NOTAS PARA LA HISTORIA DE LA EGIPTOLOG�A EN ESPA�A (I)
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Francisco J. Mart�n Valent�n. |
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LA EGIPTOLOG�A EN ESPA�A Formular una historia de la egiptolog�a en nuestro pa�s resulta una dif�cil labor. En primer t�rmino, porque esta iniciativa que consideramos imprescindible en el momento actual, a�n no se ha abordado por nadie, con lo que todos los vac�os o los �xitos del intento son, en principio, posibles; en segundo lugar, porque de modo lamentable Espa�a ha estado casi totalmente ausente de este proceso cultural (como de otros muchos), que arranc� lo mejor de los esfuerzos cient�ficos, pol�ticos y econ�micos de las naciones europeas que encabezaron esta exploraci�n a lo largo del siglo XIX. Por tal motivo ser�a f�cil obviar esta cuesti�n, alegando que en nuestro pa�s, tan s�lo existe algo parecido a la moderna egiptolog�a desde hace menos de treinta a�os. Y puede que en un riguroso planteamiento, esto pudiera ser as�, pero no me resigno a dejar de rastrear en nuestra historia cultural para localizar lo poco o mucho que se haya hecho en esta materia en Espa�a y por autores e investigadores espa�oles. A estos efectos hemos de considerar el an�lisis propuesto en dos claras fases: la primera abarcar�a hasta el a�o 1960, fecha en que se crea a nivel gubernamental el �Comit� espa�ol para el salvamento de los templos de Nubia�; la segunda, a partir de dicho acontecimiento, contemplar�a los �ltimos treinta a�os de trabajo y progreso en esta disciplina. LOS INICIOS Existe la noticia (1) en nuestros archivos hist�ricos de un proyecto de anexi�n de los pa�ses del Mar Rojo y del Alto Egipto a la Corona de Espa�a, aprobado por Felipe V el 16 de Marzo de 1743. Dicho proyecto, intentado oficialmente, fracas� por razones que no son de exponer en este lugar, pero su menci�n nos es �til por cuanto deja de manifiesto que, en principio, Espa�a pudiera haber sido la precursora en el contacto directo con Egipto para revelarlo al mundo occidental y ello a pesar de lo realmente descabellado del plan (2). Las inmediatas referencias a un espa�ol en Egipto nos las proporciona la personalidad y vida de Domingo Bad�a y Leblich (Ali Bey el Abbas�), Domingo Bad�a fue, al parecer, un esp�a profesional, primero al servicio de Godoy, (favorito de Carlos IV), m�s tarde de Napole�n, y por fin, del rey Luis Felipe de Francia; su estancia en Egipto se produce durante 1806, desde mediados del mes de abril hasta el 26 de diciembre de dicho a�o. Los resultados de su viaje y observaciones nos son conocidos por su obra �Viajes del Pr�ncipe Ali Bey El Abbass� en Marruecos, Tr�poli, Chipre, Egipto, Arabia, Siria y Turqu�a, escritos por �l mismo e ilustrados con mapas y numerosos grabados� Valencia, 1836, (3). Bad�a nos previene en la parte de su libro dedicado a Egipto (4) que: �No ser�a dif�cil formar una biblioteca entera de viajes a Egipto y descripciones de aqu�l pa�s. Siendo ya bastante conocido, lo es mucho m�s desde que lo ha visitado un ej�rcito franc�s acompa�ado de un cuerpo de sabios, cuyas luces y esfuerzos reunidos durante tres a�os han apurado sin duda cuanto pod�a llamar la atenci�n del observador... Yo hablar� aqu� brevemente, y si el lector halla que no hago sino repetir lo ya dicho, podr� pasar adelante...� (5). De este modo tan sincero y claro elabora �l mismo el juicio que podr�an merecer sus observaciones a prop�sito de lo que aqu� nos interesa. Hace referencia, en la ciudad de Alejandr�a a los obeliscos, llamados, dice �l, Agujas de Cleopatra (6), que hoy se encuentran situados en El Central Park de Nueva York y en el Embarnkment de Londres; estas piezas que nada ten�an que ver con Cleopatra, son obras datables en el reinado de Thutmosis III (7) quien los mand� erigir en Heli�polis, siendo trasladados a Alejandr�a en el a�o 13 a. De C. A este prop�sito cuenta: �...Son dos, uno en pie y otro ca�do: ambos de granito rojo color de teja y cubiertos de jerogl�ficos bien conservados en algunas caras, y casi enteramente borrados en otras. H�nse practicado excavaciones para descubrirlos enteramente. La base del obelisco que queda en pie se apoya sobre tres gradas de m�rmol blanco de conchas (sic) (8). Opina que, dada la situaci�n de los obeliscos, estaban en un embarcadero y su finalidad ser�a servir de l�mites para la celebraci�n de naumaquias. Bad�a tiene la intuici�n de creer que, aunque el nombre que reciben es el de Cleopatra, �...no puede considerarse sino como denominaci�n moderna: porque indudablemente son monumentos muy anteriores a los personajes cuyos nombres llevan� (9). Tambi�n hace algunas observaciones a prop�sito de la llamada �Columna de Pompeyo�, resto de una construcci�n del tiempo del Emperador Diocleciano, erigida por el Prefecto Pompeyo, y por fin, habla de las catacumbas de Kom el Shugafa, aunque no nos da el nombre, refiri�ndose tan solo a: �...Las catacumbas o grutas que compon�an la antigua Necr�polis o ciudad de los muertos... junto a la habitaci�n de un morabito llamado Sidi El Pabbari�. Aqu� interpreta al respecto de las grutas m�s grandes situadas a dos millas al Suroeste de la ciudad que �...Parece que sirvieron de sepulcro a los reyes de Egipto..� (10). En realidad se trataba de una necr�polis cristiana de los siglos I y II que recoge en sus decoraciones temas t�picos del Egipto fara�nico, aunque totalmente romanizados. En El Cairo se limitar� a ver las Pir�mides de lejos: �...Aunque las pir�mides de Djiz� estaban a la saz�n rodeadas de los �rabes rebeldes, y hubiere peligro en acercarse a ellas, quise, no obstante, aventurarme a ver aquellos colosos elevados por la mano del hombre...; escoltado de mis gentes con las armas en la mano, hasta un punto de donde fuera imprudencia pasar... Hab�a llevado conmigo mi telescopio acrom�tico y mi anteojo militar de Dollond...� (11). Conforme a estas confesiones, poco m�s se puede afirmar respecto a las observaciones de Bad�a. Su testimonio concluye con la an�cdota de que a la Esfinge, la llamaban los �rabes Abu-el-Hul, es decir, Padre del Terror. Nuestros viajeros en Egipto no dan mucho m�s de s�. Hasta la inauguraci�n del Canal de Suez (1869-1870), no se har�n p�blicos otros viajes, llevados a cabo por gentes de la burgues�a, que en cierto modo, ten�an como cuesti�n de prestigio social relatar y publicar sus experiencias en el Oriente. Hablamos a t�tulo de ejemplo de los relatos de D. Jos� de Castro y Serrano o de D. Gregorio Andr�s Espal�, entre otros de la �poca. Nada aportan a la historia de la egiptolog�a en nuestro pa�s, pero indican el nivel de desinter�s cultural en esta materia de la Espa�a de la primera y casi segunda mitades del siglo XIX. Sin embargo, el decenio de los a�os ochenta representa en la historia de nuestra egiptolog�a una etapa de claro despertar hacia un positivo movimiento cient�fico. El a�o 1869 conoci� con la apertura del Canal de Suez, la aventura de la fragata de guerra �Arapiles�, que en una misi�n de exploraci�n, llev� hasta Alejandr�a una comisi�n cient�fica bajo la direcci�n de D. Juan de Dios de la Rada y Delgado. All�, se adquirieron diversas piezas arqueol�gicas que hoy forman parte de los fondos del Museo Arqueol�gico Nacional (12). Estos acontecimientos que pusieron de moda a Egipto en el mundo entero parece que produjeron en Espa�a el efecto de sensibilizaci�n necesario para que en el a�o 1883 se editase el que, creemos, es el primer manual moderno de historia de Egipto escrito por un espa�ol; se trata del Volumen I del llamado �COMPENDIO DE HISTORIA UNIVERSAL- Edad Prehist�rica y Per�odo Oriental� de D. Manuel Sales y Ferr�, Catedr�tico de la Universidad de Sevilla: �...El Oriente ha sido durante mucho tiempo para los historiadores lo que el Africa fue para los ge�grafos, la tierra de las maravillas. Todos los �dolos, con tanta labor forjados, se han desvanecido cual sombras a la luz de los descubrimientos. Hoy el per�odo oriental nos es tan conocido como el griego o el romano, y presenta dos fases sucesivas, o sea dos �pocas, perfectamente distintas; una, que tiene por car�cter el origen de la cultura; la otra, su propagaci�n� (13). Otro catedr�tico de historia, �sta vez, de la Universidad Central de Madrid, D. Miguel Morayta, redacta y lee su �Discurso....de la Solemne Inauguraci�n del Curso Acad�mico de 1884 a 1885� ; cuyo tema monogr�fico es la historia y civilizaci�n fara�nicas (14); el 6 de mayo del mismo a�o de 1884, ser� D. Jos� Ram�n M�lida quien de lectura a su brillante conferencia sobre �la Religi�n Egipcia� en el Ateneo de Madrid (15). El sentimiento general de estos pioneros espa�oles en la historiograf�a egipcia se resume en la siguiente grase de la Rada y Delgado con la que concluye su �Cat�logo de las estatuas de divinidades egipcias (bronce) que se conservan en el Museo Arqueol�gico Nacional�:.. �tal es la descripci�n y juicio que nos merecen las