EL AMARNA, LA CIUDAD M�GICA DE AT�N

 

Por Teresa Bedman.

Del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto.
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Algo antes de las cinco de la ma�ana, los primeros resplandores del sol comenzaban a enrojecer el cielo, al otro lado del r�o. Hab�a que a cruzar la corriente del Nilo desde la orilla occidental, en alg�n punto unos cinco kil�metros antes de llegar a Deir Mawass.

El lugar indicado para embarcar en el trasbordador estaba marcado por un puesto de polic�a que tambi�n despertaba con los p�jaros, los �rboles y el r�o. Un campesino calentaba agua en un fog�n de petr�leo para preparar el t�. En la otra orilla, una masa azulado-rosada iba destac�ndose m�s all� de la corriente, espejo de plata bru�ida en el que se reflejaban la luz  irisada del amanecer.

Muy cerca se hallaba la antigua Ajet-Aton, la  m�gica ciudad del rey Aj-en-Aton.

Al llegar a la extensa planicie en la que anta�o se hab�a erigido la gran ciudad del sol, se hizo expreso el gran silencio de la emoci�n.

El nombre actual del lugar es Tell el Amarna, una llanura de dos kil�metros y medio de extensi�n a lo largo del Nilo, al norte de la poblaci�n de Hagg Kandil. Su nombre procede de la tribu beduina de los Beni Amram que ha habitado, y habita a�n, en aquellos parajes.

Entre las reverberaciones del aire, caliente ya por los primeros rayos del sol, que hac�an vibrar la atm�sfera al pie del suelo des�rtico, casi se pod�a percibir la imagen et�rea de una ciudad blanca, inmensa, cuyo rectil�neo trazado contrastaba con la altura de los muros de sus blancas edificaciones. �En verdad la ciudad del Horizonte de Aton, segu�a all�

Ajet-Aton de Amarna entre la leyenda y la b�squeda arqueol�gica.

Los antiguos textos nos dicen que el rey Amen-Hotep IV, d�cimo soberano de la dinast�a XVIII ( hacia el 1358-1341 a. de C.), hab�a decidido construir en aqu�l lugar una ciudad real que sirviese de sede para el culto de su nuevo dios, el disco solar Aton en cuya realidad conflu�a todo lo que hab�a sido, era, y ser�a en el futuro.

El lugar elegido se hallaba a medio camino entre Menfis y Tebas, las dos grandes capitales del norte y del sur, centros neur�lgicos de la vida de Egipto.

Se trataba de un �rea dotada con una rica zona de cultivos en su parte oeste, al otro lado del Nilo, mientras que, en el este, una enorme llanura, espacio liso h�bil, permit�a la construcci�n de una ciudad de gran extensi�n.

Aquella regi�n nunca hab�a estado habitada antes; �ste pudo haber sido uno de los motivos esenciales para su elecci�n por el rey.

Aj-en-Aton declar� en las estelas erigidas para marcar los l�mites de su nueva ciudad que el territorio no pertenec�a a ning�n dios o diosa, y que el mismo Aton le hab�a revelado el emplazamiento donde deber�a alzarla.

Las razones por las que Aj-en-Aton hab�a decidido dar vida a aqu�lla nueva ciudad son sobradamente conocidas. Antes de fundarla, el rey llevaba el nombre de Amen-Hotep, que significa �el dios Amon est� satisfecho�. Conocemos, por los documentos encontrados, la enorme resistencia que se produjo en la ciudad de Tebas contra su nueva religi�n. As� pues, en el quinto a�o de su reinado decidi� abandonar la antigua capital de Tebas y fundar su nueva metr�poli.

No tenemos constancia como sucedieron los acontecimientos puntuales, pero s� se sabe que el rey renunci� a su nombre de nacimiento, que �l no hab�a elegido e implicaba su sometimiento al dios Amon, su enemigo irreconciliable. Decidi� que, en adelante, �l ser�a Aj-en-Aton,  nombre que significaba �El esp�ritu luminoso de Aton�, o seg�n otras versiones �El que es �til a Aton�.

