TUT ANJ AMON, EL �LTIMO REY LEG�TIMO 

DE LA DINAST�A XVIII.

 

Por. D�a Teresa Bedman.

Del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto.

Publicado en la Aventura de la Historia, Noviembre, 2002.

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La, al menos, tres veces milenaria historia de Egipto posee pocos ejemplos tan pat�ticos como la historia de un ni�o que fue hecho rey de las Dos Tierras en medio de las dram�ticas circunstancias provocadas por un torbellino pasional como no hubo otro.

Este personaje, que sali� de las brumas de la historia, -donde deliberadamente le hab�an colocado sus inmediatos sucesores-, por obra y gracia de una obsesi�n, la del ya inmortal Howard Carter, ten�a poco m�s de ocho a�os cuando fue designado para ejercer la realeza de un pa�s en ruinas, absolutamente destrozado por la conmoci�n de un largo proceso de lucha pol�tica y religiosa, probablemente nunca antes conocido en las tierras de Egipto.

El ni�o Tut-Anj-Aton (La Imagen Viviente del Aton) -pues ese era su nombre de nacimiento- se nos presenta como una figura salida de la niebla y rodeada de grandes misterios: �Qui�nes fueron sus progenitores?, �d�nde naci�?, �por qu� fue �l el elegido para ser el rey que llev� a cabo la restauraci�n del culto a los dioses despu�s de la persecuci�n amarniense?, �c�mo muri�?, �fue asesinado por orden de su sucesor en el trono, el Padre Divino Ay?, �es cierto que en su tumba se han hallado gran cantidad de objetos propiedad de otros reyes del periodo am�rnico como si hubiesen sido enterrados all� como objetos malditos?.

En una palabra �qui�n fue en realidad este peque�o m�rtir, sacrificio propiciatorio ofrecido al monstruo del poder y la ambici�n humanas?.

Los antecesores de Tut-Anj-Amon.

La realeza egipcia surgida de la guerra de liberaci�n nacional contra los Hicsos, hacia el 1550 a. de C., hab�a llevado a Egipto a las m�s altas cotas de poder e influencia de su historia. Por el Este, las fronteras se extendieron probablemente hasta el mismo curso del r�o E�frates, en el norte de Siria, mientras que, por el Sur, sus tropas y factor�as alcanzaron la quinta catarata del r�o Nilo, en el coraz�n del actual Sud�n, algo antes del lugar donde confluyen los cauces del Nilo Blanco y el Azul.

De tal modo, las riquezas afluyeron a Egipto como el propio r�o tra�a el limo todos los a�os con su crecida. La tierra amada se convirti� en el centro del mundo conocido entonces. El poder de sus reyes era inmenso.

Pero la construcci�n de este inmenso edificio pol�tico y econ�mico ten�a su principal fundamento y apoyo en una gran idea religiosa que daba su alma al pa�s mismo: la sombra del poderoso dios Am�n se cern�a sobre todo este complejo entramado de poder y de gloria.

Los reyes de la nueva dinast�a creada por Ahmosis hab�an sido apoyados por el clero del dios tebano desde el principio. Desde su ciudad de Karnak el dios gobernaba el mundo a trav�s de su hijo, el fara�n. El rey era el encargado de administrar todo ese inmenso patrimonio, pero, para rendir cuentas y entregar lo mejor de sus rendimientos al poderoso clero del dios.

Esta situaci�n fue provocando una serie de inevitables tensiones entre la casa real y la jerarqu�a religiosa amoniana que, finalmente, desembocar�an en la ruptura provocada bajo el reinado de Amen-Hotep III, y consumada bajo el del tristemente c�lebre Aj-en-Aton.

El que, probablemente, fuera abuelo de Tut-Anj-Am�n, Thutmosis IV, inici� ya un decidido alejamiento de la asfixiante tutela de Am�n. Fue �l quien activ� el movimiento de influencia solar que tratar�a de colocar al rey de Egipto bajo la protecci�n del dios Ra Hor-Ajty para hacer frente al insoportable poder del dios Am�n.

Su hijo y sucesor, Amen-Hotep III, se convertir�a, �l mismo, en el At�n viviente, es decir, en la expresi�n divinizada del sol sobre la tierra y, finalmente, el hijo de �ste y de la reina Tiy, Amen-Hotep IV, llevar�a esta revoluci�n hasta sus �ltimas consecuencias, cerrando los templos de Egipto y tratando de imponer un solo culto a un solo dios : el At�n manifestado en el disco solar que cruza el firmamento.