figuras egipcias, reproducidas en las tres l�minas que acompa�an a esta monograf�a, estudio que presentamos con temor, por estar muy poco generalizados los de esta clase en nuestra patria, al mejor criterio de los doctos� (16). Esta sensaci�n de prudencia es la primera se�al del buen camino en el que se encontraban las personas realmente interesadas en la promoci�n y estudio de la Egiptolog�a en Espa�a. EDUARDO TODA: EL PRIMER EGIPTOLOGO ESPA�OL. Entre estas personas se encuentra D. Eduardo Toda y G�ell. Este diplom�tico espa�ol se despertar� al mundo de la egiptolog�a como consecuencia de su destino como C�nsul General de Espa�a en El Cairo. Toda es un hombre que, procediendo del mundo del Derecho, se convierte en el primer espa�ol que ejerce una actividad egiptol�gica de campo. Llega a Alejandr�a el 17 de abril de 1884 (17), y permanecer� en Egipto durante dos a�os, es decir, hasta 1886. Durante su estancia en el valle del Nilo, Toda trabar� buenas relaciones con Gaston Maspero, en aquel momento Director del Servicio de Antig�edades; y estas relaciones le ser�n de gran utilidad para desarrollar su actividad egiptol�gica. Toda escribi� y public� diversas monograf�as sobre diferentes cuestiones de egiptolog�a. La principal obra que sali� de su pluma es �A trav�s del Egipto� editada en Madrid y publicada en 1889. En ella relata un amplio c�mulo de experiencias y observaciones realizadas durante su estancia en Egipto de gran inter�s en los aspectos egiptol�gicos que contempla y sobre los que volveremos m�s despacio. La otra iniciativa de Eduardo Toda ser� la creaci�n de una serie de publicaciones, sus �ESTUDIOS EGIPTOL�GICOS�, probablemente nacida con la intenci�n de crear en Espa�a una publicaci�n permanente que albergase en su seno las futuras actividades de investigaci�n en egiptolog�a en nuestro pa�s. Esta serie tan s�lo recogi� tres t�tulos, todos ellos de Toda, a saber: �Sesostris�, Madrid, 1886: �La muerte en el Antiguo Egipto�, Madrid 1887 y �Son Notem en Tebas: inventario y textos de un sepulcro egipcio de la XX dinast�a�, Madrid, 1887. La existencia de esta publicaci�n permanente denota, tanto por las fechas en que se inicia (puesto que Toda est� recientemente vuelto a Espa�a de su estancia en Egipto), como por sus propias afirmaciones en la Conferencia que imparte en Villanueva y la Geltr� el 16 de mayo de 1886, (con motivo de la inauguraci�n de la exhibici�n de la reci�n creada entonces �Colecci�n Egipcia del Museo Balaguer�) (18), la voluntad de crear una escuela egiptol�gica para tratar de situar en esta materia a Espa�a a la altura que en este momento esta ciencia viv�a en otros lugares de Europa. Es de lamentar muy profundamente que sus esfuerzos resultasen in�tiles, puesto que nadie se benefici� de sus conocimientos para poder proseguir esta labor. Sus obras se completan con la elaboraci�n del �Cat�logo de la Colecci�n Egipcia de la Biblioteca-Museo Balaguer�. Madrid, 1887, comprensivo de las piezas egipcias tra�das a Espa�a y entregadas a dicha instituci�n para su exhibici�n, y su monograf�a sobre �Las Momias Reales de Bulaq� (Madrid, 1889) (19), en la que describe y analiza todo el proceso del descubrimiento de las momias de los faraones del Imperio Nuevo en la Cachette de Deir el Bahari que �l debi� conocer bien dada su especial relaci�n con Maspero durante su estancia en Egipto. Toda nos dice, recorri� los m�s importantes lugares arqueol�gicos del Delta, tales como Tanis y Canope; tambi�n visit� Sais, Mendes, Bubastis y Atribis. En las inmediaciones de El Cairo, las ruinas de Heli�polis donde vio el obelisco de Sesostris I. Tambi�n explor� las zonas de Guiza y Sakara. Cerca de la pir�mide de Kheops, presencia el descubrimiento de una tumba perteneciente a un personaje cuyo nombre transcribe Toda como Kemkaf, y data en la dinast�a IV. Hace menci�n, a prop�sito de la Esfinge de Guiza, de una estela existente en el Museo de Bulak que contiene una inscripci�n (20) que hace referencia al momento en que se construy� la gran pir�mide, en tiempos de Kheops, y a la orden dada por este rey de restaurar la Esfinge, lo que le indujo a pensar que este monumento era anterior al per�odo del Imperio Antiguo, fech�ndolo en �poca Tinita; es una l�stima que no nos haya transmitido m�s datos acerca de dicha estela que pudieran facilitar la comprobaci�n de su tesis. En Sakara, har� calcos de los relieves de las mastabas de Ti y Ptah-hotep (21). En direcci�n sur, llega hasta M�dium donde visita la pir�mide de Snefru, y se acerca hasta las pir�mides de Lisht. Al llegar a esta altura del relato de sus viajes, Eduardo Toda incurre en una inexplicable falta, pues al referirse a los hipogeos de Beni Hassan, nos habla del que llama �cuadro del arpista� (22), reproduciendo un dibujo, en la misma p�gina del libro, que representa a uno de los arpistas de la tumba del fara�n Rams�s III en el Valle de los Reyes; dicho dibujo, parece tomado de otro an�logo incluido en el volumen II (plancha 51) de la Descripci�n del Egipto. Este detalle hace pensar si Toda visit� realmente los hipogeos de Beni Hassan. Es muy interesante su visita a lo que �l llama �una cueva de una serie de ellas� situadas en una monta�a en las cercan�as de Asiut y respecto de la que nos cuenta lo siguiente: �...Visit� una de esas cuevas, mucho mayor que las restantes, cubierta de jerogl�ficos medio destruidos y apenas legibles, situada frente del estribo de un dique que contiene las aguas del Nilo. La tradici�n le llama la cuadra de Antar...� (23). Tal y como describe el monumento en cuesti�n, parece referirse a la tumba de Hapi-Dyefa, Pr�ncipe de Asiut en la Dinast�a XII, que recibe efectivamente, el nombre �rabe de Stabl Antar (El Establo de Antar); en dicha tumba se encuentran unos importantes textos jur�dicos, en aquella �poca a�n in�ditos. Remontando el r�o, ya en el barco, llega a Akhmin, de donde destaca una gran necr�polis existente en las cercan�as, que todav�a hoy no ha sido sistem�ticamente explorada. Visita Abidos haciendo referencia a la lista de Reyes existentes en el Templo de Sethy I. Hace unos comentarios sobre el Templo de Osiris que, a juzgar por la ilustraci�n que ofrece del mismo(24) nos indica claramente estar hablando en realidad del Templo de Rams�s II, aunque �l lo ignore. Su
estancia en Luxor es m�s pausada, de manera que detalla con m�s rigor
y veracidad el resultado de sus paseos y exploraciones. No obstante lo
expuesto, conviene en este punto hacer referencia a la realidad de su
viaje de exploraci�n por Egipto, que �l mismo nos desentra�a (25): �...Para
atender el cumplimiento de estas obligaciones, el Director de Museos
emprende todos los a�os un viaje al Alto Egipto, llegando generalmente
hasta la primera catarata del Nilo, en las fronteras de la Nubia..; el d�a
7 de Enero de 1886, a las doce de la ma�ana el Bulaq largaba las
amarras y penosamente sub�a contra la corriente�. Despu�s
enumera a los componentes de la expedici�n (Gaston Maspero, Charles
Wilbour, Eugene Gr�baut y Urbain Bouriant), para continuar diciendo: �Mis
relaciones personales con el profesor Maspero me valieron su cari�osa
invitaci�n para unirme a los expedicionarios, recibiendo a bordo del
Bulaq la m�s franca y cordial acogida.... en Luxor se reuni�n con
nosotros el Sr. J.H. Insinger. La
expedici�n, dirigida por Maspero, recorri� las ruinas de Memphis y
Sakara, las pir�mides de Licht, las tumbas de Beni Hassan, las cuevas
de Asiut y los templos de Dendera, deteni�ndose algunos d�as en las
llanuras de Tebas con motivo de las excavaciones del templo de Luxor y
el hallazgo del sepulcro de Son Notem, descubierto cerd de
Deir-el-Medineh. Yo segu� con el Bulaq hasta Nubia, volv� luego a
Luxor, y el d�a 5 de marzo me desped� de mis compa�eros, regresando
al Bajo Egipto, para volver a Europa, despu�s de once a�os de casi no
