EL ORIGEN DE LAS ESPOSAS REALES DE LA DINAST�A XVIII Y SU VINCULACI�N CON EL T�TULO DE ESPOSA DEL DIOS.
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Por Teresa Bedman. |
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Los antiguos egipcios cre�an, como a�n lo hace alg�n pueblo en
la actualidad, que por medio de la sangre se trasmit�an todas las
esencias espirituales que eran necesarias para poder alcanzar el
equilibrio y la Maat
establecida desde el principio de los tiempos. La tradici�n contaba que
tras la Creaci�n, varios dioses varones se sucedieron en el trono de
Egipto, pero que m�s tarde, ya en �poca hist�rica, el trono fue
ocupado por hombres cuya esencia espiritual era divina. El
papel desempe�ado por la mujer en todo este proceso fue primordial pues
ellas tambi�n pose�an una naturaleza similar a la del var�n,
ya que eran la personificaci�n misma de Nut,
la diosa del cielo. Ciertas mujeres de la familia real, formaban parte del mito de Kamutef,
seg�n el cual, Nut se tragaba
al sol cada noche, naciendo de nuevo de ella, al amanecer, renov�ndose
de el eterno proceso del
anochecer y el amanecer de modo perpetuo.
Por lo tanto Nut, la diosa del
cielo, parece que era identificada como esposa y madre del dios solar. En
base a esta identificaci�n mitol�gica, parece que se fundament� el
principio del derecho a ocupar el trono de las Dos
Tierras por varones a quienes les hab�a sido transmitido el mismo
por algunas mujeres de la familia real; as� pues, es generalmente
admitido que eran ellas quienes legitimaban al rey por medio del v�nculo
del matrimonio.
Con
este art�culo se pretende analizar la importancia del papel desempe�ado
por ciertas Esposas Reales en
la g�nesis de la dinast�a XVIII. Tambi�n se trata de analizar su
vinculaci�n con el t�tulo de Esposa
del Dios, que, aunque nos es conocido, al menos desde el Imperio
Medio[1],
tuvo una especial trascendencia y significaci�n durante este periodo.
Se sabe tambi�n que, al mismo tiempo que en
la casa real, surgi� en el Egipto Medio una casta de mujeres que
aun viviendo dentro de la corte egipcia y siendo portadoras del t�tulo
de Ornamento Real, generaci�n tras generaci�n, concluyeron haci�ndose
con el control del trono de Egipto, en la medida en que ser�an
las hijas e hijos nacidos del rey y
de una de ellas, quienes, finalmente se sentasen en el trono de
las Dos Tierras. Sin duda la
presencia de estas mujeres en el desarrollo geneal�gico de la dinast�a
alter� la orientaci�n de la legitimidad, derivando hacia ramas que no
pose�an, en principio, la total legitimidad din�stica para acceder al
trono. Este proceso traer�a consigo graves consecuencias al final de la
dinast�a que acarrear�an en gran medida su extinci�n[2].
Cuando
los invasores hicsos fueron expulsados de Egipto, en la guerra de
liberaci�n emprendida por los soberanos tebanos
puestos bajo la protecci�n del dios Am�n, no s�lo la monarqu�a
se dispuso a embellecer y agrandar los dominios del dios, en se�al de
gratitud eterna, sino que
toda la corte junto con el pueblo se unieron en este intento de alabar a
la divinidad que les hab�a conducido a la victoria, con el consiguiente
temor del clero heliopolitano que ve�a como mermaba su poder en
beneficio del dios tebano, ahora dios imperial[3]. Muy
posiblemente aprovechando el auge que el clero de Am�n
comenz� a disfrutar en Tebas, se volvieron a utilizar en su
beneficio ciertos t�tulos
ya conocidos, y que estaban relacionados con rituales tradicionalmente
espec�ficos de otras divinidades a las que dicho dios suplant� en el
Alto Egipto. Uno
de los t�tulos que se recuper� es el de Esposa
del Dios (netcher hemet). No
sabemos a ciencia cierta como, ni cuando surgi� dicho t�tulo; tampoco
se sabe, el contenido de las funciones que dicho t�tulo implicaba para
las mujeres que lo portaban. Pero se sabe que durante el Impero Antiguo,
