LAS INSTITUCIONES RELIGIOSAS PAGANAS
EN EL EGIPTO ROMANO
Por D. Francisco J. Mart�n Valent�n Director del I.E.A.E y del Proyecto Sen en Mut. Los dioses en
el Egipto romano.
Cuando
tradicionalmente se ha hablado para el Egipto romano de divinidades de
�origen griego�, frente a divinidades de �origen egipcio�, se
ha cometido una gran imprecisi�n.[1] Tratar de hacer una
clasificaci�n del pante�n egipcio de �poca romana con arreglo a
tales divisiones, no parece adecuado. Los egipcios siempre fueron
tolerantes en materia religiosa (hecha excepci�n del par�ntesis am�rnico).[2]
Esta
tolerancia egipcia, mestizada con la tradicional aceptaci�n romana de
los cultos extranjeros, lleva a pensar que, tanto en las aldeas
egipcias, como en las capitales administrativas o �nomos�, nadie
distingu�a en modo alguno entre religi�n grecorromana o religi�n
egipcia como, si cada una de ellas fueran consecuencia de diferentes
expresiones piadosas. El proceso que en realidad se produjo, fue la
consecuencia de una asimilaci�n de los antiguos principios divinos
con los reci�n venidos, procedentes del mundo griego, a trav�s del
mundo helen�stico, y de �stos, con los conceptos religiosos romanos.[3] Este
fen�meno se inici� en las colonias griegas de Egipto cuyos
integrantes adoraban dioses egipcios bajo una forma helenizada. El h�bito
de asimilar divinidades comenz� a practicarse desde la �poca de los
primeros asentamientos griegos en Egipto, durante los siglos VII -VI
a. C., momento en el que los comerciantes y mercenarios griegos se
instalaron en el Delta y en Menfis, a requerimiento de los reyes de
Sais. (dinast�a XXVI).[4]
Lo
m�s sorprendente es que, andado el tiempo, las principales
divinidades nil�ticas eran vulgarmente conocidas bajo dos nombres: el
tradicional egipcio y el novedoso griego, a trav�s del cual se
buscaba la asimilaci�n de dichas divinidades con las del pante�n hel�nico.[5]
As�,
el dios Am�n, era J�piter-Zeus, y los dioses Osiris e Isis,
equivalentes a Baco-Dionisos y Ceres-Dem�ter. Otro
fen�meno habitual resid�a en la costumbre de asimilar una ciudad o
nomo con un dios. As�, Menfis era conocida como la ciudad de
Hefaistos, es decir del dios Ptah. Thot de Herm�polis, era denominado
Hermes.[6] Tal
pr�ctica funcion� activamente en tiempo de los Ptolomeos y,
naturalmente, prosigui� bajo el dominio romano. Estrab�n explica
que, debajo de los nombres griegos de los dioses y ciudades egipcias,
subyac�an los egipcios de siempre. El
proceso de integraci�n sigui� bajo Roma. Por ejemplo, era muy
habitual que si alguien proced�a de la ciudad de Edfu, donde se
adoraba al dios Horus, asimilado a Apolo, el individuo en cuesti�n
adoptase el nombre de Apollonios, es decir, �el de Apolo�.[7]
Otro
ejemplo del proceso de asimilaci�n fue el del dios cocodrilo Sobek,
cuyo nombre fue helenizado como �Sucos�. Sin embargo, tambi�n era
llamado, seg�n de qu� localidad egipcia se tratase Soknebtunis, en
Tebtunis, Sokonokonnis en Bacchias, Petesukos en Karanis y as�, otras
variantes documentadas en diferentes localidades egipcias.[8]
Algo
an�logo suced�a con la diosa Ta-Ueret, monstruoso ser, medio le�n,
medio hipop�tamo. Era la deidad tutelar de la localidad de Oxyrhyncos
, y all� era asimilada a la diosa griega Atenea. Tambi�n se la conoc�a
por el nombre egipcio helenizado �Thueris� y su templo era
denominado el Thuereion. [9] De
igual modo pueden constatarse casos netamente diferentes, consistentes
en el fen�meno contrario: hubo divinidades muy localizadas, con un
gran arraigo en su lugar de implantaci�n, que no pudieron ser
