La droga en el Antiguo Egipto

CASAL ARETXABALETA, B  del

 

 

El viajero que visita Egipto por primera vez, entra de lleno en el testimonio funerario dejado por la civilizaci�n que se origin� en las riberas del Nilo hace 5.000 a�os. Cada uno de los hipogeos abiertos al turismo ofrece la biograf�a de su propietario, escrita en jerogl�ficos e ilustrada con vi�etas, como si se tratara de una publicaci�n moderna que reprodujera las actividades que desarroll� en vida y sus perspectivas frente a la Eternidad, as� como el momento fundamental para su consecuci�n un buen entierro.

Para distinguir la variaci�n de estilos que marcaron las diferentes etapas de la historia del Antiguo Egipto es necesario tener algunos conocimientos b�sicos de la evoluci�n art�stica del pueblo que los produjo, y as� no confundir las tres �pocas gloriosas de su trayectoria Imperio Antiguo, Imperio Medio e Imperio Nuevo.

La mayor�a de las tumbas privadas abiertas al p�blico en la necr�polis de Sakkara pertenecen al Imperio Antiguo (2575-2134 a. C.) y son contempor�neas de las pir�mides. Los finos relieves que las decoran recogen escenas cotidianas, de ofrendas al difunto y, a �ste, satisfecho, disfrut�ndolas en el M�s All�. Todos los personajes muestran los t�picos ojos, vistos de frente sobre el rostro de perfil, con una mirada clara y serena que en ocasiones parece sorprendida.

El Imperio Medio (2040-1640 a. de C.) nos dej� los mejores ejemplos de tumbas particulares en el Egipto Medio, m�s espec�ficamente, en la necr�polis de Beni Hassan; de entre su iconograf�a destacan la rudeza de algunas expresiones faciales y la desmesura en el tama�o y apertura de los ojos de todos los personajes en ellas representados.

Durante el Imperio Nuevo (1550-1070 a. C.) la mayor parte de la nobleza se hizo enterrar cerca de la capital, W3st, m�s conocida por el nombre cl�sico de Tebas. Es dif�cil escapar al magnetismo emanado de las pinturas de estas tumbas privadas situadas en desierto occidental de Luxor. Para deleitarse en su contemplaci�n no es preciso tener amplios conocimientos de Egiptolog�a o Arte; s�lo con mirarlas se recibe el mensaje vital que se plasm� magistralmente en sus paredes y, a poca sensibilidad que se tenga, cualquiera puede sentirse transportado tres mil a�os atr�s y situarse mentalmente en un campo en plena cosecha, en un lagar, al borde de un pl�cido estanque, o ser part�cipe en la elegante y refinada celebraci�n de un funeral.

De estas pinturas destacan, entre otros, algunos detalles la gracia de las posturas, y la distinci�n de los personajes, en contraste con las diminutas sirvientas que, incluso desnudas, conservan toda su elegancia. Pero lo que llama poderosamente la atenci�n del visitante son los ojos fascinantes de aquellas gentes que, so�adores y ausentes, no fijan la mirada en la tarea que realizan y sus exc�ntricas pupilas parecen huir por debajo de los p�rpados superiores, en tanto que los labios esbozan una sonrisa que no llega a cuajar. Estas miradas que no expresan dolor, ni serenidad, ni alegr�a, esconden un mensaje que est� impl�cito en la denominaci�n con la que se las define com�nmente en el mundo de la Egiptolog�a sfumato , y que no es m�s que una alteraci�n de la pupila conocida como midriasis .

La posibilidad de que todos los egipcios que vivieron durante el Imperio Nuevo padecieran id�ntica alteraci�n de forma natural no es admisible. De otra parte, la rigurosa precisi�n de los pintores y escultores egipcios descarta que la aludida caracter�stica fuera el capricho de una antigua corriente art�stica. Por ello, la l�gica indica que los extra�os ojos pintados en la mayor�a de los hipogeos de W3st fueron una realidad relacionada con alg�n agente externo, y bien pudo estar en relaci�n con el consumo de alg�n estupefaciente, posibilidad que se analiza seguidamente.

 

Evoluci�n de la mirada

a trav�s de im�genes procedentes de los tres Imperios.

Sabiendo que la pilocarpina, la coca�na y la atropina son tres alcaloides procedentes del mundo vegetal que causan efectos alucin�genos y midri�ticos en el ser humano, la b�squeda del origen de la peculiar mirada puede comenzar por el conocimiento de las plantas productoras. La pilocarpina se extrae del Pilocarpus pennatifolius, la coca�na del Erythroxylon cocca, y la atropina de las plantas solan�ceas pertenecientes del grupo del tropano.