existi� un t�tulo que bien pudiera tener unas connotaciones muy
similares y que se denominaba la Mano
del Dios. Tambi�n sabemos que durante el Primer Periodo Intermedio,
en la zona de Ajmin surge
el t�tulo Esposa de Min[4],
que tambi�n pudiera tener unas implicaciones similares. El
t�tulo de Esposa del Dios
como tal, parece que fue creado durante el Imperio Medio, pues se han
encontrado varios ejemplos que as� parecen probarlo[5]. No sabemos si el t�tulo cay� en desuso o,
simplemente, dej� de ser utilizado, pues durante el Segundo Periodo
Intermedio no se han encontrado ejemplos de su utilizaci�n. Despu�s de
la ocupaci�n hicsa y su posterior expulsi�n del suelo egipcio, trat�
de buscarse la tradici�n a partir de la dinast�a XII por ser
considerada la �ltima genuinamente egipcia[6]. Es
muy posible que por este motivo se volviese utilizar de nuevo, por parte
de las reinas dinast�a XVIII, los antiguos t�tulos tales como el de Esposa del Dios. Aunque
existen detractores para esta teor�a[7],
creemos que el t�tulo de Esposa
del Dios y el de Heredera[8]
concurr�an al un�sono en la mujer, en la reina que daba, por as�
decirlo, el derecho a ocupar el trono de Egipto al rey, su esposo. Por
lo tanto, tambi�n por medio de ella, y en ella deb�a depositarse para
ser transmitida la semilla divina que engendrase un nuevo v�stago real. La
primera reina de la dinast�a XVIII que utiliz� el t�tulo de Esposa del Dios, fue Ahmes-Nefertary[9].
La titulaci�n de esta reina se nos antoja confusa. En principio, es
muy f�cil dejarse seducir por la imaginaci�n cuando tratamos de
comprender el origen de esta singular reina. Ella era la nieta de la
gran Tetisheri. La
ascendencia de Tetisheri es incierta, aunque parece que debi� ejercer
una poderosa influencia durante los delicados momentos hist�ricos del
final de la dinast�a XVII. Por sus venas no corr�a sangre real, pues sabemos, que era hija de un juez llamado Tienna y de una
mujer llamada Neferu, la cual s�lo pose�a el t�tulo de �se�ora de la casa� (nebet per).
Tradicionalmente se la conoce como la esposa de Senajt-en-Ra,
pero en ning�n documento contempor�neo aparece con el t�tulo de Esposa del rey[10].Tan
s�lo en una estela p�stuma localizada en Abydos se la denomina como Gran
Esposa Real,[11]
llevando en el resto de los documentos encontrados de la reina, el t�tulo
de Madre del Rey[12].
Se
cree que Tetisheri tuvo con el rey dos hijos, una ni�a y un ni�o:
Ahhotep y Seken-en-Ra.
Estos dos hermanos se casaron entre s�, y de esta uni�n real nacieron,
al menos, seis hijos: Kamosis, Ta�-Ahhotep , Ahmosis, Ahmes-Nefertary ,
Ahmosis y Ahmes ta-sherit[13].
Es
muy posible que Tetisheri inculcara a su hija su fuerte personalidad,
pues Ahhotep, parece surgir
entre la niebla de la historia como una mujer con gran valor y tremenda
fuerza. Una verdadera hero�na que no dudar� en ponerse al frente del
ej�rcito para liberar a Egipto del yugo opresor hicso durante la minor�a
de edad de su hijo Ahmosis. Con
la vuelta de la paz a Egipto, hab�a que lograr un reino estable y
fuerte como lo hab�a sido anta�o, por lo tanto, lo primero que hubo
que garantizar fue la continuidad din�stica. Para ello, la reina
Ahhotep design� que dos de su hijos, Ahmes-Nefertary y Ahmosis, fuesen
los encargados de perpetuar la dinast�a. Desde
el primer momento, y a�n antes de casarse con su hermano, la reina Ahmes-Nefertary llev� los t�tulos de Segundo
Profeta de Am�n y el de Esposa
del Dios[14].
No sabemos las razones que impulsaron a la reina para llevar el primero
de los dos t�tulos, pues se sabe que el mismo estaba reservado a los
varones y no existe otro paralelo de su utilizaci�n por una mujer.
Tambi�n conocemos que en un momento determinado abandon� el cargo de Segundo
Profeta de Am�n en favor de su hijo primog�nito Ahmosis. Este pr�ncipe
no llegar�a a reinar, pues muri� en el a�o 22 de su padre[15].