 

El gran misterio de los padres del pr�ncipe Tut-Anj-Aton

La primera cuesti�n a desentra�ar por los egipt�logos, es averiguar de quien fue hijo el pr�ncipe Tut-Anj-Aton.

No hay ning�n acuerdo entre los especialistas a prop�sito de este asunto. Unos, lo declaran hijo de Aj-en-Aton y de una reina secundaria llamada Kiya; otros, del padre del anterior, Amen-Hotep III y de la reina Tiy, pero lo cierto es que ninguna de ambas propuestas se ha impuesto definitivamente.

Por fin, queda una tercera posibilidad: que Tut-Anj-Amon fuera hijo de Amen-Hotep III y de la Gran Esposa Real Sat-Am�n, la primog�nita habida con Tiy y desposada por su propio padre en el a�o treinta de su reinado, durante la celebraci�n de la primera fiesta jubilar del rey.

A favor de la tesis de la paternidad de Aj-en-Aton testifica el hallazgo de un bloque en Herm�polis, probablemente procedente de un edificio construido por este rey, que habla de que el pr�ncipe, es hijo de su cuerpo, (sin que conste el nombre del rey que lo declara como tal), lo que equival�a en la mentalidad egipcia a declararlo su hijo biol�gico. Pero, es lo cierto, que la misma inscripci�n se encuentra recogida en un arquitrabe de la gran columnata del templo de Luxor, -�sta vez referida a Amen-Hotep III-, por lo que ambos datos deber�an ser descartados en esta encuesta. Debido a su posible naturaleza propagand�stica, que pudiera alterar la realidad hist�rica, tampoco se suelen admitir las diferentes inscripciones halladas en templos, en las que Tut-Anj-Amon se declara continuador de las obras de su padre Amen-Hotep III.

Sin embargo, s� hay otras observaciones que hacer al respecto, tales como el nombre que se le impuso al nacer, que significa �La Imagen del At�n Viviente�. Es muy probable que esta frase fuese una clara referencia a su padre carnal: �l era la viva imagen de su padre.

Pues bien, el �nico �At�n Viviente� que conocemos fue el rey Amen-Hotep III, que se diviniz� a s� mismo como tal durante su primer Jubileo, celebrado en el a�o treinta de su reinado. Adem�s, sabemos que, aproximadamente, en las mismas fechas el futuro Aj-en-Aton celebr� en honor de su padre, Amen-Hotep III �El At�n Viviente�, otra extra�a fiesta Jubilar destinada a reforzar la imagen divina solar del primero.

Otro importante dato a tener en cuenta para tratar de conocer la paternidad del peque�o rey reside en el hecho de que, entre su ajuar funerario se hall� un collar del que pend�a efigie de Amen-Hotep III, todo ello de oro.

Finalmente, parece l�gico pensar que, cuando se produjo el retorno al r�gimen ortodoxo bajo la tutela del dios Am�n, se eligi� para llevar a cabo la restauraci�n de los cultos de los dioses a una persona en la que ten�an que confluir necesariamente las condiciones de sucesor leg�timo del �ltimo rey reconocido por la ortodoxia e hijo de una Gran Esposa real. Adem�s ninguno de �stos podr�an ser, evidentemente, ni Aj-en-Aton, ni Nefert-Ity, personajes altamente indeseables para el clero de Am�n.

Todas estas exigencias apuntan a considerar al rey Amen-Hotep III como el verdadero padre del pr�ncipe.

Queda ahora, tratar de averiguar qui�n hubiera podido ser la madre.

El primer impulso fue declarar a la reina Tiy como la mujer que dio la vida al infante Tut-Anj-Aton. Un mech�n de cabellos hallado junto a la estatuilla de oro de Amen-Hotep III en la tumba del peque�o rey dio una posible pita en tal direcci�n. Al parecer, la estructura del cabello hallado coincid�a altamente con la del existente en la cabeza de una momia de mujer hallada en la cachette de la tumba de Amen-Hotep II, en el Valle de los Reyes. La propuesta de identificaci�n de dicha momia con la reina Tiy podr�a confirmar que los cabellos del relicario hallado entre el ajuar funerario de Tut-Anj-Amon, podr�an haber sido de Tiy y, por tanto, que Tiy hubiera sido su madre. Pero, se impone la evidencia biol�gica que sugiere que una mujer de m�s de cuarenta y cinco a�os, en aqu�lla �poca, es muy dif�cil que fuera fecunda.

