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Las momias reales: problemas de identificaci�n
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Nacho Ares
Montevideo, 1 de Octubre de 2005
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Desde que se descubrieron las momias reales de los faraones de Egipto m�s importantes a finales del siglo XIX, la pol�mica no ha dejado de reavivarse. �Pertenecen realmente a quienes dicen ser algunas de las momias m�s c�lebres del Museo Egipcio de El Cairo? Actualmente el gobierno egipcio est� desarrollando el llamado Egyptian Mummy Project con el que quieren zanjar de forma definitiva el problema de las momias reales.

Parece hasta cierto punto superficial e impersonal disfrutar del legado de los grandes soberanos de Egipto sin aprovechar la ocasi�n que ellos nos han dado de poder ver sus rostros. El Museo Egipcio de El Cairo cuenta con decenas de miles de objetos en exposici�n. Muchos de ellos proceden de los momentos m�s gloriosos de la historia fara�nica. Cualquiera de las estatuas colosales de Rams�s II, los fin�simos retratos de Tutmosis III o los destellos de vida que a�n emanan las estatuas de Amenofis III con esa sonrisa ingenua y los caracter�sticos ojos almendrados, no son nada si lo comparamos con ver el propio rostro de esos reyes.

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Gracias a la momificaci�n, la cultura egipcia nos ha otorgado la posibilidad de poder descubrir el aspecto que ten�an los faraones; los mismos constructores de sorprendentes templos. Los art�fices de proezas incre�bles dejadas a la posteridad en los anaqueles de los santuarios.

Desde el punto de vista est�tico y art�stico una estatua idealizada es m�s hermosa que el rostro desencajado de una momia. Sin embargo, nuestra naturaleza humana hace que nos sobrecojamos y que, en cierto modo, prefiramos ver las vitrinas con los restos de estos reyes, antes que su glorioso pasado.

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Hoy es posible ver a algunos de ellos en el Museo de El Cairo. La sala n�mero 56 alberga en doce vitrinas los restos tranquilos y sosegados de otros tantos reyes y reinas del antiguo Egipto. En la actualidad el museo cuenta con 27 momias reales. Sin embargo, si a�adimos a esta lista los miembros de las mismas familias a las que pertenecen los grandes soberanos, el inventario aumenta sustancialmente.

Siguiendo el recorrido l�gico de la exposici�n, el per�metro exterior de la sala 56 muestra al p�blico los cuerpos del fara�n Sequenenre Ta, Amenofis I, la reina Meritam�n, Tutmosis II, Tutmosis IV, Seti I, Merneptah y Rams�s V. Ya en el centro de la habitaci�n podemos ver las momias de las reinas Nedjmet y Henutaui. Finalmente, al pie de estas dos �ltimas momias, en el centro de la sala reposan los restos de Rams�s II. Recientemente, al pie de los escalones que dan paso al rellano que sirve de podio a las vitrinas, han depositado la momia de Tutmosis III.

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El principal problema que flota sobre las momias reales egipcias es que un elevado n�mero de ellas est�n mal identificadas. Hay quien se�ala que para el caso de las de la XVIII dinast�a, todas menos la de Tutmosis III y la de Tutankham�n, esta �ltima por haber aparecido en el interior de su tumba en 1922, no son quienes creemos que son. Es decir, que el cuerpo que hoy se�alamos como Tutmosis I no es �l sino otro, que Amenofis III no es quien se dice que es sino cualquier otro fara�n, y as� hasta completar la lista.

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Para comprender mejor este problema tenemos que viajar en el tiempo. Si nos retrasamos m�s de un siglo atr�s, hacia el propio momento de su descubrimiento en las lejanas monta�as de Tebas, quiz� entendamos por qu� las momias reales del Museo de El Cairo presentan hoy esos problemas de identidad.

En realidad, para ser exactos, la historia de este incre�ble puzzle comienza en la dinast�a XXI (1000 a. de C.). En aquel momento Egipto pasaba una �poca de crisis en la que los saqueos de tumbas estaban a la orden del d�a. El Valle de los Reyes de Tebas y otras necr�polis regias de los alrededores eran continuamente amenazadas. Los saqueadores de tumbas buscaban objetos de valor para hacer negocio e intentar salir as� de la precaria situaci�n que los ahogaba cada vez m�s.