De otra parte, en la Estela de la
Donaci�n, se nos indica que por abandonar tal cargo y utilizar en
lo sucesivo el de Esposa del Dios,
el rey Ahmosis la colm� de presentes y la otorg� el poder de crear una
fundaci�n hereditaria, as� como el derecho a transmitir dicho t�tulo
a las mujeres que ostentasen en lo sucesivo la condici�n de Esposa
Real. De
este modo, la siguiente Gran
Esposa Real en llevar este t�tulo, fue su hija Merit-Am�n,
destinada desde nacimiento a ser la Heredera
que legitimase en el trono de las Dos
Tierras a su hermano Amen-Hotep I[16]. Sin embargo, la muerte, sorprendi� prematuramente
a la joven reina, dando al traste con el sue�o de perpetuar la
raza din�stica de los ahm�sidas. De
la uni�n de Merit-Am�n y Amen-Hotep I, hemos de suponer que si hubo
descendencia, no super� la infancia, pues a la muerte de Amen-Hotep I
se plantea el primero de los problemas de continuidad din�stica que se
ir�n sucediendo a lo largo de toda
esta dinast�a. Amen-Hotep
I con una esposa secundaria llamada Seniseneb, tuvo un hijo al que se le
impuso el nombre de Tutmosis, el futuro Tutmosis I. Dada la evidente
falta de legitimidad din�stica por parte de madre del joven pr�ncipe,
y si en los anteriores casos era obligatorio por parte del futuro rey el
desposarse con una mujer de su misma categor�a, en este caso, se hizo
fundamental. Para ello, ante la ausencia de una princesa de sangre
directa, se tuvo que recurrir a una hermana peque�a de Amen-Hotep I[17],
la princesa Ahmes. De
este matrimonio real, nacieron al menos cinco hijos[18]:
dos varones y tres hembras, que fueron muriendo durante su infancia a
excepci�n de la princesa Hatshepsut. Por otro lado, el rey Tutmosis I,
hab�a tenido con una esposa secundaria llamada Mut-Nefert un hijo var�n
al que se le impondr�a el nombre de Tutmosis. Ser� el futuro Tutmosis
II que tras la muerte de su padre se har�a con el trono de Egipto
gracias al matrimonio con la Heredera,
la princesa Hatshepsut. De
la reina Ahmes sabemos que en un primer momento llev� el t�tulo de Hermana del Rey, que despu�s abandon� por el de Gran
Esposa Real[19].
En
cuanto al t�tulo de Esposa del Dios, no fue utilizado por la reina, al menos durante el
reinado de su esposo Tutmosis I, ya que ella no era la primog�nita, y
por lo tanto, seg�n creemos, no ten�a derecho a llevarlo. Dicho t�tulo,
as� como el del Madre del Rey,
le fueron otorgados posteriormente a la reina por su hija Hatshepsut,
para justificar su reclamaci�n, al derecho de ser rey. Por
lo tanto, Hatshepsut convirti� a su madre en la Esposa
del Dios. Para ello, se concibi� el m�s bello mito religioso
conocido en la historia de Kemet,
haciendo descender a los dioses entre los hombre: la teogamia, milagro
de hibridaci�n entre un dios (Am�n) y una mujer (la reina Ahmes), en
cuyo vientre se gest� la semilla divina de la que nacer�a Hatshepsut[20].
Con este acto no s�lo entregaba a su madre un t�tulo sino que ella
misma se convert�a en la hija carnal de Am�n. Tutmosis
II con Hatshepsut tuvo dos hijas llamadas Neferu-Ra y
Merit-Ra-Hatshepsut y con una esposa secundaria llamada Isis
un hijo var�n, al que, le fue impuesto para continuar con la
saga, el nombre de Tutmosis, el futuro Tutmosis III. Siendo
Hatshepsut reina consorte llev� los t�tulos de Hija del Rey, Hermana del Rey, Gran Esposa Real, Esposa del Dios[21],
Gran Esposa del Dios[22]
y Mano del Dios[23] La
muerte prematura de Tutmosis II, abri� una herida en el seno de la
corte real. Por un lado tenemos en la Esposa
Real Hatshepsut, a una joven viuda madre de dos hijas reales, y por
otro lado, a un pr�ncipe ni�o, que necesitaba del matrimonio con una
de sus dos medio hermanas para legitimar su derecho al trono de Egipto. Durante
dos generaciones hijos secundarios, se hicieron con la corona de Kemet
gracias a que hab�an desposado a hijas reales
con mejores derechos que ellos, y fueron legitimados por el
vinculo del matrimonio para sentarse en el trono de la
Dos Tierras. Pues bien, con Hatshepsut esto cambi�. En
la reina Hatshepsut se aunaban varios factores para que el proceso del
cambio pudiera producirse. De una parte ella era la primog�nita de
Tutmosis I. En segundo lugar, tambi�n ella era por parte materna, la
