EL VALLE DEL SOL�

Teresa Bedman y Francisco Mart�n Valent�n. 

Del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto

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Desde su redescubrimiento, a finales del siglo XVIII, el llamado Valle del Oeste, o Valle de los Monos, en la necr�polis tebana, ha constituido un misterio para los arque�logos e investigadores del antiguo Egipto. Nadie ha sabido explicar convincentemente cual fuera el motivo por el que los reyes del final de la dinast�a XVIII, del Imperio Nuevo egipcio, eligieron aqu�l rinc�n para construirse sus moradas de eternidad. Desde entonces, hasta hoy, la raz�n por la cual Thutmosis IV y sus sucesores inmediatos eligieron aqu�l lugar para hacerse enterrar, contradiciendo la tradici�n de hacerlo en el Valle de los Reyes, ha permanecido en el misterio.

Durante los a�os 1999-2000, los autores de este art�culo, trabajando por cuenta del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto, han realizado en dicho lugar diversas investigaciones que a�n contin�an. Ellas han revelado los secretos de este peque�o valle, parte de los cuales, se relatan a continuaci�n.

 

Un poco de Historia.

 Hacia la segunda mitad de la dinast�a XVIII del Imperio Nuevo, se inici� en Egipto un singular movimiento religioso que traer�a enormes consecuencias pol�ticas y sociales para el pa�s.

Thutmosis IV, octavo rey de la dinast�a, (1397-1387 a. de C.), hab�a alcanzado el trono despu�s de haber desaparecido todos sus hermanos varones, mayores que �l, probablemente con mejor derecho para ce�ir la doble corona del Alto y del Bajo Egipto.

El rey, deseoso de apartarse de la sofocante tutela del poderoso clero de Am�n, decidi� ponerse bajo la protecci�n de un antiguo dios solar: �Ra-Horus de los Horizontes�.

Como consecuencia, esta divinidad, un aspecto del dios Ra, protegi� en adelante bajo sus inmensas alas de poderoso halc�n a los monarcas que concluyeron esta gloriosa dinast�a.

El nuevo soberano, al igual que hab�an hecho sus antecesores nada m�s subir al trono, orden� que se comenzase a construir para �l una tumba en la cual, a su muerte, reinar�a por toda la eternidad como el Osiris-rey del Alto y del Bajo Egipto Thutmosis Men-Jeperu-Ra.

Con tales fines se eligi� cuidadosamente en la orilla occidental de la ciudad de Tebas un lugar para excavar el hipogeo real conforme a las �rdenes dadas por el rey (vida, salud y fuerza). Sus antecesores se hab�an hecho enterrar, salvo uno o dos de ellos, en un uadi, cauce de un r�o seco formado en �poca muy remota, existente al pie de una monta�a con forma de pir�mide que ellos llamaron �La soberana del Occidente� y que identificaban con la diosa Hat-Hor. Es el lugar que hoy conocemos como �Valle de los reyes�.

Sin embargo, Thutmosis decidi� por razones misteriosas que su mansi�n de eternidad se construir�a en otro lugar�..

 

Y los dioses hablaron al pr�ncipe Thutmosis.

Tres mil doscientos a�os despu�s de estos acontecimientos, en agosto de 1799, dos ingenieros franceses pertenecientes a la Comisi�n de las Ciencias y de las Artes de la expedici�n francesa a Egipto que inspeccionaban la necr�polis tebana, encontraron el  discreto lugar elegido para construir la tumba.

Edouard de Villiers, uno de ellos, nos lo cuenta en su diario ��fue en el curso de nuestras b�squedas en el Valle de los Reyes que, tras cruzar las cadenas de monta�as en el lado oeste, llegamos Jollois y yo a un valle secundario donde encontramos una tumba que hab�a pasado inadvertida para todos los viajeros que nos hab�an precedido��. La tumba y el valle hab�an sido descubiertos de nuevo para los tiempos actuales.

Pero volvamos ahora a Tebas.

Thutmosis IV hab�a consultado con sus sacerdotes y consejeros para decidir cual ser�a el lugar adecuado para hacerse excavar y construir su hipogeo. El valle utilizado por sus antecesores no parec�a adecuado. �l hab�a sido elegido por el dios Ra-Hor-Ajty (Ra-Horus de los Horizontes) para regir las Dos Tierras. El dios se lo hab�a dicho en un sue�o, cuando siendo todav�a pr�ncipe, fatigado tras una cacer�a, se qued� dormido a la sombra de la Gran Esfinge�.

��Oh hijo m�o! Yo soy tu padre Hor-Ajty, Jepri, Ra, Atum. Yo te dar� la realeza sobre la Tierra a la cabeza de los vivientes, t� llevar�s la corona Blanca y la corona Roja sobre el trono de Gueb�

He aqu� que ahora, la arena del desierto me atormenta, la arena por encima de la cual Yo estaba en otro tiempo. Oc�pate de m�, a fin de que puedas cumplir todo lo que Yo deseo. Yo s� que t� eres mi hijo y protector. Aprox�mate a m�, �mira! Yo estoy contigo y ser� tu gu�a�.�.

