EL VALLE DE LOS REYES: UNA BREVE

 HISTORIA DE LOS DESCUBRIMIENTOS

 

Francisco J. Mart�n Valent�n.

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El valle de los Reyes ha concitado una enorme cantidad de bibliograf�a. Se podr�a pensar que es un tema agotado, al menos en cuanto a su descripci�n y a la historia de los hallazgos e investigaciones que en �l se han llevado a cabo desde la Expedici�n napole�nica en adelante[1].

Sin embargo, para tener una adecuada perspectiva de lo que este excepcional y �nico lugar arqueol�gico ha supuesto en el mundo de la egiptolog�a, no es ocioso establecer un repaso cronol�gico de los diferentes descubrimientos llevados a cabo en ese uadi �nico en Egipto.

La muerte en Egipto siempre fue considerada como algo omnipresente y permanentemente unido a la vida diaria de los egipcios. Por ello, desde muy temprano se sinti� la necesidad de vencerla por medio de los ritos para propiciar la resurrecci�n de los muertos en el m�s all�. El rey era, naturalmente, especial protagonista de estos ritos. Para ello, despu�s del proceso de la momificaci�n, su cuerpo era depositado con todo boato en un monumento funerario que, normalmente, se compon�a del lugar de enterramiento propiamente dicho y del templo, construido en la orilla oeste del r�o, donde recibir�a culto funerario por toda la eternidad.

Los egipcios eligieron con todo cuidado el lugar donde situar las tumbas de los reyes y de los dem�s nobles fuera de los cultivos, donde los cuerpos se pudr�an con la humedad, para ubicarlas en las laderas secas y calientes del oeste del valle del Nilo o en la franja des�rtica que se extiende entre las laderas y la parte cubierta por el limo. Es un ambiente tan �rido que all� todas las cosas se desecan y se conservan. Como consecuencia de ello las necr�polis de Egipto son lugares donde el tiempo parece haberse detenido, donde no hay corrupci�n en medio de una esterilidad inmortal amparada por el sol.

Durante cerca de mil a�os (desde el 2060 hasta el 1085 a.C.), se construyeron en Tebas m�s templos, palacios y tumbas que en ning�n otro lugar del mundo. Los tebanos reservaron la orilla oeste para ubicar las tumbas de los reyes con los templos dedicados a su culto funerario y las capillas y enterramientos de sus ministros y cortesanos. En ellos se encuentran algunos de los relieves y pinturas m�s hermosos de todo el antiguo Egipto. El Valle de los Reyes est� detr�s de estas hileras de templos y tumbas capilla, separado de ellos por una inmensa cadena de cerros que corre paralela al r�o como una gran muralla.

En el centro de las colinas tebanas hay un gran semic�rculo de laderas escarpadas, cuyas paredes se levantan verticales desde el fondo del valle. Desde lo alto de esas laderas se puede contemplar toda la visi�n de sus necr�polis reales y privadas. Detr�s de esas murallas de cerros de Deir El-Bahari, est� el valle de los Reyes, la cabecera de un largo Uadi que los habitantes del lugar llaman el Uadi Biban el Muluk (El Valle de las Puertas de los Reyes). El Uadi se form� en otra �poca m�s h�meda que la actual, cuando las aguas de las lluvias torrenciales discurr�an desde las cimas de las monta�as hasta el valle.

En la Tebas del Imperio Nuevo, las c�maras funerarias del rey y el templo real estaban separados. La tumba se sol�a construir en las laderas de las colinas que forman el valle, mientras que los templos lo eran junto a orilla del r�o.

En lo esencial, esos majestuosos templos de la Tebas del Imperio Nuevo fueron dise�ados en forma muy parecida a la que se hab�a seguido para sus predecesores de las pir�mides. Pero el papel del templo bajo, que estaba junto al Nilo, qued� reducido al de desembarcadero y, en los �ltimos tiempos del Imperio Nuevo, la calzada de piedra que sub�a hasta el templo funerario se convirti� en un sistema de canales que conduc�a a un dique situado frente a los templos principales que, quiz�, estaban m�s en consonancia con el paisaje de la zona.