 

 

 

F. II

Baya de mandr�gora (seg�n iconograf�a egipcia)

Las dos primeras especies citadas carecen de inter�s dentro de �ste estudio por ser de origen americano. En cambio, las solan�ceas s� crecen en el �rea mediterr�nea.

Una de ellas, la mandr�gora , se represent� frecuentemente en las pinturas de las tumbas de la necr�polis tebana, tanto la planta completa como los frutos independientes.

La citada planta es una de las solan�ceas productoras de la atropina, y est� clasificada dentro del grupo de las drogas depresoras, como el opio, el alcohol, los hipn�ticos, los sedantes y los tranquilizantes.

Produce alucinaciones y su uso entra�a graves peligros de intoxicaci�n que pueden conducir a la muerte.

Bayas de mandr�gora pueden verse en la decoraci�n parietal de muchos de los hipogeos de Gurna. Por ejemplo

- Sennefer, retratado en un pilar de su tumba junto a Merit-Amon (TT n� 69b), sujeta en una mano un ramo de lotos en el que est�n insertadas tres bayas de mandr�gora.

- En el caso de Pairi (TT n� 139), cuando se presenta acompa�ado de su esposa ante Osiris, el dios tiene sobre la mesa de ofrendas dos cestos llenos de bayas de mandr�gora.

 

 

F. III

Mandragora officinarum.

- La dorada baya est� pintada en el banquete de la tumba de Menna (TT n� 69), donde podemos ver a alguna celebrante con un fruto de mandr�gora insertado en el loto blanco de su diadema, modelo id�ntico al que luce la esposa de Amenemope, retratada con su marido en una talla de madera conservada en el Museo de Berl�n.

- En la tumba de Nakht (TT n� 52), la abundancia de frutos de mandr�gora es notoria. Los vemos en dos cestos ofrecidos a los esposos difuntos. Est�n presentes entre las ofrendas colocadas bajo la estela. Dos damas del banquete, con los ojos exc�ntricos y la mirada perdida en un horizonte inexistente, se intercambian bayas de mandr�gora. Una de las mujeres tiene asido un fruto en su mano izquierda, mientras con la derecha aferra la mano de su compa�era que sujeta otro, ansiosa por aspirar el f�tido aroma del fruto. Ninguna de las tres damas que componen el cuadro se mira a los ojos y, sus gestos, indolentes, recuerdan el aislamiento t�pico del consumidor de estupefacientes.

F. IV

Fragmento del banquete de la tumba de Nakht

- La misma escena, con ligeras variantes, se repite entre otras dos se�oras pintadas en la tumba de Nebamon (TT n� 90, pieza n� 37986 del British Museum), en la que tambi�n hay cuatro vigorosas plantas de mandr�gora creciendo a la sombra de los �rboles que circundan un estanque.

- En la de Ramose (TT n� 55), las podemos encontrar en los ramos que llevan los personajes entre las manos.

- En la tumba de los escultores de Amenofis III, Nebamon e Ipuky (TT n� 181), y delante de sus ata�des antropomorfos, se pueden ver dos gigantescos adornos florales; uno incluye bayas de mandr�gora.

Cambiando de necr�polis, pero sin abandonar la dinast�a XVIII, en Sakkara, construy� su tumba Meryre, contempor�neo de Amenofis III.

Este hombre, nutridor del pr�ncipe Saaton, se hizo representar con el pr�ncipe sobre las rodillas, acerc�ndole a la nariz una mandr�gora que sujeta en su mano (relieve conservado en el Kunsthistoriches Museum de Viena, con el n�mero de inventario 5814).

Este relieve evidencia que no hubo tope de edad para el consumo de las bayas t�xicas.

F. V

Ramos funerarios de Nebamon e Ipuky

La relaci�n entre midriasis, mandr�gora y mundo funerario, queda bien demostrada en �stos y otros muchos ejemplos que se dejan sin citar, pero su uso no se ci�� estrictamente al culto funerario puesto que, en un relieve del tercer pilono del templo de Amon en Karnak, se represent� a Amenofis III con un ramo de lotos y mandr�goras; en el templo de Hebenu (Kom el-Ahmar) se esculpieron y pintaron unos relieves (actualmente propiedad del Museo de Arte de Cleveland, catalogados con los n�meros 61.205 y 76.51) representando, en forma antropomorfa, y conservando rica policrom�a, un desfile de cuatro nomos tres de ellos portan bayas de mandr�gora; es frecuente ver estos frutos en los relieves de Abidos componiendo adornos florales sobre las mesas de ofrendas, como cuando Seti I ofrece la maat, o brotando de un ankh que el dios Amon tiene colocado delante de su efigie, etc. Por tanto, es evidente que el uso de estas bayas sobrepas� el culto funerario.

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