asimiladas a ninguna divinidad extranjera. Tal, el caso de Mandulis,
divinidad nubia adorada en el distrito de la zona de primera catarata,
en Talmis. Se han encontrado graffiti escritos en lengua griega, en
honor de este dios, pertenecientes a la �poca que oscila entre
Domiciano y Antonino P�o, de los que parece fueron autores soldados
romanos, integrados en las guarniciones de la zona.[10]
En cualquier caso el culto a los animales sagrados que practicaban los
egipcios siempre horroriz� a los romanos. Para ellos se trataba de
incomprensibles pr�cticas propias de b�rbaros. Y
hubo casos en los que naturaleza de ciertas divinidades se �humaniz�
a trav�s de las ideas de los ocupantes grecorromanos. Por ejemplo el
dios Nilus y su esposa Euthenia. Si bien el primero podr�a tener su
origen en el egipcio Hapy, personificaci�n divinizada del r�o, su
divina esposa de �poca grecorromana no tiene paralelo o antecedente
claro en el pante�n netamente egipcio.[11] Lo
m�s chocante es que las divinidades m�s importantes de Egipto eran
conocidas e invocadas indistintamente por su nombre egipcio, o por su
nombre grecorromano. Es indiscutible que, para cuando los romanos
conquistaron Egipto, exist�a ya desde hac�a por lo menos tres siglos
una clase social letrada que pensaba en Hat-Hor y hablaba de Afrodita,
o invocaba a Pan y se estaba dirigiendo a Min.[12] La religi�n
egipcia en Roma
Es
indiscutible que, bajo la influencia romana, la religi�n egipcia no
experiment� los avances evolutivos que hab�a conocido bajo los
Ptolomeos. Pero, sin embargo, se produjeron notables casos de extensi�n
de cultos originalmente egipcios que sufrieron sensibles
modificaciones, aportadas por el genio romano, los cuales trajeron
consigo curiosos efectos. En
cualquier caso, si los romanos adoptaron e importaron a la pen�nsula
italiana alg�n culto egipcio fue despu�s de haberlo �traducido�
y acoplado a los esquemas propios de la religi�n romana. De
hecho, tres grupos sociales romanos fueron los principales veh�culos
de la extensi�n de estos cultos nil�ticos en el orbe romano: los
militares, los comerciantes y los esclavos. De estas influencias
tenemos constancia, incluso en la Pen�nsula Ib�rica.[13]
El
establecimiento de unidades militares como la Legio VII, por ejemplo,
procedente de acantonamientos tan distantes entre s� como la frontera
del Danubio, el Rhin o el norte de Africa, propici� la extensi�n por
tan diferentes lugares del Imperio de los cultos nil�ticos
reformados.[14]
De otra parte, el benepl�cito imperial tambi�n fue un factor
determinante para la difusi�n e implantaci�n de estos cultos pr�cticamente
por todos por los territorios del Imperio, fuera de Egipto. Como
se ha dicho m�s arriba, la tolerancia romana hac�a de estos cultos
�religiones aceptadas� que, primero, se modificaron y, finalmente,
terminaron imponi�ndose
a los ciudadanos. Los cultos isiacos y de Serapis hab�an llegado
hacia el a�o 150 a. C. hasta la Campania, por medio de los
comerciantes italianos de Delos: Puzzoles y Pompeya eran las cabezas
de puente de esa infiltraci�n.[15]
Hacia
el a�o 100 los cultos de origen egipcio est�n ya en Roma y se
introducen en los �mbitos populares. Su implantaci�n en la urbe se
produjo en tiempos de Sila, quien favoreci� a estas cofrad�as por su
arraigo popular, aunque fueran perseguidos y
prohibidos en varias ocasiones. Por ejemplo, en los a�os 59,
58 y 53 a C. el Senado ordena la destrucci�n de los altares elevados
a los dioses egipcios; en el 50 el Senado ordena demoler un templo de