Estos templos funerarios de Tebas ten�an que constituir un espl�ndido espect�culo. Largas hileras de edificios bajos, blanqueados, cubiertos de relieves de colores vivos, rodeados de fuertes muros de adobe sobre los que se elevaban los m�stiles del templo, con remates de oro que brillaban al sol y largos gallardetes colgados de ellos.

Las tumbas de los faraones del Imperio Nuevo, situadas en su mayor parte en el valle de los reyes, eran el equivalente del sistema de c�maras sepulcrales que hab�a en las primitivas pir�mides. Fueron excavadas en las laderas de las monta�as de Tebas, al pie del gran Korn, pir�mide natural no alzada por la mano del hombre que vino a sustituir a las construidas durante el Imperio Antiguo y el Medio.

La tumba real tebana era una sucesi�n de galer�as abiertas en la roca, cuidadosamente ordenadas mediante una serie de puertas, que conducen a la gran c�mara donde reposa el sarc�fago real, en lo m�s profundo de las entra�as de la tierra.

A lo largo de los quinientos a�os durante los que se estuvieron excavando y construyendo tumbas en aqu�l lugar, su dise�o fue siendo sensiblemente modificado, aunque el orden b�sico  de los corredores y las c�maras no vari� nunca. Fue un proceso de acrecentamiento en el que, paulatinamente a la ampliaci�n de los conceptos funerarios reales, se fueron a�adiendo nuevos elementos, aunque siempre se conserv� la estructura de los primeros enterramientos en el valle.

La �ltima tumba excavada y construida para el fara�n, fue la de Rams�s XI[2], el �ltimo rey del Imperio Nuevo, aunque no lleg� a terminarse jam�s y su due�o no fue enterrado en ella.

A la muerte del rey, si no antes, los Sumos Sacerdotes de Am�n se erigieron en soberanos del Sur de Egipto; en calidad de tales, se encargaron de cuidar de la necr�polis real que ya hab�a sido parcialmente saqueada. Varias comisiones enviadas por los reyes del norte y dirigidas por los reyes sacerdotes se encargaron de volver a amortajar las momias de los reyes con lienzos nuevos.

Temporalmente las momias fueron reunidas en enterramientos comunes en algunas de las tumbas del valle; luego, fueron divididas en dos grupos principales. Uno de ellos fue depositado en unas c�maras ocultas de otra tumba real[3], y el otro en la tumba colectiva de la familia del Sumo Sacerdote de Am�n Pay-Nedyem II[4].

Cuando el valle dej� de ser lugar de enterramiento para los reyes, el pueblo de Deir El-Medina, que hab�a albergado a los que hab�an trabajado en las tumbas, dej� tambi�n de recibir provisiones y suministros de las posesiones reales; entonces, sus habitantes abandonaron poco a poco la ciudad obrera. Lo mismo hicieron los guardias, as� como todo el personal que cuidaba de las tumbas de los poderosos reyes.

Despojadas de sus momias y saqueadas para llevarse sus tesoros, las grandes tumbas quedaron abiertas y abandonadas. Algunas, las m�s peque�as, desaparecieron a la vista bajo los desprendimientos de tierra y cascotes que produc�an las espor�dicas lluvias torrenciales que raramente caen en el lugar. Pero, las m�s grandes quedaron expuestas al sol, con sus enormes puertas decoradas destac�ndose al pie de los cerros.

Algunos de estos enormes hipogeos fueron utilizados de nuevo para dar enterramiento a familias egipcias. Finalmente, muchos se convirtieron en santuarios de peregrinaje durante la �poca tard�a.

Cuando, a mediados del siglo I antes de Cristo, Diodoro S�culo viaj� a Egipto, los sacerdotes de Tebas le dijeron que �en sus registros se contaban 47 tumbas de reyes, aunque entonces s�lo se conoc�as 17...�[5]. Estrab�n, setenta a�os despu�s confirmar�a estos datos durante su estancia en tierras tebanas.