�sta fue la raz�n por la cual los sacerdotes de Tebas decidieron reagrupar las momias reales de sus gloriosos ancestros en diferentes escondites seguros, a salvo de las manos de los ladrones.

Tras abrir las tumbas, se recuperaron los cuerpos y una parte muy peque�a de sus ajuares. En ocasiones, los sacerdotes llegaron tarde. Algunas de las momias tuvieron que ser vueltas a vendar despu�s de haber sufrido el atropello de los saqueadores. Otras, sencillamente, fueron trasladadas de su lugar de origen hasta un nuevo emplazamiento, m�s escondido y seguro.

Sobre las tapas de los ata�des de madera que cubr�an los restos de los faraones, se inscribi� el relato de lo sucedido, adem�s del nombre del inquilino momificado. Sin embargo, lo que en un principio no debi� de suponer m�s que un simple tr�mite burocr�tico, una simple mudanza de momias, debi� de convertirse en un verdadero problema para los sacerdotes. En algunas tapas podemos leer que se han escrito varios nombres reales, tachando unos y escribiendo otros encima, de lo que se deduce que, en un momento dado, los sacerdotes dejaron de ver con claridad qui�n era qui�n, no sabiendo a cu�l pertenec�a cada uno de los cuerpos. Si a esto sumamos lo parecidos que eran algunos de los t�tulos de varios reyes, no hace falta ser muy inteligente para descubrir que el l�o ya estaba armado miles de a�os antes de que se descubriera el escondite.
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El m�s importante de estos escondites fue el de Deir el Bahari, descubierto en 1881. En aquella ocasi�n el Servicio de Antig�edades, bajo la direcci�n de Gaston Maspero, sigui� la pista de una famosa familia de ladrones de tumbas, los Abd er Rassul, despu�s de descubrir en el mercado negro de antig�edades de Luxor la presencia de piezas de incalculable valor. Tras una historia detectivesca realmente singular que bien merece una pel�cula, los egipt�logos dieron con un escondite al que llamaron DB320.

En su interior aparecieron, entre muchas otras, momias cuyas etiquetas se correspond�an con Amenofis I, Tutmosis III, Seti I, Rams�s II, Rams�s III, etc�tera, al igual que los cuerpos de importantes reinas. En total, 35 momias entre las que hab�a grandes sacerdotes y cuerpos, hoy todav�a sin identificar.

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A�os m�s tarde, en 1898, el franc�s Victor Loret descubri� en el Valle de los Reyes la tumba de Amenofis II, a la que denominaron KV35. En una de sus habitaciones estaban las momias de reyes como Amenofis III, Tutmosis IV, Seti II o Siptah, entre otros, as� como ata�des y elementos del enterramiento de algunos de los monarcas descubiertos a�os antes en Deir el Bahari. Entre las 17 momias que se descubrieron en esta misma tumba, apareci� la que en 2003 la Dra. Joann Fletcher identific� con la reina Nefertiti, la esposa de Amenofis IV, Akhenat�n. En cualquier caso los problemas de etiquetado e identificaci�n de las momias de la KV35 presentaron los mismos problemas que las del escondite DB320.

�Qu� hacer ante este guirigay de momias? La decisi�n que se tom� y que sigue en vigor en la actualidad, fue la de dar por buenas esas etiquetas y atribuir las momias a los soberanos con que parec�an estar identificadas. Por otra parte es entendible que se hiciera esto. A finales del XIX no hab�a sistemas de identificaci�n para poder resolver el puzzle.

Con todo, durante d�cadas el descubrimiento no dio m�s problemas. Sin embargo, con la aparici�n de nuevos m�todos de investigaci�n anat�micoforenses, especialmente a partir de la d�cada de 1960, surgieron las primeras dudas. Hasta ese momento nadie se hab�a planteado la pregunta de por qu� la momia de Tutmosis II no tiene ninguna semejanza anat�mica con la de su padre Tutmosis I. O por qu� �ste no presentaba los brazos cruzados sobre el pecho como cabr�a esperar en cualquier fara�n de la XVIII dinast�a. Algo parecido se pod�a decir de todas y cada una de las momias descubiertas, especialmente en el escondite de Deir el Bahari (DB320). Entonces, las prisas y el nerviosismo empez� a extenderse entre los investigadores.