Isis y Serapis, cuya localizaci�n se desconoce.[16]
En el 48, despu�s del asesinato de Pompeyo en Pelusio, un prodigio
sucedido en el Capitolio inclina a tomar la decisi�n, a causa de los
augurios, de destruir definitivamente el templo de los dioses
egipcios.[17]
Un
notable ejemplo de tal fen�meno fue el caso del dios Serapis.[18]
Este
dios ya era conocido y adorado en tiempo de los griegos. De hecho, fue
implantado como patrono de Alejandr�a por Ptolomeo I, Soter.[19] Su
inicial aspecto egipcio (expresi�n del sincretismo del dios Osiris y
del toro sagrado Apis) fue r�pidamente superado por una representaci�n
completamente antropomorfa de corte absolutamente helen�stico. Los
romanos ve�an en �l a los dioses Hades, J�piter-Zeus o
Neptuno-Poseid�n. A partir de la �poca romana este dios, egipcio de
origen, transformado en divinidad helen�stica, fue adoptado por los
conquistadores, extendi�ndose su culto a otros lugares diferentes de
Alejandr�a. Incluso en occidente y en la Urbe, su implantaci�n
alcanz� notables niveles. Roma
potenci� el papel de este dios como divinidad tutelar de Alejandr�a
y consigui� que su culto se expandiera por todo el Imperio bajo una
forma de culto sincr�tico que recibi� el nombre de
Zeus-Helios-Serapis. �Que
decir de los cultos is�acos!. En el caso de la diosa Isis podemos
hablar de la asunci�n por Roma de un culto extranjero como si siempre
le hubiera sido propio.[20]
Su papel de �madre universal� ser� bien comprendido por Roma y
asimilado con prontitud. A
partir de la segunda mitad del siglo I y la primera del II, los
emperadores manifestaron una actitud filoegipcia que favoreci� el
crecimiento del culto a Isis y a Serapis Ser�a con Cal�gula cuando,
asimilada a Venus, el culto is�aco se implantase en la urbe de modo
definitivo. De esta �poca data un templo que se erigi� a la Isis
Campensis en el Campo de Marte. Los emperadores Domiciano y Caracalla
seguir�an el ejemplo del anterior. Este �ltimo har� edificar en el
217 un templo la diosa Isis en el interior Pomaerium. La
importancia que cobr� el culto de esta divinidad egipcia en el orbe
imperial se demuestra por la gran cantidad de peque�os Isieion que
salpicar�an Roma y las principales ciudades del Imperio, como centros
de culto a la diosa. De su culto surgir�a pronto la religi�n inici�tica
por excelencia. Sus
fieles se reclutaban entre los egipcios que viv�an en la pen�nsula
italiana pero tambi�n fueron sus ac�litas mujeres libertas de origen
oriental. En
Roma se practicar�an cultos a diversos aspectos de Isis (la Isis
lactans, la Isis Triunfante, la Isis Maga). Ella y el ni�o Horus-Harpocr�tes
ser�an objeto de actividad cultual muy destacada a lo largo de los
siglos II-III de C. Hay
un tercer caso de desarrollo de teolog�a egipcia helenizada bajo la
influencia de Roma. Se trata del dios Thot. La
creciente influencia de los cultos egipcios en el orbe romano fue un
campo abonado para la implantaci�n de la nueva teolog�a de este
dios, patr�n de los escribas y de la escritura, la ciencia sagrada
detentada por los hierogr�mmatas. Bajo
el nombre de Hermes Trimegistos se hizo de �l un profeta, atribuy�ndosele
facultades inici�ticas y capacidades de revelaci�n divina. Veamos
ahora una peque�a relaci�n de algunos dioses egipcios con sus
identificaciones romanas: Venus-Hathor;
Apollon-Horus; Marte-Onuris; Diana-Bastet; Minerva-Neith; Saturno-Gueb;
Ceres-Isis; Baco-Osiris; (Helios) Sol-Ra; Vulcano-Ptah; Juno-Mut; H�rcules-Jonsu;
Mercurio-Thot; Heron-Atum; Leucothea; Nejebet; Latona-Uadyit; Pan-Min;
