especial resistencia por estar concebido para la restauración monumentos que han de permanecer a la intemperie. Tratando de recrear el monumento egipcio con la mayor veracidad posible, mediante grabado sobre superficie plana se reprodujeron, uno a uno, los bloques de piedra que componen los elementos que el Templo conserva, así como los tragaluces abiertos en los muros del edificio principal. Una de las fases más gratificantes del proceso fue la interpretación y reposición de los conjuntos decorativos perdidos en el original: los bajorrelieves policromados que originalmente decoraron el exterior del edificio, vestíbulo y fachada. Se trataba de reproducir escenas muy ricas en detalles que debido a las dimensiones de la maqueta había que reproducir miniaturizadas, con las consiguientes dificultades que ello entrañaba. Por tanto, se optó por emplear la pintura directamente sobre las superficies lisas. En cambio, en el caso de la puerta ptolemaica, central en la maqueta, el behedety, por ser un motivo más simple, fue tallado en la piedra antes de serle aplicados los correspondientes colores.
Empleando la misma escala de la maqueta (1:50) modelamos y policromamos las veinticuatro figuras que componen la comitiva religiosa. Cada una de ellas representa a un personaje descrito por APULEYO en su obra el Asno de oro, que es la más explícita de cuantas nos han llegado sobre las procesiones de Isis. Igualmente ha sido respetado con fidelidad el orden de cada participante en el desfile por él descrito. En cambio, a fin de enriquecer visualmente ciertos detalles, como la moda en la vestimenta femenina y la espectacularidad del paso procesional del dios Anubis, se recurrió a efectos anacrónicos propios del Imperio Nuevo y no de la época de esplendor del Templo, que se dio durante la dominación romana de Augusto y Tiberio.
Publicado con la autorización de los autores.
|