interrumpida ausencia�. De este modo podemos afirmar que Toda bajar�a del barco en Mallaui para visitar a la colonia espa�ola y justificar su viaje como C�nsul General de Espa�a en Egipto (26). El Bulaq, naturalmente sigui� su camino realizando las visitas de inspecci�n que describe y a las que Toda no se uni� por imposibilidad de tiempo y lugar. Eduardo Toda se embarcar�a de nuevo en el Bulaq en Asiut, de ah� las imprecisiones en la descripci�n de esta parte de su viaje. Quiz�s estos peque�os detalles pudieran restar seriedad a su legado, pero conviene hacer una elemental concesi�n a la naciente vocaci�n egiptol�gica de Toda que le hace incurrir en algunas inexactitudes, con tal de defender su mayor integraci�n como �miembro de facto� de la misi�n del servicio de Antig�edades, en lugar de admitir su simple condici�n de amigo de Maspero, invitado en el viaje, y con obligaciones profesionales que no pod�a soslayar. Al parecer Toda ya hab�a visitado Luxor en el a�o 1885 (27), de modo que demuestra conocer muy bien este lugar. Explica el estado de las excavaciones del templo de Luxor, que en aquellas fechas se estaba desescombrando a�n. Sus fotograf�as, son documentos reveladores del estado de ese edificio con anterioridad a su definitiva limpieza. El poema de Pentaur y la batalla de Kadesh, representadas en el Pilono de Rams�s II, llaman vivamente su atenci�n. En el templo de Karnak, hace una descripci�n minuciosa de la Gran Sala Hip�stila entre el segundo y el tercer pilonos. Repara en la inscripci�n de Sheshonk I del p�rtico bub�stida, referida a la derrota del Rey de Jud�, Roboam, y hace un breve resumen del tratado de paz entre hititas y egipcios de Rams�s II. Su recorrido por Karnak concluye con la visita del recinto de Mut y las inmediaciones del templo de Khonsu, donde queda impresionado por el pilono de Ptolomeo III, Evergete. En la orilla Occidental, en Kom El Heittan visita los Colosos de Amenofis III, llamados de Memn�n, el Ramesseum, el templo de Sethy I en Gurnah y el de Hathor en Deir el Medina. De las necr�polis s�lo menciona el Valle de los Reyes donde visita las tumbas de Sethy I, y la de Rams�s III, sin hacer especiales observaciones al respecto. El acontecimiento arqueol�gico que le unir� indisolublemente a la egiptolog�a, y por el que se le conoce en todo el mundo, es el descubrimiento y apertura de una tumba intacta, lo que sucedi� en el mes de Febrero de 1886; se trataba de la tumba de Sennedyem (TT1), en la necr�polis de la ciudad obrera situada en Deir el Medina (28). El relato del descubrimiento, se encontrar� en la monograf�a dedicada a la tumba, en la serie Estudios Egiptol�gicos citada m�s arriba y en el Cap�tulo XXV de �A trav�s del Egipto�, por lo que entrar en los detalles de dicho asunto se hace improcedente en este lugar. Lo que s� interesa es poner de manifiesto la labor arqueol�gica que, al parecer, desempe�� en dicha excavaci�n. Despu�s del d�a 2 de febrero le conf�a Gaston Maspero toda la responsabilidad de vaciar la tumba, lo que se lleva a cabo en tres d�as, con siete obreros. Redacta el inventario a bordo del Bulaq, y tomo las fotograf�as a partir de las cuales, el excelente artista que fue Jos� Riudavets elabor� las planchas de grabado que ilustrar�an la publicaci�n (29); igualmente copia los textos que traducir� ayudado por Bouriant (30). El contenido de la tumba, excepto las piezas que Toda trajo a Espa�a consigo, (hoy forman parte de los fondos del Museo Arqueol�gico Nacional y del Museo Balaguer), est�n albergadas y expuestas en la Sala 17 del Museo Egipcio de El Cairo (31). Toda proseguir� sus visitas en la orilla Occidental; en el templo de Rams�s III en Medinet Habu, admira y comenta las inscripciones referidas a los pueblos vencidos por el fara�n en sus campa�as. Conclu�da su estancia en Luxor, reemprende el viaje a bordo del Bulaq, y visita, remontando el Nilo, Armant, Esnah, donde estudia el templo del dios Khmum; todav�a hoy pendiente de ser desenterrado como cuando �l lo vio. El Kab, el Guebel Silsilah, Kom-Ombo y Asu�n son las siguientes y finales etapas de su viaje. En Asu�n llega a tiempo de ver como descubren dos tumbas en la necr�polis de los nomarcas de Elefantina en la cornisa l�bica. Al parecer se trataba de las pertenecientes a Sarenput I y II (n� 36y 31), nobles de la Dinast�a XII. Su
visita al templo de Isis en Fil�, cierra el relato arqueol�gico de
este viaje. Eduardo Toda regresar� a Espa�a y el 16 de mayo del mismo
a�o de 1886, concluye el contenido de su conferencia en el Museo
Balaguer con un p�rrafo que condensa y resume el reto y realidad de la
egiptolog�a espa�ola en estos momentos: �...No permanezcamos tan
atrasados en el estudio de la ciencia egiptol�gica. En siglos pasados
nuestro esp�ritu investigador traspas� las fronteras de la patria y
acometimos grandes empresas.
Hoy, por desgracia, nuestra visible decadencia casi nos ha reservado el
�ltimo lugar de las naciones en la v�a de los descubrimientos cient�ficos,
y trabajamos muy poco, �Quiera Dios que pronto veamos m�s extensos
horizontes!. (32). LAS
POSTRIMER�AS DEL SIGLO XIX. En enero del a�o 1891, se produjo un hallazgo arqueol�gico que tambi�n tendr�a vinculaciones con la naciente egiptolog�a espa�ola. Mohammed Abd el Rassul, el mayor de los hermanos de esta c�lebre familia de Gurnah, entonces gafir al servicio de la inspecci�n de antig�edades, puso en conocimiento de Eug�ne Grebaut, la existencia de un escondite de momias en el recinto del templo de la reina Hatshepsut en Deir el Bahari. Se trataba de una gran tumba colectiva, la segunda que se descubr�a en este lugar (33), y en esta ocasi�n albergaba los cuerpos, sarc�fagos y ajuares funerarios de los Sumos Sacerdotes de Am�n, sus familias y otros sacerdotes de �rdenes inferiores, tambi�n del Templo de Am�n, de la Dinast�a XXI (1070-945 a. de C.). Se encontraron cerca de ciento sesenta cuerpos, de los que ciento seis estaban en sus sarc�fagos, y todos ellos abundantemente dotados de ajuar funerario, consistente en papiros y ushebtis depositados en sus cajas, o sueltos. El Gobierno egipcio ofreci� y don� en el a�o 1894, parte de estos hallazgos a diferentes pa�ses entre los que se encontraba Espa�a (34), a qui�n le correspondi� el conjunto de piezas que, inclu�das en el lote n� 13, vinieron a nuestro pa�s en el a�o 1895 e ingresaron en los fondos del Museo Arqueol�gico Nacional de Madrid. (35) En relaci�n con el panorama de producci�n de trabajos de egiptolog�a en Espa�a en estos a�os hay que citar algunas iniciativas aisladas tales como �BIBLIA Y EGIPTOLOGIA� del Padre F�lix Rougier, Profesor de Sagrada Escritura y Hebreo, obra presentada en el Congreso Cat�lico Nacional de Sevilla, (Barcelona 1893), que trata de buscar comprobaciones del Antiguo Testamento en los hallazgos de la arqueolog�a en Egipto. La obra no carece de inter�s y posee las caracter�sticas de originalidad y m�todo cient�fico que la hacen merecedora de contarse entre los trabajos que comentamos, aunque sus conclusiones no siempre sean aceptables. En el a�o 1893 se publica en Madrid en la Revista de Legislaci�n y Jurisprudencia un peque�o, pero interesante, trabajo bajo el t�tulo �Consideraciones acerca del Derecho Egipcio�, del que es autor Francisco G�mez del Campillo. En esta obra; (con base en los textos Griegos y los trabajos de juristas egipt�logos como Eug�ne Revillout), el autor lleva a cabo un an�lisis de la estructura social, el derecho de propiedad, el r�gimen jur�dico de la persona, el derecho de familia, las leyes y procedimientos penales, la organizaci�n judicial, el gobierno y la administraci�n, y los impuestos del Egipto fara�nico. LA PRIMERA MITAD
DEL SIGLO XX En este punto se hace mencionar la existencia de un claro inicio de madurez en la evoluci�n de la ciencia egiptol�gica en Espa�a. Cuando los trabajos de investigaci�n llegan a un nivel determinado, �stos exigen la necesidad de conocer la lengua egipcia en sus diversas escrituras para poder progresar por medios propios en su desarrollo. Entonces surge inevitablemente la necesidad de resolver cuestiones fon�ticas para poder transcribir los sonidos de la lengua egipcia a los equivalentes de la lengua del autor en concreto. De esta manera en Espa�a se plantea esta cuesti�n por primera vez conocida, a trav�s de la obra �La Escritura Egipcia y su Transcripci�n Castellana en Caracteres Neo-latinos�, publicada en Madrid en el a�o 1909, y de la que es autor Don Manuel Trevi�o y Villa. Trevi�o, de profunda formaci�n orientalista, manifiesta en el pr�logo de su obra lo siguiente: �La transcripci�n en letras latinas de los signos alfab�ticos empleados por los egipcios en la antig�edad, es un asunto a�n no resuelto definitivamente. El problema qued� planteado cuando Champollion public� en 1836, su gram�tica, en la que presenta la primera transcripci�n, que ha sido rectificada despu�s por los que continuaron sus estudios, hasta que en el Congreso celebrado en Londres en el a�o 1874 se admitieron unas equivalencias, que han sido respetadas hasta hoy por casi todos los egipt�logos. Al iniciar nosotros estos estudios en Espa�a hemos tropezado tambi�n con la dificultad de transcribir dichos signos jerogl�ficos con letras latinas que pudieran representar, aproximadamente, sonidos equivalentes a los que debieron tener para los egipcios.... El dato m�s importante y necesario para llegar a una transcripci�n exacta ser�a el de averiguar c�mo pronunciaban los egipcios y qu� valor daban a cada uno de los signos alfab�ticos por ellos usados; pero nosotros desconocemos todo esto casi en absoluto, pues s�lo disponemos, para establecer los fundamentos de la fon�tica egipcia, de ls voces conservadas en las palabras coptas y el resultado de la comparaci�n de los nombres propios y algunas palabras encontradas en las inscripciones biling�es y en las transcripciones sem�ticas, griegas y romanas...� (36). El autor prosigue en sus consideraciones conviniendo que existen en castellano signos simples que podr�an sustituir a d�grafos como kh, th o ph, que son utilizados en otras lenguas modernas para transcribir sonidos egipcios. En definitiva plantea la necesidad e importancia de fijar una transcripci�n castellana, para lo que formula el resultado de sus trabajos en esta obra. La necesidad fue