Y el caso es que esas dudas que hoy no dejan pegar ojo a los cient�ficos modernos, de alguna forma ya se barruntaba algo desde el mismo momento del hallazgo. Por ejemplo, Gaston Maspero, director del antiguo Servicio de Antig�edades en aquellas fechas de finales del XIX (hoy Consejo Superior para las Antig�edades de Egipto), dedujo que la momia que hoy se dice de Tutmosis I era realmente la del fara�n Pinedjem I. Su propuesta nac�a del texto que cubr�a el ata�d de madera en donde apareci� la momia, en donde estaban los nombres de los dos soberanos. Entonces, �de qui�n era esa momia? A esto hay que a�adir el hecho de que, como he dicho m�s arriba, los brazos del supuesto Tutmosis I estaban colocados a lo largo del cuerpo y no cruzados sobre el pecho, tal y como sucede con todas las momias reales del Imperio Nuevo, momento al que perteneci� este monarca.


A�os despu�s el m�dico forense Elliot Smith, un experto del primer tercio del XX del estudio de momias egipcias, advirti� las incongruencias anat�micas que exist�an entre algunas de las momias adjudicadas a los ram�sidas. Es el caso, por ejemplo, de la momia de Seti II de la dinast�a XIX, descubierta en la KV35, cuyos rasgos nada ten�an que ver con sus supuestos parientes sino con los reyes de la dinast�a XVIII.

Desde los primeros estudios comparativos antropom�tricos del a�o 1967 hasta los an�lisis de ADN de Scott Woodward de los 90, todav�a in�ditos pero finalizados desde hace tiempo, todos los investigadores coinciden en un solo detalle. La �nica momia que parece ser quien dice que es de entre aquellas de la XVIII dinast�a, adem�s de la de Tutankham�n descubierta en su tumba en 1922, es la de Tutmosis III, hallada en el escondite de Deir el Bahari. El resto, sencillamente, no son quienes creemos que son.

L�gicamente, se trata de un hecho sintom�tico aunque no generalizado. Abeer Helmy el Adamy es conservadora del Museo Egipcio de El Cairo y miembro de la Oficina T�cnica del Consejo Superior para las Antig�edades de Egipto (SCA). Ella es una de las encargadas del Egyptian Mummy Project . Este “Proyecto de las Momias de Egipto” pretende hacer una base de datos de todas las momias existentes en el pa�s, hacer un estudio con esc�ner de ellas, un an�lisis en profundidad, etc�tera. “ Cuando se descubrieron las momias en sus escondrijos —nos se�ala Abeer Helmy— cada una de ellas llevaba una etiqueta diciendo qui�n era. Si vas a la Historia y ves los registros que apoyan la forma de muerte que ves en la momia, te das cuenta de que est� bien identificada. Es el caso de Sequenenra de quien la Historia dice que muri� en el campo de batalla contra los hicsos. Su momia, efectivamente, tiene una herida muy fuerte en la cabeza. Lo mismo con la momia de Rams�s II. La Historia te dice que rein� muchos a�os y, efectivamente, la momia es de una persona muy mayor. Esto apoya las etiquetas que cubren las momias de los escondites. Cuando en la dinast�a XXI se trasladaron las momias reales a estos escondites no entiendo por qu� se tendr�a que hacer mal. Se volvieron a vendar, se metieron en ata�des nuevos, etc�tera. S � que es cierto que hay problemas con algunas momias. Por ejemplo, Tutmosis I no est� momificado como Osiris (con los brazos cruzados sobre el pecho) y le faltan las manos. Pero si miramos la etiqueta vemos que es de Tutmosis I. De todas formas, cuando se estudiaron las momias hace muchos a�os se vio que hab�a similitudes entre ellas, lo que demostraba que eran de las familias a las que pertenec�an. Adem�s, si Rams�s II o cualquiera de los reyes no es quien dice ser habr�a que buscar una persona con quien identificar el cuerpo.”