El valle de los Reyes y Las tumbas que entonces estaban abiertas fueron visitados durante el Imperio Romano por m�ltiples viajeros y turistas, quienes dejaron en once de las tumbas entonces abiertas, m�s de 2000 inscripciones recordatorias. La �ltima visita documentada fue la del Conde Ori�n, Gobernador del Alto Egipto, durante el siglo VI de Cristo.[6]

Despu�s, sobrevendr�a la invasi�n musulmana que, bajo su nueva visi�n religiosa y pol�tica, consider� a estos monumentos como algo ajeno a su mundo. En esta �poca, al menos, las tumbas no fueron objeto de los ataques que hab�an sufrido durante el tiempo en el que las comunidades cristianas habitaron el valle.

La primera menci�n moderna del Biban El Muluk, se encuentra en el relato del viaje, llevado a cabo durante el a�o 1688, de los padres capuchinos Port�is y Fan�ois.

Claude Sicard[7] en 1717 y Richard Pococke[8] en 1738, dieron una descripci�n m�s detallada, en 1768 ser�a el escoc�s James Bruce[9] quien visitar� el Valle dibujando la primera representaci�n de uno de los elementos decorativos apri�tales de una tumba real que fue publicada, la de Rams�s III. Se trataba de la c�lebre representaci�n de la escena del arpista.

Pero las exploraciones y estudios cient�ficos del vale de los Reyes no comenzaron hasta que se llevaron a cabo los trabajos de los integrantes de la Comisi�n de las Ciencias y de las Artes  de la Expedici�n Francesa a Egipto[10], en 1799.

Dominique Vivant Denom[11], que se adelant� unos meses respecto del viaje al sur de Egipto que hicieron algunos de los integrantes de la Comisi�n, visit� el Valle tan solo por tres horas, dada la situaci�n de peligro que hab�a en los alrededores.

En cuanto a los integrantes de la Comisi�n destacan Jollois y De Villiers[12], ingenieros franceses, que fueron los primeros en hacer un estudio cartogr�fico del valle. El mapa que publicaron en la Descripci�n del Egipto, se�ala diecis�is tumbas, once de las cuales estaban ya abiertas.

A finales de agosto del a�o de 1799, ambos hicieron un descubrimiento espectacular. Devilliers nos cuenta en su diario: �En el curso de nuestras investigaciones en el Valle de los Reyes, al cruzar las sierras del lado Oeste, Jollois y yo fuimos a parar a un valle secundario, en el que encontramos una tumba que ninguno de los viajeros que nos precedieron hab�a visto. En este descubrimiento nos favorecieron la suerte y el cuidado con que examinamos todas las grutas que hay en esta parte de las colinas Libias...�

La tumba a la que se refiere era la de Amen-Hotep III[13], situada en el Valle Oeste, algo alejada del conjunto de las dem�s tumbas reales.

Despu�s de la expedici�n francesa fue Belzoni quien hizo diversos descubrimientos en el valle[14]. En primer t�rmino, extrajo de la tumba de Rams�s III el sarc�fago de piedra de este fara�n para venderla al c�nsul ingl�s SALT. M�s tarde tambi�n sacar�a la tapa. Ambas piezas fueron a parar a diferentes lugares. La primera a Paris y la segunda a Cambridge, al Fitzwilliam Museum.

Explorando el Valle Occidental encontr� la tumba de Ay, el sucesor de Tut-Anj-Amon, que dar�a, en lo sucesivo, el nombre de Valle de Los Monos a dicho lugar a causa de las representaciones de babuinos que exist�an en su interior. Tambi�n hall� en el mismo lugar una tumba que, parece, hubiera sido una cachette o escondite colectivo de momias.

En la parte m�s oriental del valle de los Reyes, Belzoni encontr� el hipogeo de Montu-hir-Jepesh-ef, el hijo de Rams�s IX.

Despu�s descubrir�a la tumba de Rams�s I, el sucesor de Hor-em-Heb.