Tif�n-Seth; J�piter-Am�n. La iconograf�a
fara�nica en los cultos grecorromanos en Egipto[21]
Este
es otro interesante campo abierto para la investigaci�n. La tradici�n
fara�nica quer�a que los dioses deb�an ser representados de modos
espec�ficos �a la egipcia�. Los Ptolomeos conservaron
la misma manera de hacer con la representaci�n de las im�genes
divinas en los templos. Los
romanos continuaron esta tradici�n. Sin embargo, lo que en los muros
de los templos subsiste, var�a claramente en el interior de los
monumentos funerarios del siglo II de C. en adelante, como es el caso
de las catacumbas de Kom El Shugafa, en Alejandr�a. All�, puede
verse la mesa de ofrendas tradicional y las sillas egipcias,
sustituidas por el triclinium para acomodar a los familiares del
difunto durante la comida funeraria. A
partir de dicha fecha desaparecer�n del comercio de la imaginer�a
sagrada los bronces t�picos egipcios, para ser sustituidos por
terracotas y bronces que representan divinidades vestidas �a la
romana� o �a la griega�. La transformaci�n de la iconograf�a
de las divinidades desde lo netamente egipcio a lo claramente romano
se observa de modo creciente, por ejemplo, en las im�genes de las
Isis vestidas con t�nicas dispuestas y plisadas al estilo helen�stico.[22]
Otro
caso, la patrona de la ciudad de Sais, la diosa Neith, cuyos s�mbolos
eran dos flechas y un escudo, fue representada a partir del siglo II,
en alguna ocasi�n, con atributos propios de Minerva-Atenea, la diosa
de la guerra. Hay
muchos m�s casos, y todos ellos vienen a demostrar que la comunidad
de convivencia en Egipto, durante el dominio de Roma, admit�a sin
problemas que las divinidades locales y las nacionales fuesen las
mismas para griegos, romanos o egipcios, y que todos los cultos,
estaban establecidos para reforzar al fara�n-emperador (kaisaros
autokrator) como intermediario entre los dioses y los hombres, y como
garant�a de la buena marcha y expresi�n del buen estado de salud pol�tica
del Imperio. Los
cultos romanos en Egipto. No
hay demasiados restos de los cultos romanos en el Valle del Nilo. Los
nombres de divinidades romanas aparecen ocasionalmente en ciertas
inscripciones. Por ejemplo, J�piter cerca de la primera catarata,
J�piter Optimus Maximus en Coptos, o Mercurio en Pselkis. La
raz�n de la escasez de estas menciones es que, en tales casos se ha
utilizado el lat�n para realizar las inscripciones y, es sabido que
el mundo romano en Egipto se expres� preferentemente en lengua
griega. El
�nico dios de origen romano que s� parece haber recibido culto en
Egipto es el J�piter Capitolino, a quien se elev� un templo en
Arsinoe. Sin embargo, los actos de culto realizados en este templo
parece que estaban m�s, vinculados con la Casa Imperial o con la
diosa Roma, que con la propia divinidad del emperador. De
lo que s� existe abundante referencia, es de la existencia de templos
dedicados al culto de varios emperadores y emperatrices. Se conocen
templos en Alejandr�a, Arsinoe, Oxyrhyncos, Herm�polis, Elefantina y
File. Los beneficiarios fueron Augusto, Trajano, Hadriano, Antonio P�o
y Faustina. No
obstante, no parece que existiera una consideraci�n de los
emperadores como dioses propiamente dichos, sino en ciertos casos como
el de Cal�gula, adorado como tal, solo por los ciudadanos
alejandrinos, o Vespasiano, tambi�n en Alejandr�a. Tambi�n
parece haberse producido una asimilaci�n indirecta de un emperador
con una divinidad: es el caso de Augusto adorado como Zeus(J�piter)-Eleutherios.