sentida ya por el propio Toda, quien manifest� por escrito en su versi�n
espa�ola del libro de Rawlinson. �Historia del antiguo Egipto�,
que: �...Para evitar confusi�n a los lectores que puedan conocer
el texto original de esta obra, el traductor ha conservado, en el libro
ingl�s, la transcripci�n extranjera de los nombres egipcios, algo
distinta de la que suele usarse en Espa�a. Es de sentir que no se haya
a�n adoptado una versi�n uniforme de aquellos nombres en las lenguas
europeas�. (37). Trevi�o propone como resumen de sus fundamentadas conclusiones los siguientes principios: �El
intentar una transcripci�n castellana, precisa hacerlo teniendo en
cuenta: 1� que esta transcripci�n conserve en lo posible el valor fon�tico
que hasta hoy se ha reconocido en cada signo; 2� que no se diferencie
de las transcripciones propuestas por los egipt�logos, para que la
forma en que se presenten las voces egipcias resulte inteligible para
todos los que a estos estudios de dedican; 3� que cada signo se
presente con una sola letra evitando de este modo la confusi�n a que
dan lugar las transcripciones hasta hoy usadas...�. (38) Al t�rmino de sus explicaciones, Trevi�o concluye proponiendo la tabla de equivalencias del llamado seudoalfabeto de signos jerogl�ficos con los caracteres neolatinos de sonido castellano, que a continuaci�n se reproduce: Transcripcion
Castellana
.................B
............��.......J
.................�......D
...................P
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...........�....S
(De Trevi�o y Villa, Op. Cit., p�gina 53). Adem�s incluye en su obra un cuadro paleogr�fico (sic) de los signos jerogl�ficos �que hacen el oficio de signos alfab�ticos con sus principales variantes y su equivalencia en signos hier�ticos y dem�ticos� (39). Este meritorio trabajo es, sin duda, el primer intento v�lido para solucionar el problema de la transcripci�n al espa�ol de las palabras egipcias. Su consulta se hace necesaria, y sus propias conclusiones, dignas de ser reflexionadas para ser, en lo posible, objeto de aplicaci�n en los trabajos egiptol�gicos en lengua espa�ola. (40). La labor de los estudiosos de la egiptolog�a en sus m�s diversas ramas seguir� produciendo resultados tales como la monograf�a sobre La Qu�mica y la Farmacia entre los egipcios, publicada en las Memorias de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona (Vol. VII, n� 10), por D. Antonio Mur�a y Valerdi en el a�o 1910. Don Jos� Ram�n M�lida, publicar� su Historia de El Arte Egipcio en Madrid, por estas mismas fechas y sin que conste en el libro el a�o concreto de edici�n. En esta obra, M�lida vierte �la materia que por espacio de veinte a�os ha constituido su estudio predilecto, y ahora est� desarrollando en un curso en la Escuela de Estudios Superiores del Ateneo de Madrid� (41), lo cual indica que, de alg�n modo, estaba institucionalizada la ense�anza de disciplinas de contenido egiptol�gico en estos momentos en nuestro pa�s. Otro manual de principios del arte egipcio ve la luz en estos a�os: se trata de La Historia, Teor�a y T�cnica Ornamental y decorativa en Egipto de Ricardo Agrasot, Madrid 1909. Llegados a este momento, resulta evidente el innegable progreso de la egiptolog�a en Espa�a a principios de siglo. En Noviembre del a�o 1924, Madrid recibe a Howard Carter, qui�n fue invitado por el Comit� Hispano-Ingl�s, para dar dos conferencias sobre las excavaciones arqueol�gicas que en compa��a de Lord Carnarvon hab�a realizado en el Valle de los Reyes y sobre el descubrimiento de la tumba de Tutankhamon, ocurrido el 4 de Noviembre de 1922 (42). Esta visita se repetir�a en el a�o 1928, y en ambos casos, resultaron actos del m�s alto nivel cient�fico, tanto por los temas expuestos como por la expectaci�n que despertaron en los medios culturales de Madrid. En este panorama de creciente sensibilidad ante el conocimiento de la egiptolog�a se producen trabajos cuidados y de nivel cient�fico tales como el interesante estudio de la escultura de Nectanebo I, hoy en el Museo Arqueol�gico Nacional (Museo del Prado 412-B) de R. Blanco y Caro, publicado en Madrid en 1924 (43). Dicho estudio que, por cierto, atribuye la estatua a Nectanebo II, publica la traducci�n de la inscripci�n jerogl�fica de la escultura, bajo la supervisi�n del c�lebre egipt�logo ingl�s E.A. Wallis Budge. En
estos a�os se orden� sacerdote otra persona que por m�ritos propios
constar� en las p�ginas de la egiptolog�a espa�ola como autoridad
cient�fica consagrada. Se trata del Padre D. Benito Celada Abad. Nos
cuenta de s� mismo (44) que el nacimiento de su vocaci�n de egipt�logo
tuvo lugar tras una conversaci�n con su profesor el Padre Colunga,
quien tambi�n se dedicaba al estudio de la lengua egipcias, y a quien
prometi� dedicarse �toda la vida a estudiar egipcio�. (sic.). Celada
ser�a enviado por sus
superiores a Roma para formarse en la lengua egipcia jerogl�fica con el
Profesor Belga Padre Emile Suys, prestigioso egipt�logo de la Fondation
�gyptologique Reine Elisabeth, y m�s tarde a El Cairo, donde trab�
relaciones con egipt�logos de la �poca y �bebi� la egiptolog�a
en sus fuentes�. Mantuvo relaciones profesionales entre otros, con Jaroslav �erny y con Sir Alan Gardiner, por quien sent�a una enorme admiraci�n. Doctorado en egiptolog�a por el Instituto Pontificio B�blico de Roma, se dedic�, entre los a�os 1941 a 1945, a dar clases de Historia y Arqueolog�a del Pr�ximo Oriente en la Universidad Complutense, tarea que tuvo que abandonar por la escasez de alumnos. Posteriormente pas� al Consejo Superior de Investigaciones Cient�ficas donde fund� el Instituto �Arias Montano� en el que fue encargado de las clases de egipcio durante los a�os 1965 a 1969. Con justicia se puede decir que algunas de las personas que hoy ostentan puestos relevantes en la egiptolog�a espa�ola iniciaron su formaci�n en la lengua egipcia de la mano del Padre Celada, en el Instituto de Estudios Orientales y Africanos que tambi�n fund�; entre sus aportaciones a la egiptolog�a constan numerosos art�culos en revistas especializadas (45), de los que cabr�a entresacar �Egipto y la Biblia�, �Concepto de Dios en Egipto� (1968); adem�s elabor� el elenco de las revistas de egiptolog�a para la revista SEFARAD. El Padre Celada form�, tambi�n, una de las primeras bibliotecas especializadas de egiptolog�a y coptolog�a en Espa�a, hoy depositada en el Convento de San Esteban de Salamanca (46). Si la historia no fuese tan injusta como suele con los grandes hombre que la forjan, el Padre Celada, habr�a credo su propia escuela de filolog�a egipcia en Espa�a: las circunstancias adversas y nuestra propia idiosincrasia no permitieron tal feliz acontecimiento. El Padre Celada fallec�a en Madrid el 12 de diciembre de 1988, sin que nadie reconociese p�blicamente su meritoria labor de extraordinario hombre de ciencia. Dentro de esta saga de pioneros no se deber�a olvidar a un disc�pulo de Trevi�o, el Dr. D. Eduardo Alfonso Hern�n, fallecido hace pocos a�os, a quien se debe la primera gram�tica jerogl�fica Egipcia, publicada en castellano (47). Esta obra, con todos los defectos y carencias que se quiera, cierra de un modo simb�lico la etapa heroica de nuestra historia egiptol�gica. Espa�a se hab�a incorporado al mundo egiptol�gico internacional en el a�o 1960, cuando el Gobierno espa�ol se hizo eco del llamamiento de las autoridades egipcias y de la UNESCO para proceder al salvamento de los templos de Nubia. LA CREACI�N DEL COMIT� ESPA�OL PARA EL SALVAMENTO DE LOS TEMPLOS DE NUBIA. De este modo, se crea el �Comit� Espa�ol para el salvamento de los tesoros arqueol�gicos de Nubia�, cuya direcci�n t�cnica se encomend� al Profesor D. Mart�n Almagro Basch. Como consecuencia de todo ello Espa�a colabora en esta tarea internacional excavando en yacimientos de la Nubia Sudanesa y Egipcia. Primero se otorga una concesi�n en la fortaleza de Sheik Daud, cerca del poblado de Tumas, en la Nubia egipcia. �Fue aquella la primera obligaci�n contra�da por Espa�a con la UNESCO y con el Gobierno de Egipto� (48). Luego se conceder�a a Espa�a la excavaci�n de una necr�polis, la de Masm�s en el Alto Egipto, del llamado grupo X, que result� estar casi completamente saqueada. En 1962 los Profesores F. J. Presedo Velo y M. Pellicer, excavaron una interesante necr�polis del llamado grupo C de Nubia, que proporcion� importantes hallazgos de cer�mica tipo Kerma. Dentro de las campa�as de los a�os 1961 a 1964, se excavaron entre Mirmad y Nag Sakoli, en la Nubia Sudnesa, otras necr�polis del grupo C, esta vez bajo la direcci�n de Rafael Blanco Caro. En estas campa�as, se descubrieron algunas tumbas de �poca fara�nica, todas ellas violadas, aunque entregaron una interesante serie de objetos ornamentales de la �poca del Imperio Nuevo; en el a�o 1962, la misi�n espa�ola tambi�n excav� una necr�polis mero�tica (49). Nombres geogr�ficos como el de Nag Shayeg o Nag el Arab quedar�n unidos para siempre a la egiptolog�a espa�ola por la importancia de las excavaciones que nuestro pa�s desarrolla en la zona de Argin de la Nubia Sudanesa (50). Dentro del Sud�n, la Misi�n Arqueol�gica Espa�ola, a trav�s del Comit� Espa�ol para el Salvamento de los monumentos de Nubia, solicit� y obtuvo la concesi�n de las excavaciones de las islas de Kasr Ico y Abk Anarti, en la segunda catarata del Nilo, lugares donde trabajaron diversos equipos bajo la direcci�n del Profesor Presedo. Espa�a particip�, igualmente, y de forma directa, en el salvamento de los famosos teplos de Abu Simbel. Como es sabido, se trataba de salvar de las aguas a los templos de Rams�s II y su esposa la reina Nefertari construidos en dicho lugar. En este caso la participaci�n espa�ola se vio materializada en el pago en concepto de ayuda de la suma de 325.000.