Pero el descubrimiento m�s importante que hizo fue el de la tumba de Sethy I que suscit� en el mundo entero un enorme inter�s[15]. Los primeros visitantes del hipogeo estaban asombrados por el resplandor de los colores de la decoraci�n, los cuales han sufrido mucho desgraciadamente desde entonces.

Champollion que, en 1829, escogi� la tumba de Rams�s IV como �el mejor alojamiento y el m�s espl�ndido que pudiera encontrarse en Egipto�, comenz� a �abrir� los Libros Sagrados cuyos textos cubren los muros de las tumbas. El Padre Claude Sicard, el primero que nos descubri� esas escenas, no sab�a todav�a si estas inscripciones eran biograf�as reales o si se trataba de testimonios de una �teolog�a egipcia�. Pero el descifrador de los jerogl�ficos reconoci� en estos textos el tema de la regeneraci�n nocturna del sol, durante su paso por el dominio infernal: �l dio las primeras traducciones de estos textos en sus cartas desde Egipto.  Despu�s de las visitas de Champollion fueron destacados exploradores del valle John Gardner Wilkinson[16]  y James Burton[17].

Este �ltimo, un arquitecto ingl�s, describi� una extra�a tumba cuyo plano indicaba que se trataba de un monumento absolutamente extraordinario con un grandioso corredor de entrada que conduc�a a una sala cuadrada en la que hab�a diecis�is pilares y de la que sal�an otras c�maras. Despu�s de que Burton lo descubriera se perdi� el conocimiento de la exacta ubicaci�n de este hipogeo. La tumba en cuesti�n, la KV5, ha sido recientemente redescubierta por el egipt�logo americano Kent Weeks y actualmente se sigue trabajando en ella.[18]

A Burton siguieron otros viajeros como Robert Hay[19], aunque otra importante misi�n pisar�a el valle en octubre de 1844. Se trataba de la expedici�n Franco-Prusiana comandada pro Karl Richard Lepsius[20] que, en este caso, se limit� a tomar medidas y a alzar planos de monumentos que ya hab�an sido descubiertos con anterioridad como, por ejemplo, la tumba de Sethy I.

Cincuenta a�os m�s tarde de la visita de Champollion, Gaston Maspero tom� de nuevo la iniciativa de explorar los textos y decoraciones de las tumbas reales. Por otra parte, inaugur� sus actividades en el cargo de Director de Servicios de Antig�edades de Egipto en 1881, con el transporte espectacular, al Museo de El Cairo (Bulak) de las momias reales, descubiertas clandestinamente, algunos a�os antes, por los fellahin de los alrededores, en la �Cachette Real� de Deir El-Bahari.

En la d�cada de 1870 hab�an salido al mercado de antig�edades una serie de objetos que por su importancia no pod�an proceder sino de una tumba real. De otra parte, en 1876 un amigo hab�a enviado a Gast�n Maspero fotograf�as de un papiro que le hab�an ofrecido en Beirut; era de una reina de la dinast�a XXI. Con tales informaciones, cuando Maspero fue nombrado Director del Servicio, lo primero que hizo fue averiguar de donde proced�an �se y otros papiros que hab�an salido antes al mercado. Para ello se sirvi� del auxilio que le prestaban expertos en Egipto como Emil Brugsch y Charles E. Wilbour, un acaudalado americano que conoc�a bien el mercado de antig�edades de Luxor.

Haciendo las pertinentes indagaciones se fu a parar en una familia de Gurnah, los Abd el Rassul, de los que era el Jefe Mohamed. Tras diversas peripecias varios de ellos fueron detenidos y confesaron el oculto lugar que hab�an descubierto a�os antes; all� se encontraban enterrados los sumos sacerdotes de Am�n de la dinast�a XXI con sus familias. En la misma tumba o escondrijo situado en los contrafuertes de Deir El-Bahari descubrieron tambi�n otra sala llena de ata�des, algunos de ellos tan colosales que deb�an quedar encajados en la peque�a puerta de la tumba. En sus tapaderas llevaban inscritos los nombre de los reyes cuyas momias conten�an. Entre ellas, se encontraron las de los reyes Ahmosis, las de los tres primeros Thutmosis, las de Ah-Mosis Nert-Ary y su hijo Amen-Hotep I, las de Rams�s II y III y las de varios reyes m�s.

