LOS SECRETOS DE LAS PIR�MIDES.

 

Francisco Mart�n Valent�n

Teresa Bedman.

del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto.

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Majestuosos monumentos que desaf�an al tiempo.

Si las pir�mides atraen la atenci�n general por su majestuosidad e imponente aspecto, lo m�s llamativo de ellas resulta ser el halo de misterio y secretos no desvelados que las rodean desde siempre. A su alrededor han surgido especulaciones de toda clase. Dentro de las llamadas �Teor�as B�blicas� destaca la de que los conocimientos matem�ticos, astron�micos y de otras �ndoles, necesarios para elevar la Gran Pir�mide, son incompatibles con el saber de la humanidad en la �poca en que, se cree, fue construida. Por ello, la concepci�n de todo lo preciso para alzar tan espectacular edifico habr�a sido inspiraci�n directa de Dios, en una revelaci�n prof�tica. Avanzando en esta l�nea se lleg� a decir que las medidas exteriores de la Gran Pir�mide tienen claros significados astron�micos y llevan impl�citas precisas formulaciones matem�ticas del universo, mientras que el interior recoge medidas exactas relacionadas con el pasado, el presente y el futuro de la humanidad. Seg�n estas teor�as el sistema de los corredores interiores estar�a organizado siguiendo un plan geom�trico y simb�lico en el que nada habr�a quedado al azar. Entre el c�mulo de especulaciones gestadas a la sombra de la Gran Pir�mide destaca la que proclama que en la �c�mara del rey� est� impl�cita la f�rmula de la �secci�n �urea�, pues las dimensiones de su planta expresan la relaci�n 1\2. Tambi�n se ha dicho que el �codo piramidal� (medida de longitud equivalente a 0,462 m.), representa una fracci�n exacta de la unidad del�arco geod�sico�, es decir, 1/252.000 del meridiano terrestre. Algunos han querido ver en la Gran Pir�mide un imponente observatorio astron�mico, o un gigantesco cuadrante solar que serv�a para se�alar las diferentes estaciones por medio de la proyecci�n de los rayos solares sobre sus caras, en particular en el momento de los solsticios y de los equinoccios. Otras observaciones han concluido que, multiplicando el valor del n�mero p (3,1416) por la longitud en �pulgadas piramidales� de llamada �antec�mara� que precede a la �c�mara del rey�,se obtendr�a el n�mero 365,242, es decir, la duraci�n exacta de nuestro a�o solar; o bien que, multiplicando la altura de la Gran pir�mide por un mill�n se obtendr�a casi exactamente la distancia de la tierra al sol.

Sin embargo, se ha de pensar que las pir�mides son edificios elevados por hombres, con medios t�cnicos apropiados y racionales. No obstante, los expertos admiten que tras estudiar la arquitectura de dichos monumentos se ha constatado la existencia de ciertos datos de orden astron�mico y matem�tico en la construcci�n de los mismos. Entre ellos, cabe mencionar la precisa orientaci�n de las tres pir�mides de Guiza y, desde el punto de vista matem�tico, la existencia de destacables propiedades geom�tricas, as� como ciertas relaciones de orden num�rico, se�aladas debidamente por los investigadores: hablamos de la existencia del �n�mero de oro�, equivalente a 1,618, y de una asombrosa aproximaci�n al valor del n�mero p griego, con la valencia 3,1428.

Estas �monta�as de piedra� han provocado a trav�s de los siglos admiraci�n y asombro. Durante gran parte de su existencia hasta nuestros d�as han conseguido tambi�n abrir grandes pol�micas entre los personajes que se han acercado a ellas para estudiarlas. La �piramidolog�a� se ha convertido en una especie de �ciencia de las pir�mides� que ha tratado, y trata, de explicar desde su punto de vista el porqu� de la existencia de la Gran Pir�mide, haciendo extensivas sus conclusiones a las dem�s.

Por otro lado, una pl�yade de teor�as esot�ricas han intentado, a su vez, explicar la funcionalidad de estos magn�ficos monumentos. En medio de este marem�gnum, el p�blico ha permanecido confundido, a veces impresionado y francamente atra�do por las infinitas posibilidades que brinda la imaginaci�n ante tan espectaculares e inexplicables obras de arquitectura.

 

En busca de una explicaci�n

M�s cercanos en el tiempo, los intentos de arrancar a las pir�mides sus misterios se han visto apoyados en las m�s novedosas tecnolog�as actuales. Los paralelismos indirectos que se han establecido entre la exploraci�n de lejanos planetas y la de la Gran Pir�mide, por ejemplo, son buena muestra de ello. Sin embargo, el secreto m�s �ntimo de las pir�mides sigue sin revelarse; o al menos, eso queremos seguir creyendo.

