MENFIS
La
ciudad de Menfis, ahora desaparecida casi por completo, fue el centro
administrativo y religioso del nomo I del Bajo Egipto. Fue, asimismo, la
residencia de los faraones y la capital de Egipto a comienzos del Período
dinástico y del Imperio Antiguo, y muchos soberanos posteriores
mantuvieron allí un palacio. Los templos de la ciudad se contaban entre
los más importantes del país. Menfis siempre fue uno de los lugares más
populosos y renombrados de Egipto, y por ende del mundo entero, habitado
por una comunidad realmente cosmopolita Su puerto y sus talleres locales
tuvieron un papel importante en el comercio exterior egipcio.
Reflejo de la magnitud e importancia de Menfis es la extensión de sus cementerios, con más de 30 Km. de longitud, al borde del desierto y en la ribera occidental del Nilo. El conjunto de todos ellos constituye la necrópolis menfita: 1) Dahshur, 2) Saqqara, 3) Abusir, 4) Zawyet el-Aryan, 5) Gizeh, 6) Abu Ruash. Administrativamente, Gizeh y Abu Ruash entraban ya en el nomo II del Bajo Egipto
Nuestro concepto moderno de la ciudad de Menfis y de su oscura contrapartida, la necrópolis menfita, resulta por ello muy artificial, porque ninguna de las dos existió completa en un determinado momento. Las fuentes clásicas así como los descubrimientos arqueológicos revelan que Menfis llegó a ser uno de los centros administrativos más importantes del país ya en los mismos comienzos de la historia egipcia, después del 1920 a.C. Heródoto dice que fue Menes –considerado tradicionalmente como el primer faraón de Egipto- el que levantó un dique para proteger a la ciudad de las inundaciones del Nilo. De acuerdo con el historiador Manetón, fue el sucesor de Menes, llamado Athothis, el constructor de los palacios más antiguos de la ciudad de Menfis. El nombre más vetusto del distrito fue Ineb-hedj “la Muralla blanca”, expresión que quizá refleja el aspecto de su residencia fortificada, y a la que también podría haberse aplicado. Tal vez el más apto fuera el término que apareció en el Imperio Medio, Ankhtawy, “lo que une los Dos Países”, subrayando la posición estratégica de la ciudad en el vértice del delta, de tanta importancia económica, entre el Bajo y el alto Egipto, según la terminología tradicional. Esa fue probablemente la razón que indujo a los soberanos de la I dinastía a escoger la zona como asentamiento de la capital. Sólo Tebas en el sur pudo compararse con la importancia religiosa, política y económica de Menfis, aunque nuestro conocimiento de los restos de ese auténtico monumento funerario nacional egipcio es infinitamente menor. Para los extranjeros, Menfis era la representación de Egipto. Según algunos estudios, fue el nombre de uno de sus templos levantado en el Imperio Nuevo y de los barrios próximos de la ciudad, Hikuptah (“el templo del ka de Ptah”), el que sirvió para designar a todo el país, conocido por los griegos como Aigyptos, y del que procede el moderno Egipto. Tal es también la etimología de la palabra “cóptico”, “copto”. La
ciudad de Menfis no sobrevivió al gradual eclipse de la antigua
civilización egipcia en los primeros siglos de nuestra era. Económicamente
incluso se resistió antes de esa fecha por el crecimiento de Alejandría.
Su importancia religiosa desapareció cuando el emperador Teodosio
(379-395) decretó que el cristianismo debía ser la religión oficial
de todo el imperio romano. El golpe de gracia final lo recibió Menfis
en el año 641, cuando el conquistador musulmán Amr ibn el-Asi fundó
una nueva capital de Egipto, el-Fustat, en la orilla oriental del Nilo y
en el extremo meridional de El Cairo moderno.
|