Algo parecido sucedi� con Ner�n, adorado como dios genio del mundo,
vinculado con el Agathodaemon, a quien se dio culto en Alejandr�a. La
emperatriz Plotina tambi�n fue asimilada, en esta especie de
seudo-deificaci�n, con una nueva Venus-Afrodita procedente de
Tentyris. Las
estatuas de los emperadores que fueron erigidas en los templos no se
podr�an calificar exactamente como im�genes divinas. Lo mismo se
puede decir acerca de la constancia que tenemos de los festivales
celebrados en los aniversarios imperiales, los cuales estaban
dirigidos, m�s a ensalzar la figura humana del emperador, que a
realizar ning�n acto de culto. Se
hicieron consagraciones dedicatorias al genius del emperador, lo que
se reconoce como f�rmula t�picamente romana. El culto al genius del
emperador dado en Egipto parece tener ciertas conexiones con el de la
diosa Roma pero, aunque, la figura de esta divinidad aparece en
ciertas monedas acu�adas en Alejandr�a, no hay constancia de que se
la haya dado culto divino en Egipto. La
organizaci�n clerical en el Egipto romano Los
romanos, de acuerdo con su tradicional pol�tica de tolerancia
religiosa, no interfirieron notablemente en el ejercicio de las
antiguas devociones egipcias o griegas en Egipto. De hecho, la religi�n
egipcia tradicional considerada en su aspecto de �religi�n
oficial� y, como tal mantenida en los templos por los colegios
sacerdotales, no supuso ning�n declive, sino m�s bien, al contrario
un momento de especial esplendor en Egipto.[23] La
mayor preocupaci�n de Augusto, despu�s de incorporar Egipto a Roma
como provincia senatorial, tras la batalla de Actium, fue asegurarse
de que el clero egipcio no ser�a un centro de reivindicaci�n
nacionalista, como fue el caso bajo el dominio de los Ptolomeos. Esto
lo consigui� colocando los dominios afectos a los templos, y el
ejercicio de la actividad religiosa, bajo el control de un oficial
romano como alto responsable del clero, con categor�a de Sumo
Sacerdote de todos los cleros en Alejandr�a, y en todo Egipto. En
efecto, el sistema romano de control del clero egipcio fue riguroso y
nada conciliador con el relajamiento de las costumbres o consentidor
de ning�n tipo de concentraci�n de poder sacerdotal.
Por
comparaci�n con los tiempos de los L�gidas la situaci�n vari�
enormemente. En tiempo de los Ptolomeos, por ejemplo, los Sumos
Sacerdotes del dios Ptah de Menfis no hab�an cesado de acrecentar su
poder pol�tico y econ�mico, hasta el punto de haber llegado a ser
verdaderos co-gobernantes de Egipto con los monarcas alejandrinos. Era
el dios Ptah el que entregaba la corona de Egipto a los monarcas
griegos. Alrededor
del 20 a. C. muri� un Supremo Sacerdote de Ptah, llamado Psenamunis.
No tuvo sucesor, de modo que la supervisi�n de ese clero egipcio y la
de sus numerosos bienes pas� a ser ejercida por el control romano.[24] Por
un Decreto del Prefecto Petronio, dictado en el a�o 19-20 a. C., se
confiscaron las tierras pertenecientes a los templos. Despojados de
sus bienes e ingresos, los sacerdotes perdieron tambi�n el poder pol�tico
que hab�an pose�do hasta entonces.[25] En
el mencionado decreto se otorgaba a los sacerdotes, a cambio de la
expropiaci�n sufrida, una de estas dos posibilidades para subvenir a
sus necesidades econ�micas: o bien aceptar un salario anual, o
dejarles la libre propiedad de una parcela de tierra, calculada en
funci�n de la importancia del templo, y fijada seg�n un baremo muy
estricto. Atacados
en su poder econ�mico los sacerdotes no tardaron en ver afectado
tambi�n su estatuto personal. En el a�o 4 a. C. otro edicto del
prefectorio impuso a los templos la obligaci�n de entregar todos los
a�os una lista de los miembros que integraban su clero.[26]
Todos
los que no eran de origen sacerdotal cuando se dict� dicho decreto
fueron excluidos del r�gimen de exenciones fiscales, debiendo pagar
sus impuestos a Roma. Solo se respet� el beneficio de exenci�n del
impuesto a los sacerdotes de alto rango, de modo que todos los
integrantes del clero inferior, debieron hacer frente a sus
obligaciones para con el fisco romano. A
partir de este momento, el �ideologos� ejerci� la magistratura
superior del clero en Egipto. Su actuaci�n ha quedado muy detallada
gracias a la recopilaci�n de resoluciones, consecuencia del ejercicio
de su funci�n, que eran aplicadas como precedentes, cuyo conjunto se
denominaba el �Gnomon� (se conoce una copia datable en el 150 d.