El resultado de su nueva voluntad fue la construcci�n de una ciudad completa, cuyos l�mites, en la �poca de mayor apogeo, abarcaron una extensi�n aproximada de 16 kil�metros a lo largo del r�o por 13 de ancho hasta la falda de las estribaciones de cadena ar�biga. Ese era el sagrado recinto situado entre las catorce estelas  de frontera con las que cerr� m�gicamente los l�mites de la ciudad.

Esta nueva urbe lleg� a albergar una poblaci�n de, entre, 20.000 y 50.000 habitantes.

Todas aqu�llas almas parec�an estar presentes todav�a vagando por la gran llanura llena de luz, aunque vac�a, sin embargo, como solo est� vac�o el desierto.

 

El trazado urban�stico de Amarna.

A pesar de que la ciudad fue alzada en una franja del desierto absolutamente llana, los arque�logos opinan que no debi� haber ning�n proyecto de dise�o previo del conjunto antes de proceder a su edificaci�n. El centro del desarrollo urban�stico fue, como era habitual en las ciudades egipcias, el �rea de los templos. En este caso, se estableci� adem�s una especial consideraci�n a los palacios de la familia real y a los edificios administrativos, que dieron como resultado la creaci�n de un marco urbano especial no conocido antes en la tradici�n arquitect�nica egipcia.  

El eje principal de la nueva ciudad consist�a en una larga avenida,  llamada en los textos �camino real�, que un�a la parte central de la ciudad con el barrio norte.

Es muy claro que este ancho camino, una gran v�a, estaba destinado a ser el cord�n umbilical que unir�a las dos partes m�s altas del �rea urbana, los extremos de la ciudad, cuya ubicaci�n hab�a venido condicionada por la topograf�a del lugar.

En este camino procesional se desarrollaron casi a diario, durante el reinado de Aj-en-Aton en su universo de Amarna, los esplendorosos desfiles del rey y su familia, subidos en su carro de electrum, resplandeciente como el mismo Disco solar para ser adorado por sus s�bditos. El rey y la bella Nefert-Ity bendec�an a su pueblo mientras los habitantes de la ciudad participaban de la arrobante contemplaci�n del �Aton Viviente�. En la comitiva que segu�a a la familia real se pod�a ver a los grandes funcionarios como el Visir Najt, el General Ra-Mose o el escultor Tut-Mes.

 

El barrio norte.

El �rea septentrional de la ciudad estaba construida alrededor de un enorme y s�lido edificio, el Palacio de la Ribera Norte, que estaba protegido por una gran muralla de fortificaci�n. All� resid�a el monarca,  era su morada privada.

De este modo el rey, totalmente separado y retirado del bullicio del resto de la ciudad, pod�a encontrar el m�stico contacto con su padre �El dios Ra Hor-Ajty, quien se regocija en el Horizonte en su nombre de luz solar que est� en el (disco) Aton�.

Entre la muralla y el palacio hab�a almacenes y otros edificios, los cuales pudieron haber sido los barracones del cuerpo de guardia del fara�n. Al otro lado del camino se encontraban las residencias de algunos de los cortesanos de m�s alto rango en Palacio, los m�s cercanos al rey y su familia. Grandes villas con sus dependencias, graneros, jardines, viviendas para los servidores, cuadras y cuanto se pudiera esperar del m�s refinado confort.

Un gran edificio para la administraci�n, construido en terrazas al final de las laderas de las colinas, cerraba por el norte esta barrio de la ciudad. En su interior se albergaba un enorme grupo de almacenes para guardar productos diversos; as� se prove�a a aquel distrito de cuanto pudiera necesitar, poni�ndolo al resguardo de las escaseces y de eventuales faltas de aprovisionamiento.

En el camino hacia el centro de la ciudad se construy� un palacio, hoy llamado por los arque�logos Palacio del Norte, residencia real independiente que miraba hacia el r�o. En su interior hab�a amplios salones oficiales de recepci�n, dependencias privadas que constaban de un dormitorio y una sala de ba�o y un templo solar al aire libre con jardines y patios, cuyas paredes se adornaban con escenas de brillantes colores inspiradas en la naturaleza.  All� se guardaban animales y aves.

Su due�a era, seg�n todos los indicios la bella Hija Real Merit-Aton.

Pasado el palacio, el camino real atravesaba finalmente la primera de las zonas  con gran concentraci�n de edificios, el barrio norte, e iniciaba una suave ascensi�n hacia la meseta baja sobre la que se alzaba la ciudad central.