En 1891 se produjo el descubrimiento de otra cachette en el lugar llamado Bab de Gassus que conten�an gran cantidad de sarc�fagos y momias de las familias de los sacerdotes de la dinast�a XXI[21].

En 1881 lleg� a Egipto V�ctor Loret para dirigir la Inspecci�n del Servicio de Antig�edades en el alto Egipto. Durante el desempe�o de sus funciones en el Valle de los Reyes, descubri� la tumba de Thutmosis III, el gran fara�n de la dinast�a XVIII[22]. Mientras se trabajaba en la limpieza y excavaci�n de esta tumba, labores de exploraci�n en los alrededores dieron como resultado el hallazgo de la tumba del hijo del anterior, el fara�n Amen-Hotep II[23]. Dentro encontr� una serie de momias entre las cuales la del propio fara�n, la de su hijo Thutmosis IV, y las del gran Amen-Hotep III y su esposa Tiy. Tambi�n encontr� los cuerpos de Sethy II y de Rams�s IV. Otros cuerpos sin identificar, una momia de un personaje principesco y otra de una mujer, completaron el hallazgo. Cuando Loret se dispon�a a transportar los cuerpos encontrados al Museo de El Cairo recibi� una orden de dejarlos en la tumba donde se hab�an hallado debido a la resistencia pol�tica del pueblo egipcio que se negaba a que los cuerpos de sus soberanos abandonasen las tumbas donde hab�an residido miles de a�os.

Sus excavaciones en la zona siguieron dando resultados de modo que, algo despu�s, encontr� la tumba de Thutmosis I, el abuelo de Thutmosis III. Al llevar a cabo otros sondeos en la zona existente entre la tumba de Thutmosis I y la de Amen-Hotep II, los hombres de Loret, encontraron otra tumba, esta vez intacta, que pertenec�a a un tal Ma-her-peri, compa�ero de armas de Amen-Hotep II[24].

Este personaje, cuyo nombre significaba �el le�n sobre los campos de batalla�, hab�a sido enterrado en una peque�a siringa que conten�a tambi�n las pertenencias apropiadas para un hombre que fue un gran guerrero: fechas de ca�a y madera, algunas con punta de pedernal, metidas en dos aljabas de cuero; tambi�n dos collares de perro, uno de ellos con el nombre de su animal favorito �Tantunuet�. Hab�a adem�s pan moreno y vasijas llenas de aceite y grasa, todo ello reseco desde hac�a mucho tiempo y destinado al sustento del difunto. Otros objetos como un juego de damas, vasos de perfume y cuencos vidriados completan el parco ajuar funerario del difunto.

Su sarc�fago, negro y guarnecido con l�minas de otras sepulturas se sucedieron r�pidamente, sobre todo gracias a las excavaciones dirigidas por Theodore Davis, el abogado norteamericano que hizo de la egiptolog�a su meta final en la vida.

Para trabajar en la necr�polis real contrat� a un joven prometedor llamado Howard Carte, entonces Inspector del servicio en Luxor, quien descubri�, entre otras, la tumba de Thutmosis IV.