Es precisamente ah� donde est� verdaderamente el problema. Quiz� el paradigma que resume en alguna medida la generalidad del problema que rodea a las momias de la XVIII dinast�a descubiertas en estos escondites es la que siempre se ha identificado como perteneciente a Tutmosis I (61065).

Como comentaba Abeer, esta momia no tiene la postura caracter�stica de las momias de este per�odo, es decir, con los brazos cruzados sobre el pecho, asemej�ndose as� con el dios Osiris, algo generalizado entre los monarcas de la XVIII dinast�a. Por el contrario, los tiene extendidos a lo largo del cuerpo, falt�ndole en la actualidad las dos manos.

Ya cuando la momia apareci� en 1881 llam� la atenci�n por este hecho a Gaston Maspero. Esta contradicci�n en la posici�n de los brazos en la momia 61065 le llev� a pensar que en realidad se trataba de Pinedjem I, gran sacerdote de Tebas que gobern� en el Tercer Per�odo Intermedio hacia el 1050 a. de C., es decir, cinco siglos despu�s de Tutmosis I. Luego Maspero cambi� de opini�n y se asent� en la identificaci�n de Tutmosis I a�adiendo que la anomal�a de los brazos se deb�a a que la postura osir�aca no se adopt� hasta su sucesor Tutmosis II. Pero adem�s de que la momia de Amenofis I, antecesor de Tutmosis I ya ten�a los brazos cruzados sobre el pecho, exist�a otra incompatibilidad sobre la que llam� la atenci�n el m�dico Elliot Smith. La momia 61065 aparentaba tener no m�s de 18-20 a�os de edad, mientras que lo que se reflejaba en los monumentos era que Tutmosis I era un hombre bien adulto cuando falleci�

Y as� con muchas de ellas.

Hasta la fecha la investigaci�n publicada m�s importante es la del profesor Edward F. Wente del Instituto Oriental de la Universidad de Chicago (Estados Unidos). En el a�o 1980 sorprendi� a todos con la publicaci�n de un trabajo serio en el que comparaba las radiograf�as de las momias reales del Museo Egipcio de El Cairo tomadas por el Dr. James E. Harris a finales de los 60.
Como ya hemos visto, el primer hecho que llam� la atenci�n del Dr. Wente fue que la edad de las momias no se correspond�a con la de los reyes seg�n los documentos hist�ricos. La base de los estudios del profesor de la Universidad de Chicago estaba sustentada en la cefalometr�a de las momias, es decir, las medidas y proporciones de los cr�neos que siempre guardan ciertas similitudes de padres a hijos. En este sentido, la historia nos dice que en un momento de la XVIII dinast�a, por ejemplo, la sucesi�n de reyes fue Tutmosis III, Amenofis II, Tutmosis IV, Amenofis III y Akhenat�n. Sin embargo, la cefalometr�a de las momias nos dice que tuvo que ser Tutmosis III, Tutmosis IV, Amenofis II y Amenofis III. L�gicamente, como reconoce el propio Dr. Wente, hay algo que est� mal y no es precisamente la sucesi�n hist�rica sino la identificaci�n de las momias.

A partir de sus trabajos, el Dr. Wente propuso tres esquemas viables para la identificaci�n de las momias. Ya nos quedemos con una o con otra, lo que est� claro es que, para el caso de las momias de la XVIII dinast�a, casi todas ellas est�n mal identificadas. En la elaboraci�n del siguiente cuadro, extra�do de una publicaci�n del Dr. Wente, tenemos que acudir a algunas momias descubiertas fuera de los escondites DB320 y KV35, como la de Tutankham�n, hallada en su tumba del Valle de los Reyes (KV62) o la momia descubierta en el almac�n KV55 de la misma necr�polis, perteneciente a una persona desconocida de la �poca de Amarna, quiz� el propio Amenofis IV, Akhenat�n.
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Secuencia de reyes Esquema 1 Esquema 2 Esquema 3
Tutmosis I

Tutmosis II

Tutmosis II

Tutmosis II

Tutmosis II

Seti II

Seti II

Seti II

Tutmosis III

Tutmosis III

Tutmosis III

�Tutmosis III?