 

El barrio central.

La ciudad central se alzaba sobre una de estas altiplanicies, y estaba distribuida en torno al extremo del tramo principal del camino real .All� se alzaba la gran masa de las viviendas de los habitantes de Amarna.

La gran mayor�a de los nobles, los representantes de la burgues�a y los m�s humildes conviv�an de modo extra�o en un entramado urban�stico que mezclaba todas las realidades sociales de la ciudad. Las casas de Amarna se desarrollaban hacia el interior de s� mismas. Se puede considerar que exist�a cierto concepto �igualitario� entre las moradas ricas y las m�s modestas que solo se diferenciaban por el tama�o y la complejidad de la distribuci�n.

La vivienda arquet�pica era de planta cuadrada y en ella se distingu�an claramente la parte p�blica de la privada. Una amplia sala central con columnata y una galer�a estaban dedicadas a recibir a los visitantes y a hacer la vida com�n de familia;  bancos de ladrillo, braseros, mesas de ofrendas y amplios nichos para colocar las im�genes de los reyes o las estelas de culto al Aton amueblaban esta zona. Las dependencias privadas se desarrollaban en torno a la sala central. Los dormitorios, los cuartos de ba�os y las letrinas ocupaban esa zona de la casa.

 

El Gran Palacio.

El Gran Palacio se encontraba junto al extremo oeste de la ciudad y posiblemente alcanzaba toda la extensi�n del terreno actual hasta el r�o. Conten�a una zona privada con acogedoras salas y patios, pintados de brillantes colores. Pero el eje del edificio en direcci�n norte-sur lo constitu�a un enorme patio en el que se hab�an incluido colosales estatuas de Aj-en-Aton; a su alrededor se alzaba un d�dalo de salas, patios menores y otros monumentos.

P�rticos, rampas de acceso entre estancias, columnas, todo ello estaba construido con piedra de diferentes clases; este esplendor se completaba con pavimentos de alabastro trasl�cido y, en otras ocasiones de barro seco sobre el que se hab�an insertado finas pinturas sobre estuco que, con sus brillantes colores y representaciones reflejaban un inigualable impulso de vida.

Palacio Real. � I.E.A.E.

En el a�o decimoquinto del reinado este edificio, que parece que estar�a dedicado a las recepciones y al despacho con los funcionarios de la administraci�n, fue ampliado en su parte sur. All� se construy� una sala  posiblemente para realizar los ritos de la coronaci�n de Se-Menej-Ka-Ra, sucesor y corregente de Aj-en-Aton que conten�a 544 columnas de ladrillo mientras que sus paredes estaban decoradas con placas de cer�mica vidriada esmaltada en diferentes y vivos colores.

El Gran palacio se encontraba comunicado con la Casa del fara�n, una residencia m�s peque�a a la que se acced�a por un puente que cruzaba sobre el camino real. Era el lugar de despacho del monarca y estaba dotado con un gran mirador, llamado �La Ventana de las Apariciones�; all� se realizaban magn�ficas ceremonias en las cuales eran recompensados los m�s fieles funcionarios y adeptos a la nueva religi�n quienes recib�an  del rey y su familia magn�ficos collares de oro y otras distinciones.

 

El Gran Templo del dios Aton.

Contrapuestos al Palacio Real, albergando entre ellos la Casa del fara�n , y al otro lado del camino real se hallaba la gran zona de los templos de la ciudad.

El m�s septentrional era el Gran Templo del dios Aton. Ocupaba una enorme superficie de 229 metros de ancho por 730 de longitud. Estaba orientado en direcci�n este-oeste. Se penetraba en �l traspasando dos pilonos construidos con de ladrillo, tras los cuales se alcanzaba el interior de un edificio de dos construido con bloques de piedra, y que los textos llaman �Casa del J�bilo�.

Una sala hip�stila serv�a de acceso a una serie de patios construidos al aire libre que configuraban el segundo edificio que llevaba el nombre de �Guem-Aton�, el lugar donde el dios Aton resid�a. All� se alzaban trescientas sesenta y cinco altares cuadrangulares construidos en piedra y destinados a recibir las ofrendas cada d�a del a�o.