 

La llamada Estela del Sue�o 

de Thutmosis IV.�I.E.A.E.

El rey quer�a librarse de la tutela y predominio del dios Am�n y de su clero.

Los sacerdotes al servicio del rey indicaron que, tras su muerte, �l necesitar�a estar amparado por los dioses solares y en, todo caso, bajo la protecci�n de la Soberana de Occidente, la diosa Hat-Hor en su monta�a sagrada. Pero, �C�mo cumplir ambos requisitos al mismo tiempo?.

Era necesario hallar una se�al divina, una indicaci�n sobrenatural. El dios Ra-Hor-Ajty se lo hab�a dicho cuando solo era pr�ncipe� �Aprox�mate a m�, �mira! Yo estoy contigo y ser� tu gu�a�.�

 

La revelaci�n divina.

Cabe imaginarse a los enviados del rey inspeccionando todos los rincones de los uadis circundantes del actual Valle de los Reyes, en busca de la divina se�al  que mostrar�a el lugar elegido por el dios para construir la tumba de su hijo predilecto. El emplazamiento exacto donde el gran halc�n podr�a acogerle como Osiris-Rey por toda la eternidad, bajo sus alas.

Podemos concebir como es probable que el propio Thutmosis, joven y poderoso atleta,  recorriese sobre un espl�ndido carro tirado por sus magn�ficos caballos, los mismos que le habr�an acompa�ado el d�a de su sue�o al pie de la Esfinge, todos los valles y rincones del lugar del occidente de Tebas. �Y entonces sucedi� que el dios habl� de nuevo al monarca.

As�, por indicaci�n divina, el rey design� como el lugar sagrado que albergar�a su tumba, el peque�o valle redescubierto tres mil a�os despu�s para el mundo moderno por Jollois y Devilliers.

Se trataba de un peque�o y angosto uadi, situado a espaldas del valle de los reyes, en direcci�n oeste, del que estaba separado por un gran farall�n.  El camino del desfiladero conclu�a estrell�ndose contra las paredes rocosas existentes a su t�rmino, al bifurcarse a izquierda y derecha de una colosal masa p�trea, con la sugerencia del vac�o cauce de un fantasmag�rico r�o que all�, cayendo en tromba desde las cimas,  deb�a haber tenido su nacimiento mucho antes de que el hombre surgiera del barro del Nilo en el gran d�a de la creaci�n. 

Debi� ser en el momento en que el sol, con todo su implacable poder se hallaba en lo alto del cielo. Durante el cenit. Thutmosis Men-Jeperu-Ra alz� sus ojos frente a la pared rocosa que le cerraba el paso. All�, majestuoso, vigilante, revestido de todo su poder y gloria, se alzaba, dominando toda la garganta, un inmenso halc�n con el disco solar sobre su cabeza. �De nuevo, el dios le hab�a hablado�..

El rey volvi� a su palacio, en Tebas. All� dio las �rdenes oportunas y los sacerdotes fueron de inmediato a examinar el fen�meno de la divina revelaci�n.

Sus informes fueron concluyentes. El dios bajo su aspecto p�treo se hab�a manifestado al fara�n. El valle ten�a, as� pues, personalidad divina.

 

Un Gran Halc�n de piedra vigila las tumbas de los reyes.

En la primavera de 1999, realiz�bamos parte de un reportaje para la elaboraci�n de un corpus documental fotogr�fico sobre el lugar, cuando advertimos la presencia de la efigie del gran halc�n en el fondo del valle.

Recogidos los datos pertinentes con aparatos de precisi�n comprobamos que la gran figura se encuentra orientada a muy pocos grados antes del norte magn�tico y en perfecta relaci�n con la entrada y la c�mara funeraria de la tumba de Amen-Hotep III (WV 22). Sin duda se trataba de un importante descubrimiento.

 R�pidamente dedujimos que los sacerdotes debieron buscar en los archivos de los templos y hallaron que, en tiempos de la reina Hatshepsut, la diosa Hat-Hor, en su aspecto de vaca celeste, se hab�a manifestado bajo la forma de sus divinos cuernos para albergar en un inmenso circo rocoso, hoy llamado Deir El-Bahari, el templo en terrazas que Sen-Mut construy� para la soberana.

Es probable que los astr�nomos reales observasen que la divina efigie, desde el fondo del valle, dirig�a su mirada en direcci�n a la entrada, hacia un punto, a su derecha, en el que la pared rocosa hac�a un caprichoso recodo. De nuevo all�, otra imagen del dios indicaba el lugar exacto.  As� pues, aqu�l ser�a el punto donde excavar en las entra�as de la roca la mansi�n de eternidad de su dilecto hijo.

Los trabajos se iniciaron de inmediato. Se hicieron los ritos propicios para consagrar la nueva construcci�n. En ciertos lugares prescritos fueron depositados, enterrados en el suelo, peque�os amuletos con los nombres del rey y otros que propiciaban el vigor y la fuerza del lugar. Despu�s se comenz� a horadar la masa rocosa en busca de la entrada hacia el mundo subterr�neo.