- d�lares americanos. De igual modo Espa�a contribuy� a la campa�a de salvamento del templo de Fil�, para la que se aport� la suma de otros 200.000 d�lares americanos (51). Fruto de las mencionadas colaboraciones en las campa�as de salvamento llevadas a cabo por nuestro pa�s en Egipto y Sud�n fue la aportaci�n de valiosos materiales que hoy forman parte de los fondos del Museo Arqueol�gico Nacional (cerca de 3.000 piezas tienen su procedencia en las excavaciones nubias) (52). EL TEMPLO DE DEBOD El donativo m�s generoso del Gobierno egipcio, en agradecimiento a los trabajos de salvamento efectuados por la misi�n espa�ola fue el Templo de DEBOD. Este monumento estaba situado a 15 kil�metros al Sur de la Isla de Fil� sobre la orilla izquierda del Nilo. La construcci�n del templo dur� m�s de doscientos a�os y fue iniciada por el rey Adijlamani de Meroe (hacia el 200 a. de C.) construyendo la capilla central del Santuario. El conjunto templario fue adicionado posteriormente con otras dependencias por cuenta de diversos Ptolomeo (est�n documentados con certidumbre Prolomeio VI Fil�metor, 181-145 a. de C. Y Ptolomeo XIII Neos Dionisos 51-48 a. de C.), la decoraci�n del templo debi� ser concluida bajo el mandato de los emperadores romanos Augusto y Tiberio (30 a. de C. �17 d. De C.). El templo de Debod estaba dedicado principalmente al culto del dios Am�n y de la diosa Isis, as� como a los dioses Shu y Tefnut, Uadyet, y Nekhbet, Re Horakhty, Thot, Min, Apset, Mut, Horus, Hathor, Osiris, Neftis, Anukis, Satis, Khnum y hay referencias directas a dos dioses leoninos, espec�ficos de Meroe: Mahesa y Apedemak (53). Tambi�n est� presente en este templo como personaje divinizado que recibe culto, el m�tico Inhotep arquitecto del Horus Netcherijet (Dyeser), rey de la Dinast�a III. Al principio fue m�s importante el culto que all� recib�a el dios Am�n bajo la forma de Am�n de Debod, y a lo largo del tiempo fue la diosa Isis quien cobr� mayor importancia en este templo, considerado como una parada en la peregrinaci�n de la diosa por el norte de la baja Nubia para dar salud y fuerza al pa�s. No obstante ambos dioses, Am�n de Debod e Isis, se repart�an a medias su influencia, pues se observa siguiendo el eje de simetr�a del templo que el sur parece estar dedicado a Isis mientras que el norte lo ser�a a Am�n (54). El templo de Debod fue el primero de los templos de Nubia en desmontarse por ser el m�s amenazado por la crecida de las aguas como consecuencia de la retenci�n producida por las obras de la Gran Presa. En el a�o 1960 se llev� a cabo su desmonte, traslad�ndose todos sus bloques a la Isla de Elefantina en 1961 (55), all� permanecieron hasta el a�o 1970, en que fueron trasladados a Espa�a. El proceso de adjudicaci�n a Espa�a de este templo, el m�s grande monumento fara�nico fuera de Egipto, es poco o nada conocido. El Profesor Almagro Basch solicit� en nombre de las autoridades espa�olas al Gobierno egipcio su donaci�n en Febrero de 1964. Tras dura oposici�n por parte de otros pa�ses que lo quer�an para s�, el 2 de Safar de 1388 de la H�gira, (30 de abril de 1968), el Presidente de la entonces Rep�blica Arabe Unida, Gamal Abdel Nasser, dict� un decreto, el n� 589 de 1968, por el que se ofrec�a el Templo de Debod: �al Gobierno espa�ol y a su pueblo, en consideraci�n a sus esfuerzos en la contribuci�n a la salvaguardia de los Templos de Abu Simbel� (56). La presencia de este monumento en Espa�a supone que nuestro pa�s deber�a ocupar un se�alado puesto entre los que dedican grandes esfuerzos a la egiptolog�a. Pi�nsese que instituciones como el Metropolitan Museum de Nueva York, el Museo de Tur�n o el de Leyden, tan s�lo poseen templos nubios de inferior tama�o y calidad como los de Dendur, Ellessya o Taffa. Buena pruea de la trascendencia de esta cuesti�n es que se ha operado un cambio en la toponimia del lugar, de modo que un desaparecido rinc�n de la Nubia egipcia ha superpuesto su nombre sobre otro de una ciudad europea: hoy nadie habla ya de la monta�a del Pr�ncipe P�o de Madrid, sino del Templo de Debod de Madrid. LA CONCESI�N
DEL YACIMIENTO DE HERACLEOPOLIS MAGNA. Concluidas las campa�as arqueol�gicas espa�olas dentro del programa de salvamento de los monumentos de Nubia, en el a�o 1966, la Misi�n Espa�ola solicit� a trav�s del Gobierno a las autoridades egipcias la concesi�n de un yacimiento arqueol�gico en el interior de Egipto. Entre las posibilidades existentes se consider� el yacimiento de Heracle�polis Magna, actual Ensaya el Medina, que en egipcio recibi� el nombre de Nn Nsw, capital del Bajo Egipto durante las Dinast�as IX y X, en el llamado Primer Per�odo Intermedio (+ 2200 a. de C.). El lugar, situado a ciento treinta kil�metros al Sur de El Cairo, en la orilla Oeste del Nilo y muy cerca del Canal de Jos� (Bahr El Yusuf) fue la capital del Nomo XX del Alto Egipto. Este yacimiento hab�a sido excavado anteriormente por el arque�logo suizo Edouard Naville en las campa�as de los a�os 1881 y 1882, y por el insigne egipt�logo ingl�s Sir Flinders Petrie en 1903 (58). Posteriormente el propio Servicio de antig�edades realiz� trabajos de excavaci�n en el �rea de �poca greco-romana. Como se dec�a m�s arriba, en el a�o 1966 la Misi�n arqueol�gica espa�ola en Egipto se hace cargo del yacimiento, bajo la direcci�n del Profesor Almagro Basch, iniciando sus trabajos en el templo de Herisherf, el dios local de nn nsw, siguiendo los antiguos hallazgos de Naville y Petrie (59). En 1968 se realizan los primeros hallazgos importantes por el profesor Jes�s L�pez, quien descubre la necr�polis de la ciudad en la �poca del Primer Per�odo Intermedio (60), en esta tumba se encontr� una de las primeras versiones conocidas de los �Textos de los Sarc�fagos�. Al Profesor L�pez le sucedi� como director de Campo, el Profesor Presedo Velo durante las campa�as de los a�os 1969-1979 (61). El Profesor Presedo nos cuenta (62) que las excavaciones iniciadas en 1969 debieron interrumpirse por razones de la guerra �rabe-israel�. Firmado el armisticio vuelve para continuar los trabajos de campo, en la campa�a de los a�os 1975-1976. Durante estos a�os se descubrieron restos en diferentes niveles pertenecientes al Imperio Nuevo, Primer Per�odo Intermedio y finales del Imperio Antiguo. Parte de los hallazgos, fruto de estas campa�as de excavaci�n, pasaron a los fondos del Museo Arqueol�gico Nacional de Madrid donde hoy se exhiben. En el a�o 1977, siendo director de campo en esa sola campa�a, Fernando Fern�ndez, surgieron por primera vez, materiales de la Dinast�a XXII, es decir, del Tercer Per�odo Intermedio (1085-715 a. de C.). Uno de los hallazgos m�s importante de los realizados en esta campa�a fue el dintel de una puerta que conten�a una inscripci�n referida a un alto personaje de ascendencia libia llamado Osorkon que, a la vez que Comandante en la Guarnici�n local, era Primer Profeta del dios Herishef, lo que ha permitido formular la hip�tesis del origen Heracleopolitano de los faraones de la Dinast�a XXII (63). Al concluirse la campa�a del a�o 1979, se abre un par�ntesis de seis a�os, hasta 1984, en el que el yacimiento no fue excavado. En el citado a�o se hace cargo de la direcci�n de la Misi�n Arqueol�gica Espa�ola en Ensaya el Medina, Mar�a del Carmen P�rez D�e, quien a�n sigue al frente de la misma (64). La importancia de este yacimiento es de gran relieve, pues permite empezar a conocer dos per�odos de la historia de Egipto, acerca de los cuales no se sab�a demasiado. El desarrollo de los hechos hist�ricos acaecidos durante los llamados Primeros y Terceros Per�odos Intermedios tuvo uno de sus principales centros pol�ticos y religiosos en Heracle�polis por lo que la investigaci�n espa�ola en esta zona arqueol�gica de Egipto est� suponiendo la consagraci�n de nuestra egiptolog�a a niveles internacionales y al mismo tiempo permitiendo la formaci�n de j�venes promociones de egipt�logos que aseguren el futuro de nuestra ciencia en Espa�a. COLABORACIONES