leg�tima descendiente de la dinast�a ahm�sida. Y en tercer t�rmino,
con su difunto marido el rey Tutmosis II hab�a tenido s�lo hijas. Ante
esta perspectiva, es muy posible que la reina urdiera un plan para que
estas ni�as reales, que estaban destinadas a perpetuar la dinast�a,
hiciesen v�lido el legado heredado de Ahm�s-Nefertary. Ya que las
mujeres eran las que daban el derecho al var�n a sentarse en trono de Kemet
�por que no pod�a ella y sus descendientes femeninas acceder a este
derecho? As�
pues, en el a�o 2 de su reinado, ella se autoproclam� Rey
del Alto y Bajo Egipto, pasando el peque�o pr�ncipe Tutmosis a un
segundo plano. Ello supuso un vuelco en las aspiraciones del clero de
Heli�polis que ve�an en su protegido el pr�ncipe Tutmosis el veh�culo
perfecto para alcanzar las altas cotas del estado y que hasta este
momento estaban reservadas para el clero de Am�n. Sin
duda, la reina Hatshepsut, conocedora del pulso que estaba echando, por
un lado a la tradici�n y por otro al ancestral clero heliopolitano, se
supo rodear de leales y fieles servidores que la ayudaron hacer v�lido
el sue�o de ser rey[24].
Desde
el clero de Am�n, era apoyada por su Sumo
Sacerdote, Visir y Jefe de todos los Templos, Hapu-Seneb. Y desde la
corte por su Mayordomo, Jefe de
todas las obras, Sen-en-Mut[25]. Como
Rey del Alto y Bajo Egipto,
Hatshepsut, abandon� los t�tulo que hab�a llevado mientras fue la
esposa de Tutmosis II ya que sus cargos religiosos eran incompatibles
con sus nuevas funciones pol�ticas, que pasaron
a ser utilizados por su hija primog�nita Neferu-Ra, aunque de
una forma incompleta y no en solitario, y hasta es muy posible que el t�tulo
de Esposa del Dios fuese utilizado tanto por la madre como por la hija
simult�neamente, seg�n parece deducirse de ciertas inscripciones. En
un grafito localizado en Assu�n[26],
Sen-en-Mut se declara Gran
confidente de la Esposa del Dios y agradable a
la Se�ora de las Dos Tierra, Gran Mayordomo de la Esposa del Dios y
Regente de la totalidad de las Dos Tierras[27] Como
confirmaci�n de lo anteriormente expuesto, sabemos que a partir del a�o
7 de Hatshepsut, su hija, la princesa Neferu-Ra comenz� a utilizar de
modo exclusivo los t�tulos de Esposa
del Dios y Mano del Dios,
que antes hab�a llevado su madre[28]. A
partir del a�o 11 de la reina no se vuelven a tener indicios ni
documentos referidos a la heredera Neferu-Ra, por lo que se ha supuesto
que la princesa morir�a alrededor de dicha fecha. Sin embargo, s�
tenemos constancia de que Tutmosis III, al acceder al trono en solitario
despos� a la segunda hija de Hatshepsut, llamada Merit-Ra Hatshepsut, a
quien no se le conoce el t�tulo de Esposa del Dios. Parece
muy veros�mil que la supresi�n del uso de dicho t�tulo para la esposa
del nuevo rey, implicase la privaci�n de cualquier intento de poner en
duda la legitimidad de hecho (que no de derecho) ostentada por Tutmosis
III, en una deliberada decisi�n de impedir que en el futuro, las
mujeres descendientes por l�nea directa de los fundadores de la dinast�a,
pudieran cuestionar el poder de los soberanos que hasta el momento hab�an
sido hijos de esposas secundarias o simples
Ornamentos Reales. De
otra parte, todo parece indicar que la transmisibilidad del t�tulo
citado que implicaba la proclamaci�n de ser la portadora del mismo, la
�nica mujer que pod�a transmitir la legitimidad din�stica a trav�s
de su sangre, estaba sujeta a la condici�n de ser hija de la que, a su
vez, llev� dicho t�tulo. Por ello, Merit-Ra Hatshepsut, no pudo
recibir dicho t�tulo de Neferu-Ra, puesto que no era su hija, sino su
hermana. En
lo sucesivo, extinguida la rama que pod�a transmitir el t�tulo de Esposa del Dios, se quebr� el principio sustentador de la transmisi�n
de la legitimidad directa de los ahm�sidas para ocupar el trono de
Egipto. Al
mismo tiempo, se constata que la casta de las mujeres de Miur[29]
que llevaban el t�tulo de Ornamento
Real, comienzan a suplir la ausencia de mujeres directamente
descendientes del origen de la dinast�a para transmitir el derecho a la
realeza, pero esta vez, apoy�ndose en la paternidad de un rey que ya no
era hijo de ninguna mujer con el t�tulo de Esposa
del Dios[30].