Las obras de excavaci�n no duraron mucho tiempo. Hacia el a�o 10 de su reinado, Thutmosis Men-Jeperu-Ra vol� hacia el cielo como el divino halc�n con sus alas de oro.

La prematura muerte del rey oblig� a realizar su enterramiento en otra tumba del valle de los reyes que, quiz�s contra su voluntad, hab�an hecho construir para �l los poderosos sacerdotes del dios Am�n de Tebas.

�Acaso pudo ser esta historia un testimonio de la lucha sorda que se estaba llevando a cabo entre la casa real y el clero de Am�n?. Los acontecimientos posteriores hablan casi por s� solos.

 

Amen-Hotep III, el primer rey enterrado en el Valle.

A la muerte de Thutmosis Men-Jeperu-Ra su peque�o hijo y sucesor de no m�s de diez a�os de edad, Amen-Hotep, adopt� como nombre de coronaci�n para regir la divina herencia, el nombre de Neb-Maat-Ra, es decir, �Ra es el Se�or del Orden C�smico�.

La batalla hab�a comenzado. Durante el espl�ndido reinado del gran Amen-Hotep se consum� la gran revoluci�n solar que iniciase su padre.

Como consecuencia de ello, lo primero que orden� el nuevo rey fue continuar la construcci�n de la tumba real en el lugar que Ra-Hor-Ajty hab�a revelado a su padre. �l ser�a, finalmente, quien la ocupase durante toda la eternidad.

Sin embargo, en la entrada de la tumba, el nuevo rey, hizo representar al Ka divinizado de su augusto padre bajo el nombre de �el dios Horus de los Horizontes, Toro poderoso, Imagen de las radiantes apariciones solares�, acogi�ndole hacia su viaje eterno y present�ndole ante la diosa Nut. Adem�s Amen-Hotep III hizo constar en las inscripciones que se trataba del viviente Ka real de su padre, el Se�or de las Dos Tierras, diciendo de �l que era �el que preside la tumba�, lo que equivale a reconocer la preeminencia de su divino progenitor en tal lugar.

Los acontecimientos que sucedieron siguieron propiciando la separaci�n y ruptura de la casa real con el clero de Am�n. El Valle Occidental, o Valle del Sol, fue el lugar donde los descendientes de Thutmosis IV se siguieron construyendo sus tumbas. Despu�s de Amen-Hotep III, ser�a su hijo Amen-Hotep IV, que despu�s cambio su nombre original por el de Aj-en-Aton, a quien se atribuye la WV 25, aunque luego se har�a construir otra en la ciudad de El Amarna.

Los trabajos de exploraci�n del valle por el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto fueron continuados en la Navidad de 2000. Examinando atentamente las conformaciones rocosas inmediatas a la WV 25 volvimos a descubrir algo nuevo y esclarecedor.

Sin duda, el hijo del gran Amen-Hotep III, hab�a hallado, como nosotros, una se�al a�n m�s precisa que le indujo a elegir, dentro del uadi, el lugar de su futura tumba. Se trataba del punto delante del cual se alzaba un enorme signo p�treo del jerogl�fico �horizonte� (Dyu), que contemplado en perspectiva, en direcci�n a la efigie del halc�n permit�a leer en los accidentes naturales del valle el nombre de �Horus en el Horizonte�.

El signo jerogl�fico Dyu. �I.E.A.E.

La misteriosa reina Anjet-Jeperu-Ra, quiz� con el nombre de Se-Menej-Ka-Ra, tambi�n concibi� el proyecto, despu�s de la muerte de Aj-en-Aton, de hacerse construir la tumba situada en el valle del sol que hoy est� catalogada como la WV 24.

A su muerte, sobrevino la restauraci�n llevada a cabo por el fara�n ni�o Tut-Anj-Am�n quien definitivamente desplaz� la corte desde la ciudad de Ajet-Aten hasta Menfis, reinstal�ndose tambi�n de nuevo en Tebas, la tradicional capital del sur de Egipto.

Nada m�s subir al trono comenz�, seg�n todos los indicios, a hacerse excavar una magn�fica tumba al fondo del Uadi, la WV23. Tut-Anj-Am�n tambi�n muri� muy prematuramente, durante el a�o noveno de su reinado. Su sucesor, Ay usurp� el hipogeo haciendo enterrar al peque�o fara�n en el Valle de los Reyes, en la actual KV 62.

A�n queda por asignar otra tumba existente en nuestro Valle del Sol, la WV A, situada unas decenas de metros a la izquierda de la WV 22, en el fondo de un recodo del acantilado rocoso. All� est� trabajando actualmente la misi�n japonesa de la Universidad de Waseda. Quiz� recompongan alg�n fragmento de los acontecimientos cubiertos por el misterio que envolvi� el reinado de los faraones que quisieron ser aut�nticos Hijos del Sol. 

Por el momento, y a partir de las investigaciones realizadas por los autores de este art�culo, parece quedar resuelto el misterioso motivo que origin� el cambio de lugar de enterramiento de los reyes del final de la dinast�a XVIII. El gran halc�n del fondo del Uadi el-Qurud es el guardi�n del secreto.