EN TRABAJOS DE CAMPO DE OTROS EQUIPOS ESPA�OLES EN EGIPTO. Desde el 14 de noviembre de 1991, otra Misi�n espa�ola, esta vez, subvencionada por una instituci�n comercial, trabaja en el Ba�ase, a unos doscientos kil�metros al Sur de El Cairo. El yacimiento de Oxyrrincos, lugar donde se llevan a cabo las labores de excavaci�n ya fue explorado en diversas ocasiones anteriormente. Como Directores de la Misi�n figuraban el Dr. Mahmud Hamza de la O.E.A. y Jos� Padr� Parcerisa de la Universidad Central de Barcelona. Esta nueva actividad de la egiptolog�a de campo espa�ola se lleva a cabo en un novedoso (para nosotros), sistema de colaboraci�n con otra Misi�n arqueol�gica, en este caso de la Organisation of Egyptian Antiquities de Egipto. Los trabajos iniciales se han llevado a cabo en �reas de �poca sa�ta (65). LAS INSTITUCIONES EGIPTOL�GICAS EN ESPA�A El Museo Arqueol�gico Nacional de Madrid, posee la m�s importante colecci�n p�blica de antig�edades egipcias de Espa�a, la cual es objeto de exhibici�n parcial permanente en la Sala XIII de Egipto. El origen primero del n�cleo de la actual colecci�n egipcia del M.A.N. fue la de Don Pedro Francisco D�vila, donada al Rey de Espa�a Carlos III en el a�o 1770 (67). A esta colecci�n debieron unirse las existentes en la Biblioteca Nacional y el Museo de Ciencias Naturales. Cuando en el a�o 1867 se funda el Museo Arqueol�gico Nacional se re�nen todos estos fondos egipcios junto con los entonces existentes en la Escuela Superior de Diplom�tica y el Gabinete de Historia Natural. La colecci�n se fue aumentando posteriormente: en 1976 se adquirieron diversas antig�edades pertenecientes a D. Tom�s de Asensi. En el a�o 1879 Don V�ctor Abargues vende su colecci�n adquirida en el Alto Egipto y en 1881, D. Eduardo Toda facilita al Museo que la adquiere, la mayor colecci�n que hasta ese momento hab�a entrada en Espa�a de piezas egipcias. En el a�o 1895, como ya se dijo anteriormente, las colecciones del M.A.N. se enriquecieron con las donaciones del Gobierno Egipcio, procedentes del descubrimiento de la Segunda Cachette de Deir-el-Bahari. Diversas compras y donaciones han seguido enriqueciendo la colecci�n egipcia. Pero es a partir de la obtenci�n de las concesiones de excavaciones en Nubia y Egipto, cuando m�s sensiblemente se han incrementado los fondos egipcios del M.A.N., como consecuencia de la entrega de materiales a Espa�a procedentes de dichas excavaciones (68). En Catalu�a existen colecciones p�blicas de antig�edades egipcias en el Museo Arqueol�gico de Barcelona, en el Museo del Oriente B�blico de Montserrat, en el Museo Episcopal de Vich y en el Museo Biblioteca V�ctor Balaguer de Villanueva y la Geltr�. (69). En Galicia en el Museo Arqueol�gico de la Coru�a. En Baleares, en el Museo B�blico del Seminario Diocesano de Palma de Mallorca y en el Museo Arqueol�gico de Ibiza, (70). En Arag�n, en el Museo de Huesca, y en Murcia en el Museo de Cartagena, constituyen parte de la serie de instituciones muse�sticas que poseen y exhiben piezas de arqueolog�a egipcia en nuestro pa�s (71). INSTITUCIONES
PRIVADAS. El 24 de diciembre de 1986, se crea en Madrid La Asociaci�n Espa�ola de Egiptolog�a. El acto fundacional se desarroll� en la sede del Museo Arqueol�gico Nacional, en la calle Serrano n� 13. (72). Esta instituci�n, la primera dedicada en nuestro pa�s de modo exclusivo al estudio y defensa de la civilizaci�n fara�nica del Antiguo Egipto, tiene como objetivos la salvaguardia del Patrimonio Cultural Egipcio; la exploraci�n e investigaci�n del material disponible sobre dicha civilizaci�n; el fomento dentro del �mbito territorial del Estado espa�ol de la divulgaci�n y difusi�n de los conocimientos egiptol�gicos; la defensa y promoci�n de la cultura fara�nica en su m�s amplio aspecto y la colaboraci�n con cuantas sociedades nacionales e internacionales existen dedicadas al estudio de la egiptolog�a. La creaci�n de esta instituci�n privada, inaugur� otra etapa en la historia de nuestra ciencia en Espa�a. Esta entidad, que agrupa en su seno a la inmensa mayor�a de los egipt�logos espa�oles, publica la primera revista peri�dica cient�fica en materia exclusiva de egiptolog�a en nuestro pa�s: El Bolet�n de la Asociaci�n Espa�ola de Egiptolog�a (B.A.E.D.E.). Entre las actividades permanentes institucionalizadas de la Asociaci�n Espa�ola de Egiptolog�a, figuran la organizaci�n de cursos de formaci�n egiptol�gica con la ense�anza de las diferentes disciplinas que integran dicha ciencia: la historia, arqueolog�a, religi�n, arte, filolog�a y epigraf�a (73). Algunas Universidades espa�olas (74) han propiciado la creaci�n de Institutos Interuniversitarios, que contemplan en su amplia estructura de estudios orientales, sectores de investigaci�n del Egipto fara�nico (recientemente en Enero de 1992, se ha creado el Instituto de Estudios Orientales de Barcelona). Estas iniciativas tratan de paliar la casi completa ausencia de la Universidad espa�ola en el mundo de la egiptolog�a, a pesar de los meritorios esfuerzos realizados en esta materia, a exclusivo t�tulo personal por algunas personalidades del profesorado universitario. El fen�meno sociol�gico que supone la creaci�n de otras instituciones privadas dedicadas al estudio y promoci�n de la egiptolog�a se han desatado en nuestro pa�s por otros rincones de la pen�nsula (75), como un prometedor acontecimiento que asegura la expansi�n de nuestra ciencia a todos los lugares de Espa�a en tiempos muy cercanos. Concluyendo este intento de recopilaci�n de lo que la egiptolog�a ha sido y es en nuestra pa�s, nos parece oportuno se�alar dos cuestiones: la primera, una realidad espec�fica en el contexto de los pa�ses europeos y occidentales, ciertamente m�s avanzados que Espa�a en el desarrollo y pr�ctica de la ciencia egiptol�gica. Nuestro pa�s es junto con Italia y Grecia el �nico de Europa que posee yacimientos arqueol�gicos en su propio territorio que han entregado y seguir�n haci�ndolo, piezas egipcias que forman parte de nuestra Historia Antigua (76). Pi�nsese, por ejemplo que las excavaciones realizadas en Almu�ecar en los �ltimos a�os �...han revelado que es en esta ciudad (de Andaluc�a) donde se encontr� el m�s grande conjunto de vasos egipcios en piedra jam�s hallados fuera de Egipto� . (77). La Segunda, es la creciente sensibilizaci�n con esta realidad derivada de nuestra situaci�n estrat�gica que convierte a las costas espa�olas de Levante, en lugar de obligado paso entre el Mediterr�neo y el Atl�ntico. En el primer tercio del siglo XIX, un barco ingl�s que transportaba diversos restos arqueol�gicos desde Egipto a Londres, naufrag� en la zona de Cartagena, en aguas territoriales espa�olas. Entre su carga figuraba el sarc�fago de piedra del fara�n Mikerinos de la Dinast�a IV , extra�do de su pir�mide de Guiza. La posible existencia de este important�simo vestigio del Imperio Antiguo en aguas territoriales espa�olas ha originado la declaraci�n del Gobierno de la Naci�n de 28 de noviembre de 1984 por la que: �...debe considerarse a todos los efectos, iniciada la tarea de dicha recuperaci�n por la Ciencia y la Administraci�n espa�olas para el incremento del Patrimonio Nacional� (78). En fin, para completar este vivo panorama de auge cultural que las capas sociales de todo nivel interesadas en el conocimiento del Egipto de los faraones, bastar� con mencionar la celebraci�n en nuestro pa�s de tres importantes exposiciones de arqueolog�a fara�nica en el plazo de poco menos de veinte a�os (1975-1992). Nos referimos a la muestra �ARTE FARA�NICO� que se llev� a cabo con piezas venidas del Museo egipcio de El Cairo y con otras procedentes de los fondos del Museo Arqueol�gico Nacional, desde Octubre de 1975 a Mayo de 1976. Dicha muestra que recog�a important�simas piezas de arqueolog�a egipcia fue exhibida en Madrid, Zaragoza y Barcelona (79). De igual modo, constituyeron un acontecimiento de enorme importancia en el �mbito cultural espa�ol las celebraciones de la exposici�n de arqueolog�a egipcia �NOFRET-LA BELLA (La mujer en el Antiguo Egipto)�, organizada por la �Organizaci�n de Antig�edades Egipcias� y la �Staatliche Sammlung �gyptischer Kunst� de Munich, bajo la direcci�n t�cnica del Profesor Dietrich Wildung, que se celebr� en Barcelona y en Madrid desde el 23 de marzo de 1986 hasta el 3 de a gusto del mismo a�o, (80), y de la que bajo el t�tulo �EGIPTO CREADOR DE LA CIVILIZACI�N� se expuso en el Pabell�n de la Rep�blica �rabe de Egipto en el marco de la EXPO�92 de SEVILLA, durante los meses de abril a octubre del a�o 1991. (81). La egiptolog�a espa�ola sigue escribiendo diariamente las p�ginas del libro de su historia y profundamente anhelamos que �sta discurra por los m�s altos caminos con la leal participaci�n de todos cuantos en Espa�a amamos al Antiguo Egipto.