Por otra parte, s� hab�a una mujer que pudiera haber sido Gran Esposa Real y estar en edad f�rtil. Esta era la Reina Sat-Amon, hija de Amen-Hotep III y de la reina Tiy, que fue desposada por su padre Amen-Hotep III al ser divinizado como el �Aton Viviente.�

As� pues, he aqu� el c�rculo cerrado. Un pr�ncipe, hijo directo del gran Amen-Hotep III, �ltimo rey reconocido en las listas reales que exclu�an el proceso am�rnico, e hijo de una Gran Esposa Real, tambi�n del �ltimo periodo leg�timo a los ojos de los sacerdotes de Am�n, fue el elegido para ocupar el trono de las Dos Tierras y ce�ir la Doble Corona en el nombre del poderoso dios Amon: �ste fue el rey ni�o Tut-Anj-Amon.

La raz�n por la cual no se ha encontrado ni un solo objeto con el nombre de Sat-Am�n en la tumba de su posible hijo habr�a que explicarla por medio de la aversi�n que ella despertaba en el sucesor del rey difunto, el Padre Divino Ay, encargado de organizar todo lo relativo al enterramiento del joven rey. Sat-Amon ya habr�a muerto a�os antes y, simplemente, se decidi� desvincular la memoria de la reina de la de su hijo.

El lugar de nacimiento del pr�ncipe

Se ha manejado insistentemente la idea de que Tut-Anj-Aton tuvo que nacer en la ciudad del Horizonte del Disco �El Ajet-Aton� de Amarna. Esta teor�a, carente de prueba alguna que la fundamente tiene su apoyo en la interpretaci�n hist�rica del periodo, a la vista de aquellos que han venido negando la existencia de una corregencia entre Aj-en-Aton y su padre Amen-Hotep III.

Admitido que ambos reyes pudieron tener cortes paralelas y reinados conjuntos durante un periodo m�nimo de once a�os, la forzada hip�tesis de que el pr�ncipe debi� nacer necesariamente en el Amarna pierde mucha fuerza.

De hecho, no se ha encontrado en El Amarna ning�n dato concluyente que pruebe la mera presencia del pr�ncipe Tut-Anj-Aton. Ciertamente se conocen improntas y anillos con el nombre de Tut-Anj-Aton hallados en la ciudad de Aton, pero no son pruebas concluyentes de nada, al tratarse de elementos f�cilmente transportables.

Otra pregunta sin respuesta surge en la investigaci�n: si Tut-Anj-Aton hubiera sido hijo de Aj-en-Aton, habr�a sido el �nico hijo var�n del rey. �Es posible admitir que se encuentren por toda la ciudad numerosas alusiones y representaciones de todas las hijas del rey, y se omita la menci�n del �nico var�n nacido del soberano?.

Otra posibilidad digna de ser tenida en cuenta es aqu�lla que propugna la ciudad de Malkata, en Tebas, como el lugar del nacimiento de Tut-Anj-Aton.

Sin embargo, un dato arqueol�gico de suma importancia ha venido a sumarse en los �ltimos tiempos al puzzle Tut-Anj-Amon. Se trata de una tumba hallada por Alain Zivie en 1997, en el Bubasteion de Sakara que, conforme a sus relieves e inscripciones, perteneci� a una mujer llamada Maia, la cual fue �nodriza del rey Tut-Anj-Amon�.

Sakara era la necr�polis de la ciudad de Menfis, la gran capital del norte y el cargo de nodriza real no ten�a, en el caso de las mujeres que lo llevaron, ninguna implicaci�n simb�lica. Normalmente, cuando nac�a un pr�ncipe real y la madre no pod�a, por alguna raz�n, amamantarle, se encargaba de esta tarea nutricia a una dama de alto rango, que hubiera tenido un hijo recientemente.

As� pues, dos conclusiones surgen de modo inmediato: la primera, que una mujer residente en la ciudad de Menfis fue la nodriza del pr�ncipe Tut-Anj-Aton y, la segunda, que para ejercer tal funci�n debi� ser elegida para amamantar a un reci�n nacido que, forzosamente, hab�a visto la luz en la ciudad donde la nodriza viv�a. As� pues, esta ciudad no podr�a ser otra que la misma Menfis.