Excavando cerca de las Tumbas de Sethy I y Rams�s X encontraron muchos objetos rotos con el nombre de Thutmosis IV. Al aproximarse los hombres al pie de la ladera vieron que el lecho de roca se levantaba y formaba un reborde, al parecer, artificial. Cuando estaban limpiando la roca, descubrieron dos losas que tapaban dos hoyos, cada uno de ellos como de un metro cuadrado. Despu�s de excavar un poco m�s, Carter comprendi� que estaban en lo alto de una escalera que bajaba junto a la monta�a. Los dos hoyos tapados ten�an unos sesenta cent�metros de profundidad y estaban llenos de arena. Mezclados con �sta, se ve�an modelos de herramientas, hachas, azuelas, escoplos y llanas de alba�il, as� como vasijas y platos de alabastro. Se trataba de los llamados �dep�sitos de fundaci�n� que se sol�an enterrar a la entrada de las tumbas. Todos ellos llevaban el nombre del dios bueno Men-Jeperu-Ra, amado de Osiris, Thutmosis IV[25]. Los obreros limpiaron los escalones, anchos y empinados, observando que penetraban profundamente en la ladera. El d�a 18 de enero de 1903, la puerta estaba ya lo bastante despejada como para permitir la entrada. Carter entr� con Robb de Peyster Tytus, un americano que, a la saz�n, estaba excavando en los restos del Palacio Real de Malkata. Hab�a una serie de objetos rotos esparcidos en los primeros corredores y en el pozo se ve�a una cuerda, abandonada por los ladrones de tumbas hac�a miles de a�os. En el interior de las c�maras a�n  quedaban hermosos restos del ajuar del rey que se hab�an abandonado por los saqueadores en su huida. El saqueo pudo haberse producido unos ochenta a�os despu�s de la muerte del rey, puesto que Carter encontr� en una de las c�maras una inscripci�n dejada por el Inspector de la necr�polis que dec�a lo siguiente: �El a�o 8, el tercer mes de la estaci�n de verano bajo la Majestad del Rey del Alto y Bajo Egipto... Hor-em-Heb, amado de Am�n. Su Majestad, Vida, salud y fuerza, orden� que se encomendara al portador del abanico a la izquierda del Rey, el escriba Real, el Superintendente del tesoro el Superintendente de las Obras en el lugar de la eternidad...Mayo...renovar la sepultura de Thutmosis IV Justificado en al Habitaci�n preciosa del Oeste de Tebas...�.

La tumba encontrada por Carter era magn�fica. Desde el punto de vista arquitect�nico, era la culminaci�n del primer tipo de tumba real iniciado por Thutmosis III. Ten�a las mismas proporciones que las de sus predecesoras, aunque sus dimensiones eran mayores.

A�n apenas descubierta la tumba de Thutmosis IV, mientras acababan de limpiarla, se pudo a una cuadrilla de obreros a trabajar en la ladera. Quitando escombros descubrieron cerca de una puerta, tambi�n llena de escombros, otro dep�sito de fundaci�n con el nombre de la reina Hatshepsut.

La excavaci�n y limpieza de este nuevo descubrimiento dur� dos campa�as. Era la tumba m�s profunda y m�s larga que se conoc�a en Egipto. La reina la utiliz� para enterrar a su padre Thutmosis I, a quien sac� de su primitivo enterramiento en el valle[26]. Se trataba de un hipogeo ya excavado el que la reina orden� a�adir la c�mara del sarc�fago. Parece que la finalidad era hacerse enterrar en dicho lugar ella tambi�n junto con su padre. All� hab�a dos sarc�fagos labrados a partir de sendos bloques de cuarcita amarilla, uno de los cuales ten�a forma de cartucho real.

Despu�s del invierno de 1903-1904, Carter fue destinado a Sakara por Gast�n Maspero, sucedi�ndole en el cargo de inspector Quibell. Las diferencias de criterio entre Quibell y Davis, el mecenas de la concesi�n, se hicieron cada vez m�s dif�ciles de superar, de modo que Quibell consigui� que le sustituyera en el puesto el arque�logo brit�nico Arthur Weigall.

Trabajando �ste �ltimo entre las tumbas de Rams�s XI y de un pr�ncipe hijo de Rams�s III, encontr� la puerta sellada de entrada a la tumba de Yuia y Tuia,  los suegros de Amen-Hotep III[27]. Dentro hallaron los cuerpos intactos de los padres de la reina Tiy. Las tapas de los sarc�fagos hab�an sido retiradas con el evidente fin de robar las joyas. Pero la sala se encontraba llena de objetos. Entre ellos, la silla ofrendada por la Hija y Esposa Real de Amen-Hotep III, Sat-Am�n.