El historiador El Masudi, que vivi� en el siglo X, cuenta en sus escritos que, cuando en el a�o 820 el califa Al Maimun lleg� hasta Egipto y visit� las pir�mides, pretendi� demoler una para saber lo que encerraba dentro. Ante la imposibilidad de abrirla, opt� por excavar una brecha de acceso empleando para ello fuego, vinagre y palancas de hierro. Cuando los trabajadores llegaron al final, hallaron al fondo del boquete una olla llena de monedas de oro cuyo valor, una vez calculado, result� ser el mismo importe del dinero que se hab�a gastado el califa en hacer aquel in�til da�o a la Gran pir�mide.

Posteriormente se han desarrollado diferentes investigaciones en las pir�mides, a cargo de cient�ficos como Von Minutoli, Perring, Von Bissing, Alexander Badawy o Jean-Philippe Lauer, por citar s�lo algunos. Actualmente, Mark Lehner y Zahi Hawass cierran la enorme lista de investigadores que se han acercado a estos monumentos con la intenci�n de desentra�ar sus enigmas.

Herramientas de trabajo

Adem�s, se han descubierto instrumentos de piedra para trabajar la misma materia. Tal es el caso de mazas o martillos de diorita o dolerita y de bolas de piedra calc�rea, con las que se reduc�an a polvo trozos del mismo material para utilizarlo como mortero en los revestimientos de las pir�mides. Los s�lex y las cuarcitas completaban los materiales con los que se fabricaban instrumentos para trabajar sobre piedras normalmente m�s blandas que aqu�llas. Asimismo, se utilizaban sierras de hoja de cobre junto con granos de cuarzo humedecidos con agua. Este sistema permit�a dilatar el desgaste prematuro del cobre, utilizando el cuarzo como elemento mordiente complementario. De este modo se serraban los bloques de granito rosa.

Otro instrumento basado en semejante principio era el berbiqu� met�lico. Hecho con un cilindro de cobre que se hac�a pivotar sobre granos de cuarzo o de arena, permit�a taladrar la piedra aunque fuese de las m�s duras. Adem�s, las impurezas del cobre de la �poca har�an a este metal m�s resistente que el actual, mucho m�s puro.

Recientemente se ha descubierto la ciudad de los obreros de las pir�mides, situada al sudeste de la pir�mide de Mikerinos. En la necr�polis de esta peque�a urbe se han encontrado tumbas que albergan cuerpos de obreros que muestran graves dolencias producidas por este tipo de trabajo, como lesiones de columna, miembros con graves traumatismos y otras evidencias an�logas.

La �madre� de todas las pir�mides

Ser�a Keops quien har�a construir la pir�mide por excelencia. En ella se materializ� el �xito final de los ensayos, tan larga y costosamente llevados a cabo por los arquitectos de sus antecesores. En origen alcanz� los 146 metros de altura y 232,77 metros de lado en la base. La masa de piedra empleada en su construcci�n se ha calculado en 2.521.000 metros c�bicos y la orientaci�n de sus aristas coincide, con una escas�sima diferencia, con la de nuestros cuatro puntos cardinales en funci�n del Norte magn�tico actual de la Tierra.

Los proyectos concebidos y ejecutados con posterioridad a la Gran Pir�mide nunca volver�an a emular su esplendor y magnificencia. Las otras dos de Guiza son de inferior tama�o y para su construcci�n se emplearon materiales menos s�lidos (al menos en la de Mikerinos). Los reyes de la dinast�a V siguieron con la tradici�n de hacerse construir pir�mides para ser utilizadas como lugar de enterramiento, pero nunca llegaron a superar las t�cnicas constructivas de los primeros tiempos. Sus pir�mides eran de un tama�o muy inferior a las cl�sicas y su sistema constructivo abandon� el uso de grandes y s�lidos bloques de piedra para sustituirlos por material de relleno forrado con planchas de piedra. Hoy se reducen a poco m�s que un mont�culo de piedras y arena.

Las pir�mides del Imperio Antiguo pertenecen, por los instrumentos y las t�cnicas empleadas en su construcci�n, al periodo Eneol�tico. En dicha �poca no se conoc�an otros metales que no fueran el oro o el cobre, en principio muy blandos, para trabajar la piedra. Pero, como han observado eminentes egipt�logos como Jean Ph. Lauer, en Egipto exist�a una antiqu�sima tradici�n que acredita que los obreros empleaban ya el utillaje l�tico y los diferentes m�todos que permit�an la extracci�n, talla y pulimentado de las piedras m�s duras.