En suma, podr�a admitirse que Tut-Anj-Aton naci� en Menfis, la gran capital del norte de Egipto.

Como natural consecuencia de lo anterior, parece que el joven pr�ncipe habr�a sido criado lejos de la ciudad de El Amarna. En el mismo Menfis o, a lo m�s, en la ciudad Palacio de Mi-Ur, cerca de El Fayum.

En cualquier caso, las convulsiones de los �ltimos momentos del periodo am�rnico sucedieron mientras nuestro pr�ncipe se encontraba a salvo de la marea, debidamente protegido en lugar seguro, como el recambio y garant�a de la reinstauraci�n del r�gimen ortodoxo,  para cuando todos los excesos del llamado rey hereje y su familia hubieran pasado.

La subida al Trono de Egipto

La idea m�s admitida por los egipt�logos respecto del ascenso o designaci�n de Tut-Anj-Aton para ocupar el trono de Egipto es que, este pr�ncipe habr�a sucedido al rey llamado Anj/(Anjet)-Jeperu-Ra Nefer-Neferu-Aton. Esto sucedi� algunos a�os despu�s de la muerte de Aj-en-Aton y con el apoyo de una serie de personajes de alta influencia pol�tica en ese momento, tales como el Padre Divino Ay y los Generales del ej�rcito Hor-em-Heb y Najt-Min; los dos primeros, tambi�n, futuros faraones de Egipto.

La promoci�n del pr�ncipe a la funci�n de rey de Egipto tuvo todos los ribetes de una restauraci�n pol�tica en los mejores t�rminos de nuestra historia m�s reciente.

El pa�s estaba en situaci�n de anarqu�a. Las fronteras de Egipto y sus posesiones sirias, amenazadas. Era el caos.

En este contexto, cada cual debi� hacer sus c�lculos en relaci�n con el proyectado �golpe institucional�. Lo primero era buscar una reina que, con arreglo a las costumbres y tradiciones, fuera adecuada para desposarse con el nuevo fara�n. La elegida fue la tercera hija de Aj-en-Aton, la princesa Anj-es-en�pa-Aton. Esta decisi�n deja entrever los futuros planes de Ay, a la saz�n su t�o-abuelo. Ella era hija del rey Aj-en-Aton y de la Gran Esposa real Nefert-Ity. Por tanto, con arreglo a la tradici�n pose�a las condiciones para entregar el trono al elegido para ser futuro rey.

El caso es que, el General Hor-em-Heb y el clero de Am�n debieron llegar a un acuerdo con el Padre Divino Ay y su hijo, el General Najt-Min; se trataba de llevar a cabo un enlace de compromiso entre el candidato de la ortodoxia para ser fara�n y la reina que deb�a compartir la corona con �l. Se observa claramente c�mo los dos grupos de poder, el amoniano y el que sal�a del naufragio am�rnico, cada uno con su apoyo militar, jugaron la partida por el trono.

Tut-Anj-Aton no tendr�a m�s de diez u once a�os; Anj-es-en-pa-Aton ser�a algo mayor, unos tres o cuatro a�os m�s que el pr�ncipe.  Nada m�s ser coronados, o al tiempo, ambos cambiaron sus nombres. El rey se llamar�a en adelante Tut-Anj-Amon y la reina, Anj-es-en-Amon. La restauraci�n hab�a comenzado.

La restauraci�n y el final de la dinast�a

Con el reinado de Tut-Anj-Amon comienza el llamado periodo post-amarniense. Fue una �poca de reconstrucci�n y de vuelta a las estructuras anteriores, incluso, a los tiempos del propio Thutmosis IV.

El primer acto conocido que el rey llev� a cabo fue dictar un decreto real que ser�a expuesto en las principales capitales del pa�s. En �l se declaraba formalmente la reinstauraci�n del culto al dios Amon y a los dem�s dioses y la reapertura de los antiguos templos. Los egipt�logos han llamado a este documento �La Estela de la Restauraci�n�.

Despu�s, sigui� una descomunal campa�a de obras por todo Egipto para reconstruir los templos abandonados y elevar otros nuevos. Para el corto espacio de duraci�n de su reinado -poco m�s de nueve a�os- es asombrosa la actividad constructiva que se despleg� por todas partes.