Amenofis II

�Tutmosis III?

Tutmosis IV

Amenofis II

Amenofis II

Tutmosis IV

Amenofis III

Tutmosis IV

Tutmosis IV

Amenofis II

Akhenat�n

KV55

Amenofis III

Semenkahr�

KV55

KV55

Tutankham�n

Tutankham�n

Tutankham�n

Tutankham�n

Ay

Amenofis III

Amenofis III

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La primera conclusi�n que se extrapola de una lectura somera de este cuadro es muy sencilla. Salvo la momia de Tutmosis III, todas, absolutamente todas las momias de la XVIII dinast�a descubiertas en los escondites desde Tutmosis I, est�n mal identificadas. As� de sencillo y as� de duro.

El doctor Nasry Iskander, antiguo director de las momias del Museo Egipcio de El Cairo, comentaba en cierta ocasi�n que si alguien se hubiera planteado hace pocos a�os la posibilidad de trabajar con el ADN antiguo de las momias, seguro que le hubieran tomado por loco. Parec�a algo incre�ble. Si los an�lisis de los grupos sangu�neos ya parec�an algo de ciencia ficci�n, hablar de ADN era todo un sue�o.

La raz�n de formalizar un proyecto cient�fico en el que se trabajara con el ADN de las momias reales del Museo de El Cairo era, precisamente, buscar una salida definitiva al problema de la identificaci�n de los cuerpos que ha existido desde siempre. “En 1898 se descubri� el segundo escondrijo de momias reales —me confesaba el Dr. Iskander—. Precisamente en el estudio de estos cuerpos estamos trabajando ahora. En este escondrijo apareci�, junto a otras nueve momias reales, la del fara�n Amenofis III, cuyo cuerpo ha sido identificado por algunos forenses con el de Amenofis IV, Akhenat�n, gracias a una serie de particularidades f�sicas. Por otra parte, en la tumba KV55 del Valle de los Reyes apareci� en el a�o 1907 la momia del fara�n Semenkhare, tambi�n vinculada en un principio con la de Akhenat�n. Adem�s tenemos en el museo una tercera momia, en esta ocasi�n an�nima, atribuida a este ins�lito rey. El problema se complica cuando hacemos un estudio computerizado de una momia que los textos la datan en la XVIII dinast�a y el ordenador proporciona una fecha totalmente diferente; nadie puede responder a este enigma. Puede que sea Amenofis III, Amenofis IV o alguno de los hijos de aqu�l. En cualquier caso, no tenemos ninguna seguridad, solamente posibilidades. Pero si conseguimos el ADN, entonces s� que hay seguridad.”

El ADN es el �cido desoxirribonucleico, material gen�tico de todos los organismos celulares y casi todos los virus. En palabras m�s sencillas podr�amos decir que es una especie de clave de la vida. En 1973 la universidad estadounidense de Philadelphia y dos a�os m�s tarde la de Manchester en Gran Breta�a, comenzaron a emplear en sus trabajos con momias egipcias la m�s alta tecnolog�a. Pero el paso decisivo no se dio hasta 1983 cuando un equipo de m�dicos de la Universidad de Cambridge logr� extraer por primera vez el ADN del tejido rehidratado de una momia.

El proceso para la obtenci�n de ADN de una momia es relativamente sencillo. �nicamente se necesita extraer una diminuta porci�n de tejido, empleando para ello unos guantes y una mascarilla con el fin de evitar el error de mezclarlo con el ADN del propio experimentador. Como medida a�adida, suele tomarse una muestra del cabello de todos los participantes en la investigaci�n, ya sean cient�ficos o los simples obreros locales que extraen la momia del yacimiento arqueol�gico. El resto del trabajo se lleva a cabo en el laboratorio. All� el ADN se coloca en un botecillo mezclado con un l�quido especial. La soluci�n con el ADN antiguo se vierte en una compleja m�quina que proporciona una corriente el�ctrica muy fuerte a este l�quido gelatinoso, provocando la aparici�n del ADN.