C.). El �Gnomon�
constituye para la �poca del dominio romano en Egipto, el equivalente
al papiro conocido como �Onomastica�, de la dinast�a XIX
(1292-1196 a C.).[27]
Se
trata de un cat�logo que refiere minuciosamente c�mo se ejerc�a la
funci�n sacerdotal en sus m�nimos detalles. La jerarqu�a, el
desempe�o de las funciones, el vestido de los sacerdotes y otras
materias semejantes estaban minuciosamente reguladas en esa colecci�n
de preceptos. Los inspectores visitaban los templos y realizaban
encuestas sobre el exacto desempe�o de las funciones sacerdotales,
deteniendo y llevando a Alejandr�a a los remisos y a los
transgresores. Era una expresi�n m�s del �ordo romanus�. La
direcci�n de los templos estaba bajo el control de un �collegium�
de notables, elegido anualmente entre los sacerdotes. El
cargo de �sacerdote� pertenec�a al Estado, y cuando se produc�a
una vacante, por ejemplo, uno a quien su hijo no pod�a sucederle o,
si el puesto era de nueva creaci�n por decisi�n administrativa, se
pon�a a venta p�blica hasta que el magistrado responsable
consideraba que se hab�a alcanzado un precio razonable para proceder
a su adjudicaci�n.[28] Esta
situaci�n dur� hasta el establecimiento del Senado local en el 200
de C. A partir de este momento los templos fueron regulados por el
sistema municipal y sus recursos fueron entonces controlados por
curatores designados por el Senado.[29]
La
organizaci�n clerical de los templos egipcios se dividi� b�sicamente
en dos grandes grupos: el superior, integrado por los sacerdotes o
profetas en sentido estricto; el inferior, constituido por los
miembros auxiliares de los primeros. A su vez, estos cuerpos
sacerdotales, superior e inferior, se divid�an en castas o clases.
Los de m�s alto nivel eran los �profetas� y los �estolistas�.
Tambi�n se hallaban entre esta clase superior del clero, los
�portadores de plumas�, los �escribas sagrados�, los
�portadores del sello� y los �observadores del firmamento�.[30] En
la parte inferior del clero se hallaban los servidores (por ejemplo
los pastophoroi, encargados de transportar la barca sagrada del dios).
Eran gentes que, de ordinario, compatibilizaban el ejercicio de sus
funciones religiosas con sus oficios y trabajos seglares. Otros,
estaban dedicados al cuidado de los animales sagrados; o bien desempe�aban
las funciones de m�sicos o cantores del dios.[31] En cuanto al
programa constructivo religioso de los emperadores en Egipto, el
asunto resulta, cuanto menos, espectacular.
Bajo Augusto y
Tiberio se ejecutaron muy amplios trabajos de construcci�n, decoraci�n,
restauraci�n y preparaci�n de toda clase en los templos de Egipto.
Los trabajos prosiguieron bajo los Antoninos, hasta el reinado de C�modo
(180-192), con una actividad especial bajo Antonino P�o. En tiempos
de la dinast�a Severa los trabajos se redujeron enormemente, hasta
cesar por completo.[32]
Durante
el siglo que dur� la dinast�a Julio-Claudiana (Augusto, Tiberio, Cal�gula,
Claudio y Ner�n), desde el 30 a. C. al 68 de C., los nombres de estos
emperadores aparecen por todo Egipto: Ant�noe, Assuan, Athribis,
Berenike, IBGE, Coptos, Dakka, Dendur, Debod, Deir El-Hagar, Deir El-Medineh,
Dendera, Edfu, Esna, Hu, El-Kala, Kalabsha, Karanis, Karnak, Kom Ombo,
Luxor, Medamud, Medinet Habu, Filadelfia, Fil�, Shenhur, Wannina. Los
ef�meros emperadores Galba y Ot�n (68-69) dejaron sus trabajos en
Deir El-Sheluit. Durante
la era Flavia (69-96) con Vespasiano, Tito y Domiciano, se hicieron
trabajos de cierta importancia en Assuan, Deir El-Sheluit, Deir El-Hagar,
Dendera, Dush, Esna, Karnak, Kom Ombo, Kom el-Resras, Medamud, Medinet
Habu, Nag El-Hagar, Fil� y El Kasr. Bajo los
antoninos (Nerva, Trajano, Adriano, Antonio P�o, Marco Aurelio y
Commodo) se trabaj� demostrando una
gran actividad en Antaepolis, Asfun El-Matana, Assuan, Deir
El-Sheluit, Dendera, Dush, Armant, Esna, Guiza, Hu, Kalabsha, Karanis,
Kom Ombo, Komir, Luxor, Medamud, Nadura, Pan�polis, Fil�,
Kasr El-Zay�n, Theadelfia y Tod.