A
modo de conclusi�n, se puede decir a la vista de los razonamientos y
datos expuestos que este cambio introducido en la orientaci�n din�stica,
como consecuencia de la ausencia de mujeres que portasen el t�tulo de Esposa del Dios, trajo consigo, junto con otras causas que no son de
exponer en este lugar, la decadencia final de la dinast�a XVIII. Con
la creaci�n de la dinast�a XIX se recuperar�a el uso del t�tulo de Esposa del Dios con la misma intenci�n aunque en muy diferentes
circunstancias. [1] Newberry, P. Annals of the University of Liverpool, n� 4 (1912), 103. Ver tambi�n P.M. V 20. [2] Ver Mart�n Valent�n, F.- Op. Cit. 1998, 73-84 y Cuadro Geneal�gico, 293. [3]
Ver Breasted, J.H. A History
of Egypt. Londres, 1920, 253-265. [4]
Gitton,M.- Op.Cit 1984, 5 [5]
Gitton, M.- Op. Cit, 1984, 5-6. [6] Ver Breasted,J.H.- Op. Cit. 1920, 211-229. [7] Ver Robins, G. Las Mujeres en el Antiguo Egipto. Madrid, 1993. 28. [8] Gitton, M.- Op. Cit, 1984, 5 [9]
Ver la Estela de la Donaci�n encontrada en el tercer pilono
de Karnak, hoy expuesta en el Museo de El Cairo.
PM
II, 73. [10]
Gitton, M.- Op.Cit. 1984, 13. [11]
Urk. IV, 26, 10; 27,15. [12]
Stewart: Egyptian stelae and Paimtings from the Petrie Collection I.
pl. (1), p�g.1; Murray: Ancient Egypt, 1934, p�g. 65-66 fig.2;
Gauthier, BIFAO 12, 1916 p�g. 127-129; Daressy, ASAE 9, 1909, p�g.
137. [13]
Vandersleyen, C. L�Egypte et
la vall�e du Nil. Tome
2. Par�s,
1995, 179-200. [14]
Aldred,C.- Op.Cit,1989, 147. [15]
El Segundo Profeta de Am�n,
Ahmosis, ha sido enterrado en la necr�polis tebana, Aldred, C.-
Op. Cit.
1989, 149. [16]
Gitton, M.- Op. Cit, 1984, 59. [17]Gitton,
M.- Op. Cit. 1984, 60. [18]
Hatshepsut, Amen-mose, Amenferu-Ra, Merit-Ra, Ajbet-Neferu. [19] Estela del Museo de Berl�n 15699 B, Agyptische Inschriften, II, 103. Urk. IV, 143-145. [20] Este mito fue utilizado por primera vez durante la dinast�a V, apoy�ndose en leyendas antiqu�simas, que dec�an que el dios sol engendr� a los tres primeros reyes de una nueva dinast�a en la esposa de un sacerdote del culto solar. [21] Gitton, M.- Op. Cit. 1984, 63. [22] Este t�tulo es utilizado por la reina antes de ser incorporado a su protocolo la titulaci�n masculina. Gitton, M.- Op. Cit, 1984, 65. [23] Este t�tulo fue utilizado por la reina en su capilla roja. Gitton, M.- Op. Cit. 1984, 66. [24] Bedman, T. Nefertary Merit-en-Mut, por la que brilla el sol. Cap. IV. (en prensa). [25] Bedman, T. Los valedores de una reina: Hapuseneb y Senenmut. RESME Tomo I, vol.3. M�xico, 1996. [26] Urk. IV, 396. Habachi, JNES 16, 1957, 92-95. [27] Urk. IV, 396, 14-16. [28] Relieves del templo de Batn el Baqquera y en Serabit el Jadim en el Sina�. Fakhry, A. en ASAE 39 (1939) y Petrie F. en Inscriptions of Sina�, I, pl.58. [29] Bedman.T.- Op.Cit, Cap.III (en prensa). [30] Bedman,T.- Op.Cit, Cap.III (en prensa).
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