Como se�ala la Dra. Abeer Helmy, “el principal problema que presenta el estudio actual de ADN es que las muestras que se pueden tomar de las momias reales son muy valiosas y los resultados hasta ahora no son muy buenos. Por eso, en opini�n del Dr. Zahi Hawass y de otros especialistas del SCA es mejor salvaguardar las momias hasta que la t�cnica est� mucho m�s depurada. �sta es la raz�n de por qu� no se ha sacado todav�a nada a la luz hasta que no se puedan obtener buenos resultados. Es cierto que mucha gente tom� muestras de ADN y no ha publicado nada. La mayor�a de esos resultados no son seguros. Es el caso del microbi�logo Scott Woodward. Hay resultados, eso s�, pero no se pueden considerar como definitivos. Por eso todav�a no se ha publicado nada. Cuando se consigui� estudiar el ADN de momias, la t�cnica no estaba muy depurada ni lo sigue estando hoy. No hay que olvidar que el m�todo de ADN es un m�todo destructivo. Hay otros procesos de investigaci�n no destructivos como los TAC (tomograf�a axial computerizada) con los que puedes obtener mucha informaci�n de la momia sin necesidad de da�arla. Eso es, por ejemplo, lo que se ha hecho con la momia de un sacerdote en el Museo Brit�nico de Londres; una momia que llevaba en el museo mucho tiempo y de la que ahora conocemos un mont�n de cosas gracias al TAC”.
El problema que cuentan las investigaciones de los a�os 90 realizadas por Scott Woodward, de la Brigham Young University (Estados Unidos), es que tom� muestras pero nunca public� sus investigaciones. S� ha hecho documentales para la televisi�n pero no ha hecho ninguna publicaci�n cient�fica.

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En palabras de Abeer Helmy “el estudio del ADN es pura ciencia, es algo que realizas en el laboratorio y que luego tienes que hacer p�blico en una revista, ya sea cient�fica o de acceso al gran p�blico, en un libro, etc�tera, con el fin de que otras personas puedan acceder a esa informaci�n para decir est� bien o est� mal”.

La respuesta a todo este enigma m�dico e hist�rico la podr�amos encontrar en el hallazgo de un tercer escondite de momias reales. Si hacemos caso de los resultados extra�dos del an�lisis de las momias conocidas y su reubicaci�n, en este nuevo escondite deben de estar los restos de los soberanos con los que a�n no contamos. Es el caso de reyes tan importantes como la c�lebre reina Hatshepsut, Amenofis III, Amenofis IV (Akhenat�n), Rams�s I, o la no menos inquietante reina Nefertari, la esposa principal de Rams�s II.

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Con estos antecedentes y como se podr� imaginar, la parafernalia que se levant� a finales de 2003 con la llegada a El Cairo de la supuesta momia de Rams�s I, encontrada en el escondite de Deir el Bahari en 1881 y que abandon� el pa�s en circunstancias no aclaradas para aparecer d�cadas despu�s en un peque�o museo de Canad�, no encaja con la certeza que, en este caso, no tienen los cient�ficos. En este caso hay que reconocer que las autoridades egipcias siempre han sido muy prudente a la hora de reconocer la identificaci�n de esta momia con la de Rams�s I. Estudios antropom�tricos se�alan su pertenencia a la dinast�a ram�sida, pero nada m�s.

Son muchos los que se preguntan por qu� el gobierno egipcio es tan reticente a la investigaci�n del ADN de las momias reales. No obstante, como hemos visto, su trabajo no es tan sencillo como parece. No hay m�s que echar un vistazo a lo que ha sucedido con Col�n.

Otros esgrimen problemas religiosos. Pero no tiene sentido intuir estos inconvenientes en relaci�n al rechazo de la cultura musulmana a tocar los muertos, ya que el trabajo con momias en Egipto siempre ha estado a la orden del d�a y lo sigue estando, como algo cotidiano. Tampoco tiene l�gica pensar en cierto miedo de las autoridades locales a reconocer el error en la identificaci�n de los reyes. Nadie est� diciendo que no se cuente con los grandes faraones. Ellos est�n ah�. Solamente hay que cambiar algunas etiquetas de lugar. Nada m�s.
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