Hab�a tambi�n un hermoso cofre para joyas con los nombres de Amen-Hotep III y un ligero carro dorado.

Tomadas las riendas de las excavaciones por el propio Davis se le impuso el que un arque�logo profesional estuviera a pie de obra. As�, Davis contrat� a Edward Ayrton.

Trabajando para Davis, Ayrton, en la campa�a de 1907, encontr� una tumba, actualmente la n� 55, que constituye uno de los grandes rompecabezas del valle[28].

En ella se encontraron los paneles de una capilla de madera con pan de oro que se refer�an a la reina Tiy, esposa de Amen-Hotep III. Tambi�n se encontr� el sarc�fago de un hombre que conten�a una momia que, en principio, se pens� era la de la reina Tiy. Elliot Smith dictamin�, sin embargo que era la de un hombre de entre veinte y treinta a�os. Lo m�s curioso era que al sarc�fago se le hab�an suprimido todos los nombres y se le hab�a arrancado el rostro. Pruebas sangu�neas mostraron su cercano parentesco con el rey Tut-Anj-Amon, por lo que se ha pensado que podr�a tratarse de la momia de Se-Menej-Ka-Ra, su hermano[29].

La excavaci�n de esta tumba tan importante para esclarecer los acontecimientos del periodo final del mundo de El Amarna fue un gran desastre debido a la falta de cuidado durante la misma y a la desordenada metodolog�a de trabajo, lo que hizo que la publicaci�n fuese inexacta y defectuosa.

En la campa�a de 1907, Ayrton descubri� para Davis la tumba de Hor-em-Heb, lo que constituy� una sorpresa, porque generalmente se pensaba que este rey se habr�a hecho enterrar en la magn�fica tumba construida para �l en Sakara cuando era General[30].

El hipogeo del valle era espl�ndido. Por primera vez se empezaron a esculpir las paredes en altorrelieve y no se pudo concluir, lo que se advierte en la sala del sarc�fago. Se ve como los equipos encargados de decorar las paredes de la tumba, hac�an su trabajo unos detr�s de otros, hasta concluir la decoraci�n.

Los mismos artesanos parece que participaron en la construcci�n de las tumbas de Rams�s I[31] y de Sethy I[32].

Este fue el ultimo hallazgo de Davis en el valle. Convencido de que no hab�a nada m�s que descubrir all�, cedi� su concesi�n a Lord Carnarvon en 1914.

En noviembre de 1922, el excavador de este �ltimo, Howard Carter, descubri� la tumba casi intacta de Tut-Anj-Amon y todo su tesoro funerario[33]. Esta sepultura es, hasta el presente, el �ltimo descubrimiento de un enterramiento real en el valle de los Reyes.

No obstante, los trabajos de excavaci�n desescombro e investigaci�n de otras tumbas reales en el Valle de los Reyes, a�n contin�an. Actualmente, se trabaja en la KV5, la pretendida tumba de los hijos de Rams�s II[34], y en la misma tumba,  la KV7, de este soberano de la dinast�a XIX[35].



[1] Con car�cter de exhaustividad informativa y bibliogr�fica se consultar�n las obras de Nicholas REEVES. Valley of Kings. The decline of a royal necropolis. Londres, 1990; y la de este �ltimo junto con Richard H..WILKINSON, Todo sobre el valle de los reyes. Tumbas y tesoros de los principales faraones de Egipto. Barcelona, 1998. Ver tambi�n SILIOTTI, A. El Valle de los Reyes y los Templos de la necr�polis de Tebas. Barcelona, 1997.

[2] KV4. Ver Romer, J. Y CICCARELLO M. A. Preliminary Report of the Recent Work in the Tombs of Rameses X and XI.  Brooklyn, 1979.

[3] En unas c�maras ocultas de la KV35 de Amen-Hotep II.

[4] La DB320. Ver BRUGSCH, E. Y MASPERO, G. La trouvaille de Deir-el-Bahari. El Cairo, 1881.