(1)
TODA Y G�ELL. E. A trav�s del Egipto. Madrid 1889, 433-444. Toda remite al
legajo n� 3.013 de los papeles de Estado entonces depositados en el
Archivo General Central del Reino de Alcal� de Henares. (2) Se trataba, ni m�s ni menos, que de una operaci�n de conquista basada en la vulneraci�n de los m�s elementales principios del derecho internacional. Ver en Toda, Op. Cit, 435-436; descripci�n de la Memoria del Proyecto formulado por el Conde de Esneval al Rey de Espa�a. (3) La obra originalmente est� editada en franc�s y en la ciudad de Par�s en 1814. Para este trabajo se ha consultado la edici�n espa�ola de 1982 preparada por Juan Barcel�. (Madrid 1982). (4) Tercera parte J. BARCELO: Op. Cit. 289-323. (5) BARCELO, J. Op. Cit. 289. (6) BARCELO, J. Op. Cit. 298. (7) HABACHI, L. The obelisks of Egypt: Skyscrapers of the Past. El Cairo 1984; 165. (8) BARCELO, J. Op. Cit. 298. (9) BARCELO, J. Op. Cit. 299. (10) BARCELO, J. Op. Cit. (11) BARCELO, J. Op. Cit. 328. (12) LOPEZ, J. �Dos Estatuas Egipcias del Museo Arqueol�gico Nacional� en Ampurias XXV (1963). Noticiario Arqueol�gico 211-214. (13) SALES FERRE, M. Compendio de Historia Universal.- Edad Prehist�rica y Per�odo Oriental: I; IX, (Madrid 1883). Ello no obstante, existen otros trabajos anteriores, rese�ables tambi�n, como �El Discurso Inaugural del A�o Acad�mico de 1865� le�do ante la Real Academia Espa�ola de Arqueolog�a y Geograf�a, por el Acad�mico DON ANTONIO BALB�N DE UNQUERA sobre Arqueolog�a Egipcia, Madrid, 1965. De igual modo se tendr� en cuenta la INTRODUCCI�N A LA HISTORIA Y NOCIONES GENERALES DE HISTORIA DE ORIENTE, del Profesor de la Universidad Central de Madrid, D. A. Garc�a Moreno, cuyo cap�tulo VI, p�gs. 198-247. est� dedicado al antiguo Egipto. Madrid, 1878. (14) MORAYTA, M. �Discurso Le�do en la Universidad Central en la Solemne inauguraci�n del Curso Acad�mico de 1884 a 1885�. Madrid, 1884. (15)MELIDA, J.R.. La Religi�n Egipcia. Madrid 1884. (Octubre 1888); 34. Sobre las actividades realizadas en relaci�n con la Egiptolog�a por Don Jos� Ram�n M�lida, se consultar� LARA PEINADO, F.: �Un cultivador de la Egiptolog�a: Jos� Ram�n M�lida�. Bolet�n de la Asociaci�n Espa�ola de Egiptolog�a (BAEDE), 3, (1992), 188-193. (16)DE LA RADA Y DELGADO, J. D. �Las Estatuas de divinidades egipcias (bronces que se conservan en el Museo Arqueol�gico Nacional�. (Madrid, sin fecha), pag. 623. (17)PADRO, J. �Eduard Toda, Diplomate Espagnol, Erudit Catalan et Egyptologue du XIX Si�cle�. Bulletin de la Societ� Fran�aise d��gyptologie n� 113 (Octobre 1988); 34. Tambi�n se cosultar� MONTERO, T. L�Antic Egipte. Documentaci� manuscrita de Eduard Toda. Orientalia Barcinonensia, 8. Barcelona 1990. (18) TODA Y G�ELL, E. Cat�logo de la Colecci�n Egipcia. Biblioteca Museo Balaguer. Villanueva y Geltr�, 2� Ed. 1916; 15, �...Es s�lo mi intento, y con lograrlo quedar�n recompensaos mis afanes, que esta serie arqueol�gica que hoy inauguramos pueda servir de est�mulo a nuestra estudiosa juventud�. (19)Esta monograf�a est� incluida en la obra Historia del Antiguo Egipto de RAWLISON, G., Madrid, 1889, que fue adaptada a la lengua espa�ola por D. EDUARDO TODA. (20)TODA Y G�ELL, E. Op. Cit. 1889, 304-305. (21)PADRO, J. Op. Cit. 35. (22)TODA Y G�ELL, E. Op. Cit. 1889, 329. (23)TODA Y G�ELL, E. Op. Cit. 1889, 334. (24)TODA Y G�ELL, E. Op. Cit. 1889, 338. (25)TODA Y G�ELL, E. Son Notem en Tebas, Madrid 1887. 12-14. (26)TODA Y G�ELL, E. Op. Cit. 1889, 332. (27)TODA Y G�ELL, E. Op. Cit. 1889, 349. (28)TODA Y G�ELL, E. Op. Cit. 1887, 14-21. (29)PADRO, J. Op. Cit. 37. (30)TODA Y G�ELL, E. Op. Cit. 1887, 63. (31)Una Bibliograf�a completa sobre la tumba de Sennedyem y sobre E. Toda y G�ell, se encuenrra en PORTER B. Y MOSS R. Topographical Bibliography of Ancient Egyptian Hieroglyphic Texts, Reliefs and Paintings. Oxford 1960. Tomo I, Parte I; 1-5; y en PADRO J. Op. Cit. 40-41. (32)TODA Y G�ELL, E. Op. Cit. 1916; 15-16 (33)La primera fue descubierta en el a�o 1871 por la familia Abd El Rassul, y en 1881. (34)DARESSY,
G. �Les Cercueils des Pr�tres D�Ammon (Deuxi�me trouvaille de
Deir-el-Bahari)�. A.S.A.E.
Tomo 8 (1907), 20. (35)Seg�n DARESSY, G. Op. Cit. ser�an los sarc�fagos (cuatro en total), de: anx.f.n.xnsw (n� 3) -pA.ir.shrw.
(n� 13) I(i)y. (n� 58) y otro an�nimo (n� 128). Adem�s debieron entrar otras piezas como la caja para Ushebtis de Nes-Nab-Tauy y diversos Ushebtis de esta Cantora de Amon. Ver Mart�nez Zub�a C. �Caja Para Ushebtis del M.A.N.�, en Trabajos de Prehistoria, Vol.31 (1974), 371-380. (36)TREVI�O Y VILLA, M. La Escritura Egipcia y su transcripci�n Castellana en caracteres Neo-latinos. (Miscel�neas Egiptol�gicas n� 1). Madrid 1909. VII-IX. (37)RAWLINSON, G. Historia del Antiguo Egipto. Madrid 1889. Nota 423. (38)TREVI�O Y VILLA, M. Op. Cit. 1909, 51-52. (39)TREVI�O Y VILLA, M. Op. Cit. 19091, 65-67. (40)El otro intento para resolver esta �rida cuesti�n es obra de Jos� Padr� de la Universidad Central de Barcelona, quien ha vertido sus conclusiones en el art�culo �La transcripci�n castellana de los nombres propios egipcios�, en Aula Orientalis, 5 (1987); 107-124. (41).MELIDA, J.R. Historia de El Arte Egipcio. Madrid, sin fecha; VI-VII. Ver LARA PEINADO, F. Op. Cit., 1992, 191. El Profesor Lara, en su excelente art�culo sobre D. Jos� Ram�n M�lida, facilita una relaci�n bibliogr�fica de su obra egiptol�gica en la que consta como fecha de edici�n en la Biblioteca Nacional la del a�o 1897. (42)RUEDA MU�OZ DE S. PEDRO G. �1924 y 1928 Las Dos Estancias de �Howard Carter en Espa�a�. Bolet�n de la Asociaci�n Espa�ola de Egiptolog�a (BAEDE), 3 (1992). 172-182. Las conferencias se impartieron el 24 y el 26 de Noviembre de 1924 y el 20 y el 22 de mayo de 1928. (43)BLANCO Y CARO, R. Un recuerdo del �ltimo fara�n en el Museo del Prado. Madrid, 1924. Curiosamente el ejemplar que figura en mi biblioteca, procede de la de Jos� Ram�n M�lida, a qui�n Blanco y Caro lo dedica con estas significativas palabras: �A mi querido maestro D. Jos� Ram�n M�lida precursos de los estudios de egiptolog�a en Espa�a...� (44)SEN MONTERO, F. �Semblanza de D. Benito Celada�, en BAEDE. 3 (1992), 3-5, n�mero especial �Homenaje al Padre D. Benito Celada�. El Sr. Sen Montero fue alumno del Padre Celada durante m�s de treinta a�os en la Sede del Instituto Arias Montano en el C.S.I.C. de Madrid, y amablemente me ha comunicado diversas notas sobre la biograf�a de su maestro que se vierten en este trabajo. (45)Se encontrar� la bibliograf�a completa de la obra del Padre Celada en ARANG�ENA, P. �Bibliograf�a del Rev. P. Dr. D.Benito Celada Abad�. BAEDE. 3 (1992), n�mero especial �Homenaje al Padre D. Benito Celada�. 6-11- (46)SEN MONTERO, F. Op. Cit. (47)ALFONSO HERNAN, E. Compendio de Gram�tica Jerogl�fica del Egipto Cl�sico. Barcelona 1973. (48)ALMAGRO BASCH, M. Et alii. Las Necr�polis de Masmas, Alto Egipto. Madrid, 1964, 5. Esta concesi�n de excavaci�n espa�ola en Egipto, la primera de nuestra historia, se otorg� el 28 de Octubre de 1962 por el Gobierno Egipcio. (49)La Necr�polis mero�tica de Nag Gam�s (Masmas Egipto). Madrid, 1965. (50)PELLICER, M. et alii.. Las necropolis Mero�ticas del Grupo �X� y Cristianas de Nag el Arab. Madrid, 1965. (51) The International Rescue campaign at Abu Simbel, Philae and other sites. G. Ed. S�VE-SOD�RB�RGH T. �Temples and tombs af Ancient Nubia�. UNESCO 1987. Annex IV 233-234. (52)Con
car�cter general se consultar�n para conocer las campa�as espa�olas
en Egipto y Nubia, las Memorias de la Misi�n Arqueol�gica Espa�ola
en Egipto y Sud�n. Tomos