Dentro del recinto del gran Templo de Aton exist�a otra dependencia que recog�a en su centro un altar tronco-piramidal en cuya parte superior se alzaba una especie de dolmen erecto, pulido y con la punta redondeada, la llamada piedra Ben-Ben que evocaba el s�mbolo sagrado del sol existente  en el templo de Heli�polis, en el norte de Egipto.

 

El peque�o Templo de Aton.

Pasada la Casa del fara�n, en direcci�n al sur y siguiendo el camino real se alzaba otro templo de menores dimensiones dedicado al dios Aton, denominado �La Residencia del Aton�. Edificado junto a la Casa del fara�n, se trataba de una r�plica a menor escala del Gran Templo de Aton, quiz�s dedicado a la celebraci�n de culto privado para el fara�n y su familia y allegados.  Con un muro perimetral dotado de regularmente de especie de torres, la entrada principal estaba protegida por dos pilonos. En el centro del primer patio hab�a una gran plataforma de las llamadas �toldo�. Traspasados otros dos pilonos se acced�a  al santuario de piedra, semejante al del Gran Templo.

 

El Maru-Aton.

La ciudad ten�a su l�mite final a la altura de la actual aldea de El-Hagg Kandil. A partir de aquella zona exist�a otro gran espacio urbano sin construir que alcanzaba hasta las estelas fronteras de la zona sur y que , seguramente, se hab�a reservado para edificar otros edificios que se har�an necesarios m�s adelante. Entre estos edificios aislados destaca el llamado �Maru-Aton�. Estructurado en dos grandes patios protegidos por grandes muros, conten�a unos estanques de clara finalidad ritual, dada su escasa profundidad. A su alrededor hab�a otros pabellones y un grupo de santuarios, en medio de unos hermosos jardines; dentro de los santuarios se alzaba un grupo de mesas de ofrendas situadas, a su vez, en una isla artificial rodeada por un foso poco hondo.

 

Los otros lugares de la ciudad.

El resto de las edificaciones y zonas urbanas de la ciudad del Amarna consist�an en algunas estructuras dispersas tales como otro edificio religioso, el llamado Templo Sur, junto a la actual Kom El-Nana, cuyo elemento central era una construcci�n de piedra,  parcialmente rodeada por un jard�n con �rboles. Acog�a en su interior una serie de construcciones destinadas a albergar diferentes servicios tales como una panader�a y talleres destinados a fabricar diversos art�culos.

Otras estructuras compon�an el conjunto de la gran ciudad del rey Aj-en-Aton. Al norte, entre el Gran Palacio privado y las escarpaduras de las colinas se hab�a alzado una gran estructura de barro y adobe que se destin� a celebrar la Gran recepci�n llevada a cabo por el rey, a la muerte de su padre el gran Amen-Hotep III. All� se dio cita toda la corte, para que el rey recibiese la pleites�a de todos los embajadores y representantes de los reyes y pr�ncipes vasallos del mundo conocido.

La ciudad de los obreros se alzaba, como una especie de barriada aparte en la zona este de la ciudad. Se trataba de recinto cuadrado, de setenta metros de lado, con una sola calle de acceso en su parte sur, que conten�a las viviendas destinadas a albergar los obreros que construyeron la gran ciudad y sus necr�polis. 

Una ciudad egipcia siempre ten�a en su cercan�a su necr�polis.

En Amarna el rey orden� construir las tumbas para sus fieles y funcionarios excavando hipogeos en la ladera de la monta�a oriental. All� agrupada en dos concentraciones, la de la parte norte y la del extremo sur, se dispusieron las moradas de eternidad de los habitantes de la ciudad del Disco.

El rey y su familia  se har�an enterrar en una gran tumba excavada al final de un Uadi que hoy recibe el nombre de Darb El-Melek, en referencia al mismo fara�n.

All� seguir�a reinando, seg�n sus planes, durante toda la eternidad sobre su Horizonte de Aton en Amarna.

El sol comenzaba su declive al otro lado del Nilo. Era el momento en que todos los habitantes de la m�gica ciudad de Amarna se retirar�an a su moradas nocturnas. Era, tambi�n, el momento de concluir la visita de aqu�l extra�o lugar y retornar a la realidad.

La noche acogi� a lo peregrinos de Egipto a la espera de otro amanecer por el oriente.