A partir de este
momento, despu�s del 180, parece que los trabajos en los templos de
Egipto quedaron casi completamente interrumpidos. Solo consta la
ejecuci�n de algunos relieves en el templo de Esna, donde se leen los
nombres de Septimio Severo, Caracalla, Alejandro Severo y, m�s tard�os,
los de Filipo el �rabe y Trajano Decio (249-251).[33]
Se puede concluir
que, durante el dominio romano en Egipto la religi�n ind�gena se vio
caracterizada por dos notas esenciales: gran auge de las
construcciones de los templos, y control efectivo y
el debilitamiento del clero, para controlar y neutralizar su
poder e influencia sobre el pueblo ind�gena.
Contando con
estas limitaciones, podemos decir que los principios fundamentales de
las tradiciones religiosas egipcias fueron garantizadas al modo
romano, permaneciendo en ejercicio y vida constantes, hasta los
inicios del siglo IV.
BIBLIOGRAF�ABissing,
F. W. �Apis Imperator�. Archiv f�r Orientforschung, 3 (1926). Cumont.
F. Les Religions orientales dans la paganisme romain. Paris, 1929. Donadoni,
S. �Rom�. Lexikon der �gyptologie. Wiesbaden,
1984, B. V, 299-303. Drexler,
W. Aus f�hrliches Lexikon der griechischen und r�mischen Mythologie.
Berlin, 1890-1897. Dunand,
F. Religion populaire en �gypte romaine. EPRO 66. Leyde, 1979. Garc�a
Bellido, A. �El culto a Serapis en la Pen�nsula Ib�rica� BRAH,
vol CXXXIX (1956). Erman,
A. La religion des �gyptiens. Paris,
1937. Gwyn
Griffiths, J. Apuleius of Madauros. The Isis Book (Metamorphoses, Book
XI). EPRO 39. Leyde, 1975. Grenier,
J. C. �La religi�n traditionelle: temples et clerg�s�. En �gypte
romaine. L�autre �gypte�. Marseille, 1997. Grenier,
J. C. �L��gypte hors d��gypte: l��gypte dans Rome.� En
�gypte romaine. L�autre �gypte�. Marseille, 1997. Holbl,
G. �Serapis�. Lexikon der �gyptologie. Wiesbaden, 1984, B. V,
870-874 �Isis�
en Lexicon Iconographicum Mythologiae Classicae, T. V, 1, 761-796. Lewis,
N. La M�moire des sables: la vie en �gypte sous la domination
romaine. Paris, 1988. Milne,
J. G.
A History of Egypt under roman rule. London,
1924 Montero
Herrero, S. 'Augusto en
Debod', en Debod, tres d�cadas
de historia en Madrid. Serie 'Cursos y Conferencias' n� 1. Museo
de San Isidro. Madrid, 2001, 79-80. Morenz,
S. La religion �gyptienne, essai d�interpr�tation. Paris, 1977. Roullet,
A. The Egyptian and Egyptianizing Monuments of Imperial Rome. EPRO,
20. Leyde, 1972. Parlasca,
K. Repertorio d�arte dell�Egitto greco-romano. Tres vol�menes.
Palermo- Roma. 1969-1980. Porter,
B. y Moss, R. (Malek, J.).- Topographical Bibliography of Ancient Egyptian Hieroglyphic Texts, Reliefs,
and Paintings. Ocho vol�menes. Oxford, 1934-1981. Sartre,
M. L�Orient romain: provinces et soci�t�s provinciales en M�diterran�e
oriental d�Auguste aux S�v�res (31 av. J.- C. � 235 ap. J.- C.).