El ej�rcito emprendi� una en�rgica serie de campa�as para combatir a los hititas, a los beduinos asi�ticos y a las tribus nubias. En suma, se hizo todo lo posible para restaurar la influencia egipcia en sus �reas de dominio tradicional: el pasillo sirio y la Nubia.

El resto de los acontecimientos del reinado de Tut-Anj-Amon est�n ocultos a nuestros ojos.

Si la tumba del rey en el Valle de los Reyes ha entregado una enorme cantidad de preciosos objetos que nos permiten conocer muy profusamente el arte de la �poca, apenas nos ha facilitado datos acerca de la vida del monarca.

La carrera por el poder se hab�a desatado. Ay y Najt-Min por un lado, Hor-em-Heb con el apoyo mayoritario del ej�rcito y del clero de Am�n, por el otro. En medio de esta vor�gine de intrigas palaciegas estaban los dos j�venes soberanos. Quiz�s ajenos a lo que se tramaba, sus vidas siguieron el curso obligado por las tenebrosas circunstancias que les hab�a tocado pasar. Deb�an ser una especie de rehenes del sistema. Es decir, que podemos advertir la aut�ntica prisi�n dorada en la que los dos adolescentes se hallar�an: los sacerdotes, los ministros, los Generales, todos ellos controlando a la pareja real a trav�s de los cortesanos y servidores del rey y de las damas de la reina. Al mismo tiempo, los dos partidos control�ndose entre s�.

Hor-em-Heb pas� a gobernar el Norte del pa�s, al mando de todos los ej�rcitos del Delta y el pasillo sirio, al tiempo que llev� a cabo campa�as en Nubia, por el Sur.

Ay permaneci� siempre cerca del rey y de su esposa para poder ejercer m�s f�cilmente su letal influencia.

Los datos arqueol�gicos nos indican que Tut-Anj-Amon rein� durante nueve o diez a�os, es decir que, al morir, tendr�a entre diecinueve y veinte a�os de edad. �Corta vida para un fara�n que ten�a tanto por hacer!.

La momia desvela secretos

Cuando se llev� a cabo la autopsia de la momia del rey, en el a�o 1925, por Douglas Derry, se indic� que podr�a haber fallecido de muerte natural, quiz�s de tuberculosis. Sin embargo, en 1969 el  Doctor R. G. Harrison solicit� y obtuvo un permiso de las autoridades egipcias para hacer un nuevo examen del cad�ver de Tut-Anj-Amon, esta vez con rayos X.

El estudio del cr�neo denunci� la existencia de una mancha oscura en la base del mismo. Los estudios anat�mo-patol�gicos indicaron que eran los restos de una bolsa hemorr�gica situada bajo las membranas que recubren la masa cerebral. Este dato alert� a los investigadores ante la posibilidad de una nueva y m�s veros�mil causa de muerte: un golpe traum�tico recibido por el rey en la regi�n occipital. M�s concretamente, se propuso la teor�a de que el rey habr�a recibido un fuerte golpe en el occipucio que no le caus� la muerte inmediata, sino que el desenlace debi� producirse en un largo proceso ag�nico de no menos de dos meses de duraci�n. Un prolongado estado comatoso que se fue agravando conforme el hematoma iba presionando m�s y m�s la masa cerebral contra el cr�neo.

Las conclusiones forenses de esta grav�sima lesi�n se orientaron hacia un homicidio como causa de la muerte del joven rey. La lesi�n no pod�a haberse producido de modo casual a causa de una ca�da, por ejemplo. M�s plausible era que la lesi�n craneal se hubiera provocado por medio de un golpe propiciado con un objeto contundente, tal como una maza.

As� pues, el rey podr�a haber muerto asesinado.

 

Los sucesores de Tut-Anj-Amon y el final de la dinast�a XVIII

Si se observa atentamente la decoraci�n de la c�mara sepulcral de la KV 62, la tumba de nuestro peque�o rey, r�pidamente se percibe una caracter�stica sospechosa en la primera de las tres escenas de la pared norte: El Osiris-rey Tut-Anj-Amon recibe los ritos funerarios de la apertura de la boca de manos de otro rey, ya coronado, cuyos nombres est�n rodeados con los habituales cartuchos. Se trata del Padre Divino Ay, convertido en Se�or de las Dos Tierras. Esta representaci�n es absolutamente �nica en todo Egipto. En ninguna otra tumba se conoce algo parecido.