[5] Diodoro S�culo. Biblioteca Historica. Libro I. Las Antig�edades deEgipto, 46.

[6] Ver Baillet, J Inscripcions gr�cques et latines de tombeaux des ou syringes � Th�bes. El Cairo, 1920-1926.

[7] SICARD, C. Oeuvres.  Ed. M. Mart�n, El Cairo, 1982.

[8] POCOCKE, R. A. Descripci�n of the East, and some other Countries. Londres 1743-1745.

[9] BRUCE, J. Travels to Discover the Source of the Nile.  Edimburgo, 1805.

[10] Description de l?�gypte: ou recueil des observations et des recherches qui ont �t� faites en �gypte, pendant l�Expedition de l�Arm�e Fran�ais. Paris, 1809-1828.

[11] Voyage dans la Basse at la Haute �gypte pendant les campagnes du Gen�ral Bonaparte. Paris, 1802.

[12] VILLIERS DU TERRAGE, �. De Journal et Souvenirs sur l��xpedition d��gypte. Paris, 1899.

[13] La tumba ha sido repetidamente excavada despu�s de su descubrimiento, aunque deb�a estar abierta desde la antig�edad. Ver KONDO, J. En After Tut�ankamun. Londres, 1989, 41-54, y Valley of the Sun Kings. Tucson, 1995, 25-33.

[14] BELZON, J.B. Narrative of the Operations and recent Discoveries within the Pyramids, Temples, Tombs and Excavations, in Egypt and Nubia.. Londres, 1820.

[15] BELZONI. J.B.Description of the Egyptian Tomb discovered by G. Belzoni. Londres, 1821

[16] WILKINSON, J.G. Topographical Survey of Thebes, T�p�, Thaba, or Diospolis Magna. Londres, 1830.

[17] Trabajos in�ditos. Dep. de manuscritos. Biblioteca Brit�nica. Londres.

[18] Weeks, K. En After Tut�ankhamon,  1989, 99-121. Se cree que pudiera haber sido una tumba colectiva de pr�ncipes hijos de Rams�s II.

[19] Trabajos in�ditos. Dep. de manuscritos. Biblioteca Brit�nica. Londres.

[20] LEPSIUS, K.R. Denkm�ler aus Aegypten und Aethiopien., Berl�n, 1849-1859.

[21] DB358.DARESSY, G. ASAE 1 (1900). 141-148.

[22] KV34. DARESSY, G. Fouille de la Vall�e des Rois 1898-1899. El Cairo, 1902. 281-198.

[23] KV35. DARESSY, G. Op. cit., 1902. 62-279.

[24] KV36. DARESSY, G. Op. cit., 1902. 1-62.

[25] KV43. DAVIS T.M.y otros, The Tomb of Thoutm�sis IV. Londres, 1904.

[26] KV20. DAVIS T.M.y otros, The Tomb of H�tshops�t�. Londres, 1906.

[27] KV46. Davis, M.T. y otros. The Tomb of Iouiya and Touiyou. Londres, 1907.

[28] KV55. Davis, M.T. y otros. The Tomb of Queen Tiyi. Londres, 1910.

[29] En la tumba se encontraron tambi�n cartuchos de Aj-en-Aton, por lo que se pens� que pudiera tratarse de la momia de este rey. Pero nada podr� permitir la certidumbre del hallazgo.

[30] KV57. Davis, M.T. y otros. The Tomb of Harmhabi and Tout�nkhamanou. Londres, 1912.

[31] KV16. BELZONI, G.B. op.cit. 1820. 229-230.

[32] KV17. BELZONI, G.B. op.cit. 1820. 230-237..

[33] KV62. CARTER, H y MACE, A.C. The Tomb of Tut.ankh.Amen, I-III. Londres 1923-1933.

[34] Weeks, K. �Tomb KV5 revealed� BEES, 7 (1995), 26-27. Ver tambi�n The Los Tomb. New York, 1998.

[35] LEBLANC, CH. �Les r�centes d�couvertes dans la tombe de Rams�s II�. BSFE, 141 (Mrs 1998), 20-35.