L�Univers historique. Paris, 1991. Schneider,
H. D. Beelden Van Behnasa: Egyptische kunst uit de Romeinse Keizertijd.
Terra, Zuptphen, 1982. Seipel,
W. �Serapis�. L�, T.
V, 870-874. Wiesbaden, 1984. Takacs,
S. A. Isis and Serapis in the Roman World. EPRO, 124. Leyde, 1995. Wagner,
C. G. & Alvar, J. �El culto de Serapis en Hispania�. Simposio
sobre la religi�n Romana en Hispania.322-333. Madrid, 1981. Yoyotte,
J. �Les dieux dans l��gypte romaine�. En �gypte romaine. L�autre
�gypte�. Marseille, 1997. [1] Yoyotte, J. �Les dieux dans l��gypte romaine�. En �gypte romaine. L�autre �gypte�. Marseille, 1997, 179. [2]
Morenz, S. La religion �gyptienne, essai d�interpr�tation.
Paris, 1977, 22-23. [3]
Erman, A. La religion des �gyptiens. Paris, 1937, 476-477. [4]
Yoyot te,
J., Op. cit. 1997, 179. [5]
Ibidem. [6]
Ibidem. [7]
Ibidem, 179. [8]
Milne, J. G. A History of
Egypt under roman rule. London,
1924, 186-187. [9]
Ibidem, 187. [10]
Ibidem, 187-188. [11]
Milne, J. G. Op. cit. 1924, 191. [12]
Yoyotte, J., Op. cit. 1997, 179. [13]
Garc�a Bellido, A. �El
culto a Serapis en la Pen�nsula Ib�rica� BRAH, vol. CXXXIX
(1956). Wagner, C. G. & Alvar, J. �El culto de Serapis en
Hispania�. Simposio sobre la religi�n Romana en Hispania.322-333.
Madrid,
1981. [14]
Drexler, W. Aus f�hrliches Lexikon der griechischen und r�mischen
Mythologie. II, col. 373 y ss. [15] Grenier, J. C. �L��gypte hors d��gypte: l��gypte dans Rome.� En �gypte romaine. L�autre �gypte�. Marseille, 1997, 252. [16] Donadoni, S. �Rom�. Lexikon der �gyptologie. Wiesbaden, 1984, B. V, 299. [17] Ibidem, 301. [18] Holbl, G. �Serapis�. Lexikon der �gyptologie. Wiesbaden, 1984, B. V, 870-874. [19] Ibidem, 870. [20]
�Isis� en Lexicon Iconographicum Mythologiae Classicae, T. V,
1, 761-796. [21]
Se consultar� con car�cter general Parlasca, K. Repertorio
d�arte dell�Egitto greco-romano. Tres
vol�menes. Palermo- Roma. 1969-1980. [22]
Roullet, A. The Egyptian and Egyptianizing Monuments of Imperial
Rome. EPRO, 20. Leyde, 1972,
95. [23]
Milne, J. G. Op. cit.,
1924, 180-181. [24] Grenier, J. C. �La religi�n traditionelle: temples et clerg�s�. En �gypte romaine. L�autre �gypte�. Marseille, 1997, 177 [25]
Ibidem. [26] Ibidem. [27]
Milne, J. G. Op. cit. 1924, 181. [28]
Grenier, J. C. Op. cit., b), 1997, 177. [29]
Milne, J. G. Op. cit. 1924, 181. [30] Ibidem, 183-184. [31] Ibidem. [32]
Ibidem, 181. [33]
Para la relaci�n de las
obras realizadas por los emperadores romanos en Egipto se
consultar� con car�cter general Porter, B.,
Moss, R. y (Malek, J.).-
Topographical
Bibliography of Ancient Egyptian Hieroglyphic Texts,
Reliefs, and Paintings.
Ocho vol�menes.
Oxford, 1934-1981.
|