I-IX; 1963-1970. (53)JARAMAGO CANORA, M. �Dioses leones en el Templo de Debod�. Revista de Arqueolog�a n� 65. (Septiembre 1986), 14-24. (54)MARTIN FLORES, A. �Templo de Debod�. Museos Especializados. Madrid 1991; 12. (55)ALMAGRO BASCH, M. �El Templo de Debod�. Madrid 1971. 30-32. (56)Art�culo Primero del Decreto de la Presidencia de la Rep�blica n� 589/68 de 30 de abril. (Archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores. Direcci�n General del Servicio Exterior). (57)Se encontrar� una completa bibliograf�a en PORTER B. Y MOSS, R.L.B. Topographical Bibliography, etc.. Prt. VII, Nubia The Deserts and Outside Egypt. Oxford, 1975, 1-5 y en JARAMAGO CANORA, M. Op. Cit 1988, 34-43). Los textos completos del Templo de Debod y su descripci�n arqueol�gica encontraron en DAUMAS, F. et alii. �Debod, Textes Hi�roglyphiques et description arch�ologique�. C.D.E. Cairo 1960. (58)NAVILLE,
E. Ahnas el Medineh
(Heracle�polis Magna). Egypt
Exploration Fund. London 1894. PETRIE,
F. Roman Ehnasya. London 1925. Ehnasya 1904 E.E.F. London
1905. (59)LOPEZ,
J. �Rapport pr�liminaire sur les fouilles d�Heracl�opolis�
(1966). Oriens
Antiquus,
XIII, 1974; 299-316. (60)LOPEZ,
J. �Rapport pr�liminaire sur les fouilles d�Heracl�opolis�
(1968). Oriens
Antiquus,
XIV, 1975; 57-78.. (61)PRESEDO
VELO, F.J. �Les d�rni�res d�couvertes � Heracleopolis Magna�
(1976) Acts of the First International Congress of Egyptology, Berl�n,
1979, 525-532. (62)PRESEDO VELO, F.J. �Heracle�polis Magna� Historia 16 n� 12. 1977. 105-111. (63)PEREZ DIE, M.C. �Heracle�polis Magna et ses n�cropoles. La Troisi�me Periode Interm�diaire�. Anuuaire de l��cole Pratique des Hautes �tudes. V. Section. Vol XCVII. 1988-1989, 160. (64)PEREZ DIE, M.C. Y VERNUS, P. �Excavaciones en Ehnassya El Medina� (Heracle�polis Magna). Informes Arqueol�gicos, Egipto 1. Madrid, 1992. Esta es la primera memoria de excavaciones publicada respecto de las llevadas a cabo por la Misi�n Arqueol�gica Espa�ola en Egipto. En ella se encontrar�n los datos generales de personas que han intervenido en las diferentes campa�as, as� como una exhaustiva bibliograf�a de los diferentes informes preliminares y comunicaciones de los responsables en relaci�n a los trabajos realizados desde 1966. Ver pags. 18-19. (65)Hoja Informativa de la A.E.D.E. n� 11/1993. 4-5. Madrid, 1993. (66)Archivos
de la Asociaci�n Espa�ola de Egiptolog�a. Sobre el Yacimiento se
consultar� �The Nile Delta in Transition 4TH-3RD Millenium B.C.� Proceedings of the Seminar held in Cairo 21-24 October 1990 at the
N.I.A.R.E and A.S.�. (67)Catalogue sistematique et raisonn� des curiosit�s de la nature et de l�art qui composent le cabinet de M. D�vila. Par�s 1767. (68)A prop�sito de la colecci�n Egipcia del Museo Arqueol�gico Nacional se consultar�n: MELIDA, J. R. �La Escultura Egipcia en el Museo e Arqueol�gico Nacional�. (Revista de Archivos, Museos y Bibliotecas). Tomo XVII. Madrid, 1907. ALMAGRO BASCH et alii. Arte Fara�nico. Cat�logo de la exposici�n de Arte Fara�nico, Octubre 1975-Mayo 1976. Madrid 1975. LLAGOSTERA CUENCA, E. Estudio Radiol�gico de las momias egipcias del Museo Arqueol�gico Nacional de Madrid. M.A.N. Monograf�as Arqueol�gicas n� 5. Madrid 1978. PEREZ DIE, M.C. Egipto. Gu�a Did�ctica (M.A.N.) Madrid 1985. PEREZ DIE, M.C. Egipto y Pr�ximo Oriente. ( Sala XXIII y XIV). 1991. PEREZ DIE, M.C. Historia de la Colecci�n Egipcia de M.A.N. en AEGYPTIACA COMPLUTENSIA I, 17-26. Alcal� de Henares. 1991 No obstante, se echa en falta la publicaci�n de cat�logo general que ponga en conocimiento del mundo cient�fico interesado el contenido real de los fondos de la Secci�n de Egipto y Oriente. (69)BAQUES ESTAPE, L. �Cat�logo Inventario de las Piezas Egipcias del Museo Episcopal de Fich�. Ampurias 33-34 (1972). �Escarabeos Egipcios de Ibiza�. Ampurias 36-37 (19741979). �Las Colecciones de Antig�edades Egipcias en los Museos de Catalu�a y Baleares�. Comunicaci�n personal. Barcelona 1976. �Escarabeos
egipcios y sellos del Museo B�blico del Seminario Diocesano de Palma
(Mallorca)�. Bolet�n de la Asociaci�n Espa�ola de Orientalistas
XXII (1976). 132-149. (70)JORGE, H. FERN�NDEZ et alii. Escarabeos del Museo Arqueol�gico de Ibiza. Madrid 1982. Amuletos de Tipo Egipcio del Museo Arqueol�gico de Ibiza. Ibiza 1986. (71)LIZANA SALAFRANCA, J.G. Cat�logo de la Colecci�n Egipcia del Museo de Huesca. Huesca 1980. La existencia de piezas egipcias o egiptizantes en otros museos o instituciones p�blicos como la Real Academia de la Historia, est� siendo objeto de investigaci�n por parte de estudiosos como D. Miguel Jaramago Canora. La A.E.D.E. tiene pendiente de publicar el censo de estas instituciones. (72)Acta constitucional de la Asociaci�n Espa�ola de Egiptolog�a (Archivos de A.E.D.E.). Fueron Socios Fundadores: D� Mar�a del Carmen P�rez Die; D. Francisco J. Mart�n Valent�n; D. Jorge Rubio Campos; D. Miguel Jaramago Canora; D. Fernando Quesada Sanz; D� Elisa Castel Ronda; D� Mar�a Jos� Lopez Grande; D. Jos� Angel Guti�rrez S�nchez; D� Margarita Segarra Mu�oz; D� Isabel Mu�oz Romano; D. Juan Rodr�guez L�zaro; D� Concepci�n Cifredo Egea; D Jos� Segarra Pitarch; D. Antonio P�rez Largacha; D. Miguel Angel Molinero Polo y D. Enrique Francesch D�az. (73)Desde su fundaci�n la AEDE, enmarca su trabajo para la formaci�n egiptol�gica en estrecha colaboraci�n con la Agregadur�a Cultural de la Embajada de la Rep�blica Arabe de Egipto en Espa�a. Ver tambi�n �Nouvelles de l�Egyptologie� en el Bulletin de la Soci�t� Fran�aise d�Egyptologie, n� 111 (Abril, 1988); 3-4 (74)La Central de Barcelona, la de Murcia, la de Salamanca, o la de Sevilla. En otra l�nea de trabajo la Universidad de Alcal� de Henares (Departamento de Historia Antigua) edita en colaboraci�n con la Asociaci�n Espa�ola de Egiptolog�a, la serie �Aegyptiaca Complutensia�, publicaci�n de investigaciones egiptol�gicas. (75)En Barcelona se fund� la Societat Catalana de Egiptolog�a, en 1988. M�s recientemente, el pasado 23 de marzo de 1994, se inaugur� en Barcelona, el Museo Egipcio de Barcelona, bajo el patrocinio de la FUNDACI�N ARQUEOL�GICA CLOS, que alberga casi cuatrocientas piezas fara�nicas, de la Colecci�n Jordi Clos- Se consultar� la obra Los Tesoros del Claris, V.V. A.A., Barcelona, 1994. (76)V�anse BL�ZQUEZ, J.M. �Los m�s antiguos objetos egipcios de la Pen�nsula Ib�rica�. Bolet�n de la Asociaci�n Espa�ola de Egiptolog�a. (BAEDE), 3, (1992), 82-83, y PADRO J. Egyptian-type Documents from the Mediterranean Litoral of the Iberian Pen�nsula before the Roman Conquest (3 Vol�menes). Leiden 1980-1985 y Ops. Cits. 1982 y 1986. (77)PADRO, J. �Le R�le de l��gypte dans les relations commerciales d�Orient et d�Occident au premier Mill�naire�. En A.S.A.E. LXXI (1987). 213-222. (78)Contestaci�n del Gobierno a la interpelaci�n parlamentaria, formulada por la Diputaci�n D� Victoria Fern�ndez-Espa�a, perteneciente al grupo Parlamentario Popular, relativa al rescate de restos arqueol�gicos egipcios, en aguas espa�olas. (79)ALMAGRO BASCHA et alii. Op. Cit. 1975-1976 y BAQUES ESTAPE, H. �Cr�nica de la exposici�n �Arte Fara�nico�. Informaci�n arqueol�gica. Bolet�n informativo del Instituto de Prehistoria y Arqueolog�a de la Diputaci�n Provincial de Barcelona, n� 22. (1976). (80)Ver WILDUNG, D. Cat�logo de la Exposici�n Nofret la Bella, la mujer en el Antiguo Egipto. El Cairo 1986, y MARTIN VALENTIN, F.J. �Nofret la Bella�, en informaci�n cultural de Coin�, Revista del Patrimonio Hist�tico n� 4. Julio 1986; 16-19. (81)ASOCIACI�N
ESPA�OLA DE EGIPTOLOGIA: Cat�logo del Pabell�n de Egipto en la
Expo�92�. Egipto. Madrid, 1992. Esta muestra comprend�a medio
centenar de piezas de arte fara�nico de todas las �pocas, incluy�ndose
espl�ndidas obras de joyer�a, esculturas y relieves. |
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