Momias: La Vida despu�s de la muerte en el Antiguo Egipto |
Francisco J. Mart�n Valent�n Director
del Instituto de Estudios del
Antiguo Egipto, Director
de la Misi�n Arqueol�gica �Proyecto Sen en Mut�. |
Uno de los usos de los antiguos egipcios que m�s ha llamado la atenci�n del mundo occidental a partir del siglo XVII, desde el mismo momento en que el antiguo Egipto se mostr� a Europa como un mundo maravilloso y ex�tico, fue la momificaci�n. El propio Champollion tuvo la sensaci�n de que Egipto era como un enorme cementerio y que, los egipcios vivieron siempre pensando en la muerte como su principal preocupaci�n diaria. Sin embargo, el tiempo y los investigadores han ido demostrando que tal idea no era cierta. La muerte no exist�a para los egipcios tal como hoy la consideramos nosotros. Ellos ten�an la certeza de que la vida prosegu�a despu�s de la muerte y que, lo que m�s importaba era no morir �por segunda vez�. Los textos funerarios egipcios son reincidentes en esta idea. Si se cre�a que la muerte era un mero tr�nsito, era a cambio de perpetuar el cuerpo del difunto y de someterlo a una serie de tratamientos durante un plazo determinado de tiempo que garantizasen que la putrefacci�n no lo alcanzar�a. El mito de la resurrecci�n del dios Osiris se fundamentaba en tal idea. De hecho, los textos egipcios dicen que la momificaci�n fue inventada por el dios Anubis para auxiliar a la, diosa Isis en sus trabajos para devolver la vida a su esposo amado. Conocemos la momificaci�n en Egipto desde las primeras dinast�as, y se sigui� empleando hasta bien entrada la era cristiana. La profunda raz�n de ser por la que el cuerpo deb�a ser preservado contra la descomposici�n, era porque la religi�n osiriana fundamentaba la supervivencia en el m�s all� en el hecho de que el cuerpo no desapareciera. De igual modo tampoco pod�a desaparecer el nombre del difunto. Estos elementos y muchos m�s que compon�an la esencia de la identidad del muerto, deb�an ser protegidos por medio de los ritos funerarios. Esto era lo que no se pod�a perder. Al igual que cuando el ser humano nac�a, se encarnaban en �l las diferentes fuerzas espirituales que conformaban su personalidad individual, cuando mor�a hab�a que impedir la desaparici�n del cuerpo terrestre, sede material de las esencias espirituales. Si estas eran capaces de identificar el cuerpo en el que residieron durante la vida, no lo abandonar�an y, de tal modo, el difunto no desaparecer�a en la nada. El rito de la �Apertura de la Boca� era consecuencia de esta creencia: conservado el cuerpo, se le devolv�an por medio de la magia todas sus funciones vitales y, por tanto, hab�a que seguir aliment�ndolo y procur�ndole todo cuanto le fuera preciso para su supervivencia, desde un punto de vista material. No atender el culto de los muertos podr�a acarrear su profundo disgusto. Profanar sus moradas de eternidad, su maldici�n. Desde el punto de vista de lo que esperaba a los difuntos en el m�s all�, lo primero con lo que contaban era con el Juicio de Osiris. Si no superaban este acto supremo de justicia que evaluaba sus acciones durante la vida terrestre, la pena era la desaparici�n en la nada: la segunda muerte. La momia iba protegida con numerosos amuletos, depositados entre las vendas y, a veces, su coraz�n era sustituido por los llamados �escarabeos de coraz�n� que llevaban inscrito un extracto del cap�tulo XXX del Libro de los Muertos, para impedir un testimonio negativo contra su due�o ante el Tribunal de Osiris. As� pues, lo que diferencia a las momias egipcias de cualesquiera otras, es que en Egipto, los cuerpos de los difuntos eran manipulados para que sus esencias espirituales quedasen por as� decir �atadas� al cuerpo momificado. En realidad, era, en sentido inverso, el mismo principio mantenido por la religi�n hinduista que proclama que, con la cremaci�n, se liberan las esencias que individualizan al ser para encarnar libremente en un estado superior. Los egipcios, al contrario, deseaban que dichas esencias quedaran eternamente fijadas al cuerpo y, por ello, lo conservaban. Desde este punto de vista, deber�a considerarse que las momias egipcias son la sede de fuerzas espirituales que siguen atadas a cuerpos que vivieron hace miles de a�os, y que, seg�n las creencias milenarias de Egipto, siguen vivos. Por eso se ha de sentir una profunda piedad cuando contemplemos una momia egipcia. Quiz�s est� implorando a los vivos, en silencio, que sigan cuidando de su supervivencia tal como ellos la conceb�an. |