Es claro que Ay ten�a especial necesidad de proclamar su condici�n de heredero y sucesor del rey difunto y de hacerlo como fara�n coronado. Sabemos que la coronaci�n del rey sucesor se llevaba a cabo durante los setenta d�as del embalsamamiento, pero tambi�n, que ning�n otro rey se hizo hecho representar en tal situaci�n, ni antes ni despu�s, en la tumba de su antecesor.

Cabe deducir de ello que Ay no estar�a desvinculado de la causa homicida que debi� costar la vida al joven rey.

La tumba en s� misma es otro indicio de lo an�malo del asunto. Seg�n todos los indicios parece que Tut-Anj-Amon se hubiera hecho excavar una tumba en el llamado Valle Occidental, tambi�n conocido como Valle de los Monos, donde se hab�a enterrado a su posible padre, el rey Amen-Hotep III. Pues bien, esa tumba, hoy numerada como la WV 25, fue finalmente ocupada por Ay. Para Tut-Anj-Amon se habilit� con extrema urgencia una peque�a tumba en el Valle de los Reyes que, por las casualidades del destino fue prontamente olvidada, lo que le vali� la preservaci�n hasta su descubrimiento por Howard Carter el 4 de noviembre de 1922.

En el ajuar funerario del monarca presuntamente asesinado se encontraron gran cantidad de objetos con las inscripciones retocadas que demostraban que sus due�os anteriores hab�an sido el rey Anj-Jeperu-Ra Se-Menej-Ka-Ra, un posible hermano de Tut-Anj-Amon  y el mism�simo Aj-en-Aton.

A todo ello, se uni� el hallazgo en Bogaz-K�y, Turqu�a, de una tablilla de barro cocido muy reveladora. Se trataba de una carta enviada por una reina egipcia, al parecer Anj-es-en-Am�n, al rey de los hititas en la que comunicaba al tradicional enemigo de Egipto que estaba aterrorizada, pues su esposo hab�a muerto y no ten�a hijos que le sucedieran en el trono. La reina egipcia ped�a al soberano hitita que le enviase un hijo suyo para hacerle �nada menos que rey de Egipto!. 

Es f�cil componer la escena. Despu�s de cometerse el magnicidio, Anj-es-en-Amon, conocedora de los planes de t�o-abuelo Ay, trat� de buscar ayuda exterior, pues sab�a que, dentro de Egipto, nadie la amparar�a ya a ella, �ltima descendiente con vida del rey her�tico del Amarna. Sabemos, tambi�n, que enviado a Egipto el pr�ncipe hitita solicitado, llamado Sennansa, muri� extra�amente en el camino, antes de alcanzar su destino. Tambi�n se sospecha que Ay debi� desposar a la reina viuda, a pesar de que ten�a ya esposa conocida, y, sabemos tambi�n que, despu�s de estos terribles y dram�ticos acontecimientos, la desgraciada Anj-es-en-Am�n desapareci� de la historia para siempre, sin dejar rastro.

Ay no disfrut� largamente de la cosecha de sus oscuras maniobras. Su reinado dur� poco m�s de cuatro a�os. Con �l desapareci� el �ltimo actor del drama am�rnico.

A su muerte, el ej�rcito tom� el poder de acuerdo con el clero de Am�n. El General Hor-em-Heb puso los cimientos de una nueva dinast�a, -la d�cimo novena- salida de los cuadros militares. Fue el encargado de borrar la memoria de sus antecesores, usurpando todos sus monumentos y poniendo en orden un pa�s envuelto en la ruina, el desorden, la anarqu�a y las conspiraciones. Seg�n las listas reales oficiales su reinado fue el que sigui� al del gran Amen-Hotep III....pero para acceder al poder debi� casarse con una mujer que, probablemente, hija de Ay y hermana de la reina Nefert-Ity, la Reina Mut-Nedyemet, era la �nica que pod�a entregarle la legitimidad recibida del �ltimo rey de la dinast�a.

 

Para saber m�s:

Carter, H. La Tumba de Tutankham�n. Barcelona, 1976.

Desroches Noblecourt, Ch. Vida y muerte de un fara�n. Tutankhamen. Barcelona, 1989.

The Griffith Institute.  Tut�ankhamun�s tomb series. Oxford, 1963-1990.

Reeves, N. Todo Tutankam�n. El rey. La tumba. El tesoro real. Barcelona, 1991.